– No, y por eso te necesito, colega. -Baje el tono de voz y acerque la boca a su oreja-. Lo han…

– ?Arrestado? -grito Crabtree.

– ?Chist! No, lo han secuestrado.

– ?Secuestrado? ?Quien?

Deje pasar unos segundos para que mi respuesta resultase mas impactante y dije:

– Sus padres.

El padre de Crabtree era predicador pentecostal en el condado de Hogscrotum, Misuri, y su madre, editora jefe de una revista para entusiastas de las maquinas de tricotar. «Mi madre puede hacerte cualquier cosa» era una de las frases favoritas de Crabtree. «A mi me hizo maricon.» Crabtree habia caido en las garras de Satan desde su temprana adolescencia y no veia a sus progenitores desde hacia anos.

– ?Sus padres?

A sus oidos eso debia de sonar como el mas horripilante de los destinos.

– ?Sabes que lleva el nombre de Frank Capra grabado en el dorso de la mano?

– Espera, voy por mi abrigo -dijo Crabtree.

Tomando impulso desde la pared en la que estaba apoyado, se lanzo como un nadador hacia la cocina, cogio su abrigo de estilo militar, que colgaba del respaldo de una silla, y echo un trago de una botella medio vacia de Jim Beam que estaba sobre la mesa. Despues encendio un cigarrillo y se ajusto el cinturon del abrigo. Se guardo la botella de Jim Beam en el bolsillo izquierdo y al pasar junto a la nevera se detuvo un momento para llenar el otro bolsillo con un par de botellines de licor de malta Mickey. Cuando volvio al recibidor sonreia y estaba completamente despierto.

– ?Vamos a comprar una pistola! -exclamo alegremente.

Salimos y fuimos hasta el coche. Estaba a punto de meterme en el cuando Crabtree grito:

– ?Eh!

Estaba junto al maletero, dando golpecitos con los dedos de una mano.

– ?Que? -pregunte, aunque ya sabia lo que queria-. ?Oh! -Camine lentamente hasta la parte posterior del coche-. Creia que habias dicho que no las querias.

– Mentia.

– Lo suponia.

– Abre el maletero.

– ?Y si esperamos…?

– Abrelo.

– Hablo en serio, Crab, yo…

– Ahora.

Lo abri.

– ?Dios bendito! -exclamo Crabtree-. ?Tu eres el que se ha cargado al perro!

– No, espera un momento, Crab…

– ?Puaj! -A aquellas alturas el hedor era indescriptible, una mezcla de los olores tipicos de un coche viejo y los de la sangre y la descomposicion de un cadaver. Era un hedor dulzon como el de la basura y acre como el de la gasolina, mezclado con un pestazo como el que desprenderian miles de neumaticos cubiertos de cagadas de murcielago al quemarse-. ?Y esto que es? -Se aparto del coche, estiro el cuello y metio la cabeza en el maletero, moviendola en todas direcciones como si fuese una camara colocada en el extremo de una pertiga. De repente, la saco con un movimiento brusco y enfoco sobre mi su asombrado objetivo-. ?Es una serpiente? -pregunto.

– Es un trozo de serpiente -le explique, y empece a cerrar el portaequipajes-. Vamos. Te lo contare por el camino.

– No tan rapido. -Me agarro por la muneca-. Quiero mis medicinas. -Tras un breve forcejeo, me aparto y volvio a abrirlo-. Por mi, como si tienes un casuario muerto ahi dentro. -Con sumo cuidado metio la mano hasta el fondo del maletero y, frunciendo la nariz, empezo a palpar-, ?Puaj!

Llegamos a Sewickley Heights hacia las tres de la madrugada y circulamos con la capota bajada por calles sinuosas y oscuras. Las aceras estaban bordeadas por enormes sicomoros y altos setos que ocultaban las mansiones que habia detras. Crabtree tenia en las manos un plano de Pittsburgh y sus alrededores, y sostenia entre los labios una notificacion de retraso en la devolucion de un libro de la biblioteca de la universidad, enviada por correo hacia un par de semanas a James Selwyn Leer, Baxter Drive, 262. Los Leer, tal como pudimos comprobar en la cabina telefonica de una gasolinera Shell, no figuraban en el listin; pero Crabtree, como hombre de recursos que era, inspecciono la mochila de James y encontro la notificacion entre las paginas de la biografia de Errol Flynn. Ahora la mochila descansaba sobre su regazo.

– ?Y la direccion que figura en el manuscrito? -pregunto Crabtree, que ladeo el plano para aprovechar la debil luz de la guantera-. Harrington 5225.

– Es la casa de su tia. Esta en Mount Lebanon.

– Lo he mirado en el indice y el nombre de esa calle no esta.

– ?Que extrano!

Mientras conducia hacia la zona residencial de las afueras de Pittsburgh, habia puesto a Crabtree en antecedentes de lo que nos habia sucedido a James Leer y a mi desde el momento en que le quite al chico su pequena pistola la noche anterior, asi como todas las verdades y mentiras que habia descubierto acerca de el. Pero me salte la parte que concernia a la chaqueta de Marilyn Monroe. Me dije que, a fin de cuentas, la tenia perfectamente doblada en el asiento trasero, asi que lo unico que debia hacer era dejarla ahi hasta manana y devolverla cuando acompanara a James a casa de los Gaskell para aclararlo todo. Pero lo cierto era que me incomodaba hablar de eso con Crabtree. No tenia ninguna gana de intentar explicarle que haciamos James y yo en el dormitorio de los Gaskell. Asi que le dije que fue un estupido accidente el que James le pegara un tiro a Doctor Dee. Mientras le hablaba de James y su libro, Crabtree parecia cada vez mas convencido no solo de que el chaval llegaria a convertirse en un excelente escritor -durante el trayecto le echo un rapido vistazo profesional al manuscrito de El desfile del amor a la luz de la lamparilla de la guantera-, sino, ademas, de que el, Terry Crabtree, Agente del Caos, era un cambio de agujas hacia el que el tren de James Leer se precipitaba inexorablemente. Tambien le hice un breve resumen de mis penosas andanzas con Emily y los Warshaw, pero no parecio interesarse demasiado por mis problemas, o, al menos, eso era lo que queria que creyese. Todavia estaba enojado conmigo por haberlo dejado solo por la manana. En cuanto a Chicos prodigiosos, no hizo ningun comentario, y me daba miedo preguntarle al respecto. Si se lo habia mirado y no tenia nada que decirme, su silencio resultaba bastante significativo.

– La calle Baxter es la siguiente -dijo levantando la vista del plano.

Opte por girar a la izquierda. La numeracion empezaba en el 230 e iba hacia arriba. Apague los faros, y cuando nos aproximabamos al 262 pare el motor. Gracias al impulso que llevaba, el coche se deslizo hasta el camino de acceso a la mansion de los Leer. La entrada estaba bordeada por columnas coronadas por pinas de piedra. A ambos lados se extendia una verja de hierro con unas puntas de lanza de aspecto horrible, que se extendia unos treinta metros hacia ambos lados y despues se perdia en la oscuridad. Nos apeamos del coche y cerramos con sumo cuidado las puertas. Despues nos adentramos con paso inseguro en el camino de acceso a la casa de los Leer, un largo y serpenteante rio de la mejor gravilla, con piedrecitas que parecian hematites y opalos tallados, y que describia una serie de perezosos meandros a traves de los treinta metros de cesped que nos separaban del amplio porche de la casa. Este tenia que ser amplio por fuerza pues rodeaba por completo la mansion de los Leer, un excentrico edificio de piedra con cubierta de tejamaniles y adornado con marquesinas, entramados y ventanas abuhardilladas que asomaban en todas direcciones, a lo que habria que anadir una amplia coleccion de aleros. La puerta principal y buena parte de la fachada estaban iluminadas por focos ocultos entre los setos.

– ?Dios mio, Crabtree! -dije en voz baja-. Esta casa tiene cincuenta o sesenta ventanas. ?Como vamos a dar con el dormitorio de James?

– Lo tienen confinado y encadenado en el sotano, ?recuerdas? Solo tenemos que encontrar la puerta de la bodega.

– Si es que James no mentia -comente-. Si es que no es mentira todo lo que ha contado.

– Si todo lo que ha contado fuese mentira -reflexiono Crabtree-, ?como habriamos llegado hasta aqui?

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