narrado parecia totalmente falso. La apabullante acumulacion de detalles de epoca, sin un solo anacronismo o dato erroneo, resultaba algo forzada y mecanica: habia decenas de referencias a la moda, las orquestas de jazz y los grandes automoviles cromados, pero resultaba obvio que no era material de primera mano, sino que estaba tomado de viejas peliculas. Aparte de varias anecdotas de la infancia y primera adolescencia, y del extrano episodio con la vieja estrella de cine de cara empolvada y fular anudado al cuello, el grueso de El desfile del amor parecia escrito a base de cosas oidas, retazos y material de segunda mano. La gente hablaba, se divertia y reaccionaba ante los otros como en las peliculas. Las cosas que sucedian eran las que suelen suceder en las peliculas. Dejando al margen algunas reacciones emocionales, habia muy pocos episodios en la novela que pareciesen provenir de la experiencia vital de su autor. Era una obra de ficcion escrita por alguien que solo conocia ficciones, una especie de La tempestad que hubiera sido escrita por la solitaria Miranda, [37] cuya idea del mundo procedia exclusivamente de la lectura de las novelas de la biblioteca de su padre.

Deje el manuscrito en la mesilla de noche. Pense que quiza no era la persona mas indicada para juzgar con imparcialidad el trabajo de James Leer. Sabia que en el fondo sentia celos del chico: de su talento, a pesar de que yo tambien lo tenia, y de su juventud y energia, a pesar de que era absurdo por mi parte lamentarme de haberlas perdido; pero, por encima de todo, sentia celos de algo tan tonto como el hecho de que hubiese terminado su libro. A pesar de todos los defectos que quiza tuviera, podia sentirse orgulloso de haberlo conseguido. La reaccion dinamica que se produce por la combinacion de ostracismo e imaginacion, asi como los problemas de convivencia en una familia desestructurada, eran temas muy bien tratados, y la escena en el autobus con una todavia desconocida Marilyn, aunque no resultaba del todo convincente, estaba escrita con el entusiasmo de un autentico fan y era una grata sorpresa. Y habia otra escena anterior que no me habia podido quitar de la cabeza durante la lectura y que todavia me inquietaba. Tome de nuevo el manuscrito y lo abri por la pagina 52, en la que el narrador rememoraba con suma crudeza el dia de agosto de 1928 en que el viejo Ham Eager violo a la esposa de su recien casado hijo.

Asi pues, el viejo la agarro por el cuello como si fuese una paloma. Le aplasto la cara contra el polvoriento y amarillento colchon de su cama. Ella no podia respirar. El habia estado recogiendo moras al borde de la carretera y todavia tenia los dedos manchados.

El narrador proseguia su relato en el mismo tono desapasionado y comentaba que nueve meses despues nacio John Eager. Al leer ese pasaje por primera vez se me erizo el vello de la nuca, y al releerlo ya no me senti tan seguro de que hacia un rato James Leer me hubiese mentido, a pesar de que no ignoraba que los mentirosos mas habiles siguen haciendolo a la perfeccion mucho tiempo despues de haber sido descubiertos. No creia que Fred Leer fuese al mismo tiempo el padre y el abuelo de James, pero aun asi no pude evitar una subita punzada de culpabilidad en el pecho por haber permitido que aquel par de elegantes espectros se lo llevasen. Volvi a dejar el manuscrito, me puse en pie y empece a dar vueltas por la habitacion, pensando en James Leer.

?Por que El desfile del amor? Como de costumbre, James parecia haber elegido ese titulo mas por lo bien que sonaba que por la conexion que pudiese tener con la trama o los personajes de la historia. Habia una especie de simpatico guino en la eleccion de titulos por parte de James, como si escribiendo libros titulados La diligencia o Avaricia esperase convertirse no en un simple escritor, sino en todo un estudio cinematografico; queria construir, en el solar vacio que era su vida, una ciudad rebosante de figurinistas, ingenieros de sonido, guerreros griegos, bucaneros e indios kickapoo, una ciudad en la que pudiera ejercer de productor y director, guionista, foquista y maquillador, figurante destinado al estrellato y actriz principal en la cima de su carrera. He conocido a montones de cinefilos en mi vida, desde gentes que sonaban con ser travestis e idolatraban los rostros de las grandes divas, hasta nostalgicos compulsivos que se metian en una pelicula como quien se mete en una maquina del tiempo o en una botella de whisky y programa un viaje sin regreso. Y, en mayor o menor grado, esa obsesion estaba relacionada, como cualquier otra, con una sensacion de vacio existencial. Pense que en el caso de James lo que debia de fascinarle eran las cambiantes personalidades de los actores y actrices: las biografias oficiales de las oficinas de prensa; los seudonimos artisticos; los papeles que interpretaban, saltando continuamente de un personaje a otro. Y habia influido sobremanera en el, segun se desprendia de la lectura de su novela, la atmosfera de comunidad que emanaba de la vida en las pequenas ciudades de provincias cuyas excelencias cantaban muchas de las peliculas del Hollywood de los anos dorados.

Sin embargo, era lo bastante inteligente para percatarse de que esa atmosfera era una pura ilusion -cuya ambivalencia quedaba reflejada en El desfile del amor- , y lo bastante depresivo para que le fascinase el reverso del medallon hollywoodiense, representado por la aspirante a estrella que aparece en un rincon en la escena de la fiesta de Cautivos del mal y despues se toma noventa y dos nembutales y se precipita al vacio desde la terraza de su casa, por la desolacion del guionista incluido en la lista negra durante la caza de brujas, por la triste patologia de la verdadera vida sexual de un mitico galan de la pantalla o por el tragico destino de Sal Mineo, Jayne Mansfield o Thelma Todd. Y me dije que el acto culminante de su particular pasion cinefila habia sido tatuarse el nombre de Frank Capra en una mano. A Capra siempre se le ha considerado un director sentimentaloide, pero el mundo que aparece en sus peliculas esta lleno de sombras -recuerden que solo la vida de un hombre separaba Bedford Falls de la chillona pesadilla de Pottersville-, en las que a menudo acecha el espectro de la ruina, el suicidio y la verguenza. Apesadumbrado por el fallecimiento del director que habia dotado de un aura romantica a la America de las pequenas ciudades de provincias, James decidio grabarse su nombre en su propia carne con una aguja.

Me sente en la cama, cruce los brazos y al cabo de un momento me puse en pie de nuevo. Tome del estante Lem Walker, cirujano del espacio y lei un pasaje en el que se relataba la ceremonia de graduacion en la Academia de Medicina de Altair IV, mientras en el cielo estallaba una tormenta de positrones. Abri los cajones del viejo escritorio de Sam y comprobe que no habia nada, excepto un caramelo Pez y un centavo de 1964. Trate de borrar de mi mente la sensacion de que, de todas las personas cuya confianza habia traicionado a lo largo de mi vida, James Leer era probablemente la menos capaz de soportarlo.

– Muy bien -dije en voz alta mientras contemplaba con remordimiento la mochila de James al tiempo que deseaba con toda mi alma egoista y marchita como una pasa tumbarme en la cama de Sam Warshaw, fumarme un canuto y leer el episodio de la epidemia de «fiebres cetusianas» entre los «pueblos de las colmenas» de Betelgeuse V de las aventuras de Lem Walker. Pero mi negro y mezquino corazon estaba prisionero en el asiento posterior de un Mercedes gris que habia emprendido un largo y silencioso viaje de regreso a Pittsburgh-. Creo que eso es lo que debo hacer.

Cogi el manuscrito y la mochila y baje por las escaleras. En el ultimo peldano perdi el equilibrio y me torci el tobillo sano. Fui hasta la cocina dando saltos y descolgue el telefono. Marque el numero de mi casa. Respondio Hannah. Le explique donde estaba.

– Te echamos de menos -dijo ella casi gritando. Al fondo se oia a Wilson Pickett, los elefantes de Anibal, un tiroteo, gritos de mujeres histericas y unos ruidos que podian ser de una partida de dados.

– Crabtree anda por ahi, ?verdad? -dije. Me resultaba dificil seguir hablando en voz baja.

– Ha montado una fiesta.

– ?Dios mio! -suspire-. Una idea genial. -Meti el manuscrito de James en la mochila y la cerre-. Por favor, asegurate de que no se largue, ?de acuerdo?

– Vale. ?Escucha, Grady! -Hannah ya hablaba a gritos-. Escucha, tengo que decirte una cosa. Ha venido por aqui un policia. Esta noche, hace un rato. Un tal Popnik, o algo por el estilo.

– Pupcik. Le conozco. -Irene habia dejado la chaqueta de saten negro colgada en el respaldo de una de las sillas de la cocina. La cogi y me la acerque a la cara. El cuello de piel desprendia un ligero olor amargo, a vitamina B-. ?Que queria?

– No lo se. Ha dicho que queria hablar contigo. Grady, ?cuando vas a volver a casa?

La puerta trasera se abrio y se cerro de un portazo. Un instante despues aparecio en la cocina Emily. Apestaba a tabaco y se le habia corrido el maquillaje hasta convertirse en una mascara de Pierrot. Caminaba rigida y un poco ladeada, como un gato atemorizado. Cuando paso junto a mi, rozandome, nuestras miradas se cruzaron, y, al contemplar los borrosos circulos negros en que se habian convertido sus ojos, me senti como uno de los personajes de August Van Zorn en el preciso momento en que su desventurada existencia se enfrenta a su

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