Cuando ahora sueno con Nicolas, a veces le veo con el aspecto que supongo que tenia el dia de su muerte, con la cara envejecida, grandes arrugas en las mejillas que desaparecian en la barba, los ojos azules subrayados por unas bolsas carnosas. Su casaca color caqui esta llena de balazos, destrozada por docenas de agujeros, con los bordes quemados y desgarrados, pero el rostro y los miembros estan intactos. En mi sueno, Niki esta de pie ante mi con los ojos muy tristes y levanta la mano hacia mi. «?Que? ?Que quieres?», le pregunto yo. ?Que podria darle yo ahora que no le hubiera ofrecido cuando estaba vivo? Pero el no habla, simplemente me ofrece la mano. ?Que otra cosa podria ofrecer que esa mano, la mano de un muerto?

?Les he contado que en Londres, en Buckingham Palace, cuando llego Xenia, la hermana de Niki, despues de su huida de la Rusia revolucionaria, los criados cayeron de rodillas al ver al rey Jorge? Ellos contemplaban lo que pensaban que era la figura resurrecta de su zar.

Es que se parecia mucho a Niki, ?saben?

Pero estaba hablando de la muerte de su padre.

Como Alejandro III murio muy lejos de Petersburgo, su cuerpo viajo en tren por ultima vez a traves de la Rusia que habia gobernado: tres mil millas hacia el norte desde la estacion de Sebastopol, en Crimea, hasta la estacion Nikolaievski en Petersburgo, y luego hacia arriba por Ucrania hasta Moscu y desde el noroeste hasta Petersburgo, a traves del campo donde los barones y los caballeros vivian en casas solariegas que al cabo de veinte anos serian arrasadas hasta los cimientos, despojadas de todo bien por los campesinos, incluyendo los marcos de puertas y ventanas, de modo que las paredes se quedaron con la boca abierta, custodiando la nada. Pero en 1894 el antiguo orden todavia estaba intacto, y los campesinos se agolpaban a los lados de las vias para ver el cadaver de su zar que volvia a la capital.

En Moscu, el cuerpo permanecio en el Kremlin toda la noche, como si descansara antes de emprender el largo viaje a Peter. Una alfombra negra cubria el anden de la estacion donde un catafalco albergaba el ataud, con sus columnas envueltas en telas negras, y los caballos que lo llevaban tambien iban engualdrapados de negro. Hasta los carruajes de la corte se habian cubierto de negro: nada de rojo y oro para aquella ocasion. Se tardo cuatro horas en transportar a la familia, vivos y muertos, a traves de Petersburgo, a traves de la Perspectiva Nevsky, donde se alineaban cientos de miles de guardias, estos y los asistentes al duelo llenando la calle, todos en silencio. Los unicos sonidos eran los de las ruedas de los coches, las campanas de las iglesias que tanian en contrapunto -de esa forma especial que tocan las campanas rusas-, los canones de la fortaleza disparando cada vez que pasaba un minuto en el reloj, las herraduras de los caballos resonando en las calles fangosas, las ruedas que emitian un hondo traqueteo al atravesar la empedrada plaza del Palacio.

A todos los zares se les dedicaba una semana de misas antes de su entierro. Cuando murio el abuelo de Niki, los embalsamadores no pudieron reunir bien todos los fragmentos en los que se habia disgregado debido a la fuerza de la granada que le arrojaron a los pies: ambas piernas quedaron destrozadas, el abdomen abierto, el anillo de boda roto en astillas de oro y clavado en la carne de su mano derecha… De modo que lo disimularon como pudieron. En su foto mortuoria, una de esas fotos de los zares que se publican en los periodicos o se reproducen en las litografias, coloreadas a mano y vendidas como mementi mori, viste su uniforme con charreteras, pero la cara parece demacrada, tiene la boca abierta, las patillas frondosas secas como si fueran de paja, y la mano destrozada esta bajo la izquierda, intacta. En el funeral su cuerpo se cubrio hasta el pecho con un manto de armino y oro, y el rostro estuvo tapado con un velo hasta el momento en que la tapa del ataud, cubierta de flores y con la espada y el casco del zar, fue colocada encima. En cuanto al padre de Nicolas, cuando llego su momento fue mutilado no por la muerte sino por los embalsamadores, que calcularon mal los productos quimicos e impusieron al emperador la verguenza de pudrirse ante los ojos de sus subditos. Paso casi un mes desde el dia en que Alejandro murio hasta que fue enterrado por fin. Cuando su cuerpo llego a la fortaleza, su rostro se habia ennegrecido, la cabeza se habia encogido y ninguna flor podia enmascarar el olor que desprendia. La familia por costumbre besaba aquel rostro al entrar y salir de la iglesia, cada uno de los siete dias en que se decia misa -«Venid, todos aquellos que me amabais, y dadme el beso final»-, hasta que incluso su mujer dijo: «Ya basta, ya basta». Imaginense que le ocurra algo semejante a un gran hombre… y al padre que Niki adoraba y temia.

Al pensar en todo aquello yo apretaba la mano de mi padre mientras caminabamos con mi madre y mis hermanos por aquellas tranquilas y fangosas calles de Santa Catalina, nuestra propia parroquia, en la Perspectiva Nevsky, donde los catolicos celebrabamos nuestro culto y donde estaba enterrado el ultimo rey de Polonia; aqui, en el pais que le arrebato el suyo y lo convirtio en un ducado. La asistencia al funeral en la fortaleza de Pedro y Pablo, en la isla de la Liebre, era solo para la familia imperial, la corte y sus diplomaticos, y sin embargo, la multitud que habia viajado por encima del puente para quedarse respetuosamente de pie en las calles junto a la catedral color mostaza era tan enorme que oi decir que el principe Dolgoruki apenas pudo abrir un camino para que entrasen sus majestades. La ciudad, que normalmente estaba tan animada, ahora parecia poblada solo por los muertos que, inertes, arrastraban los pies mientras seguian el cadaver de su rey.

El era el unico zar que yo habia conocido. Mis padres tenian su efigie en casa, y sus retratos colgaban en la escuela de ballet y en el teatro. En mi primer ano en la escuela yo solia santiguarme cuando pasaba junto al mismo, en un marco tan pesado que podia matar a un nino si se caia de la pared. En mi mente mezclaba al zar con Dios, y sus ojos que me miraban desde arriba, desde el lienzo, parecian conocerme por completo. Recuerdo aquel dia en Santa Catalina, atestada de abrigos y vestidos negros, sombreros negros y velos negros. Mi madre lloro aquella tarde, igual que yo, pero como pueden ustedes sospechar, no gimoteaba por Alejandro III, sino por mi misma, por Niki, que ahora estaba tan cargado con los deberes del imperio que tendria poco tiempo para pensar en mi. Cuando Sergei trajo el programa del funeral para que yo lo viera (el aguila imperial de plata estampada en el centro de la carpeta negra y lisa, muy digna), parpadee al ver que se referian a Niki como el emperador. El emperador. ?A los veintiseis anos! Con cuanta rapidez mi Niki del ano anterior no era ya mi Niki. Y, por supuesto, Alix seria pronto su emperatriz. ?Y no yo! Porque ella ya estaba alli tambien, aunque como prometida del nuevo emperador todavia no tenia lugar oficial, ni deberes oficiales funerarios que cumplir, igual que Niki. Porque despues de que los ocho generales mayores del sequito de Alejandro levantaran el manto funerario, nos informaba el programa, «Su Majestad el Emperador se acercara al ataud y doblara el manto imperial sobre los restos mortales». Su Majestad el Emperador. El retrato de Niki pronto sustituiria al de su padre en la escuela, en el teatro, en el rublo, y aquella cara de papel seria lo unico que veria yo. Lo poco que me decia de el Sergei no me servia para nada, y a causa de los protocolos del duelo, Niki no volveria al teatro aquel invierno. Asi que yo lloraba como una loca, junto con el resto de mis companeros polacos, y mi padre me lanzaba miradas de sorpresa al ver la vehemencia de mi pena, mientras al otro lado del Neva, en la fortaleza de Pedro y Pablo, la corte se preparaba para inhumar el cuerpo de Alejandro III en la pequena catedral donde estaban enterrados todos los zares Romanov desde Pedro el Grande. Alejandro III seria el ultimo zar enterrado alli.

Alix se arrodillo junto al feretro, beso el rostro del zar con un ultimo beso, presencio incluso las ultimas horas del zar. Esto ultimo lo supimos por Sandro, ya con Xenia y la familia en Crimea aquel otono para el velatorio, y fue el quien nos explico a Sergio y a mi los detalles de la agonia del enfermo, el panico de Niki al pensar en el trono, sus ruegos a su padre para que le permitiera abdicar, igual que los hermanos de Alejandro I, los grandes duques Constantino y Nicolas, intentaron abdicar tambien antes de que Nicolas I finalmente aceptase la corona y se convirtiera en el Zar de Hierro. El padre de Niki se nego a considerar siquiera la abdicacion de Niki. Su hijo quiza fuese un imbecile, pero el hermano del zarevich, Miguel, era un idiota mayor aun, y Niki tenia a su madre para que le guiara. Y asi Niki inclino la cabeza, pero Alix, insistio, debia tener a Alix. De modo que le permitieron que la enviara a buscar a Darmstadt. Y el fue a la estacion de ferrocarril de Simferopol en persona para recibirla, y al final de su viaje de cuatro horas desde la estacion al palacio de Livadia, su carruaje desbordante de limones y naranjas, rosas, lilas y adelfas ofrecidas como tributo por los campesinos tartaros a lo largo de su ruta, el asiento de su coche era como un talamo nupcial, repleto de simbolos de fertilidad. Aunque quizas ella trajese de Alemania el coraje necesario para Niki, tambien trajo consigo la muerte: despues de su llegada, el emperador solo vivio diez dias. El cortejo funerario de Alejandro seria el primer momento en que Petersburgo veria a Alix. En la procesion, ella iba sola en su propio coche, detras del resto de la familia, ya que su lugar todavia era dudoso, y las mujeres de la calle se santiguaban al pasar su coche como para protegerse de la mala suerte. «Ha venido a nosotros detras de un ataud.» Si Alejandro no hubiese muerto tan joven, Niki no se

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