el anhelo de volar con tus propias alas. Que seas capaz de crecer por tu cuenta, que hayas seguido creciendo sin mi tutela, es el mejor regalo que he recibido a cambio de los anos que te dedique.

No quiero ser hipocrita. Habria preferido verte mas a menudo. Pero tu decision de no regresar no ha tenido nada que ver con lo que aprendiste de mi. ?Me equivoco? Me arrepiento de no haberte contado lo que hubo entre tu padre y yo. No podia hacerlo, Regina. Cuando accedio a traerte a casa, me hizo jurar que nunca te diria la verdad sobre nuestra relacion. Fue su pudor, no el mio, lo que motivo mi silencio. Lo averiguaste anos despues, estoy segura, aunque no se como. Algo que dije o algo que viste. Da igual, ?no te parece? Me hubiera gustado ser sincera contigo, pero no era facil. Cuando llegaste, eras demasiado joven para entenderlo. ?Que podia decirte? ?Que habia sido la amante de tu padre durante los ultimos siete anos y que pretendia convertirme en una segunda madre para ti, una madre mas real y efectiva que aquella a quien los dos, en palabras de Albert, habiamos traicionado? Imposible. Por otra parte, ya no habia nada que ocultar tu padre te traia a casa, se quedaba con nosotras, asistia con envidia y cierto desanimo a nuestras complicidades. Y poco mas. Cuando no estabas presente, Albert hablaba de los viejos tiempos, volvia una y otra vez a lo ocurrido entre nosotros, a ponderar la amistad sin dependencias pasionales que manteniamos. Un dia me harte. Le dije que no volviera por casa, que no soportaba a la gente que no sabe tomar decisiones para preservar la felicidad con que ha sido privilegiada. Se quedo perplejo: a el le iba muy bien, despues de todo. A mi, en cambio, su presencia me estorbaba. Me dijo que lo pensara bien. Una vez mas, no me entendia. Yo te tenia a ti. El se habia convertido en una reliquia.

Ahora lo tengo a el y me faltas tu. Esta visto que siempre he de sentirme incompleta. Afirma que, desde que me conocio, no ha dejado de quererme ni un solo dia de su vida, y debe de ser verdad.

Desaparecido el aspecto carnal de nuestra historia, me converti en parte de su religion, un culto tan privado que no se extinguira ni con mi muerte. Al contrario, cuanto menos me tenga mas me querra, porque esa es la naturaleza de Albert Dalmau, un hombre destinado a tener lo que no ama y amar lo que no tiene.

Durante los anos en que nos quisimos, no Pasamos ni una noche juntos. Fue incapaz de inventar una sola mentira que-nos permitiera esa intimidad de la que los matrimonios disfrutan hasta el hartazgo. Voy a morirme y no se como es Albert cuando despierta, que gestos hace, si esta de buen humor o no, que desayuna, si canta bajo la ducha, esas tonterias que siempre envidie en las parejas normales. Lo odie por eso. Ahora no le gusta que me quede sola por las noches, y dice que esta dispuesto a hacerme compania en cuanto se lo permita. Soy una enferma, no una tentacion. En mi competicion con tu madre, por fin la venzo, porque estoy casi muerta.

Despues de la muerte de Teresa, Albert Dalmau se consagro por completo a su memoria. Llevaba flores a su tumba una vez a la semana, encargaba misas. Desatendio por completo su trabajo de joyero, del que ya no tenia que vivir, gracias a que Regina, que se iba enriqueciendo con cada nueva novela, velaba, al menos, por el bienestar material de sus padres. Se veian con poca asiduidad, porque Regina no soportaba la aficion de Albert por revivir el pasado, por hacer de Teresa el unico tema de conversacion.

Ni siquiera entonces, no obstante, le confeso la verdad: que se habian querido. Se limitaba a repetir que fue una mujer unica, su mejor amiga, su amiga del alma. Estaba obsesionado por sus papeles, por la herencia que Regina habia recibido sin que Teresa le dejara a el un solo documento, ni una carta. «??Que piensas hacer? ?Se publicaran?», preguntaba, como si la mujer hubiera legado manuscritos ineditos que merecian pasar a la posteridad.

Albert se deterioro a ojos vista en aquellos diez anos. Ya no se preocupaba por su esposa, y era Regina quien debia atender, aunque fuera por personas interpuestas (su abogado se preocupaba de eso) a las necesidades de la vieja Maria, adormilada en su cuarto como un odre. Cuando el padre aparecio muerto de un ataque al corazon (fue la fiel Santeta quien lo encontro y quien llamo al abogado para que la avisara), Regina tuvo que volar a Barcelona desde Bilbao, en donde se encontraba dando una conferencia. Con Albert de cuerpo presente, amortajado con su mejor traje, la escritora registro el piso de arriba abajo, en busca de senales del paso de Teresa por aquella desgraciada vida. No encontro nada.

De vuelta del entierro en el nicho familiar, Regina habia entrado en el dormitorio de Maria y se habia sentado en la cama, tratando de descubrir en aquel ser del que habia nacido alguna prueba de su parentesco, pero su cuerpo embutido en el camison era como una pared que, al arrojarle la palabra madre, solo le devolvia un nombre: Teresa. La mujer le habia dirigido una mirada astuta.

– ?Me has quitado mi baston? -pregunto, con desconfianza.

– Esta aqui, como siempre -se lo alargo.

Maria lo empuno y golpeo el suelo, como una nina enrabietada, al tiempo que gritaba:

– ?Albert, ven aqui! ?Te estoy esperando, no te escondas, hijo de puta!

La habia besado en el cabello, disimulando su repugnancia, antes de abandonar para siempre el piso del Eixample. Maria paso los anos que le quedaban en una residencia de lujo. Su hija no la volvio a ver viva. A su muerte, hizo que la enterraran con su padre. Se preguntaba si eso habia sido justo.

25 de julio

Yo te quiero, imagino, y deseo creer que te tengo, que vivire en tu memoria como tu vives en la mia.

Han pasado muchos dias desde que te escribi la ultima vez. El doctor Pons me ha dicho que debo prepararme. Tuve una recaida peor que la anterior. He estado en el hospital, sin poder moverme y sin que me aliviaran el dolor. Pons dice que le sera mas facil administrarme la morfina en casa. Yo quiero esperar un poco antes de que me aturda. Necesito decirte algo mas.

Quiero hablarte del dolor. No del dolor fisico, que solo embrutece, sino del sufrimiento que la vida te deparara y del que no debes escapar aunque tampoco me gustaria que te complacieras en el. Pero no, esto ultimo no me da miedo, no va con tu caracter. Lo que necesito que entiendas, porque si no lo haces me consideraria fracasada, es que, por grande que sea el dolor que encuentres en tu camino, posees la cualidad de convertirlo en literatura, es decir, en felicidad para los demas. Yo no tuve esa suerte, pero si el infinito consuelo de ensenarte a ti. Tu eres mi obra, y saberlo hace que me vaya tranquila. Perdoname si te exigi demasiado y no permitas que la severidad contigo misma te paralice. Busca la armonia, incluso en el caos. No puedo seguir.

De nuevo, la letra retorcida, los borrones. La ultima anotacion de Teresa estaba fechada diez dias antes de su muerte y era un garabato confuso que tuvo que leer varias veces para descifrar: “Te querre siempre, hagas lo que hagas. Piensa en mi”

Regina agrupo las paginas y las mantuvo apretadas contra su regazo. «Busca la armonia, incluso en el caos.» Aparte de las revelaciones acerca de la relacion de Teresa con Albert, la carta era una declaracion de amor maternal y de perdon sin condiciones que habia resistido la prueba del tiempo y que el azar, o su propio empecinamiento, habian postergado para que su gracia la tocara en la etapa mas alterada de su existencia.

Teresa, avanzada a su momento historico en tantas otras facetas, habia prefigurado tambien, tal vez sin intuirlo, la peculiar variante de maternidad a que se verian abocadas las mujeres como ellas, las mujeres solas de este fin de siglo que no podian dejar de transmitir su herencia. Mujeres que escogian a mujeres para mantener intacta la cadena, y que creaban vinculos de amor y perdon tan fuertes como el mandato de la sangre.

No podia ser casual que Judit hubiera entrado en su vida coincidiendo con la vuelta de Teresa.

Escucharon sus pasos al otro lado de la puerta.

– Regina -susurro Judit.

A horcajadas sobre Alex, alargo el brazo derecho y le cubrio la boca con la mano. Dejo de moverse pero mantuvo su otra mano en la nalga del muchacho, apretandola como si navegara impulsando con suavidad el timon, mientras permanecia atenta a los sonidos del pasillo. Las chancletas se alejaron, camino del salon.

Si los sorprendia, Judit habria dado un paso en falso. El tercero en menos de veinticuatro horas. Intuia que Regina, cuya vida amorosa no atravesaba la mejor de las epocas, no se iba a alegrar al enterarse de que follaban bajo su techo. Y aun le doleria mas que le hubiera mentido. No podia permitirse perder su confianza, cuando todo estaba saliendo tan bien. Para las dos.

Hacia dos semanas que Alex y Judit se juntaban a escondidas, en el dormitorio del primero. Esa noche llevaban horas jodiendo, desde antes de que Regina se metiera en el cuarto cerrado. Practicar el amor con Alex era infinitamente mejor que hacerlo con Viader. El muchacho nunca tenia bastante y Judit experimentaba con el como si tuviera dentro un pedazo de marmol por esculpir. No sabia que el sexo podia ser creativo, ni que le iba a gustar tanto hacerse con el mando. Asumir la iniciativa era lo que mas le excitaba, porque en la entrega de Alex a cada avance suyo reconocia un tributo a su destreza. Dirigir las operaciones la hacia sentirse poderosa y agradecida a la vez. Cada cual a su modo, ambos asistian a la maduracion de su sexualidad, y el hecho de que no implicara ningun sentimiento anadido aumentaba el valor de aquellas horas que pasaban juntos, convertidas en la

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