costo algo de tiempo quitarnos toda la ropa, porque entonces ibamos vestidos, vestidos de verdad, y no como ahora, que solo se llevan dos o tres prendas. Yo llevaba una falda que hacia juego con la sobrefalda, una blusa con volantes, una enagua con aros y una mas suave de algodon, una almohadilla de tela acolchada que acababa de reemplazar recientemente al polison y cuando se desataba revelaba un corse en forma de ese y su cubrecorse, una camisa bordada con rosas diminutas, unos calzones con volantitos que se ataban por delante con dos lazos de raso y me llegaban a las rodillas y por debajo unas medias largas. Si, llevaba todo eso en julio. Era suficiente para hacer una pausa, dar una oportunidad para reconsiderarlo, pero nosotros no lo reconsideramos. Sergio me bajo los calzones e hizo algo muy suave con el dedo hasta que yo grite tanto preguntando como y por que que finalmente Sergio se detuvo, riendose de mi, y me pregunto:

– Pero ?que te ha estado haciendo Niki todo este tiempo?

Tengo que decir que Sergio y su hermano Sandro eran conocidos como los dos mayores calaveras de Petersburgo, y ahora entendia el porque. Y cuando le dije: «Nada parecido a esto», creo que para el el fantasma de Niki salio volando por la ventana, donde quedo saturado con el aroma de la hierba y ahogado por el rocio, porque estaba clarisimo que Sergio ganaba por la mano a Niki en asuntos de cama, si no en asuntos del corazon. Tant pis. Peor para Sergio, que empezo a amarme de verdad, aunque yo no le correspondia, y que toda su vida buscaria ese amor, el amor de una mujer. Aunque yo no lo sabia todavia, junto a su lecho en el palacio Mijailovich guardaba un retrato enmarcado de si mismo cuando era un bebe de pie encima del regazo de su madre, con su vestidito de invierno lleno de anchos galones, la cabeza de ella inclinada hacia el, de modo que la mejilla de la mujer tocaba apenas su pelo. Aunque lo sujeto bien durante aquellos minutos ante la camara, no le mimaba mucho, estaba demasiado ocupada para hacer caso a sus hijos. Era muy estricta y ademas tenia una lengua muy afilada, y Sergio por tanto se resigno a una perpetua privacion de afecto. Ahora, conmigo, penso que habia encontrado la felicidad y eso le hizo expansivo. Tant pis. Peor para el.

Poco despues de nuestra primera noche juntos, abrio su abultada bolsa y me compro una dacha en Strelna, en el golfo, en la Berezoviya Alleya numero 2, donde veraneaba la nobleza. Mi propiedad estaba justo al lado del palacio Konstantin, separada de sus establos solo por un pequeno canal. Mi casa, con su torrecilla de madera, se encontraba en un bosquecillo de abedules; un camino privado llevaba a mi propia playa. Unas puertas de hierro forjado ornamental, con setos a ambos lados, guardaban la entrada a mi parque. Un cerdo de piedra, una rana de piedra y un conejo de piedra parecian querer beber de una fuente que habia en el cesped de atras. Mi jardin se extendia hasta el golfo, con arboles que tocaban el cielo en el borde y se agitaban como plumas negras con el viento nocturno. Al final yo acabaria teniendo una galeria cubierta, un almacen para el hielo, un invernadero, un granero y un muelle para mi propio bote. Mejor que un collar de diamantes, ?no? Porque en Strelna podia ir enhebrando Romanov todo el verano. El gran duque Constantino Konstantinovich, el primo de Niki, mas tarde me puso en uno de sus poemas, tanto llegue a congraciarme con ellos, subiendo y bajando en bicicleta por las avenidas de sus diversos palacios, aprendiendo, con lo que ellos pensaban que era su ayuda, a hacer bonitas figuras de ocho con mi bicicleta, celebrando recepciones y fiestas a las que empezaron a asistir los grandes duques sin sus esposas, porque, como mi padre, yo sabia recibir muy bien y podia hacerlo con el dinero de Sergio. Si, K. R., hizo un homenaje a una de esas tardes de fiesta:

Un arroyo cae desde la colina

agitando los petalos de un tulipan con sus aguas,

y alli Bayaderka entre las flores

baila apasionada al son de las panderetas.

Esa bayaderka era yo en Strelna, en mi dacha, bajando la colina desde su palacio. Si, Sergio, vencido por el amor, dejo que los rublos de sus bolsillos llovieran encima de mi.

Como muestra de gratitud disene un medallon de oro para Sergio con un retrato mio y grabada en torno a mi rostro la inscripcion 21 DE AGOSTO – MALA – 25 DE SEPTIEMBRE, en memoria de nuestros primeros y felices dias en la dacha que me habia comprado. Al medallon le anadi una moneda de diez kopeks del ano del nacimiento de Sergio, 1869. Era solo tres anos mayor que yo, pero en sus manos acumulaba mucho poder. Y en mis manos yo tenia su corazon. El llevaria aquel pequeno medallon durante el resto de su vida.

?Tendria que sentirme culpable? ?Por que? El amor, aunque sea no correspondido, es un regalo. ?Quien lo sabe mejor que yo?

?Recuerdan a la reina en su castillo junto al rio Terek, de la cancion georgiana que Sergio y sus hermanos solian cantar, aquella que seducia a sus amantes y luego los echaba por la ventana de su dormitorio? Si sobrevivian a la caida, las rocas bajo aquel rio que corria veloz cortaban sus cuerpos al verse arrastrados por la corriente. Aquellas rocas, para Sergio, eran sin duda el purgatorio de nuestras conversaciones, que a menudo trataban de Niki, o de Niki y Alix, conversaciones que al principio eran charlas ociosas de amantes entre nosotros, pero que se convirtieron, para disgusto de Sergio, en algo obligatorio antes de acostarse conmigo. Pero si el era el pretendiente, yo era la reina del rio, porque yo tenia unido a mi, igual que ella, el peso de una espantosa reputacion. Ahora ya no era sino una amante degradada mas de un Romanov, y las madres advertian a sus hijas de que no hablasen conmigo. Aquel otono vi a un pequeno grupo de estudiantes de la escuela de ballet caminando torpemente con sus pinguinos en el aire frio, hice que se detuviera mi conductor para recogerlas y las llame: «Chicas, chicas, venid aqui conmigo». Pero ellas no quisieron subir a mi carruaje, ni siquiera para recorrer unos pocos cientos de metros por la calle del Teatro. Menearon la cabeza y dijeron «spasibo», pero no quisieron subir a la calidez perfumada, no quisieron acomodarse conmigo bajo mi manta de marta cibelina. «?Es una perdida!», le oi decir a una de ellas al rendirme y cerrar la puerta de mi coche. Perdida.

Luego, la enfermedad que habia debilitado al gran zar a principios de 1894, y que le habia puesto mas enfermo aun en el verano, acabo con el en el frio del otono. Murio en Livadia, en Crimea, en la parte mas lejana del pais, junto al mar Negro, que no era negro ni nada, sino de un azul brillante, con rosas silvestres y madreselva por todas partes en las pendientes que bajaban hacia el. Tantas variedades de flores crecian en Crimea que eran enviadas por tren todo el invierno a Petersburgo para decorar los grandes salones de baile del Palacio de Invierno, el palacio Vladimir, el palacio Mijailovich, el palacio Sheremetev. Pero el antiguo palacio de madera de Livadia donde murio el gran zar, con sus balcones de madera y sus galerias como las de los palacios de los antiguos kans de Crimea, no era grandioso, sino oscuro y humedo. Yo lo vi solo cuando ya estaba abandonado. Habia una cruz blanca pintada en el suelo del salon del emperador Alejandro, donde sufrio, sentado en su butaca, y donde exhalo el ultimo aliento. Una hora despues, en el jardin del palacio, un sacerdote tomo el juramento de fidelidad al nuevo zar, Nicolas II, mientras el antiguo zar recibia la ultima salva de los canones de los buques de guerra que se encontraban en la bahia de Yalta. Los medicos de Alejandro habian querido que fuese al extranjero, al aire seco de Egipto, pero el zar solo accedio a dirigirse al sur, a Crimea, porque sabia que se estaba muriendo y porque el zar debe morir en Rusia. Un zar debe morir en Rusia, y el lugar donde murio debe quedar marcado, como el suelo de Livadia. La silla en la que murio el zar y los objetos que le rodeaban fueron tratados como reliquias, piezas de la divinidad. Lo mismo ocurria con todos los zares. El dormitorio donde murio el abuelo de Niki, en el Palacio de Invierno, quedo como en su ultima hora: con una colilla de cigarrillo en un cenicero, panuelos encima de las mesas y sillas al alcance de la mano, las sabanas manchadas sin cambiar bajo la colcha. En Gatchina, detras de una puerta sellada, se ocultaba el ensangrentado lecho del palacio Mijailovich en el cual el cuerpo de Pablo I, asesinado por sus guardias y funcionarios, yacio en tiempos. Niki me dijo una vez que su hermana Olga solia ver al fantasma de Pablo, que pasaba parpadeando por las ventanas del Mijailovich, buscando su cama. Yo me preguntaba que haria cuando la encontrase. ?Echarse en ella? ?Podria descansar al fin? Pero nunca la encontro, y por eso seguia sellada, como una reliquia que nadie quiere venerar, un mal que nadie quiere ver siquiera. La Casa del Proposito Especial en Ekaterinburgo donde Niki fue asesinado sigue vacia, segun me han dicho, e intacta; los muros del sotano, perforados por las balas, no han vuelto a recibir enlucido alguno.

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