canas mezcladas con el oro en las sienes, y lo llevaba peinado con raya en medio, rizado y sujeto muy hueco a los lados de la cabeza. Teniamos la misma edad, pero yo era una chica y ella una abuela, una abuela alemana, cuya piel se habia aflojado y espesado por las mejillas, cuya nariz habia empezado a curvarse y cuyos parpados formaban grandes bolsas. Aprete la piedra que todavia llevaba en la mano. En realidad, Alix parecia mas un hombre que una mujer, como les pasa a algunas cuando envejecen. En el teatro, eran hombres siempre los que hacian de vieja, de Baba Yaga o de Carabosse. ?Y esa era Alix, la princesa de Hesse-Darmstadt? Ni siquiera habia conseguido que su angustiado rostro dijese nada mas que lo que estaba sintiendo. Miro a mi hijo, ese ninito de grandes ojos que tenia ante mi, con mis brazos cruzados ante su pecho, y le sonrio tristemente.

Y Niki me dijo:

– Mira como sufrimos.

Cuando el propio Iosif nos trajo el equipaje recorriendo el pasillo trasero que conducia al dormitorio que se encontraba junto al de Alexei, donde ibamos a dormir, comprendi que estabamos alli de manera extraoficial.

– ?Cuando vamos a cazar? -me pregunto Vova.

Y mi hermano respondio:

– Mas tarde. El hijo del zar esta muy enfermo.

– ?Y cuando se pondra bueno?

– No lo se -respondio Iosif, y me miro a mi y meneo la cabeza como diciendo: «Mira adonde nos ha llevado tu idilio». Luego miro a aquella puerta contigua, y comprendi que nuestra inmediata proximidad al zarevich tenia un objetivo, y que en el momento exacto de la muerte de Alexei se lo llevarian a esa habitacion oscura y desde alli al bosque, mientras sacaban a Vova de su cama y lo conducian a la habitacion del enfermo, con Niki y Alix a su lado, y lo proclamarian milagrosamente curado. Supuse que Niki creia que podia apropiarse de mi hijo igual que se apropiaba de las mejores pieles, maderas, vodka y caviar, en provecho de la corona. Despues de todo, hacia mucho tiempo yo le habia ofrecido estupidamente a mi hijo. Pero mis ambiciones con respecto a Vova siempre me habian incluido a mi, tambien: mi matrimonio con Niki, mi hijo y yo juntos, conducidos a palacio… Ahora veia que Niki y Alix estaban tan intimamente unidos por la tragedia de la enfermedad de su hijo que el no enviaria jamas a Alix a un convento ni se divorciaria de ella, no importaba lo que le ocurriese a su hijo. De modo que lo unico que quedaba de mi antigua fantasia era aquel cuento a lo Dumas, en el cual se requeria a mi hijo que asumiera la identidad de otro.

Y no es que un discreto arreglo como aquel careciese de precedentes. La corte en general sospechaba hacia mucho tiempo que el emperador Alejandro I salio una noche junto a sus centinelas con gorro y abrigo (los centinelas juraban que era el, conocian muy bien su aspecto) y desaparecio por las calles de la capital, y poco tiempo despues su familia anuncio su muerte en el sur, en Taganrog. El habia derrotado a Napoleon, y luego, a pesar del «aire frances de libertad que me habia deleitado en mi juventud», siguio oprimiendo a su propio pueblo, defendiendo los principios de la aristocracia, hasta que, exhausto, les dijo a sus hermanos: «Ya no puedo soportar mas el peso del gobierno». Su ataud fue enviado desde Taganrog a San Petersburgo. El feretro, que por costumbre siempre se mantenia abierto durante los funerales de Estado, para el funeral de Alejandro I permanecio cerrado. Uno de los grandes duques comento que el rostro ennegrecido del cadaver, sus rasgos indiscernibles, podian ser los de cualquiera, como la familia de Alejandro, decidida a procurar una transicion tranquila y a asegurarse sus riquezas, sabia muy bien. Y despues de que su hermano, Nicolas I, ascendiera al trono, desafiando a los guardias que querian establecer una republica, aparecio en los paramos de Siberia un hombre santo, un eremita, que decia llamarse Fiodor Kozmich, y que tenia un asombroso parecido con el antiguo emperador. Un emperador vestido de harapos como eremita en Siberia. El hermano del emperador vivo, vestido de armino y ocupando el Palacio de Invierno, como zar. Pero Nicolas I tenia treinta anos cuando llego al trono, y habia sido educado en la corte. Mi hijo solo tenia diez, y lo habia criado yo. Sin preparacion alguna, lo obligarian a meterse en la cama del zarevich, mientras a mi me conducian a la fuerza a Spala, sola, escoltada hasta la estacion por mi hermano, los dos Kschessinski al servicio de la corte. Los tres Kschessinski.

Toda la noche al otro lado de la puerta que comunicaba nuestra habitacion con la de Alexei oimos las muchas idas y venidas de los doctores Raukhfus, Derevenko, Botkin, Fioderov y Ostrogorsky (todos ellos enviados desde San Petersburgo) y a traves de la puerta oimos sus voces y luego la voz de Niki y la de Alix. Por debajo de la puerta aparecia de vez en cuando la sombra de un zapato, y luego se retiraba. Habia luz, y luego hubo sombra. Y, por supuesto, oiamos el sufrimiento del nino y el suave canturreo de su madre intentando calmarle infructuosamente. Aunque le puse el camison a Vova, yo no me desvesti sino que me quede sentada en una silla colocada ante su cama, igual que Niki habia dicho que Alix se sentaba totalmente vestida junto a su hijo aquella noche y cada noche durante las ultimas dos semanas, durmiendo apenas. Vova estaba echado en la cama, con los ojos abiertos. Veiamos claramente desde nuestra ventana la luna y las estrellas, nitidas por la escarcha; la tierra parecia muy grande, y el cielo muy lejano. Yo acariciaba la frente de mi hijo y su sedoso cabello castano y sus bonitos y esbeltos dedos e intentaba responder sus preguntas.

– ?Por que llora ese nino?

– Porque le duele.

– ?Y cuando dejara de llorar?

– No lo se.

Pero con los continuos quejidos y chillidos de la puerta de al lado, las preguntas de Vova acabaron por cesar. Escuchaba, con los ojos muy abiertos, los gritos del nino de la habitacion de al lado: «?Dios mio, ten piedad!» o «?Mama, ayudame!», o, lo peor de todo: «?Dejadme morir!», y pronto Vova empezo a lloriquear tambien, contagiado.

– Mama, ?se esta muriendo ese nino? -me preguntaba. Pero se tapo los oidos con las manos para no oir mi respuesta. Y luego oi los inconfundibles sonidos de una oracion, una sola voz, que no conversaba, sino que entonaba: «Mediante su santa uncion y su amantisima misericordia, que el Senor te ayude por la gracia del Espiritu Santo», y varias voces que respondian: «Amen». Era la primera parte del rito de la extremauncion, la uncion de los enfermos, seguida por la ultima confesion, y finalmente la administracion del viatico, la eucaristia, alimento para el ultimo viaje. ?El viaje adonde? El viaje a los cielos. Alexei se estaba muriendo, ya mismo, en la habitacion de al lado, y en cualquier momento Niki abriria aquella puerta que comunicaba las habitaciones y tomaria posesion de su otro hijo sin decirme nada, sin pedirme nada. Y justo entonces decidi que lo haria. Le diria a Niki que era demasiado tarde y demasiado pronto. Podria tener a Vova mas tarde, como hombre, como paje, como oficial de la Guardia, como diplomatico o como ministro. Podia hacerle principe. Pero no podia llevarse a mi nino entonces, si Dios le arrebataba a Alexei. Y en el silencio que procedia de la habitacion de al lado, acaricie la cabeza de mi hijo dormido y ensaye lo que iba a decirle, Batushka, oye mi plegaria.

Pero Niki no aparecio ante nosotros en aquella pequena habitacion hasta la manana siguiente, y se limito a decir:

– Alexei esta mejor. Ven a verle.

?Que o quien habia conseguido aquel repentino milagro? El staretz Rasputin. Alix le habia telefoneado por la noche, en algun momento entre mi llegada y la administracion de los ultimos ritos, y en su dolor y desesperacion habia pedido su ayuda furiosamente, igual que Niki habia buscado la mia. Y al igual que yo habia corrido a obedecerle, tambien hizo lo mismo Rasputin, que estaba lejos, en Pokrovskoe, en Siberia. El no tuvo que viajar, sin embargo: se limito a rezar, intercedio ante Dios, y luego envio a la zarina un telegrama: «Dios ha visto tus lagrimas y ha oido tus plegarias. No sufras. El Pequeno no morira».

Quiza deberia decir aqui unas palabras sobre Rasputin. Habia empezado a realizar curaciones para Alexei, y a causa de este hecho se habia vuelto indispensable para Alix, cosa que no habria supuesto ningun problema si Rasputin hubiese sido un hombre discreto, pero, ay, era hombre de teatro del principio al fin, de modo que quiza yo le comprendia mucho mejor que la mayoria. Empecemos por el traje: un desalinado capote negro, la blusa de campesino y las botas de campesino (todo lo cual Alix sustituyo por camisas de seda con acianos bordados, pantalones de terciopelo y botas tan suaves como la mantequilla, ademas de un gorro y un abrigo de castor); el largo pelo sin peinar que caia sobre sus hombros como no lo llevaba ningun hombre, ya fuese campesino o principe, solo los locos sagrados; la barba larga y descuidada, la barba de todos los Antiguos Creyentes, y luego

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