terrible final. No habia absolutamente nada en aquellos ojos. Era una mirada vacia, un agujero en el tejido del mundo.

– ?Largate! -dijo.

Recogi la mochila de James y me colge la chaqueta robada sobre un hombro. Me acerque el auricular a la boca y le dije a Hannah:

– Justamente ahora iba a salir hacia alli.

De pronto, mientras recorria el camino bordeado de olmos, note que las ruedas del Galaxie pasaban sobre algo considerablemente voluminoso. Durante un horrible instante, al pisar el freno, el coche derrapo. Baje y fui hasta la parte posterior del Galaxie, donde, iluminado por el resplandor sanguinolento de las luces traseras, descubri en el suelo una especie de cable extendido formando un semicirculo, con una de las puntas completamente aplastada. Habia atropellado a Grossman. En un primer momento me deje llevar por el panico y me meti de nuevo en el coche con la intencion de no levantar el pie del acelerador hasta llegar a Wood Bufalo o Uranium City [38] y no volver a poner los pies en casa de los Warshaw en mi vida. Arranque, pero despues de recorrer apenas diez metros pare y volvi atras para recoger los sorprendentemente pesados restos mortales de Grossman. Pense que nadie echaria de menos a aquel detestado e imprevisible miembro de la familia. Asi que lo lleve hasta el coche, abri el maletero y lo meti dentro, junto a la tuba y a Doctor Dee.

Lo unico que recuerdo del viaje de regreso a Pittsburgh es el complicado proceso que supuso liar tres canutos con una sola mano y la intermitente compania de un programa de homenaje a Lennie Tristano en una emisora de radio que resulto ser la WABI, la voz en FM de la vieja Universidad de Coxley, que arrastraba hacia mi una fantasmagorica corriente formada en el etereo espacio de las ondas radiofonicas. Hacia las dos de la madrugada deje la desierta carretera y continue en direccion a Squirrel Hill. Iba a casa, pero no tenia intencion de quedarme mas tiempo del necesario para hablar con Crabtree, suponiendo que estuviese en condiciones de escucharme. Habia decidido hacer una cosa temeraria, absurda y estupida, y en esa clase de empresas no habia compania mas util que la de Terry Crabtree.

De todas las casas de la adormecida calle, la mia era la unica bien iluminada, emitia luz, como si de una pista de aterrizaje se tratase. Mientras recorria el camino de acceso llegaron hasta mi las jugosas risas de un saxofon y senti vibrar los cristales de las ventanas al ritmo de un contrabajo. La casa estaba llena de escritores. En la sala habia varios bailando descalzos y contemplando que tal lo hacian los demas. En la cocina otro grupo mantenia una conversacion que oscilaba peligrosamente entre amables mentiras y hediondas verdades, y utilizaban las latas de cerveza como ceniceros. En el suelo de la sala donde tenia el televisor habia otra media docena, tendidos en actitud reverente alrededor de una bolsa de papel pequeno, de los que usan en las tiendas de ultramarinos, llena de marihuana de aspecto suculento y contemplando como Ghidrah destruia Tokio. [39] En el sofa que habia detras de ellos pude ver a dos de mis alumnos, adscritos a la escuela de los jovenes airados y que se habian perforado los labios y llevaban botas militares con hebillas de metal, fundidos en un abrazo tan estrecho que hacia pensar en las obras de David Smith. [40] En las escaleras que conducian a mi dormitorio se habian sentado tres agentes neoyorquinos -mejor vestidos y menos borrachos que los escritores- para intercambiar exquisitas confidencias y practicar la desinformacion. Y en el recibidor habia tal cantidad de poetas de Pittsburgh, que si en aquel instante un meteorito hubiese atravesado el tejado de la casa, no habria quedado vivo en la ciudad ni un solo perpetrador de estrofas dedicadas a padres avejentados, trabajadores siderurgicos impotentes y el convertidor de Bessemer como simbolo amoroso.

En mi estudio habia solo una escritora. Estaba sentada en mi sofa, con la puerta cerrada, y tenia las rodillas metidas debajo del sueter, de forma que la puntiaguda puntera de sus botas sobresalia bajo el dobladillo. Ladeaba la cabeza y leia con atencion una hoja de un grueso manuscrito que tenia junto a ella sobre el sofa, mientras enroscaba un largo mechon de cabello rubio alrededor de un dedo y despues lo soltaba para empezar de nuevo la operacion.

– ?Eh! -dije mientras entraba en la habitacion y cerraba la puerta detras de mi. Eche un vistazo a mi escritorio. Solo entonces me percate de que al marcharme por la manana habia dejado el manuscrito de Chicos prodigiosos a la vista de cualquiera, incluido Crabtree.

– ?Oh! -exclamo Hannah, que devolvio a la pila la hoja que estaba a punto de pasar y la tapo con ambas manos como si se tratase de un escrito suyo que no quisiera ensenarme-. ?Grady! ?Oh, Dios mio! ?Me siento tan avergonzada! Espero que no te moleste. Estaba descansando y… -Arrugo la nariz al pensar en lo que habia estado haciendo-. Soy una fisgona.

– No, no lo eres -dije-. De verdad que no me importa.

Reunio las lonchas dispersas del Gran Queso de Grady y las devolvio a su sitio, levanto el tocho, le dio unos golpecitos contra un cojin para igualarlo y lo dejo sobre uno de los brazos del sofa. Despues se puso en pie, se me acerco y me abrazo.

– Me alegro mucho de verte -dijo-. Hemos estado intentando localizarte por todas partes. Empezabamos a estar preocupados.

– Estoy bien -le asegure-. Solo he tenido que vermelas con un pequeno brote de «fiebres cetusianas».

– ?Que?

– Nada, olvidalo. -Senale con un movimiento de la cabeza el manuscrito que se balanceaba al borde del sofa-. ?Sabes si…, uh, si Crabtree lo ha visto?

– No, no lo se -respondio Hannah-. Quiero decir que me parece que no. Estuvimos fuera todo el dia, en el festival literario. Regresamos muy tarde. -Sonrio y anadio-: Y el ha estado muy ocupado todo el rato.

– Ya me lo supongo -dije tratando de soltarme de su abrazo, aunque de mala gana-. Bueno, ?y donde esta nuestro bienamado Crabtree?

– ?Quien sabe! Yo llevo un par de horas en el estudio. Ni siquiera se si anda por aqui o… ?Oh, no, no te vayas! -Redoblo la fuerza de su abrazo-. ?Quedate! ?Adonde vas?

– Tengo que hablar con el -dije, aunque de pronto la perspectiva de volver al coche y conducir hasta Sewickley Heigths para cumplir la absurda mision que me habia impuesto me parecio cualquier cosa menos apetecible. Podia quedarme alli con Hannah y olvidarme de Deborah y Emily, de Sara y el sonriente renacuajo que llevaba en el vientre, y, sobre todo, del pobre y patologico mentiroso de Jimmy Leer. Hannah no me soltaba; cerre los ojos e imagine que la seguia escaleras abajo hasta su habitacion, y que me echaba junto a ella sobre su colcha de saten, bajo el retrato de Georgia O'Keeffe obra de Stieglitz, y hundia mi mano en sus botas de vaquera y deslizaba los dedos por el humedo y fino empeine de sus pies-. Tengo que…

Desde la sala llegaron los acordes de The Horse, y Hannah me cogio la mano.

– Vamos -dijo-. Te conviene bailar.

– No puedo. Mis tobillos.

– ?Tus tobillos? Vamos.

– No puedo. -Me condujo hasta la puerta y la abrio, con lo que franqueo el paso a una animada rafaga de notas de la seccion de metales. Meneo un par de veces sus huesudas caderas de vaquera-. Escucha, Hannah, James se ha…, se ha metido en un pequeno lio esta noche. Necesito encontrar a Crabtree para que me ayude a solucionarlo.

– ?Que clase de lio? Dejame ir contigo.

– No, no te lo puedo explicar, pero no es nada grave. Escucha: Crabtree y yo nos encargaremos de echarle un cable a James, ?vale? No tardaremos nada, lo traeremos aqui y entonces bailare contigo. ?De acuerdo? Te doy mi palabra.

– Le pego un tiro al perro de la rectora, ?no?

– ?Que? -dije, y cerre la puerta-. ?A quien?

– Alguien se cargo a su perro anoche. Al chucho ciego. Al menos eso es lo que cree la policia. El perro ha desaparecido y han encontrado manchas de sangre en la alfombra. Y ademas he oido que el doctor Gaskell ha encontrado una bala incrustada en el suelo.

– ?Dios mio! -exclame-. ?Es terrible!

– Segun Crabtree, James seria muy capaz de hacer algo asi.

– ?Pero si ni siquiera conoce a James! -proteste.

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