anos, era muy guapa y ya habia publicado un par de cuentos en el Paris Review. Su estilo era sencillo y poetico como la lluvia sobre una margarita; estaba particularmente dotada para las descripciones de campos vacios y de caballos. Vivia en el sotano de mi casa por un alquiler de cien dolares al mes, y yo estaba perdidamente enamorado de ella-. Puedes decir que te he invitado yo. Es mas, deberia haberlo hecho.

– ?Que hace aqui fuera?

– Pues la verdad es que me iba a fumar un canuto. ?Te apetece?

– No, gracias -respondio con cierta incomodidad. Se desabrocho el abrigo y vi que todavia llevaba el cenido traje negro y la escualida corbata que habia lucido por la tarde durante el debate sobre su relato, con una camisa a cuadros de tonos palidos-. No me gusta perder el control de mis emociones.

Al oirle decir eso se me ocurrio que acababa de hacer un perfecto diagnostico del gran problema de su vida, pero no dije nada y di una larga calada al canuto. Era agradable estar al aire libre a oscuras, rodeado de hierba humeda, sintiendo la llegada de la primavera y la inminencia de alguna catastrofe. Supuse que James no se sentia comodo estando alli de pie junto a mi, pero sabia que se habria sentido mucho peor dentro, sentado en un sofa, con un canape en la mano. James Leer era un alma furtiva y escurridiza. No encajaba en ningun sitio y estaba mucho mejor lejos de los demas.

– ?Hannah y tu salis juntos? -le pregunte al cabo de un rato. Sabia que ultimamente se habian visto y habian ido al cine juntos, al Playhouse y al Filmmakers'-. ?Estais enrollados?

– ?No! -respondio sin vacilar. Estaba demasiado oscuro para comprobar si se habia puesto colorado, pero lo que si pude observar fue que habia desviado la mirada-. Venimos de ver El hijo de la furia en el Playhouse. -Volvio a levantar la vista y se le animo la cara, tal como solia suceder cuando tenia la oportunidad de hablar de su tema preferido-. Con Tyrone Power y Frances Farmer.

– No la he visto.

– En mi opinion, Hannah se parece a Frances Farmer. Por eso queria que viese la pelicula.

– Frances Farmer se volvio loca.

– Igual que Gene Tierney. Tambien sale en la pelicula.

– Parece interesante.

– No esta mal. -Sonrio. Al hacerlo torcia la boca y mostraba toda la dentadura, lo cual le hacia parecer todavia mas joven-. Creo que necesitaba animarme un poco.

– Supongo que si -dije-. Hoy han sido muy duros.

Se encogio de hombros y volvio a desviar la mirada. Aquella tarde, al comentar el cuento de James, solo uno de los alumnos dijo algo positivo sobre el: Hannah Green. Pero incluso su comentario se basaba en una magistral combinacion de ambiguedad y tacto. En la medida en que era posible descifrar la trama del relato entre la marana de frases fragmentarias y la insolita puntuacion que caracterizaban el estilo de James Leer, este narraba la historia de un chico victima de abusos sexuales por parte de un sacerdote y al que, cuando empezaba a mostrar signos de desequilibrio emocional con un raro y destructivo comportamiento, su madre llevaba a confesarse con ese mismo sacerdote. El relato terminaba con el chico mirando a traves de la rejilla del confesionario mientras su madre salia de la iglesia y desaparecia en el soleado exterior; las palabras finales eran: «Rayo. De luz.» Se titulaba, de forma incomprensible, Sangre y arena. Como los de todos sus cuentos, el titulo habia sido tomado de una pelicula de Hollywood; otros relatos suyos llevaban titulos como: Swing Time, La llama de Nueva Orleans, Avaricia o A todo gas. Todos ellos eran piezas opacas y fragmentarias, centradas en las tragicas fisuras que se producian en las relaciones entre ninos y adultos. Ninguno de los titulos parecia tener la mas minima conexion con la historia que se narraba. Otro tema recurrente era su vision tremendamente negativa del catolicismo. Los restantes alumnos tenian serios problemas para sacar conclusiones sobre lo que escribia James Leer. Se daban cuenta de que sabia lo que se hacia y tenia un talento innato para llevarlo a cabo; pero los resultados eran tan incomprensibles y poco gratos para el lector, que solian producir irritacion, como la que habia aflorado aquella tarde en el aula.

– Les ha parecido detestable -dijo-. Creo que les ha indignado mas que cualquiera de los otros.

– Lo se -admiti-. Siento haber permitido que las cosas se salieran de madre.

– No se preocupe por eso -respondio, y movio los hombros para reacomodar las correas de su mochila-. Supongo que a usted tampoco le ha gustado el cuento.

– Bueno, James, no, yo…

– No tiene importancia -dijo-. Lo escribi en solo una hora.

– ?Una hora? Pues tiene merito. -A pesar de sus terribles defectos, era un denso e intenso ejercicio de escritura-. Me cuesta creerlo.

– Antes de redactarlos, los escribo mentalmente. Me cuesta conciliar el sueno, asi que lo hago mientras estoy echado en la cama. -Suspiro y anadio-: Bueno, supongo que tiene que volver dentro. La conferencia debe de estar a punto de empezar.

Levante la muneca buscando alguna fuente de luz para consultar el reloj. Eran las ocho menos veinticinco.

– Tienes razon -admiti-. Vamos.

– Es que… bueno… -dijo-. Creo que me voy a casa. Me parece que todavia estoy a tiempo de tomar el setenta y cuatro.

– ?Oh, vamos, no digas tonterias! -proteste-. Entra a tomar una copa y despues ven a la conferencia. Te va a gustar. Y, ademas, ?has estado alguna vez en casa de la rectora? Es realmente bonita, James. Vamos, te presentare a la gente.

Le mencione los nombres de los dos escritores que aquel ano eran los invitados de honor.

– Ya los conozco -dijo friamente-. Y, por cierto, ?que son todos esos programas de partidos de beisbol?

– El doctor Gaskell los colecciona. Tiene una infinidad de recuer… ?Oh!

De pronto, ante mis ojos el aire se lleno de lentejuelas y note que mis rodillas entrechocaban. Para mantener el equilibrio me agarre al brazo de James, que me parecio ligero y delgado como un tubo de carton.

– ?Profesor! ?Se encuentra bien?

– Estoy bien, James. Solo un poco colocado.

– Esta tarde en clase, no tenia usted muy buen aspecto. A Hannah tambien se lo ha parecido.

– Ultimamente no duermo bien -le explique. De hecho, durante todo el mes pasado habia padecido subitos brotes de vertigos y aturdimiento, que me sobrevenian en los momentos mas impensados y me llenaban el craneo de estrellitas, como si acabara de recibir un mazazo-. Ya se me pasara. Pero sera mejor que vuelva a meter ahi dentro mi viejo y gordo cuerpo.

– Muy bien, de acuerdo -dijo, y libero su brazo de la presion de mi mano-. Le vere el lunes.

– ?No piensas ir a ninguno de los seminarios?

Nego con la cabeza y dijo:

– No creo. Tengo…, tengo muchos trabajos atrasados.

Se mordisqueo el labio, dio media vuelta y se marcho por el jardin en direccion a la casa, con las manos de nuevo metidas en los bolsillos. Imagine que con la derecha asiria la lisa empunadura nacarada de su pistola de juguete. Mientras se alejaba, la mochila golpeteaba contra su espalda y las suelas de sus zapatos rechinaban. No se por que, pero senti lastima al verlo marcharse. Tenia la impresion de que era la unica persona cuya compania me habria resultado grata en aquel momento, precisamente porque era arisco y solitario y estaba desesperado, presa del desasosiego y el aturdimiento causado por los multiples sintomas del mal de la medianoche. Porque, sin duda, lo padecia. Antes de doblar la esquina, James alzo la vista hacia las ventanas de la parte trasera de la casa y permanecio muy quieto, con la cara levantada e iluminada por las luces de la fiesta. Miraba a Hannah Green, que estaba junto a la ventana del comedor, dandonos la espalda. Su melena pajiza estaba despeinada y se desparramaba en todas direcciones. Explicaba alguna cosa gesticulando ostensiblemente con las manos. Todos los que la escuchaban se reian a carcajadas.

Al cabo de unos instantes, James Leer desvio la mirada y se marcho. Su cabeza fue absorbida por la sombra que proyectaba la casa.

– ?Espera un momento, James! -dije-, ?No te vayas todavia!

Se volvio y su rostro emergio de la sombra. Me acerque a el balanceando la colilla del porro.

– Entra un minuto -le propuse, con un susurro que sono tan siniestro y poco amistoso que me senti

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