– ?Y quien lo conoce?

«Tu no, desde luego», pense. Le aprete la mano y le dije:

– Volvere enseguida.

– ?No puedo acompanarte?

– Es mejor que no.

– Practico el boxeo chino.

– Hannah…

– Bueno, vale -dijo. En Provo, su pueblo natal, Hannah tenia nueve hermanos mayores que ella, y estaba acostumbrada a que los chicos la dejaran de lado-. ?Al menos puedo seguir leyendo Chicos prodigiosos hasta que vuelvas?

Todavia no me habia hecho a la idea de que alguien habia estado leyendo mi libro. Resultaba doloroso, pero estimulante.

– ?Por que no? -acepte-. De acuerdo.

Hannah deslizo un dedo entre mi barriga y la hebilla de mi cinturon, y me atrajo hacia si hasta que casi perdi el equilibrio.

– ?Me lo puedo llevar a mi habitacion para leerlo en la intimidad?

– No se -dije, y retrocedi un paso. Se me ocurrio que siempre reculaba ante Hannah Green-. ?Que te ha parecido lo que has leido hasta ahora?

– Me encanta.

– ?En serio? -La alabanza de Hannah, aunque escueta, me provoco un impetu inesperado y senti que se me hacia un nudo en la garganta. Me di cuenta de hasta que punto la redaccion de Chicos prodigiosos se habia convertido en una aventura solitaria en la que me sentia prisionero, perdido y ciego. Le habia ensenado a Emily alguno de los primeros capitulos, y su unico comentario fue: «Resulta terriblemente masculino.» No me tome el comentario muy en serio, pero desde entonces habia sido el unico lector del libro, el profeta, fundador y unico morador de mi utopia particular, materializada en una pequena ciudad de Pensilvania-. Bueno, en ese caso, de acuerdo.

Hannah acerco su cara a la mia, hasta casi tocarnos. Tenia los labios cortados y se los habia untado con un protector que olia a vainilla.

– Y, ademas, creo que me estoy enamorando de ti -dijo.

«?Oh, que demonios!», pense. «Quiza seria mejor que me quedase.» -?Esta por aqui Tripp? -pregunto Crabtree desde el pasillo. Su voz sonaba tan lastimera, que senti un subito acceso de culpabilidad al oirle-. ?Donde esta? ?Tripp?

Me sobresalte y me aparte de Hannah.

– No dejes que vea el manuscrito, ?de acuerdo? -le pedi-. Escondelo hasta que nos marchemos. -Le di un beso en la mejilla y sali al pasillo-. Hasta luego.

– Ten cuidado -dijo, y se aparto un mechon de pelo que se le habia pegado a la crema protectora en la comisura de los labios.

– Lo hare -le asegure.

Ya que se estaba enamorando de mi, podia empezar a hacerle promesas que no pensaba cumplir.

Encontre a Crabtree en el recibidor. Estaba solo, contemplando a los que en la sala trataban de bailar al ritmo de The Horse. Tenia una mano metida en el bolsillo y con la otra asia una botella de agua con gas. Parecia que durante mi ausencia hubiese estado tratando de borrar su reputacion de Crabtree el Espiritu Burlon, de artista del desmadre, manteniendose pegado a la pared, solo en medio de su propia fiesta, con aspecto sobrio, aislado y aburrido. Llevaba uno de sus trajes cruzados de tono metalico, de un azul muy palido, casi imperceptible, como el del resplandor que emite un televisor en blanco y negro. Sus ojos carecian de brillo tras los cristales de sus gafas redondas, y tenia las mejillas hinchadas y enrojecidas. Al verlo alli, mirando a los que bailaban, me recordo al James Leer de la noche anterior, un chico sin amigos, corroido por la envidia, merodeando por el jardin de los Gaskell, con la mirada fija en una ventana iluminada.

Cuando Crabtree me vio, su rostro recupero su habitual gesto sosegado, me saludo con un gesto de la cabeza y se volvio de nuevo hacia la sala.

– Helo aqui -dijo, como si mi abrupta aparicion le hubiese dejado totalmente indiferente, como si unos segundos antes no hubiese estado recorriendo la casa como un alma en pena, gritando mi nombre-. ?Donde estabas?

– Fui a Kinship.

– Eso he oido.

– ?Que tal estas?

– Agonizante -dijo, y puso los ojos en blanco-. Lo del festival literario es, sin ninguna duda, el asunto mas soporifero en el que me has metido en tu vida, Tripp.

– Lo siento -me disculpe.

– Mira a esta gente -dijo, meneando la cabeza.

– Son escritores. Por regla general, los poetas suelen ser bailarines medianamente buenos. Pero este ano vamos cortos de poetas.

– Estos son narradores.

– La mayoria de ellos. -Me encogi de hombros varias veces-. Nos encanta hacer este gesto de Snoopy con los hombros.

– Y, ademas, todos son heteros en esta movida. ?No hay ninguna locaza en Pittsburgh?

– Claro que si -le dije-. Voy a llamarlas.

– Y, encima, esta manana te largas con mi botiquin.

– ?Las pastillas? ?Estaban en el coche?

– Aja. Al menos, eso espero. Creo que estan en tu maletero. Se te debieron caer anoche mientras revolvias en mis maletas.

– Lo siento -me disculpe-. En serio. Escucha, colega, salgamos.

Se cruzo de brazos y puso cara de ofendido.

– No quiero marcharme.

– No vamos a marcharnos.

Me miro fijamente, aparto la vista y dijo:

– Ya vas colocado.

– Lo se.

– Tienes una pinta horrible, Tripp.

– Lo se, lo se, Crabtree. Vamos, te necesito, tio. Necesito que me acompanes.

– ?Que te acompane adonde?

– Colega -le dije, y, sin proponermelo, imite los gestos de Hannah conmigo. Deslice un dedo por detras de la hebilla de su cinturon, le di un tiron brusco para atraerlo hacia mi y hacia la puerta. Crabtree se clavo sobre sus talones y no dio ni un paso-. ?No vas a acompanarme si te lo pido? ?Tengo que decirte adonde vamos?

– No, no tienes por que hacerlo. -Saco mi mano de su cinturon, me volvio la palma hacia arriba, la miro y me la devolvio, como si rechazase un regalo. Estaba tan aburrido, que hasta habia olvidado que pretendia parecer malhumorado-. Esta manana no me has dicho adonde ibas.

– Lo se, lo se, de acuerdo, soy un gilipollas. -No le culpaba por estar enojado conmigo. Le habia invitado al festival literario con la promesa de que seria una oportunidad para vernos despues de meses, o quiza anos, sin encontrarnos, y yo desaparecia y lo abandonaba a su suerte, condenandolo a asistir a seminarios soporiferos y conferencias de una banalidad sobrehumana. Y por la noche tenia que organizar su propia fiesta con una pandilla de mamones que, encima, eran todos heteros-. Lo siento, de verdad.

– Bueno, ?que tal te ha ido por alli?

– Estupendo. Horrible.

– ?Emily sigue decidida a dejarte?

– Creo que si. -Menee la cabeza-. Para serte sincero, ha sido un completo desastre. James…

– ?Mi James? -Crabtree se desperto de golpe y se toco el pecho con la punta de los dedos para recalcar el posesivo-. ?Ha ido contigo? ?Esta aqui?

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