Recuerdo que era Nicolai Legat, mi querido Kolinka, quien me acompanaba en aquel adagio. Ah, era tan agradable de mirar entonces, con su cabello oscuro y rizado, los ojos tan grandes como gajos de naranja, y un labio inferior que cualquier mujer adoraria morder. Fue Kolinka Legat quien me descubrio el secreto de la interminable serie de fouettes de la Legnani, observandola durante los ensayos del segundo acto de El lago de los cisnes, y fue el quien me enseno que yo tambien podia girar la cabeza de repente concentrando la vista en un punto central, el truco mediante el cual se puede realizar la serie de treinta y dos giros sin caerse. (Le regale una pitillera de oro con un monograma por sus desvelos.) Yo era una espiga, pero aquella noche decidi comportarme no como un alegre cereal en su rasposa espiga, sino mas bien como una mujer de carne y hueso embrujada por su amante. Nuestra coreografia, muy estricta y reglamentada (aqui juntas la cabeza con la de tu pareja, luego das la vuelta y colocas esta mano aqui y la otra alla) a menudo producia un efecto mecanico en el adagio, una aproximacion superficial al amor. Pero aquella noche, y no por ultima vez, yo decidi encauzar mis sentimientos por Niki usando al inocente Kolinka como medium. No pensaba que a el, como era amigo mio, le importase. Quizas exagere un poco mi papel, le mire con demasiado amor a los ojos y luego los volvi hacia el zar, que se encontraba tan cerca de mi. En un momento dado, levante la mano hacia el zar y luego doble el brazo y toque con mi palma la de Kolinka. La cosa continuo asi hasta que finalmente Kolinka susurro desde atras, mientras me sujetaba para hacer un arabesque, «Mala, ?que te propones?». Yo casi me echo a reir.

?Tuvieron mis esfuerzos el efecto deseado? Creo que si. El zar no tenia ojos ni para la Escarcha de Invierno, ni para la Rosa de verano, la Bacante o la propia emperatriz, sentada alli mirandole con la cara cada vez mas agria. Me olvide de mirar a Sergio. La emperatriz quiza no estuviese muy complacida con lo que veia en escena, pero la Espiga ciertamente complacio al zar.

Sergio me dijo mas tarde que en la galeria del Hermitage, Niki se inclino hacia el debajo de un Rembrandt, despues de los platos principales y la ensalada pero antes del postre, mientras encendia un cigarrillo amarillo, y le dijo: «Mala esta muy guapa esta noche». Cosa que Niki esperaba que Sergio, complacido por la aprobacion del zar, me repitiera diligentemente. Y Sergio estaba complacido, pero tambien se mostraba cauteloso.

?Que ocurriria despues?

Pues un encuentro.

Solo unos meses despues el jefe de policia me llamo para decirme que el emperador pasaria junto a mi dacha, por la carretera de Peterhof a Strelna, a la una en punto, y que yo debia procurar estar de pie en el jardin, en un lugar donde el zar pudiera verme.

Fue la primera de varias llamadas semejantes, y el tiempo me ensenaria a recibirlas con mayor dignidad que aquel dia. Cuando colgue el receptor, chille. Luego corri al jardin, porque tenia poco tiempo, de este banco a aquel arriate, intentando decidir que posicion ofreceria la mejor vista desde la carretera.

Creo que incluso pense en sentarme encima de la fuente, pero acabe eligiendo obviamente el banco de piedra, en el cual primero me sente y luego me puse de pie, de puntillas, tan ansiosa estaba de asegurarme de que Nicolas me viese por encima del seto recortado que dividia mi jardin de la carretera. Con aquel calor, el aire me parecia arremolinado y liquido, espeso debido a los lenguetazos del mar en el fondo de mi jardin, que se habia puesto a florecer con repentina furia, como ocurre en Rusia: despues del largo invierno, la subita primavera, tan subita que te conmociona. Me sentia un poco como los enanos o los africanos que mantenian los antiguos condes rusos para su diversion, o peor, como una de esas desgraciadas siervas obligadas a pintarse de blanco y posar en el jardin como una estatua cuando pasaba su senor.

Al oir que se acercaba Niki me puse de puntillas y me arregle el pelo, que me habia sujetado solo a medias, dejando que la mayor parte me cayese por la espalda como el de una jovencita que todavia no ha sido presentada. Estaba en mi jardin, pense, donde uno espera encontrarse a solas, y por tanto, si mi cabello estaba encantadoramente desordenado, parece que las circunstancias lo permitian. Las chicas ahora bailan sin peluca en los escenarios de Paris, Londres y Nueva York, pero para mi es dificil de imaginar, ya que el cabello propio es tan privado como el vello del cuerpo bajo el tutu; exponer la cabeza ante el publico es como desnudarse ante el. No. Yo siempre llevaba peluca. Pero no para aquel programa improvisado.

El coche del soberano al final aparecio por el borde de la colina y su aparicion me sorprendio. Habia esperado que Nicolas se aproximara a caballo. Y luego lo comprendi: la emperatriz iba en el coche a su lado. ?Por que? ?Pensaba que Niki necesitaba una carabina en su viaje junto a mi dacha? A medida que se iban acercando yo hice una reverencia y ellos inclinaron la cabeza, pero vi que los ojos de ella estaban clavados en el mientras inclinaba la cabeza hacia mi, con una mano levantada para protegerse del sol. Una sonrisa leve, forzada, plana. De ella nada, aparte de la inclinacion de cabeza. Pasaron. Y entonces lo comprendi todo. Ella se habia puesto furiosa al ver como me comia el con los ojos en el Hermitage, se habian peleado, el lo habia negado todo, y ella habia insistido en acercarse en coche a mi dacha con objeto de observar su cara y ver si sus sospechas eran correctas, si Niki se estaba cansando de ella, de su enfermedad, de su predileccion por alumbrar ninas, y sus pensamientos iban volviendo poco a poco hacia mi. Y Sergio… supongo que Sergio sabia todo aquello, y sin embargo me lo habia ocultado para poder guardarme a mi para el. Que egoista. Yo misma tambien rece una plegaria egoista a espaldas del coche de Niki, mientras las ruedas levantaban polvo amarillo mezclado con polen, rezaba para que el unico minuto en el que el coche de Niki habia pasado junto a mi jardin hubiese bastado para recordarle el color y la textura de mi pelo y el brillo de alabastro de mi piel, que una vez aprete contra su cuerpo moreno, bronceado por nadar desnudo en el mar Negro en verano, y mas importante aun, que su rostro revelase sus recuerdos de todo aquello y que fracasara en su prueba, que fracasara lamentablemente.

Estoy segura de que el se proponia venir a verme, pronto, y solo, pero aquella primavera de 1900, mientras nos encontrabamos en Crimea, donde teniamos que haber estado a salvo del colera y el tifus de Petersburgo, Niki se vio atacado por este ultimo. Niki llamaba a Peter «la cienaga», y la dejaba cada primavera por la fragancia y las flores de los tropicos de Crimea, las azucenas, las lilas, las violetas, las orquideas, glicinas, rosas y magnolias, dejando atras las inundadas calles y jardines y escalinatas de Peter. Porque a finales de primavera, el Neva crecia al fundirse los hielos y el agua inundaba la ciudad. Las ratas nadaban por los rios que formaban las calles, las largas colas eran como un latigazo en los remolinos, sus madrigueras en los sotanos eran pozos de ahogados. La enfermedad se habia convertido en un problema ahora que la ciudad estaba atascada por las fabricas y fabricas repletas de campesinos que abandonaban sus pueblos al final de la cosecha de verano y se iban a buscar trabajo, y acababan quedandose en la ciudad todo el ano, encadenados a las nuevas industrias: la metalurgia, las obras de ingenieria, las centrales electricas. Se veia a familias enteras, mujeres con sus blusas y chales hechos en casa, hombres con el pelo cortado a lo paje y sucias barbas, y esto era un fenomeno nuevo en Peter -no los propios campesinos, pues siempre los hubo en la ciudad trabajando como choferes, mozos de cuadra, criadas, ayudantes en los banos, lavanderas y prostitutas-: familias campesinas que trabajaban en las fabricas y que ahora abarrotaban la parte superior de la Perspectiva Inglesa y manchaban el lado de Viborg de la ciudad, llenando de basura el adyacente Pequeno Neva. Los trabajadores dormian todos juntos en albergues para vagabundos, bodegas, escalinatas o apartamentos compartidos, seis en una habitacion, o bien en unas camas de tablas en los propios barracones de la fabrica, o en colchones improvisados con sucias ropas apiladas junto a sus maquinas, y llenaban los patios de los edificios de vecinos de excrementos, y por eso teniamos tanto tifus y colera de repente en nuestra ciudad.

?Les he dicho que Chaikovski murio de colera por beber agua? Bueno, hasta la hija del zar, Tatiana, se puso enferma un ano por beber agua. Yo tenia que taparme la nariz cuando salia de mi casa, en el numero 18, y ya no queria pasear por lo que eran putridos canales y rios. Desgraciadamente, a principios de 1900 la enfermedad acechaba por todas partes en la hermosa Peter, y sorprendio incluso al zar mientras sus ministros se negaban a construir las viviendas en el extrarradio que aliviarian el amontonamiento y la enfermedad, alegando que «nosotros somos una sociedad agraria» cuando estaba claro que eramos otra cosa totalmente distinta. La tierra rusa, que en su mayor parte no es fertil, estaba tan sobreexplotada que los campesinos ya no sacaban nada de ella. En 1892, los labriegos de Simbirsk sufrieron una hambruna tan terrible que cuando la caridad envio ropa de ninos a la provincia se la devolvieron: ya no habia ninos que pudieran llevarla. Ahora entenderan por que a lo

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