enano, estaba pegada contra la pared de atras. Niki se levanto a saludarnos, con la cara al principio de color sepia, pero al acercarse a mi, rosada, como si fuera una fotografia que alguien hubiese coloreado mientras yo la miraba. O quiza fuese yo la pintora, y senti que yo tambien adquiria color. Me beso la mano, estrecho la de Vova, ahora casi del mismo tamano que la suya, y le pregunto por sus estudios. ?Estaba aprendiendo frances y geografia? ?Le gustaba? Puso una mano en el hombro de mi chico mientras escuchaba, y de vez en cuando Niki me miraba y sonreia, y yo pensaba, ?le parecere tan vieja como el me parece a mi? Porque yo tenia ya cuarenta y cuatro anos, la edad en que una mujer esta ya dando su largo y reacio adios a la belleza que ha ostentado por derecho propio desde que tenia dieciseis.
Sergio estaba detras, en el estudio, cuando Niki nos enseno la otra habitacion de la casa que habia tomado para el, como si aquella otra estancia, el dormitorio, fuese demasiado personal, demasiado privada para que entrase Sergio, aunque nosotros si que podiamos, y cogio el cachorro de Vova. Habian colocado un catre de campana junto a la ventana, al lado de la propia cama de Niki, y a traves de ella, medio abierta, veiamos las ventanas del ayuntamiento de enfrente, y oiamos el ruido de la calle abajo, voces, un coche o carro de vez en cuando. Aquella era una ciudad, despues de todo, y no un campo de batalla. El catre estaba bien hecho, con las almohadas ahuecadas en el cabecero, como si esperase un visitante, y encima de aquel catre se encontraba una caja que Vova abrio a instancias de Niki. Dentro de ella, mi hijo encontro algunas canicas de colores y soldados de plomo, juguetes que seguramente debieron de pertenecer a Alexei y que se habia dejado alli. Vova miro al zar y Niki afirmo y dijo que podia jugar con ellos, y Vova me miro, algo incomodo. Ya tenia catorce anos, y excepto para colocar soldados en su mapa de batalla, ya no se entretenia con juguetes. Por su gesto, sin embargo, estaba claro que Niki veia en Vova a Alexei, que tenia doce anos, todavia lo bastante nino para que le gustasen los soldaditos de plomo. Mi hijo bajo la vista y luego, con una sonrisita, empezo a alinear los soldados en el alfeizar de la ventana. Habia comprendido. Si el zar queria que tuviese doce anos, pues tendria doce anos. Niki sonrio mientras Vova convertia las canicas en balas de canon para tirar a los soldados. Ah, si nuestros regimientos pudiesen luchar contra los alemanes con tanta facilidad… Habiamos esperado estar en Berlin en la Navidad de 1914. «Todo habra acabado en Navidad», decia todo el mundo. Pero desde entonces habian pasado dos anos.
Niki miraba a Vova pensativo, agitado, con el uniforme arrugado por la parte delantera. Sus botas estaban cubiertas de barro seco. Cada tarde, dijo Niki, iba conduciendo hacia los bosques o caminando por el rio Debieper, a veces solo, a veces con Sergio. Habia empezado, mientras estaba solo en Maguilov, a contemplar la ausencia de color de la vida sin Alexei. Rasputin habia prometido que Alexei superaria su enfermedad a los trece anos, pero los medicos con los que habia hablado el mes anterior le habian dicho lo contrario, y la enfermedad, ciertamente, no habia mostrado senal alguna de desaparecer. Cada mes traia a Alexei un nuevo dolor a las articulaciones, o un dolor de cabeza nuevo, o una fiebre. Cada movimiento era una posibilidad de otra hemorragia. Y ahora, con la muerte de Rasputin, decia Niki, ?quien podria evitar que la siguiente hemorragia fuese fatal? Alix habia llorado durante dias enteros despues del asesinato de Rasputin, ahora que la catastrofe era segura para su hijo. Ella habia leido las cartas de felicitacion y los telegramas de todos sus parientes imperiales, notas confiscadas por la policia secreta, y sabia que ahora estaban solos. El y Alix habian llegado a aceptar que Alexei no viviria mucho mas, y ciertamente no podria servir como zar. Y, segun dijo Niki, no solo era la vida de Alexei la que estaba en peligro; tambien lo estaba la de Alix, por distintos motivos. Ella le habia escrito: «No dejes que me envien a un convento. No me separes de mi nino». ?Habia oido yo algun rumor? Asenti. ?Acaso no sabia el que yo los habia oido practicamente de primera mano en la cama cubierta de marta cibelina, en el palacio de Von Dervis?
Niki me dijo que habia decidido volver a Peter a finales de diciembre, para hacerse cargo de los asuntos molestos en la capital, y luego enviar a Alix y a los ninos al palacio de Livadia, en Crimea, despues de la Navidad rusa, donde podrian quedarse unos cuantos anos, hasta que la guerra hubiese terminado convenientemente, hasta que se hubiese vuelto a implantar el orden por parte del Consejo del Estado y de la Duma del Estado, o bien ese cuerpo parlamentario de dos camaras seria disuelto a perpetuidad. Finalmente, segun su plan, Alix volveria a Petersburgo, pero Alexei, si todavia vivia, se quedaria alli, escondido, igual que su primo ingles Jorge V y su esposa Maria habian ocultado a su enfermizo hijo Juan, igual que la hermana de Alix, Irene, habia ocultado a su hijo hemofilico, Henry. Y alli, igual que John y Henry, acabaria por morir Alexei.
Oiamos las balas de canon que explotaban, las canicas que golpeaban unas con otras mientras Vova jugaba, y Niki volvio la cabeza hacia el, aun hablandome todavia a mi. Queria llevarse a Vova a casa con el, a Tsarskoye, para Navidad, solo. Podia ayudar a decorar los arboles en el palacio Alexander, el del Gran Salon, otro en el corredor para los criados y el ultimo en la sala de juegos, el abeto que ponian alli lleno de adornos de cristal y espumillon, tan alto que casi tocaba el techo, y yo pense: «?Acaso el decreto contra los arboles de Navidad no se aplica al soberano, o Niki esta recordando la comodidad neblinosa de alguna Navidad pasada?». Porque aunque yo sabia que Niki me contaba todos aquellos detalles para tranquilizarme, el que sonreia al recordarlos era el. Las velas en el arbol de la sala de juegos serian las primeras que se encenderian, dijo, y debajo de el, Vova y los demas ninos desenvolverian sus regalos. Despues de Ano Nuevo, Vova podria viajar con ellos a Crimea, para Pascua. Y asi, unas vacaciones conducirian a otras, un mes al siguiente. Vova podria llamarme una vez por semana. Yo podria verle en marzo, antes de que la familia partiese para Crimea. Tendriamos que explicarle a el todo aquello, poco a poco, las peculiaridades de su nacimiento, la funcion de su nuevo lugar, y finalmente, la asimilacion de su nuevo nombre, y esa transferencia debia llevarse a cabo con tan poca prisa y tan cuidadosamente como los petersburgueses cultivaban sus vinas y sus flores en sus invernaderos a lo largo de todo el invierno, obligando a sus bulbos a florecer, a sus vinas a dar fruto, forzando a la naturaleza a hacer lo imposible, a crear el verano en medio del hielo. Y cuando Alix volviese a Peter con las ninas, Vova podria ir con ella. ?Lo entendia todo yo?
No era ninguna idiota… ?como creia que podia haber memorizado si no todos aquellos
En aquel preciso momento un soldado de verdad llego a la puerta del estudio y le dijo a Niki que era la hora de la comida. El rostro de Sergio aparecio a continuacion en la puerta, y por el gesto que traia, supe que el zar ya habia comentado con el sus planes, y que Sergio estaba muy afligido por ellos. Incluso le habia apenado oir que Niki me los volvia a contar a mi, aunque el no sabia que nada de todo aquello era una sorpresa para mi, y que yo venia preparandome y temiendolo desde Spala. Pero comprendi que por eso Sergio me habia hablado antes de muerte, de dejarle sus posesiones a Vova: queria reclamar de alguna manera a Vova antes de que Niki lo engullese por completo. Pero ?que podia hacer Sergio? Vova no era hijo suyo, por mucho que lo quisiera, si bien Vova no lo sabia. Y mi hijo tampoco me pertenecia plenamente a mi. Este destino, o uno similar, habian correspondido a Vova desde su concepcion. Y el no lo sabia tampoco.
Toque la mano de Sergio al pasar a su lado, y luego Niki hizo un gesto a Vova de que se adelantase con Sergio y el soldado, mientras nosotros nos quedabamos un poco atras. Niki se volvio hacia mi a la luz debil e invernal de aquel dormitorio.
– Te prometo que le dejare el mayor imperio que jamas haya poseido Rusia.
El manifiesto navideno de Nicolas II a su ejercito hablaria de esa vision, aunque todavia no realizada, de esa Gran Rusia, y la paz que seguiria de ella, envolviendo a todos los pueblos eslavos y resolviendo todos los conflictos que se habian ido cocinando a fuego lento, «una paz tal que las generaciones venideras bendeciran vuestro sagrado recuerdo». ?Le crei yo acaso? Como sus subditos mas leales, yo todavia confiaba en que el era capaz de cualquier cosa. Entonces el me beso, el triple beso en las mejillas que concede el divino zar a sus subditos en Pascua, y luego un ultimo beso, el de un hombre a una mujer, con sus labios resecos encima de los mios. Yo abri la boca para recibir su ruda lengua, que no habia probado desde hacia catorce anos, y que ahora me permitia