Mirate: sentada ahi, con un albornoz. Y ni siquiera te has peinado.
– Deborah, Emily, ?basta! -exclamo Irene tras dejar sobre la mesa su tenedor-. Dejad de pelearos inmediatamente. -Elevo las comisuras de los labios simulando una sonrisa y miro a James-. ?Es que no os dais cuenta de la impresion que le estais causando a nuestro invitado?
Emily obedecio. Con un gesto de alivio relajo la presion de su mano sobre el tenedor y desaparecio la tension de sus hombros. Me quede amarga y absurdamente decepcionado al ver con cuanta docilidad obedecia.
– Lo siento -se disculpo. Sonrio a James-. Lo siento, James.
James asintio, pero parecia mas perplejo que feliz por las disculpas. Bebio con avidez un largo trago del tinto de California que tomabamos con la cena, como si tuviera la garganta seca. Durante unos instantes, Deborah siguio acariciandose su despeinada melena negra. De pronto se levanto y se cino estrechamente el albornoz.
– ?Tu siempre pidiendo perdon! -le espeto a Emily, con las mejillas temblandole de lastima y desprecio. Su silla, una de las ocho de elegante madera de abedul escandinavo, permanecio unos instantes en precario equilibrio sobre las patas traseras y despues cayo al suelo con gran estruendo. Deborah se volvio con brusquedad, en un vano intento de atraparla, y el cinturon del albornoz golpeo su copa de vino y la volco-. ?Estoy harta de la pascua! -dijo, aunque el comentario era a todas luces superfluo. Volvio a abrir la boca, y cerre los ojos y me prepare para lo que pudiera decir.
Cuando oi cerrarse de golpe la puerta de la cocina, abri los ojos y vi que Deborah habia desaparecido. Marie tampoco estaba en la sala, pero al cabo de un momento volvio a entrar desde la cocina con un pano humedo con el que limpio la mancha de color purpura del mantel. Le pidio secamente a Philly que recogiera la silla, y este se inclino y la levanto. Irv, empleando su estrategia habitual ante lo que denominaba las crisis histericas de Deborah, se concentro en su plato y se dedico a atacar con determinacion un grande y espeso pedazo de
– ?Vaya con Deborah! -dije la mar de sonriente y meneando la cabeza con un gesto meticulosamente calculado. Oi un frufru contra mi oreja y vi aparecer una brillante mancha azul sobre mi plato. Mi gorrito acababa de caer en la ensalada.
Emily se puso en pie.
– Vuelvo enseguida -dijo con determinacion. Entro en la cocina y salio por la puerta trasera, y unos segundos despues llegaron hasta nosotros los cambiantes tonos de las voces de ambas desde el anegado jardin. Seis personas permaneciamos sentadas a la mesa contemplando los pedazos de
– Me resulta dificil imaginarme que nuestros queridos amigos Ken y Janet Abramowitz de Teaneck puedan reunir cinco mil dolares para sacrificar su propia ternera roja en Jerusalen -comento Irene.
– Creo que sera mejor que recuperemos el dinero que dejamos en deposito -dijo Irv.
En ese momento Emily entro corriendo en la casa y atraveso con un inusual estruendo la cocina y la sala. Fue directa al armario del recibidor, tomo el largo abrigo de cuero con el cual se habia marchado de Pittsburgh el dia antes por la manana y, despues de detenerse un instante para lanzarme una desolada mirada con los ojos humedecidos por las lagrimas, volvio a salir. Durante unos veinte segundos nadie se movio y todas las miradas se concentraron sobre mi hasta que, con sigilosos pasos, reaparecio Deborah mascando chicle con aire satisfecho.
– ?Donde esta tu hermana? -pregunto Irv.
– Ha ido a dar una vuelta en coche -respondio Deborah con un ligero encogimiento de hombros.
– ?Le pasa algo?
– No, esta perfectamente.
Desde el exterior llego el carraspeo del motor del viejo Bug de Emily y despues el ruido de la gravilla al arrancar el coche. Pense que ojala no tuviese ningun percance, conduciendo en estado de shock, con aquellos faros de escasa potencia, por caminos rurales sin iluminacion. De todas formas, sus escapadas en coche cuando se enfadaba no eran algo inusual. La sosegaba conducir por las carreteras de los alrededores de Kinship, hasta Barkeyville, Nectarine y la frontera con Ohio en Shanon.
Deborah paseo larga y lentamente la mirada por la mesa en la que habia naufragado la cena que se habia iniciado con tanta alegria.
– ?Vaya mierda de celebracion! -sentencio. Paso por detras de mi. Me llego una vaharada acre procedente del bolsillo de su albornoz, y me percate de que lo que mascaba no era chicle.
Poso una mano sobre el hombro de James y le dijo:
– Venga, chaval. Vamos a tomar algo que nos quite el gusto de tanto
Una vez recogida la mesa, los que seguiamos al pie del canon nos reunimos y afrontamos rapidamente el final de las plegarias. Deborah habia desaparecido escaleras arriba -supuse que a esperar que los hongos hicieran su efecto-, y Emily no habia regresado. Irv leyo precipitadamente la accion de gracias, murmurando fatigosamente los versiculos en hebreo y deteniendose una y otra vez para frotarse los ojos. Despues llego el momento de abrir la puerta al profeta Elias y, a peticion de Irv, James se levanto de su silla y fue dando traspies hasta la cocina para franquearle el paso al esperado fantasma, para quien se habia preparado una copa de vino que le esperaba en el centro de la mesa. Yo sabia que anos atras la tradicion familiar otorgaba a Sam Warshaw el privilegio de abrir la puerta magica.
– No -dijo Irv con voz un poco ronca-. La puerta delantera.
James se volvio, miro a Irv, asintio lentamente y se dirigio hacia la puerta delantera. Tuvo que empujarla con el hombro para desbloquearla, y al abrirla los goznes produjeron un misterioso crujido, muy adecuado para el momento. Entro una corriente de aire frio que hizo temblar la llama de las velas. Mire a Irv, que escrutaba el vacio a su alrededor como si percibiese algun movimiento. Yo sabia que si Elias se presentaba para beberse su copa de vino, eso significaria que el Mesias estaba en camino y la noche seria como el dia, y que las colinas saltarian como carneros y los padres se reunirian con sus hijos ahogados.
James volvio a sentarse pesadamente y nos dedico una sonrisa ebria.
– Gracias, hijo -le dijo Irv.
– Eh, Irv -intervine, pensando que ya era hora de hacer la quinta pregunta, la que nunca se hacia-. ?Como es que el bueno de Yahve permitio que los judios vagaran por el desierto de esa manera durante cuarenta anos? ?Como es que no…, bueno…, no les mostro el camino correcto? Hubiesen podido llegado a su destino en un mes.
– No estaban preparados para entrar en la Tierra Prometida -dijo Marie-. Hicieron falta cuarenta anos para que dejasen de pensar como esclavos.
– Esa podria ser una explicacion -admitio Irv, que escrutaba a James con una mirada sombria y profunda-. O tal vez, simplemente, se extraviaron.
Cuando Irv pronuncio la palabra «extraviaron», subitamente James se inclino hacia atras en la silla, con otra copa de Manischewitz en la mano, y cerro los ojos. La copa se le escurrio de la mano y golpeo ruidosamente el canto de la mesa.