para plantarse de nuevo delante del coche-. ?Mierda, tio, no tengo espacio suficiente!

– ?Mirad esa cicatriz que tiene en la mejilla! -dijo Q., que se habia rehecho-. ?Parece una segunda boca!

– ?Pues entonces recula, idiota! -grito Crabtree.

– ?De acuerdo! -dije, y di marcha atras.

Meti el coche de nuevo en el aparcamiento del Hit-Hat, gire y, sin hacer caso de la senal de direccion prohibida, trate de salir por el otro lado. Pero Vernon aparecio de nuevo, con una extrana sonrisa, como de felicidad. Volvi a pisar el freno.

– ?Mierda! -exclame.

Empezo a balancearse sobre los talones al tiempo que movia los brazos ritmicamente hacia adelante y hacia atras. Musito algo, como si dijera «A la una, a las dos», y se lanzo sobre el capo del coche. Aterrizo de culo, con un ruido sorprendentemente suave, y se deslizo con rapidez hasta la rejilla del radiador con las piernas abiertas, como un nino que bajara por la barandilla de una escalera. Consiguio caer de pie, se volvio, se inclino de tal forma que casi no logro reincorporarse y mostro otra enigmatica sonrisa a traves del parabrisas, dirigida directamente a mi. Y acto seguido desaparecio.

– ?Quien era ese tipo? -pregunto Q. con una extrana mueca, mezcla de terror y placer, que no era la primera vez que veia en su rostro-. ?Que ha sucedido?

– Alguien acaba de subirse al capo del coche -le explique, como si se tratase de un servicio con el que el Hat obsequiaba a sus mejores clientes.

– ?Le ha pasado algo al coche?

Me alce un poco inclinandome sobre el volante y trate de echarle un vistazo al capo. Pero el callejon estaba muy mal iluminado y no pude ver gran cosa.

– Creo que no -dije-. Estan hechos a prueba de bomba.

– Salgamos de aqui antes de que regrese con sus amigos -sugirio Crabtree.

Enfile el callejon, sali a la desierta avenida y tome el bulevar Baum. De nuevo se me ocurrio la idea de que una vez mas habia escapado del peligro por los pelos porque asi estaba escrito que sucediese.

– Crabtree, despues de dejar a Q. tendremos que pasar un momento por el auditorio.

– Vale -dijo. Ahora que habia pasado el peligro, volvia a su mutismo.

– Creo que James se ha dejado alli su mochila.

– Estupendo.

– ?Recuerdas haberla visto cuando… uh…, cuando lo has acompanado al salir del auditorio?

Lo mire por el retrovisor y no me gusto lo que vi. Estaba comodamente sentado, con las manos detras de la cabeza, contemplando los escaparates a oscuras y las gasolineras desiertas que desfilaban ante la ventanilla con expresion de silencioso regocijo, como si fuese el hombre mas feliz del mundo y todo lo que veia a su alrededor no hiciese sino incrementar el nivel y riqueza de matices de su felicidad. Realmente, estaba al borde de ponerse a chillar de alegria.

– ?Crabtree?

– ?Tripp?

– ?Si, Crabtree?

– Hazme el favor de irte a tomar por el culo.

– Eso hare -dije.

– Este es el camino de regreso a la universidad, ?no? -pregunto Q. cuando pasamos junto al Electric Banana.

– En efecto -dije, impresionado de que fuese capaz de reconocerlo en la oscuridad y borracho, despues de haber pasado por alli una sola vez.

– Bueno, no se si… Es que no me alojo en la universidad, Grady.

– ?No?

– No, me alojo en casa de los Gaskell.

– ?En serio? -Por unos instantes la suela de mi zapato dejo de pisar el pedal del acelerador; el coche siguio avanzando varios cientos de metros con el impulso que llevaba y despues fue perdiendo velocidad hasta casi detenerse-. Bueno, por aqui tambien vamos bien para llegar a su casa -dije, despues de recuperarme de la impresion.

Volvi a pisar el acelerador y enfilamos Point Breeze.

– Me pregunto que les habra pasado -dijo Q. cuando tomamos la calle en la que estaba su casa. Cuanto mas nos aproximabamos, menos ganas tenia de seguir adelante. Avanzamos muy lentamente junto a la verja de temibles puas de hierro-. No han aparecido por el bar.

Finalmente, no me quedo mas remedio que girar y enfilar el camino de gravilla que conducia a la casa de los Gaskell. Por la noche, Sara y Walter metian los coches en el garaje, y el camino tenia un aire desolado y la casa parecia abandonada. Entre las ramas de los arboles habia un par de focos, uno a cada lado del estrecho porche de la entrada, que iluminaban la fachada, los alfeizares, las contraventanas y las buhardillas, proyectando extranas sombras. La intensa luz de aquellos focos parecia destinada, mas que a iluminar la casa de los Gaskell, a senalar su presencia, como sugiriendo a quienes pasasen ante ella que tenia un tetrico pasado o que estaba condenada a una inminente destruccion. Entre las ramas de los dos viejos manzanos del jardin delantero se oia silbar el humedo viento nocturno, que llenaba el aire de petalos blancos que flotaban como copos de nieve. Al cabo de unos instantes, me percate de que en una de las ventanas del piso superior se veia una debil luz, y cuando alce la mirada vislumbre una silueta moviendose tras la persiana. Era la ventana del dormitorio de Sara y Walter, asi que todavia estaban despiertos. Podia entrar con Q. y hablarles de lo que llevaba en el maletero del coche.

– Hasta manana -se despidio Q. mientras se desabrochaba el cinturon de seguridad. Giro la manija y empujo la portezuela con la puntera del zapato. Con la precaucion que ensena la experiencia, se tomo su tiempo para tantear el suelo antes de ponerse en pie.

– Ten cuidado -le dijo Crabtree, que se levanto del asiento trasero y se apeo del coche antes de que Q. le cerrase la portezuela en las narices. Estrecho la mano de Q., le ayudo a mantener el equilibrio y despues se sento junto a mi.

– Espero con impaciencia tu charla de manana, Terry -dijo Q.

Rebusco durante unos instantes en sus bolsillos, con una mueca de determinacion en el rostro. Llevaba la camisa por fuera del pantalon, los largos mechones de cabello con los que se cubria la calva le caian desordenadamente y en el curso de la velada habia perdido una de las patillas de las gafas. Cuando por fin encontro la llave que le debia de haber dado Sara, parecia tan feliz -tan satisfecho consigo mismo-, que tuve que desviar la mirada. No volvi a mirar la casa hasta que hubo entrado.

– En este momento su querido Doppelganger debe de sentirse feliz por como ha ido todo -comente mientras nos alejabamos. Crabtree permanecio en silencio-. ?Que? -inquiri-. Vamos, colega. No me hagas esto. Di algo. ?Que pasa?

– ?No lo sabes?

– Estas cabreado conmigo porque no te he dejado montartelo con el pobre James Leer.

– Desde luego, eso no era asunto tuyo.

– Te estas volviendo goloso, tio -le dije-. ?Por esta noche no tenias suficiente con la senorita Sloviak?

Crabtree se limito a insistir en su anterior peticion de que me fuera a tomar por el culo. No tenia nada mas que anadir.

– De acuerdo. Escucha, lo siento -le dije, pero las disculpas no sirvieron de nada. Hice alguna que otra tentativa poco entusiasta y lo deje correr; seguimos en completo silencio. Empezaron a rondarme la cabeza un monton de imagenes sensibleras: el cuenco de comida vacio de Doctor Dee, su hueso de plastico y su correa, ya inservible, colgada de un clavo torcido en la despensa. Sin saber muy bien como, diez minutos despues me encontre en el aparcamiento para el personal del auditorio, y alli detuve el coche.

– Esperame aqui -le dije a Crabtree-. Volvere enseguida.

– ?Adonde quieres que vaya? -dijo con sorna.

Era mi noche de suerte. Al rodear el edificio hacia la puerta principal, vi que el conserje seguia alli, poniendo a punto el auditorio para el apretado programa de apasionantes actividades del festival literario que iba a tener lugar al dia siguiente. Era un chaval alto, cargado de espaldas y de cabello lanudo, ataviado con un mono azul, y pasaba la aspiradora por la moqueta del vestibulo con un aire de ensimismada diligencia, como un repartidor de

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