saborear. ?Me habria amado el durante todos aquellos anos? Si el… si el me hubiera hecho noble y me hubiese convertido en su esposa en 1894 en lugar de Alix… Nuestro beso fue largo, y aunque el crepusculo nos envolvia con un manto de piel negra, no eramos totalmente invisibles bajo el. Cuando nos separamos al final, vi que Sergio habia salido, con el cachorro tras el, pero mi hijo habia vuelto para esperarnos, y ahora estaba de pie en el corredor, con el asombro mas absoluto pintado en la cara.

Aquella noche sone que seguia al zar a traves de las puertas del sur de Tsarskoye, esas grandes puertas, con su fachada gotica como el portalon de una iglesia enorme. El zar iba vestido con su grueso capote y su papakhii de piel, y yo solo veia su ancha espalda mientras sus grandes perros, quince perros pastores escoceses, esa gran raza que preferia la reina Victoria, que fue la primera que los crio en Balmoral, venian a meter sus largos morros en los pliegues de su capote, y luego corrian ante el por la hierba, hacia el bosquecillo de abedules y robles, y volvian, entrecruzando sus pasos como lanzaderas en un telar. Su perro favorito, Iman, era el unico en palacio, pero Iman habia desaparecido, quiza se hubiese clavado un clavo en una pata, o nadado demasiado lejos en uno de los lagos, y ahora Niki no queria apegarse a un solo perro, de modo que disfrutaba de ellos como manada, sin querer a uno en particular mas que a otro. Espaciados a diez metros de distancia entre si, ante la alta verja de hierro, se encontraban de pie los guardias cosacos, y a lo largo del horizonte, uno de ellos cabalgaba en un enorme caballo, bestia y hombre fundidos en una sola fuerza veloz, encaminandose a los barracones de su regimiento, construido al estilo moscovita que tanto le gustaba a Niki, una imitacion de pueblo medieval bautizado como Fiodorovski Gorodk. Niki caminaba solo, delante de mi, sin verme, pero yo le seguia mientras iba avanzando por la hierba, por los claros de los arboles, a lo largo de pequenas masas de agua que se habian vuelto verdes y negras por el reflejo de esos arboles y sus sombras y la hierba, los muros amarillos y las columnas blancas del palacio Alexander alzandose como un antiguo templo griego en el otro extremo del largo paseo y el amplio cesped. Sus hijos corrian por alli, construian torres de nieve y bajaban con sus trineos en invierno, paseaban en canoas por los lagos y nadaban en los canales en verano, servian te en la isla de los Ninos, en la casita de juguete, enterraban a sus animales de compania en el pequeno cementerio que habia al otro lado del puente y marcaban sus tumbas con losas de piedra en forma de piramides en miniatura. Yo le segui a traves del puente hasta la isla de los Ninos, donde subio los pocos escalones hasta el porche de la casa de juguete, que se parecia a las casas de juguete construidas para todos los ninos privilegiados rusos desde Pedro el Grande, y donde, con su mano enguantada, barrio las hojas de los asientos de las dos sillas de anea; el viento soplo por encima del agua tranquila e hizo traquetear la pequena canoa en su pequeno muelle de piedra, y las agujas de pino se movieron en los arboles, que eran dos veces mas altos que el tejado. Algunas de las agujas, no sujetas a las ramas, cayeron como una lluvia ligera, y el las quito de la mesa en la cual se encontraba colocada una vajilla de juguete: tetera, tazas y platos, y luego se volvio hacia mi y levanto un brazo con la palma hacia mi, y dijo que el no era Niki, sino Vova, que habia crecido y ya era hombre, y me desperte cuando yo corria por la hierba para ir a besarle la mano.

En Petersburgo, conte a todo el mundo que habia dejado a mi hijo en Stavka, con Sergio.

El 1 de enero Niki regreso a la capital y, como me habia prometido, empezo a librar la capital de sus enemigos para que la ciudad y el trono fueran seguros para nuestros hijos. El principe Dimitri Pavlovich fue exiliado a Persia. El gran duque Nikolasha, que ya estaba en Tiflis, habiendo sido enviado alli tras su destitucion como comandante en jefe del ejercito para dirigir los regimientos del Caucaso, recibio la orden de quedarse indefinidamente alli. El principe Felix Yusupov, con su capote gris de soldado y bajo guardia, fue enviado a su propiedad de la provincia de Kurskaya, en la Rusia central. El hermano de Sergio, Nicolas, fue enviado a Grushevka, su propiedad en el campo en Ucrania. A los Vladimirovich se les ordeno salir de Petrogrado, y Miechen, Andres -que me dedico un rapidisimo adios- y finalmente Boris, se fueron al Caucaso, a Kislovodsk, con la excusa salvadora de que estaban realizando una cura en un balneario, y el palacio Vladimir y la mansion Von Dervis quedaron vacios de repente. Andres vino a decirme adios a la Perspectiva Kronoverski, y yo le bendije con el icono de mi padre de Nuestra Senora de Czestokowa, mientras el se arrodillaba, aunque no se iba a la guerra sino a un lugar que la guerra no habia tocado y donde podia estar totalmente seguro; francamente, me alegre de verle partir. Ya no era ninguna diversion para mi, y su traicion ponia en peligro a mi hijo… mis ambiciones para mi hijo. Kyril, como comandante de la Marina, recibio la orden de dirigirse a Port Romanov, en el Circulo Polar Artico, muy lejos de la capital, donde quiza, con un poco de suerte, se congelara hasta morir. Despues de la guerra, Niki planeaba volver su atencion a sus ministros del Consejo de Estado y a los miembros de la camara inferior de la Duma, para librar ambas de la incompetencia que estaba paralizando el pais, pero sentia que reorganizar el Gobierno justo entonces, en medio de una guerra, podia ser desastroso. Primero Rusia debia ganar a Alemania. Y asi, con este fin, Niki abruptamente decidio volver durante tres semanas a Stavka, y Alix y sus consejeros no pudieron disuadirle.

Las vacaciones de Navidad y Ano Nuevo habian elevado la moral del pais, y el tiempo se habia encargado del resto, volviendose tan frio, a quince grados bajo cero, que las calles se habian vaciado de alborotadores. De hecho hacia tanto frio que no se podian enviar suministros ni a la capital ni fuera de ella, porque las tormentas de nieve mantenian los trenes congelados en las vias. Las panaderias se vieron obligadas a dejar de hacer pan porque la harina y el azucar no se podian transportar desde sus respectivos almacenes y silos, y los ricos pasteles desaparecieron de las tiendas, seguidos por los bizcochos, bollos, tartas y finalmente las humildes hogazas de pan. Las mujeres empezaron a hacer largas colas para obtener lo que hubiese disponible. Habia enormes problemas para transportar el carbon, tambien, y las vallas de madera que quedaban en Peter empezaron a desvanecerse porque la gente las iba arrancando para quemarlas en sus estufas. Pero siguiendo las ordenes del zar, cuatro camiones consiguieron descargar carbon en mi mansion de Petrogrado, y aquella imagen llamo tanto la atencion que se congrego una multitud, a pesar de la temperatura, solo para verla. Como he dicho, mi barrio estaba lejos de las fabricas que albergaban a los huelguistas, y mi casa tambien estaba bastante alejada de los alojamientos donde estos vivian, de modo que aquella multitud pertenecia a la nobleza, pero no por eso era menos hostil. Los hombres golpeaban entre si las manos enguantadas, con los gorros de piel bien encasquetados, y hacian comentarios. Yo abri la puerta del balcon de Vova, solo una rendija. Daba a la perspectiva Kronoverski, y oi al embajador frances Maurice Paleologue, un metomentodo que llevaba un diario de acontecimientos extenso pero ridiculamente banal (los nombramientos ministeriales del zar estaban consignados junto al abrigo de chinchilla y el vestido de tafetan gris que llevaba la bella esposa reciente del hermano de Niki. Hablaba incluso de sus «soberbias perlas»). Si, Paleologue declamaba, altisonante: «Parece que 'nosotros' no reclamamos la atencion de las autoridades imperiales igual que Madame Kschessinska». Ante lo cual yo pense: «Por supuesto que no, fumisterie. ?Tu no eres la madre del zarevich!». Pero no dije nada y cerre la puerta, porque sonaba el telefono, mi llamada semanal de Vova.

Las llamadas siempre empezaban de la misma manera. Un sirviente del palacio anunciaba: «Esta usted recibiendo una llamada de los apartamentos imperiales de Su Majestad el zarevich Alexei Nikolaievich», y luego mi hijo se ponia al telefono y me contaba lo que habia ocurrido durante la semana. Estaba aprendiendo ingles con el tutor de Alexei, Mister Gibbes. Habia bajado en trineo por una enorme colina de hielo y ganado a las chicas, tanto a las Dos Grandes como a las Dos Pequenas, para cenar habian comido cochinillo con rabano picante, y cuando podria ir yo a visitarle, ya que el emperador habia dicho que seria pronto, y yo accedia y decia que si, que seria pronto, a principios de marzo. Despues de aquellas llamadas, yo me vestia y me iba al teatro.

Aunque tenia ya cuarenta y cuatro anos seguia bailando, si bien no tan a menudo, y recuerdo exactamente cual fue mi ultima actuacion, aunque, por supuesto, yo no sabia que iba a ser la ultima. Interprete un pasaje de Carnaval con Mijail Fokine. Pobre Fokine. La guerra le habia ligado a los Teatros Imperiales, donde Diaghilev no tenia ningun dominio, y por tanto Fokine tuvo que volver a reganadientes y hacerme de partenaire, si queria aparecer en el escenario del Mariinski. Cuando se represento la premiere de este ballet, en 1910, Nicolas y Alexandra se sentaron ambos en el palco imperial para verlo, pero ahora lo representabamos con fines beneficos para la guerra. Los escenarios de ese ballet estaban montados de tal manera y con tal perspectiva que los bailarines pareciamos seres en miniatura y que el publico atisbaba una maqueta de terciopelo para vernos retozar. Normalmente, en esa pequena sombrerera de la sala de baile, los personajes se deslizaban magicamente entrando y saliendo entre los pliegues de los telones azules, pero aquella

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