de arrobo que reservaba para el final de la jornada y, arrastrando su cazallosa voz, le dijo:

– Deberias presentarte a las proximas elecciones. No te lo tomes a cona, eres la unica persona en quien confia Espana entera.

– No seas exagerada -sonrio Regina.

Pero que diantre, ?a quien no le gustaba empezar bien la manana?

Temia que la llegada de Alex alterara el placido ritmo de los dias que pasaba con Judit. Ademas, los dos tenian casi la misma edad. Seria inevitable que la chica se entendiera con el mejor que con Regina.

El muchacho comparecio, sin avisar, a primera hora de la tarde, interrumpiendo la pequena siesta con que Regina solia regalarse en el sofa del estudio. Su intempestiva llegada la puso de mal humor, pero lo que le sento peor fue lo poco que quedaba en el, a juzgar por las apariencias, del chico alborotador que habia vivido en su casa anos atras. No era tan necia como para pretender que se mantuviera igual, pero lo que menos esperaba era encontrarse con una replica de Jordi, en joven. Por grande que fuera el afecto que sentia hacia Alex, Regina, al aceptarlo en su casa, no habia actuado solo movida por su generosidad. Lo que en el fondo queria era que el muchacho reconociera la superioridad de su actitud en comparacion con la de Jordi, que se lo habia quitado de encima para poder moverse a sus anchas por Miami. Alex tenia la misma sonrisa de su antiguo amante, y eso le traia demasiados recuerdos.

La vieja ira volvio a ella, puntual como las recaidas de una enfermedad cronica, dragando las miserias del pasado. Nada podria modificar el hecho de haber sido rechazada.

Iba vestido de marron oscuro, con pantalones de pernera ancha y recta y una parka con capucha. Llevaba unas Nike amarillas de triple suela, con los cordones desatados. Dejo caer la bolsa de viaje y la mochila en el suelo, sin demasiados miramientos. Habia crecido tanto que tuvo que inclinarse para besarla. Regina no solo no le devolvio el beso, sino que puso en su bienvenida tanta acritud como le fue posible:

– Si quieres quedarte a vivir en esta casa, antes tendras que contarme con todo detalle, para que lo entienda, por que has dejado los estudios.

Fue entonces cuando Judit, que habia presenciado la escena en silencio, intervino. Tendio su mano, y no solo fisicamente, al recien llegado:

– Hola, soy Judit, encantada. Que casualidad. Yo tampoco he estudiado gran cosa -explico alegremente-, y ya ves, Regina me ha dado trabajo. Mujer, si tu misma has escrito que el mundo esta lleno de asnos licenciados. Ven, Alex, te acompanare a tu habitacion. Creo que es la que ocupabas antes.

Los vio alejarse por el pasillo, cuchicheando entre risas.

Regreso a su estudio, Judit se reunio con ella poco despues:

– A mi me parece muy simpatico -comento.

Regina hizo como que no la oia. Aquella tarde trabajaron en silencio. Poco a poco, recupero la tranquilidad. Todo estaba bajo control, se dijo. No iba a permitir que, con Alex, la sombra de Jordi se proyectara de nuevo en su vida. Tenia planes. Mientras fingia repasar las galeradas, realizaba anotaciones relacionadas con Judit en una de las pequenas libretas que descansaban sobre la mesa.

Al final de la tarde, Judit habia dado cuenta del contenido de una nueva caja de carton, colocando cada papel en su archivador correspondiente. Si seguia a aquel ritmo, pronto se le acabaria a Regina la excusa para tenerla cerca. Tenia que combinar esa tarea con algo mas, algo que la retuviera en la casa, incluso por las noches.

– Lista, por hoy -dijo Judit, contemplando, satisfecha, la mesa vacia.

Regina se echo hacia atras, apoyandose en el respaldo anatomico de su silla.

– ?De que hablabais Alex y tu cuando lo has acompanado a su cuarto?

– De musica. ?Sabias que quiere ser iluminador teatral? Por eso colgo los estudios.

– ?Me estas diciendo que quiere ser electricista?

– No, mujer. Iluminador. Segun me ha dicho, eso tambien es una carrera. Yo no he ido mucho al teatro, pero por lo poco que he visto, los que ponen las luces tienen tambien mucho arte. Tanto como los pintores. O como los escritores.

– A proposito, Judit -Regina no queria pasarle aquello por alto-. Nunca he escrito esa necedad acerca de asnos licenciados. Si me preguntaran, diria que tener estudios es importante tanto para los asnos como para los sabios.

– Si yo fuera tu -la joven clavo en ella su mirada perspicaz-, no me preocuparia por Alex. Que no lo entiendas no significa que no podais convivir con armonia.

– Va como un cerdo. -Regina no queria dar su brazo a torcer, aunque se preguntaba si no habia sido demasiado severa con el.

– No es verdad. Va como cualquier chico de su edad. Por chocante que te parezca, asi es como grita a los demas que el tambien existe. Todos lo hacemos, cada cual a nuestra manera. Mirame a mi. Puede que, como dice mi madre, me vista de cenizo, pero ella y el resto del mundo no tienen mas remedio que aguantarme. Como yo la aguanto a ella, y al resto del mundo.

– Ya que lo dices -comento-, un poco rarita si que te ves.

– El dia que te atrevas, me ensenas una foto de cuando tenias mi edad y veremos cual de las dos resulta mas estrafalaria -replico Judit.

Regina solto su primera carcajada sincera de las ultimas semanas.

– Ni loca. Me perderias el respeto.

Penso que algun dia le resultaria divertido ensenarle sus fotos de los setenta, de cuando iba medio vestida de hippy, con el pelo rizado estilo afro y calcomanias de purpurina en los pomulos.

Judit se aparto de la mesa de joyero y camino hacia la puerta cristalera que comunicaba con el jardin. Solia hacerlo cuando terminaba su trabajo diario.

– El jardin me gusta aun mas que el DVD -decia.

Gracias a Judit, Regina recuperaba sensaciones olvidadas. La ilusion por ser rica, que tanto la habia colmado en los primeros tiempos, se habia desvanecido por completo. Se habia acostumbrado, eso era todo. Si, tenia un hermoso jardin, otro de los privilegios de que disfrutaba. Trato de imaginar que sentia Judit al verlo. O, mejor dicho, que sentiria una muchacha salida de la nada y dispuesta a cualquier cosa para realizar sus ambiciones. Es decir, alguien como la protagonista de su proyectada novela.

Judit. Su hallazgo salvador, su mina. Su diamante en bruto. Alguien, algun dia, lo tendria que tallar.

Las luces instaladas en la rocalla iluminaban el jardin, transformando con delicadeza los dibujos y volumenes de las plantas. Judit tenia razon, iluminar tambien es un arte, como escribir; tambien consiste en escoger y desechar, en ordenar el caos. Si era eso lo que Alex queria hacer, ?quien era ella para oponerse?

Llena de optimismo, Regina pregunto:

– ?Crees que a Alex le apetecera una cena para tres delante de un buen fuego? Todavia no hemos encendido la chimenea, y me apetece hacerlo. Da un poco de faena, pero compensa.

– Dejalo de mi cuenta -replico la otra, y la escritora supo que se referia tanto a convencer al muchacho como a poner el fuego a punto. Que alivio, tenerla alli.

Mientras Judit apagaba las luces del estudio, Regina suspiro:

– Espero que, por lo menos, se haya dado una buena ducha.

Cuando Regina y Judit entraron en el salon, Alex se hallaba despatarrado en el sofa preferido de la duena de la casa. Iba vestido con un pijama oscuro que parecia un chandal, o viceversa, y tenia en una mano el mando a distancia del televisor, por cuya pantalla desfilaban imagenes de video clips musicales. Con la otra mano sujetaba el mando del equipo de sonido, del que surgia una atronadora sarta de decibelios.

– ?Que es ese ruido? ?El Apocalipsis? -Regina no pudo evitar la ironia, aunque le quedo desvirtuada porque tuvo que gritarla a voz en cuello.

– Hamlet -respondio el chico, bajando el volumen.

– Que bien. Debe de ser el monologo.

Judit se apresuro a intervenir:

– Es el nombre de un grupo de metal espanol. Parece que son muy buenos, aunque yo tampoco entiendo gran cosa -anadio.

– Esta cancion se llama Insomnio -informo el muchacho.

Regina se mordio la lengua para no lanzar otra pulla. Hacia demasiado tiempo que habia perdido contacto con la musica moderna. Lo ultimo que recordaba con agrado era la imagen de Police en la que Sting se quitaba la

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