derramandose por el suelo y vistiendo las paredes. Fue solamente el tiempo de un relampago, pero fue.

Cuando el hombre del jubon azul volvio a sentarse y pidio mas vino, Tadeo comento:

– Micaela, en su inocencia amorosa, creyo que habia quedado prenada del desconocido, hasta que la desengano su nodriza. ?Mira que si el leon, paseando, hubiese tenido su primogenito en una jorobada, en tierra de selvicolas y carboneros!

III

El barquero colgo la pertiga en los dos ganchos de hierro del pedron de atraque, y sentandose en el escalon, con las largas piernas balanceandose sobre la corriente, encendio el largo y retorcido cigarro negro. El humo que expulsaba por narices y boca, como no habia viento, se quedaba sobre el ala de su sombrero, neblina haciendose y deshaciendose en suaves curvas azuladas. El rio cruzaba ancho y lento por entre colinas pastizales, en las que se veian los rebanos paciendo, desplazandose poco a poco desde lo alto hacia los campos de la ribera, donde al atardecer entrarian a abrevar en los pilones de piedra, puestos en escalera, y el agua vertiendose de los de arriba en los de abajo. A los carneros padres les gusta beber en el chorro. La barca tenia en el centro un tablado redondo para pasar los caballos de los viajeros, y en el medio y medio del tablado, un poste para arrendar las bestias. Los dias de fiesta de guardar el barquero ataba en el poste un palo con una bandera negra y oro, que nadie sabia de que reino fuese, y ya se la habia regalado a su abuelo un peregrino. El pais aquel, que llamaban del Vado de la Torre, era muy hermoso, con sus prados, sus bosques de abedules y de chopos, y la majestad transeunte del rio. Sus cinco aldeas estaban situadas en la falda de las respectivas colinas, abrigadas del nordeste, las casas pintadas de blanco, y entre casa y casa, higueras y cerezos, y entre pastizal y pastizal, largas filas de manzanos.

El barquero apago el cigarro cuando ya lo habia quemado hasta la mitad, y guardo la punta del resto en una bolsita de cuero que llevaba colgada del cinturon. El oficial de forasteros se habia sentado a proa de la barca, y parecia distraerse viendo las truchas que se acercaban raudas a la orilla, ya porque habia brincado al agua un saltamontes, ya porque se habia distraido una rana a la espera de una mosca entre los juncos, cuya flor, de un amarillo intenso, aseguraba que acababa de abrir.

– Las gentes van y vienen, senor Eusebio, y puede decirse que este vado es el gran teatro del mundo. Por ejemplo, hombres de obra de treinta anos, dos docenas a la semana. Hombres con jubon azul, media docena a la semana. En las ciudades costeras gusta el azul, asi como en las del interior el verde, y en las aldeas el negro. ?Jinetes? Casi todos llegan montados a las orillas, y por eso tengo poste de arrendar en la barca. ? Conocidos? Los tratantes en lana, por ejemplo, o los criados de los monjes de Simon Pedro, que vienen a poner las nasas por Pascua y por San Juan, y se

llevan las arrobas de truchas y de anguilas que piden los severos ayunos de sus amos. Tratantes de lana y criados de frailes, esos son anuales. ?Mas conocidos? El senorio de la ciudad que tiene cortijos en la vega del rio, cerca de la foz, y los que vienen a comprar madera, y los que traen el vino de la ribera baja, en pellejos. De estos conozco hasta la edad de sus mulas, y el nombre de cada pellejo, que sabes que los titulan con santos martires. ?Cientos de conocidos! Cuando la guerra, paso una muchedumbre. ?Cientos de desconocidos! Todo barquero es Caronte, senor Eusebio, y pasa a la humanidad entera en su barca.

Eso dijo Filipo el barquero, y se quedo mirando para su senoria el oficial de forasteros, quien asintio con una inclinacion de cabeza a aquella filosofia.

– Y si me preguntas por viajeros raros y curiosos, tengo mi lista. Primero de todos, el monstruo de las dos cabezas, la una de pelo rubio y la otra de pelo negro, la rubia de mujer y la morena de hombre.

»Cobraban sus padres medio real por mostrarlo en la feria de los Santos Inocentes. La cabeza de mujer tenia castos pensamientos, y pasaba las horas sonando con angeles que volaban entre flores, y pedia que le pusiesen maestro que le ensenase poesia religiosa, mientras la testa masculina se empecinaba en la cuestion del sexto, y no cesaba de exigir que sus padres gastasen parte de la ganancia en buscarle una pechugona que lo aliviase. La cabeza de mujer gritaba que si aparecia la tal, que a ella le diesen veneno, que no podia valerse, lo que era verdad, que las piernas y brazos del monstruo solamente atendian las ordenes de la cabeza de hombre, y ademas solo habia sexo masculino.

»Me contaron que por consejo de un sabio romano, los padres decidieron separar la cabeza femenina, dejando al lujurioso suelto, que hiciese su vena. Y a la cabeza femenina le pusieron un soporte hecho con cuatro vejigas de cerdo, que habian de estar siempre llenas de aire caliente, y esta era la dificultad de la vida, pero la ganancia de la cabeza como parlante, en las grandes capitales exhibida, lo compensaba. Uno de Buenos Aires que paso hace dos anos en mi barca, me dijo que la habia visto alla, y que los que la explotaban, que eran dos libaneses, andaban forrados de plata.

Filipo se levanto para echar un trago de la bota que tenia colgada a popa, y se sento al lado del senor Eusebio.

– Permiteme que te diga, senoria, que se por donde vienes. Recuerda que ya me interrogaste otras veces. Una de ellas -y querias darme tormento, de lo que no te culpo a ti sino a las exigencias de tu magistratura-, cuando aquel caso del jinete de las dos espadas. Ya recuerdas, aquel que se le veia mozo, con el sombrero de pico y las plumas rojas, cuando estaba montado en su bayo, y de pronto desaparecia, y este prodigio se averiguo por un cestero que estaba reparando las nasas de los monjes, un curioso llamado Fenelon por mal nombre, el cual se apercibio de que el mozo era visible a caballo solamente, y en descabalgando, si hacia una sena, se evaporaba y asi se estaba, perdido en el aire, salvo si precisaba hacer aguas menores, en cuyo caso se presentaba obligadamente en visible naturaleza.

– Es el argumento de necesidad de que hablan los teologos griegos en el epitome de milagros -apostillo el senor Eusebio.

– Si ese fuese el hombre que hace tantos anos buscais, y cuyo nombre no pronuncio porque soy apolitico, ya no habia reyes en tu ciudad.

Obligo a hacer una pausa una libelula que los sorprendio surgiendo de entre los juncos. Cantaba la vecina alondra, y la tarde, al caer, se envolvia en una capa de oro.

– No -dijo el senor Eusebio-, no era el. Sin embargo, siempre sospeche que aquel caballero anonimo intento ver a la infanta. Como sabes, no es facil. Aun para un invisible de a pie no es facil. Dona Ifigenia vive en la torre nueva del palacio, que no tiene puerta, y todo el trafico se hace por roldana, que suben y bajan serones. Ella sube y baja en sillon con espejo. Las ventanas bajas tienen reja, y las de arriba estan siempre cerradas, aseguradas con plomo, que a la reina le entro el temor de que le diese a la muchacha por defenestrarse en una melancolia mensual.

– ?Dices «la muchacha»? ?Cuantos anos hace que decimos «la muchacha»?

– Decirle muchacha a la infanta es, ante todo, respetar la Constitucion. Y sacas a colacion uno de mis grandes temas, que es el de la eterna juventud. Si algun dia me hacen senador, mi discurso de toma de posesion versara sobre ello. ? Nunca has oido hablar de las islas de la primavera perpetua? Te embarcas para ellas, llegas a mediodia, y alla moras feliz, el cuerpo sano, luengos anos, siglos mas bien. El agua de una fuente prodigiosa te mantiene en la perfecta edad, que son los treinta y tres anos, segun toda la escuela de Alejandria y los neoplatonicos florentinos. Solamente te es permitido el amor continente, y los banquetes vegetarianos. Lees, paseas, escuchas musica, juegas a los bolos, duermes con la cabeza apoyada en un haz de lirios, conversas con las ninfas, ves las puestas de sol, no necesitas gaban, y no hay tuyo ni mio. En Irlanda se discutio si habria, al menos, propiedad de la ropa interior y de los panuelos de nariz, pero el asunto quedo para tema de concurso, y no he recibido noticia de lo resuelto. Los eruditos en islas de la eterna juventud, o Floridas, coinciden en que tanto como la virtud del agua de la fuente de Juvencia, es necesario para la perpetua primavera corporal que el humano abandone todo apetito sensual y se dedique a perfeccionar un unico sueno, que lo habitara todo. Asi como los cartujos de Parma andan diciendo por su huerta eso de «morir habemos», los floridos andan diciendo en voz alta su sueno, hasta que llegan a verlo de bulto, como en retablo, o en paso de

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