abierta. Se ve la fuente al fondo. En el dorso de la cartulina hay una fecha: septiembre de 1955. Llevada por un impulso, Regina abrio el estuche y sostuvo entre sus dedos el delicado nomeolvides que siempre vio oscilar en la muneca derecha de Teresa, sin que le interesara comprobar si tenia o no una inscripcion en su parte interior. Se precipito a descifrarla. Dos iniciales, A. T., y otra fecha: 23 de abril de 1955.
Busco febrilmente en la caja. Arranco la cinta que ataba el fajo de cartas que su padre habia enviado a Teresa a lo largo de los anos. Estaban ordenadas por antiguedad. Como profesional que aprecia la graduacion con que un escritor suministra al lector sus revelaciones, Regina respeto la convencion. Abrio la primera. Habia sido escrita dos semanas despues de la fecha que constaba en el nomeolvides. Leyo el encabezamiento con una violenta sensacion de verguenza ajena: «Mi joya mas preciada.» ?Era su cursileria lo que la hizo enrojecer? ?O la comprobacion del hecho irrefutable de que la relacion de la pareja habia empezado mucho antes de que Regina conociera a Teresa? No tenia ni cinco anos, pues, cuando el hombre que la apretaba contra su pecho al volver a casa lo hacia todavia envuelto en el abrazo de aquella mujer.
En contra de lo que creyo a raiz del descubrimiento del retrato de su padre en el dormitorio de Teresa, Regina no habia sido testigo del nacimiento de su relacion. Se habian amado mucho mas, y mucho antes. No con ella, sino pese a ella. Y, en algun momento, habian decidido usarla.
Volvio a la carta.
Mi Joya mas preciada:
Me dijiste que soy triste. No que estoy triste, sino que lo soy. Hace poco que nos conocemos, pero ya sabes de mi mas que nadie. A ti no te puedo enganar. Soy de esas personas que lo unico que hacen bien es llevar la cruz que les ha tocado en la vida. No tengo derecho a pedirte que sacrifiques tu orgullo y aceptes las migajas de un amor clandestino. Vales demasiado, y ya has sufrido bastante. Ah, Teresa, dime que puedo hacer Eres mas inteligente que yo y mucho mas buena. Cuando estamos juntos no me atrevo a hablarte asi. Pense que por carta me seria mas facil. Abrazado a ti me siento incapaz de pensar eres tu quien piensa por los dos, quien habla y razona. Dijiste que no basta con amar, que hay que saber hacerlo a tiempo. Crei entender que debiamos habernos conocido antes, pero ?cuando? Quiza entonces no nos habriamos encontrado, tu no hubieras tenido alhajas que vender ni a mi me habria venido el camarero de Los Caracoles a decirme que una senora del barrio le habia preguntado por los Joyeros que suelen reunirse en una mesa del rincon.
Los Caracoles… Un tufo a pollo asado, el calor sofocante al cruzar la esquina de Escudellers, ella sentada en las rodillas de su padre, que hablaba con otros hombres, el dueno del local, enorme desde su perspectiva, con un puro tan apestoso como el pollo siempre entre los dedos. ?Que tenia, cuatro, cinco anos? Albert solo la habia llevado tina vez a aquel restaurante, y Regina lo habia olvidado por completo, hasta el punto de que cuando empezo a visitar a Teresa, con su padre, nunca asocio el local con ella, con su casa, a la que accedian desde el extremo opuesto, desde la plaza cercana al puerto. Mas adelante, cuando Albert ya no la acompanaba, Regina pasaba a menudo por delante de Los Caracoles, de las mesas dispuestas en la estrecha acera, a las que algunas noches se sentaban artistas de cine, sobre todo italianos. Una vez reconocio a Walter Chiari, que fue novio de Lucia Bose, pero no el lugar. Memoria, vieja puta, ?donde estabas? El dia en que Albert pidio pollo con patatas para ella y lo troceo pequenito para que no se le atragantara, ?pensaba ya en Teresa, con su hija en las rodillas? ?Por que no fue capaz de retener el recuerdo infantil, que la habria puesto en guardia cuando los amantes consideraron oportuna su entrada en escena?
«Dios sabe que de la soledad en la que estoy sumido, solo me rescata la miel de tus labios.» ?De donde habia sacado Albert Dalmau aquel estilo literario adolescente, pueril? ?Que debian parecerle sus frases de novela romantica a la estricta paladina de las letras? ?Es que el amor ofuscaba el sentido critico de Teresa? Paso a otra carta.
Escribirte todos los dias me consuela de no poder verte tan a menudo como lo necesito. No entiendo que ames a alguien tan acabado como yo. Antes de conocerte solo sobrevivia. Ahora se que podria estar vivo todos los dias si tuviera el coraje necesario. Cuento las horas que faltan para verte, mientras permanezco encadenado a esta casa como un preso en su mazmorra.
Regina se mordio los labios. El conde de Montecristo era la novela preferida de su padre. Teresa debio de apreciar la referencia. Se mordio los labios. No le proporcionaba placer ser tan amarga.
Si no tuviera que velar por mi hija y me faltara la fe, hace tiempo que me habria tirado por el balcon. Me siento responsable. Fue el nacimiento de Regina lo que cambio a Maria hasta convertirla en la desgraciada que es hoy. Ella no queria tener hijos, despues de tantos anos de matrimonio, y puede que sus depresiones y dolores de cabeza no hubieran desembocado en esta horrible enfermedad si, entre todos, no nos hubieramos empenado en curarla mediante el embarazo. Una mujer sin hijos es como una maceta sin plantas, dijo el medico que la trataba, y yo pensaba lo mismo. No sabia que hay mujeres que nacen sin instinto maternal y que es un sacrilegio imponerselo. Ibdo se desplomo en la casa cuando nacio Regina. Maria se desentendio de la nina y no volvio a salir de su habitacion. Quiso que el mal entrara en su cuerpo para impedir que entrara yo. Se volvio despotica y vanidosa, presumia de su enfermedad, por asi decirlo. A mi me da mucha pena verla, con el vientre y los tobillos hinchados, la cara verde y esa sonrisa retorcida que me dirige cuando le hablo. A veces, pienso que se ha vuelto loca, y eso hace que me sienta mas culpable y mas atado a ella.
Y no solo es eso. Es Regina quien se lleva la peor parte. La inocente no merece crecer en una casa como esta.
Interrumpio la lectura. Necesitaba beber algo fuerte. Salio de la habitacion, dejando la puerta medio entornada, y se dirigio al salon. Al pasar por delante del dormitorio de Alex le parecio oir un jadeo. Penso en el chico masturbandose y sonrio. La muerte y la vida, tabique por tabique. En el cuarto de Judit, por el contrario, reinaba un silencio completo. Regina saco un vaso del mueble-bar y se sirvio una buena racion de whisky, que bebio alli mismo. Cogio tambien la botella y volvio sobre sus pasos. Sin duda, Alex habia terminado su trabajo, porque ahora el silencio era completo.
Sentada ante la mesa, lleno medio vaso y bebio un largo trago. Ardia, pero reconfortaba. En aquel momento, hasta le habria gustado fumar. ?A que sabian los Celtas de Teresa?
Volvio al monton de fotos. Albert y Teresa, junto a la puerta de la Casa de la Risa, en las atracciones del Tibidabo. El se habia quitado la chaqueta y la sujetaba con un dedo por encima del hombro. Con el otro brazo cenia la cintura de la mujer. En otra foto, muy posterior, aparecian Teresa y ella, sentadas en el jardin. Regina debia de tener entonces unos quince anos. Otra foto, pequena, de estudio, de una nina morena y regordeta, que miraba cenuda al objetivo, de pie, con los pies trabados como si estuviera a punto de caerse. Leyo, en el dorso: «Regina, 1953, por su tercer cumpleanos.» Si daba por buena la primavera de 1955 como la epoca en que la pareja se conocio, y tanto las cartas como el nomeolvides daban pruebas de ello, ?que hacia alli una foto suya anterior?
Leyo oblicuamente media docena de misivas (tanto amor, Senor, tanta impotencia: por momentos, la figura de su padre se le iba haciendo mas patetica), hasta dar en un parrafo con la respuesta.
La conversacion de ayer resulto tan desgarradora para mi como para ti. Es muy duro pensar que nunca podremos tener hijos, que el tiempo de la felicidad, para nosotros, es una Ilusion que puede estallar en cualquier instante. Habrias sido tan buena madre. Estas tan dotada para ensenar Tienes tanta paciencia. Yo mismo siento que aprendo a tu lado, aunque haya cosas en las que no te puedo seguir, no porque no te entienda, sino porque eres mas fuerte. Cuando me hablas de tu mando, y de como desafiaste a tu familia para irte con el, siendo casi una nina, cuando hablas de eso me siento al mismo tiempo orgulloso y humillado. Orgulloso de ti. Humillado por mi, y sabes muy bien de que estoy hablando. Eres una mujer superior, obligada a vivir en un mundo que no te comprende. Me duele ver como te desprendes, una a una, de las alhajas que te regalo tu abuela.
He estado buscando mas fotos de Regina, pero mucho me temo que acerte cuando te dije que no tengo ninguna mas. Solo la que te di ayer Le hice una despues del bautizo, pero su madre no sabe donde esta. Gracias a ti, he vuelto a sacar la camara de donde la guarde por aburrimiento, le hare una foto tal como es hoy, te encantara. Tiene mucho caracter para su edad, si vieras que berrinches coge, persiguiendo a la criada por el pasillo. Tambien te hare fotos a ti, y tu a mi. Lo importante que, el dia de manana, nos queden las fotografias.
Cuando Albert escribio aquella carta, habian pasado seis meses desde la fecha del nomeolvides. A Regina se le removio la hiel al pensar que mientras ella, desorientada, vagaba por la casa, agarrada al delantal de Santeta, Teresa ya preguntaba por ella. ?Con que intenciones?
El primer cuento que su padre le regalo fue Marta y los piratas. Tenia una dedicatoria: «Nunca dejes de sonar, tu amiga Teresa.» De que sutil manera, penso, empezo Albert a unirlas.