generaciones al servicio del trono, y sin embargo el zar se puso de mi parte, no de la suya. Lo logico era que Volkonski aprendiese la leccion y comprendiese quien era el mas importante, pero era nuevo en el teatro, y habia aceptado aquel cargo solo para complacer a su padre, de modo que pronto estuvimos otra vez enzarzados. Yo me negue a vestir unas enaguas con aros debajo de la falda para La Camargo, explicando que unas enaguas tan abultadas bajo el traje estilo Luis XV me harian parecer enana, al ser tan menuda, y Volkonski insistio en que las llevase. ?Pues no lo hice! El incluso envio al director del teatro a mi camerino antes de la actuacion para pedirme una vez mas que llevase las enaguas con aros. ?Me negue! Por entonces, todos los bailarines de la compania y la mitad del publico que estaba en la sala habia oido nuestra trifulca, «el asunto de los aros». Apareci en escena con el vestido requerido pero sin los aros. ?Quien se habria enterado de que no llevaba las enaguas, de no haber organizado tanto escandalo? Cuando Volkonski me puso como multa una insignificante cantidad de rublos por cambiar de vestuario sin autorizacion, una provocacion deliberada, colocando la noticia en el tablon de anuncios, como si yo fuera una de las chicas «al lado del agua», le escribi al zar en persona, y no en frances en esta ocasion, y el zar cancelo la multa, ordenando al director que colocara esa noticia tambien en el tablon. En ese momento el principe Volkonski dimitio de su cargo, y a mi se me empezo a conocer entonces como la «Magnifica Mathilde».

Si, yo era magnifica… tan poderosamente conectada como llena de talento. A los veintisiete anos dominaba todas las especialidades de las bailarinas italianas que habian actuado en Peter durante los ultimos cien anos, incluso la asombrosa serie de veintidos fouettes de la Legnani, haciendo girar el cuerpo sobre una pierna como una peonza una y otra vez. Por tanto, pedi al zar que eliminase del teatro a las Zambelli, Legnani, Grimaldi y demas. Ya no las necesitabamos.

El teatro ya me tenia a mi. Y yo queria ser la unica en escena cuando el zar llegase al Mariinski los domingos por la noche.

Si, la verdad es que tuve muy ocupado al zar con los temas del ballet.

Y el tambien estaba muy ocupado con los asuntos del dormitorio, al parecer, porque en 1899 tuvo otra hija, la tercera, Marie. Tant pis. Peor para el. Peor para Alix.

En 1900 me pidieron que bailase en el teatro privado del zar, el teatro Hermitage, en el museo unido al Palacio de Invierno, por primera vez. ?Era la yuxtaposicion del nacimiento de Marie y mi invitacion al Hermitage una coincidencia? No lo crei asi. ?Cuantas hijas mas podria soportar el zar? Aquel teatro tan intimo habia sido construido por Catalina la Grande, que hacia que arrastraran su butaca dorada y tapizada justo hasta el borde del foso de la orquesta para disfrutar mejor de los espectaculos que sus artistas habian imaginado solo para ella. Ahora, el zar Nicolas II y su familia se sentaban ante el escenario en sus butacas doradas, y la corte de 1900 se sentaba tras ellos en los amplios bancos semicirculares para contemplar los entretenimientos privados creados solo para su placer. Los ballets representados alli eran siempre nimiedades pensadas para la ocasion e interpretadas solo por los mejores artistas de la compania, solistas y balierinas, nunca por el corps de ballet. Sin embargo, a mi nunca me habian invitado al Hermitage. Pero ahora que habian enviado a casa a todas aquellas italianas, mi nombre quedaba en el primer lugar de la lista, y Alix no podia tacharlo sin parecer mezquina. O quiza Niki expresamente solicitara mi presencia, en cuyo caso ella no habria podido decir que no.

El escenario del teatro Hermitage era pequeno, con los bastidores atestados de ruedas de madera para levantar el escenario y con fuelles para que soplaran creando viento o humo, pero desde alli yo sabia que podria ver a la familia real de cerca. Y luego, despues de la representacion, a los artistas se nos invitaria a cenar algo con la familia imperial y sus invitados en una de las galerias de cuadros del Hermitage. Sentia como si me apunalaran con un cuchillo para Hinchar cuando oia describir todas aquellas cenas por parte de los bailarines tan afortunados que habian sido invitados alli antes. La infinita cantidad de platos: el caviar encima del hielo picado, los champinones rellenos, el salmon y esturion ahumados, los pepinillos salteados, salchichas, blinis, bisque de langosta, borscht humeante, pate de higado de pez lota, filet mignon, cochinillo, perdiz asada y codorniz con croutons, cordero con salsa de crema, venado y ternera, las piramides de pinas, sandias, uvas, fresas y cerezas, el pastel de frutas italiano perfumado con violetas, cuencos de helado y sorbete de chocolate, vainilla y sabores de frutas, pastelillos y tortas, decantadores de whisky, conac, jerez, champan y licor de casis, jarras de plata con limonada, leche con sabor a almendras y vodka aromatizado con piel de limon o arandanos. Al final de la comida el zar entregaba un pequeno regalo, una medallita de oro con el aguila imperial grabada en la parte trasera, a cada uno de los artistas.

Si, los que estaban muy cerca del zar y tendian las manos se las encontraban llenas de oro, y habia sido asi desde hacia cuatrocientos anos, aunque a final de ano todos los gastos de su corte consumieran el Tesoro y el zar se encontrase en bancarrota. Pero Niki adoraba esas costumbres de la antigua Rusia en las cuales el zar era absoluto y todas las riquezas fluian a traves de el. Le encantaba la historia de Catalina la Grande, que ordeno que colocasen un centinela perpetuamente en un puesto en la pradera. Le encantaba que por derecho el pudiese elegir las mejores pieles, vodka, maderas y metales que procedian de las minas de Siberia. Aunque ya estabamos en 1900, quiso cambiar el traje de corte por los largos caftanes del siglo XIV, y cambiar la pronunciacion de las palabras por la de la antigua Moscovia. Queria retroceder en el tiempo, mientras el mundo corria hacia delante. En la Rusia medieval, la costumbre mantenia antano al zar y a su emperatriz protegidos del pueblo, incluso de sus propios boyardos. Observaban las ceremonias de la corte desde su terem, a traves de ventanas secretas, como misteriosa e invisible fuente del poder, y como Niki no queria que le mirasen, y a Alix no le gustaba aparecer en la corte, quizas un terem les hubiese convenido a los dos. Pero acudian al pequeno teatro del Hermitage y dejaban que todos los viesemos.

Aquella noche la diversion que habia inventado Petipa era Les quatre saisons, para lo cual habia coreografiado cuatro bailes: Rosa de verano, Escarcha de invierno, Bacante y Tiempo de Cosecha, y yo representaba a esta ultima como espiga de cereal. No recuerdo la coreografia, pero no importa, porque no era ninguna obra maestra. Los vegetales no inspiran grandes obras de arte. En el Mariinski, la corte se mantenia a distancia, pero alli Niki estaba sentado ante mi, en una butaca, junto a Alix, justo al otro lado del foso de la orquesta y el proscenio del escenario, que se proyectaba hacia delante en forma de semicirculo. Si lo saltaba, podia aterrizar en su regazo, pero me temblaban tanto las piernas cuando los tramoyistas fueron levantando el telon que no estaba segura siquiera de poder andar. Sabia que Sergio estaba alli fuera, y busque su rostro para consolarme. El me hizo una sena con la cabeza, me dedico una ligera sonrisita torcida, la sonrisa secreta que nos dirigiamos el uno al otro. Como una Jano de dos rostros, se la devolvi. Yo me quede en plan decorativo durante gran parte de los primeros divertissements, con una espiga de trigo en la mano como atrezzo, y fue una suerte, porque ya no me acordaba de lo que se suponia que tenia que hacer cuando mis ojos se encontraban con los luminosos y azules de Niki.

Me parecia que me miraba con afecto. A aquella corta distancia, Alix parecia, a los veintisiete, al menos una decada mayor, y aquel mismo ano consultaria a sus medicos doscientas veces por el corazon, los nervios, la ciatica… Cuando esos hombres no la satisficieran, empezaria su largo y finalmente desastroso viaje de confraternizacion con curanderos y santones. Todo esto se encontraba aun en el futuro, y sin embargo se podia adivinar algo ya en su cara: en la expresion de cansancio, los ojos lugubres, la larga nariz que ya empezaba a caer, el pelo encrespado que se erguia como un turbante desde su frente demasiado amplia, ese pelo cepillado y luego sujeto con horquillas en torno a unas gruesas almohadillas de tela que le daban esa forma tan recargada a su peinado. A mi alrededor bailaban mujeres igualmente poco atractivas: la joven Anna Pavlova, con su nariz ganchuda, mi fea rival Olga Preobrazhenskaya y la hija de Petipa, la recia Marie, que parecia una guerrera vikinga, y que si tenia un puesto alli se debia por entero a su padre. No, no habia competencia alguna en el escenario que pudiese atraer la atencion de Niki, y yo empece a notar que con mucha discrecion sus ojos (solo los ojos) se dirigian repetidamente hacia el lugar donde yo estaba para recrearse en mi silueta, y despues volvian a la accion general del escenario. Queria verme con mi traje resplandeciente de oro y mis bombachos, mucho mas cortos que mis faldas habituales, y con mi peluca graciosamente rizada. Bueno, ?quien no se complaceria con una vision semejante? Y de pronto empece a disfrutar de aquella velada. El sudor nervioso que me envolvia y empapaba mi cabello bajo la peluca empezo a secarse y yo esperaba ya impaciente a que me tocase el turno de ocupar el centro del escenario y bailar, en esos momentos en que Nicolas no tendria que apartar sus ojos de mi.

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