adecuadamente a sus cortesanos y por tanto condena a su corte a cien anos de sueno. El musico se deprimio durante dias; siempre creyo que cada uno de sus triunfos fue un fracaso. Despues del debut de su opera Reina de Picas iba andando por las calles desesperado hasta que oyo que tres jovenes oficiales cantaban las notas de una de sus arias. ?Que musica habria creado Chaikovski para mi? ?Que historia (porque el creaba la historia de sus ballets tambien, el libreto de El lago de los cisnes era un pastiche propio de cuentos de hadas y fragmentos de operas wagnerianas) habria sonado para adaptarse a mis talentos? Quizas Ondina, el ballet que pensaba componer desde 1886; quiza yo habria sido la inspiracion final que el necesitaba… Pero nunca lo sabremos, porque Chaikovski murio en la epidemia de colera de aquel mismo ano. A pesar de los enormes carteles que se habian colocado por la ciudad en todas partes advirtiendo que no debia beberse agua sin hervir, Chaikovski pidio un vaso de agua en un restaurante y se lo bebio como un hombre que desea morir, una historia que a mi me asombraba, porque yo era joven y no sabia nada todavia de la verguenza entrelazada con la encarnacion del amor. Cuando fui al apartamento de su hermano, Modeste, donde Chaikovski estaba tendido vestido con un traje negro en un ataud bajo, forrado de saten blanco, no pude comprender como un hombre de su edad, que a mi me parecia tan grande, pudo dejarse llevar de ese modo por la pasion. Yo sabia que Chaikovski amaba a los hombres, pero lo que no supe hasta mas tarde era que estaba enamorado de su propio sobrino, y que aquel amor no era correspondido, algo mucho peor aun que estar prohibido. ?Era igual de desesperado mi caso? Antes de besar la palida frente de Chaikovski, con todos sus pensamientos de amor ya borrados, alguien que estaba de pie a la cabecera del feretro limpio la nariz y la boca del compositor con un trapo empapado en acido fenico, y nos dijeron que escupieramos en un panuelo propio despues de darle nuestro ultimo beso. ?Que temian que contrajesemos, su enfermedad o su tormento? El emperador dio permiso para que el funeral se celebrase en la catedral de Kazan, para la que se necesitaba una entrada, como si fuera una representacion, pero para este adios nadie la preciso. Este adios era solo para los intimos, para sus companeros artistas.

No, Chaikovski nunca escribio un ballet para mi, pero habia muchos papeles existentes listos para que los encarnase. Uno que codiciaba especialmente era Esmeralda, la protagonista del ballet basado en la obra de Victor Hugo Notre Dame de Paris, el de la bailarina gitana que pierde a su gran amor, Febus, por otra mujer. Aunque yo lo deseaba, no conseguiria bailarlo hasta 1899: todavia no habia aprendido a dirigirme al zarevich y a la corte para conseguir lo que queria en el teatro. A los veinte anos aun era la chica obediente que escuchaba al regisseur, al maitre de ballet, al directeur. Si, yo estaba loca por interpretar a Esmeralda, pero Petipa no me dejaba. «Escuchame, ma belle», empezaba cuando se lo pedia. Llevaba cincuenta anos en Rusia y todavia hablaba solo frances. En la corte no era ningun problema, porque todos hablaban ese idioma, pero si que lo era para nosotros en el teatro, donde, aparte de los terminos de ballet, que siempre eran en frances, lo que conociamos mejor era el ruso. No es raro que a Petipa se le diera tan bien la mimica. En su ruso defectuoso me dijo: «?Tu ama?». Y cuando le asegure que si, que amaba, se acaricio el bigote encerado. «?Tu sufre?» A lo cual respondi: «Claro que no». Era una respuesta equivocada; solo un artista que comprendiera el sufrimiento que acompanaba al amor, me dijo, podia bailar aquel papel. El sabia de que hablaba. Habia estado casado dos veces y tenia aventuras con todas, desde una costurera a una bailarina.

Un dia yo sufriria, y un dia Esmeralda se convertiria en mi mejor papel.

Era su muneca que habia cobrado vida

Pero en 1892 yo no sufria. El zarevich me visitaba en casa; me enviaba rosas y orquideas a mi palco en las carreras de caballos del domingo, en la escuela de equitacion Michel; me ofrecia pequenos regalos, joyas, un broche de oro, unos pendientes de esmeraldas, que al principio rechazaba, pero cuando vi que mis negativas le entristecian -y al fin y al cabo, me gustaban mucho aquellas chucherias- cambie de manera de actuar, felizmente. La codicia triunfo en mi por encima de los modales, y no por ultima vez. Si, la timidez del zarevich y mi inocencia fueron buenos companeros en su largo cortejo. Mi deseo por Niki todavia no era del todo el deseo de una mujer por un hombre, sino mas bien el de una nina por el trofeo mas importante que puede exhibir ante los demas con regocijo. Mis padres se habian ablandado un poco al ver que el cortejo de Niki beneficiaba a mi carrera, y mis hermanos estaban emocionados ante las posibilidades que tal alianza prometia para ellos. Aunque yo aceptaba las atenciones del zarevich «fuera» del escenario, parecia que las llevaba conmigo tambien sobre este, y ser la favorita del heredero aumentaba mi atractivo y el de toda mi familia. Los abonados balletomanos luchaban para conseguir entradas para las noches en que los cuatro Kschessinski actuabamos juntos en el mismo ballet. Una noche mi padre actuo como rey Florestan XIV en La bella durmiente, yo como Aurora, mi hermana como un paje del Hada de las Lilas y mi hermano Iosif era el principe Fortune, un papel pequeno como porteur de Cenicienta en el divertissement del tercer acto.

Luego, una noche en el teatro, entre los actos II y III de Copelia, acabo mi larga infancia. Acababa de salir de escena junto con el amigo de mi padre, Stukolkin, que representaba al doctor Copelius -un papel que mi padre tambien representaba a menudo-, y yo a Swanhilda disfrazada de la muneca Copelia, que el solitario doctor habia fabricado para si como hija, igual que Gepetto en el cuento de Pinocho se hizo una marioneta para que representara a un hijo suyo. Copelia habia enganado al doctor para que pensara que era su muneca que habia cobrado vida; Stukolkin represento su asombro y luego su furia al verse enganado, y yo pense que sus jadeos mientras corria detras de mi y bajaban el telon eran fingidos, para obtener un efecto comico. Con su calva de goma pegada a la cabeza, dos grandes mechones blancos de pelo agitandose ante cada oreja, los quevedos bailandole encima de la nariz, empezo a cogerse a los bastidores que habia entre bambalinas y con la otra mano se agarro el brazo izquierdo. Debajo de su maquillaje anaranjado, su piel era como una mascara brillante y blanca. Y entonces, con un hondo suspiro, cayo al suelo, y el trozo de lona pintada que habia agarrado quedo libre al abrirse su mano; cuando cayo, victima de un ataque al corazon, movio todo el atrezzo del escenario, y la propia cabana con su techo de heno. En aquellos momentos, mientras yo me arrodillaba junto a el con mi traje de muneca, vi que sus ojos detras de las falsas gafas se ponian turbios. La gruesa pintura facial cubria su rostro como una mascara de porcelana, y con aquellas pupilas vidriosas era el quien parecia un muneco. Los columnistas cantaron sus alabanzas a la semana siguiente: «Murio como un soldado en su puesto, sirviendo al arte que amaba apasionadamente, hasta el ultimo minuto». ?Era aquello lo que queria yo, una vida vivida solo en el escenario? ?Un asunto amoroso que parecia alojarse solo alli, solo de cara a la galeria? Porque Swanhilda se habia disfrazado de Copelia no solo para enganar al pobre y ofuscado doctor, sino tambien para recuperar la atencion de su pretendiente, Franz, que habia quedado prendado de la bonita y nueva muneca que el doctor habia colocado, como si estuviera leyendo un libro, en el balcon de su casa. El zarevich, comprendi yo, era tambien una bonita muneca colocada en «mi» balcon, el escenario del Mariinski, o el escenario mas pequeno de la casa de mis padres, donde yo debia de parecer algo mucho peor que una muneca: ?una nina! Si queria que el zarevich me viese como una mujer real, tendria que romper el abrazo de mis padres. Necesitaba mi propia casa… ?y rapido! Porque, despues de todo, uno no vive eternamente.

Por si mismo Niki quiza nunca habria sugerido aquello. Estaba en su naturaleza dejarse llevar, como un pequeno barquito de vela en aguas calidas y sin corrientes. Nuestro pequeno asunto amoroso finalmente habria acabado entre los altos juncos de un pantano cuando el se hubiese enamorado de otra persona, quiza de una cantante de opera, o de una kamer-freilini, una doncella de la corte. Pero no estaba en mi naturaleza dejarme llevar. De modo que despues de una noche de apasionados besos, y tras indicarselo yo, por supuesto, Niki accedio conmigo a que si, que suponia que ya era hora de que yo tuviese mi propia casa. Y asi fue como aprendi que Niki, el barquito de vela, necesitaba un empujon.

Al zar Alejandro no le parecia bien como se desarrollaba aquello. La relacion que tenia Niki conmigo, de

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