– Despues de un par de meses, creo, empece a sospechar que se trataba de algo mas grave que una migrana infantil. La nina no mejoraba. No habia pausas entre los ataques de dolor. Empeoraba constantemente. Se consumia, se quedo extremadamente delgada. Habia varias posibilidades. Se me ocurrio que podia ser una tuberculosis cerebral fulminante. Antiguamente, cuando nadie sabia nada de nada, se solia hablar de resfriado cerebral. Al final, empece a pensar en una meningitis, pero faltaban muchos sintomas. La meningitis es bastante rapida. A la nina le salieron en la piel lo que se llamaba manchas de cafe y al final considere que bien podia ser un tumor.

– ?Manchas de cafe! -exclamo Erlendur, y recordo que habia oido hablar de ellas antes.

– Pueden ser sintomas de un tumor.

– Entonces la mandaste al hospital de Keflavik.

– Alli murio -dijo Frank-. Me acuerdo del dolor de la madre. Cuando la nina fallecio, perdio la razon. Tuvimos que inyectarle tranquilizantes. Se nego en rotundo a que se le practicara la autopsia. Nos lo prohibio a gritos.

– Pero se la hicieron de todas formas.

El medico vacilo.

– No se podia evitar. De ninguna manera.

– ?Que se descubrio?

– Un tumor, lo que yo habia dicho.

– ?Que clase de tumor?

– No sabria decirlo -contesto el medico-. No se si lo investigaron a fondo. Supongo que lo hicieron. Creo recordar que mencionaron una especie de enfermedad hereditaria.

– ?Hereditaria! -repitio Erlendur subiendo la voz.

– ?No es esa la palabra de moda? Hereditaria. ?Que tiene esto que ver con el asesinato de Holberg? -pregunto Frank.

Erlendur se quedo pensativo y no oyo las palabras del medico.

– ?Por que te interesa el caso de esa nina?

– Estoy sonando -dijo Erlendur.

Capitulo 16

Cuando Erlendur llego a su casa por la noche, Eva Lind no estaba. Procuro seguir su consejo y no preocuparse por saber donde estaria, ni por si iba a volver y en que condiciones. Habia pasado por un bar de comida rapida y llevaba una bolsa con trozos de pollo para los dos. Arrojo la bolsa sobre una silla, y mientras se quitaba el abrigo, le llego olor a comida caliente. En su cocina no olia a guisos desde hacia mucho tiempo. Erlendur solia alimentarse de comida como la que habia en la bolsa arrojada sobre la silla. Hamburguesas, comida lista para llevar de algun bar o supermercado, embutidos, yogures y platos insipidos para microondas. No recordaba cual fue la ultima vez que se cocino algo, ni cuando habia tenido ganas de comer guisos caseros adecuadamente preparados.

Erlendur entro en la cocina con cautela como si esperara encontrarse con algun intruso, y lo primero que vio fue la mesa puesta para dos, con una bonita vajilla que le parecia que era suya. Dos esbeltas copas de vino al lado de los platos y una servilleta encima de cada plato. Velas rojas encendidas en dos candelabros desiguales, que Erlendur no habia visto nunca.

Fue hasta los fogones y advirtio que algo cocia en una olla grande. Levanto la tapa y vio un cocido que burbujeaba dentro. Una fina capa de grasa flotaba encima de zanahorias, patatas, trozos de carne y verduras condimentadas, y de todo ello emanaba un aroma que llenaba la vivienda. Acerco la nariz e inhalo gustosamente aquellos efluvios.

– No tenia bastantes zanahorias -dijo Eva Lind desde la puerta.

Erlendur no la habia oido llegar. Llevaba puesto un anorak de su padre y en la mano sujetaba una bolsita con zanahorias.

– ?Donde has aprendido a preparar cocido? -pregunto Erlendur.

– Mama lo hacia continuamente -respondio Eva Lind-. Hace tiempo, cuando todavia no hablaba muy mal de ti, dijo que el cocido era tu comida favorita. Despues anadio que eras un bicho repugnante.

– Las dos cosas son ciertas -dijo Erlendur.

Observaba a Eva Lind mientras cortaba las zanahorias antes de anadirlas a la olla con el resto de los ingredientes. Se le ocurrio la idea de que en este momento estaba reviviendo una vida familiar por largo tiempo olvidada, y eso le causo a la vez tristeza y alegria. No se permitio el lujo de pensar que iba a durar.

– ?Has encontrado al asesino? -pregunto Eva Lind.

– Ellidi te envia recuerdos -dijo Erlendur.

Se le escapo antes de darse cuenta. En realidad, ese no era el momento de pensar en un animal como Ellidi.

– ?Ellidi? ?Esta en prision? ?Te dijo que me conocia?

– Los indeseables que yo frecuento suelen mencionarte algunas veces -contesto Erlendur-. Creen que asi me hacen dano.

– ?Y logran hacerte dano?

– Algunos. Como Ellidi. ?De que lo conoces? -pregunto Erlendur suavemente.

– Me han contado algunas historias sobre el. Lo vi una vez hace anos. Acababa de pegarse los dientes postizos en la boca con Super Glue.

– Es un idiota acabado.

No hablaron mas de Ellidi esa noche. Cuando se sentaron a la mesa, Eva Lind lleno las copas de agua y Erlendur comio tanto cocido que luego apenas podia levantarse de la mesa para ir al salon, donde se quedo dormido. Durmio en el sofa hasta la manana siguiente, con la ropa puesta.

Tuvo una pesadilla. Esta vez se acordaba de la mayor parte. Sabia que era el mismo sueno de noches anteriores, aunque hasta entonces no se habia fijado en su memoria al despertar.

Eva Lind aparecio ante el como nunca antes la habia visto. Rodeada de una luz que no sabia de donde venia y con un bonito vestido de verano que le llegaba hasta los tobillos. Su larga melena negra le cubria media espalda. La vision era perfecta y casi podia oler el verano. Iba hacia el, o tal vez flotaba, porque a el le parecia que no tocaba el suelo. No distinguia los alrededores, lo unico que veia era a Eva Lind en medio de un derroche de luz. La vio acercarsele con una gran sonrisa. El la esperaba con los brazos abiertos, ansioso de poder abrazarla. Pero ella no llego a acurrucarse entre sus brazos, solo le entrego una fotografia y en ese momento desaparecio la luz y desaparecio Eva Lind. El se quedo con la fotografia que tanto conocia. Era la fotografia del cementerio, que de repente cobraba vida, y el se encontro en medio de la imagen, mirando hacia arriba, al cielo negro, y sintiendo como la lluvia le golpeaba la cara. Al bajar la vista vio que la lapida se retiraba y la tumba se abria, la oscuridad se rompio hasta dejar visible el ataud. El ataud se abrio y Erlendur vio a la nina con un corte que le subia a todo lo largo del cuerpo, hasta los hombros. De pronto la nina abrio los ojos y, mirandolo fijamente, emitio un terrible grito de angustia que se proyecto hacia el desde lo mas profundo de la tumba.

Erlendur se desperto sobresaltado. Se quedo con la mirada fija hasta que logro despejarse. Llamo a Eva Lind, pero no obtuvo respuesta. Entro en su habitacion y, aun antes de abrir la puerta, sintio el vacio. Sabia que se habia ido.

Despues de revisar el censo de Husavik, Elinborg y Sigurdur Oli habian elaborado una lista con los nombres de 176 mujeres que podian haber sido la victima de Holberg. Lo unico en lo que podian basarse era en las palabras de Ellidi, que dijo que habia sido algo parecido a lo de Kolbrun, asi que escogieron mujeres de la edad de Kolbrun, con un margen de diez anos hacia arriba y hacia abajo. Repasando la lista de los nombres se podian formar tres grupos. Una cuarta parte de las mujeres seguia viviendo en Husavik, la mitad se habia mudado a Reikiavik y otra cuarta parte estaba esparcida por todo el pais.

– Un trabajo de locos -suspiro Elinborg mirando la lista antes de pasarsela a Erlendur.

Le llamo la atencion lo desalinado que iba. Llevaba barba de algunos dias, el pelo castano sin peinar y a su traje no le habria venido mal un lavado. Elinborg estuvo a punto de ofrecerle su ayuda para plancharle el traje, pero decidio abstenerse. La cara de Erlendur demostraba claramente que no estaba para bromas.

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