veces, el zar dijo que tendriamos una caza de verdad en otro momento, cuando Alexei estuviese mejor, y Alix le dijo a Alexei que le regalase aquellos soldados a Vova, y el zar ayudo a los chicos a recoger todos los hombrecillos y meterlos en la cajita de madera. Mi hermano nos llevo a la estacion, con un gorro de piel muy bien encasquetado, la nariz como una montanosa reprimenda, y no hablamos entonces del zarevich ni de nada de lo que habiamos visto. Por el contrario, Iosif divirtio a Vova todo el camino con el numero de animales y aves que habia cobrado la partida de caza del zar aquel dia, y yo me senti muy agradecida, porque en el largo camino de vuelta en tren Vova dibujo animales y bosques, escopetas, arcos y flechas, y luego hizo listas de imaginarios registros de caza con numeros cuidadosamente escogidos para los conejos, faisanes, perdices, alces, ciervos y bisontes. Al cabo de unas pocas semanas, cuando Alexei se encontrase lo bastante bien, tambien viajaria a Petersburgo, primero en coche, por la carretera arenosa que yo habia recorrido a pie aquella noche, una carretera que habian rastrillado y alisado bien los criados, y luego por ferrocarril, en un tren que viajaba a veinticinco kilometros por hora para evitarle cualquier posible dano. Por entonces, el oscuro bosque y la oscura casa estarian completamente blanqueadas por la nieve, pero eso no importaria, porque Alix habia conseguido arrebatar a su hijo del averno. La familia imperial no volveria nunca mas a Spala, ni a ninguna de sus propiedades polacas.

Por mi parte, durante anos me pregunte que recordaria mi hijo de aquella noche, de aquella pequena y sencilla habitacion con las paredes pintadas de blanco y un solo cuadro en la pared que representaba a unos hombres de caza, la cama de hierro, la ventana desde la que se podia ver una fria noche en Polonia. Pero nunca se lo pregunte, porque en cuanto aquello acabo, nunca quise volver a hablar de ello. Comprendi entonces por que Niki se habia apartado tan completamente de mi: la enfermedad de su hijo era un tornado que absorbia todo lo que estaba alrededor del muchacho con su vortice potente y solitario.

Una vida por el zar

En el invierno de 1913 el zarevich podia andar, pero solo distancias cortas, y aun asi cojeaba. No obstante, el Gran Tricentenario, la celebracion de los trescientos anos de gobierno Romanov, no podia esperar a su plena recuperacion. Para los acontecimientos ceremoniales tendria que quedarse en casa o ser llevado por uno de los cosacos del sequito personal de la familia, y ello, junto a los grandes ojos del zarevich y sus rasgos endurecidos por la fatiga, hizo comprender a Niki que el pais se llenaria de rumores: el zarevich era un idiota, el zarevich tenia una enfermedad incurable. De modo que, para la representacion de gala de rigor de Una vida por el zar en el teatro Mariinski, cuando el teatro estuviese lleno solamente de oficiales y diplomaticos de la corte, un publico del Viejo Mundo, los nobles de alta cuna que en tiempos gobernaron Rusia muy bien, gracias, sin ninguna ayuda de los campesinos, chupatintas, obreros, judios y revolucionarios, Niki no queria aparecer a traves de la cortina del palco imperial con su hijo invalido en brazos de un cosaco del regimiento Konvoi. No fue mi hermano aquella vez, sino Sergio quien me trajo la propuesta de Niki.

Niki queria que Vova llevase la casaca roja de Alexei de los guardias Preobrazhensky, y que se uniese a ellos en el palco imperial. Vi en el rostro de Sergio que aquella propuesta le emocionaba. Una gran broma, como las que solian gastar los del Club de la Patata, pero el no habia estado en Spala para ver como aquella broma era el preludio de un secuestro. Sergio pensaba que habiamos ido a Polonia para que Vova cazase con Iosif, no para que mi hijo fuese cazado. Y por tanto se propuso persuadirme. Yo ya estaria en el teatro, dijo Sergio, y por eso me resultaria bastante facil llevar a Vova conmigo. El vendria a visitarme en mi camerino como hacia a menudo y me traeria el uniforme de Alexei. El carruaje imperial se colocaria justo ante mi ventana y recogeria por alli a Vova.

– Deja que sea el zarevich por una noche -dijo Sergio, pero yo creo que estaba subyugado por la imagen de aquel nino ilegitimo al que adoraba siendo adorado a su vez por la corte que hasta el momento tanto le habia rechazado. Pero veia que yo no estaba convencida, de modo que dijo-: Mala, Niki necesita nuestra ayuda.

Asi que le pregunte a Vova:

– ?Que te pareceria representar un papel en el teatro esta noche?

Sabia de antemano, claro esta, que aquello le volveria loco, porque no habia abandonado su sueno de convertirse en un futuro Artista Laureado de los Teatros Imperiales. Habia anunciado recientemente que preferia ser actor a bailarin, despues de todo, y le habia dado por disfrazarse para representar satiras con las cosas de Sergio que tenia a mano: guantes, un gorro, una vez incluso sus botas, o trajes que el le compraba, como una guerrera y una coraza de cosaco o el uniforme de bombero con su casco teutonico, que llevaba mientras tripulaba su camioncito de bomberos en miniatura, conduciendolo por los terrenos de la dacha. Cuando le pregunte si le gustaria Vova empezo a saltar de contento ante la perspectiva de actuar.

– ?Y que papel voy a hacer? -me pregunto-. ?Un nino campesino, un paje de cuento de hadas, una marioneta?

Habia visto mis ballets. Se sabia de memoria todos los papeles de ninos.

– No -dije yo-. Un papel muy especial. El de zarevich. El hijo del zar esta enfermo otra vez y no puede estar con su padre y su madre esta noche en el palco. Tu iras con ellos. ?Sabras fingir que eres muy noble, que eres el heredero del trono?

Y mi hijo dijo con demasiada rapidez:

– Si, si. -Y levanto la barbilla y miro a su alrededor imitando muy bien a un noble que supervisaba sus propiedades.

– Muy bien -dije-. Muy bien, mi pequeno zarevich.

Aquella noche llegue al teatro como de costumbre, dos horas antes de que se levantara el telon, e hice que mi costurera me cosiera el vestido puesto un poco antes de hora, para que pudiera irse mucho antes de la llegada de Sergio con el traje de mi hijo. Vova pregunto:

– ?Por que estas tan nerviosa, mama?

Y entonces me di cuenta de que iba siguiendo compulsivamente el dibujo de flores blancas con fondo azul de la cretona que recubria las paredes de mi camerino.

Cuando llego Sergio, susurre:

– Esto es ridiculo. Todo el mundo se dara cuenta de que no es el zarevich.

Y Vova me interrumpio:

– Mama, yo quiero mi traje.

– Mala, deja de preocuparte -dijo Sergio, y acto seguido se dirigio a Vova-: ?Nunca habia visto a tu madre tan nerviosa antes de actuar!

Con una enorme sonrisa lobuna se abrio el gaban y saco el pequeno uniforme que llevaba escondido dentro, el uniforme de la Guardia personal del heredero, una miniatura del uniforme de Niki, con los bombachos rojos y la casaca roja con sus charreteras doradas, cada boton con el aguila imperial grabada y en el cuello bordado el monograma H II, un monograma que solo se le permitia llevar al heredero al trono. Al ver todo aquello, Vova dejo escapar una exclamacion y empezo a bailotear. Tenia diez anos y todavia era un poco infantil por haberle mimado tanto, y Sergio y yo, jugando a ayudas de camara, tuvimos que meterle los pantalones casi a la fuerza, Sergio levantandole del suelo y yo sujetando los pantalones abiertos para que el lo bajara luego.

– Estate quieto -le dije, mientras le abrochaba la camisa y la casaca, y Sergio se reia por la ilusion de Vova, y por mis movimientos convulsivos debido a los nervios. Mi hijo era menudo para su edad y Alexei era alto para los ocho anos que tenia, y eso significaba que el uniforme le quedaba casi perfecto. Con las dos manos, Sergio aliso el pelo de Vova.

– Mira -me dijo-. ?No es el vivo retrato del pequeno zarevich?

Mas que un retrato, pense yo, y entonces oi que se acercaba el coche con el tintineo de las campanillas de las bridas, y este se detuvo en la calle privada justo ante las ventanas bajas de mi camerino, y ese fue el unico sonido que se oyo, ya que la policia, a peticion del zar, habia detenido el trafico que iba de la corte al teatro en ambos extremos. Sergio miro por la ventana y dijo:

– Es Niki. -Y a Vova-: ?Estas preparado?

Como mi hijo asintio vigorosamente, «da, da», Sergio abrio la ventana, dio rapido impulso

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