Le presento mis excusas, senor Templar.
– Y yo se las acepto, senor Bloem -dijo el Santo con gran dignidad-. Procure que no vuelva a ocurrir.
Exagero notablemente la actitud del hombre ofendido en su dignidad. Por su altanera observacion, Bloem le dirigio una mirada fulminante, pero el Santo era invulnerable a esa clase de miradas.
– Siento un gran pesar, doctor, por haberles molestado -dijo Bloem haciendo un esfuerzo-. Perdoneme, senorita Holm. Creo que lo mejor sera que me retire.
El Santo avanzo con la pistola automatica.
– Tomela; habiendo un atracador en el pueblo, puede que le haga falta -observo con suave ironia-. Confio en que, si vuelve a encontrarle, disparara sin vacilar.
Bloem le dedico una malevola mirada.
– Puede estar seguro de que asi lo hare, senor Templar.
Iba ya a salir, cuando Hopkins se percato de que le habian arrebatado la gloria de arrestar a un delincuente armado y que aquel hombre impasible y sonriente que le agredio iba a salir libre de castigo.
– ?Oiga, oiga! -exclamo furioso-.?Que pasa ahora? Digan lo que digan, ese hombre me ha agredido y ha de responder de sus actos.
– Cuando a un inocente se le trata como si fuese un criminal -protesto el Santo-, se le debe perdonar el que se haya puesto furioso. Estoy seguro de que el senor Bloem estara conforme conmigo. Es mas -anadio en tono amable, cogiendo a Hopkins por el brazo-, estoy seguro de que le ofrecera una pequena compensacion.?Verdad, senor Bloem?
– Desde luego -respondio este sin entusiasmo-, acepto, naturalmente, la responsabilidad de lo sucedido.
– Eso es hablar como un caballero -aprobo Templar-. Y ahora vayanse y hablen de sus asuntos bajo las estrellas, como dos buenos muchachos.
Al mismo tiempo los empujaba suavemente hacia la puerta. Ambos se marcharon con gran resignacion, cada uno por motivos distintos. El Santo cerro de un portazo.
– El honor ha quedado a salvo, mes enfants -dijo alegre y contento-.?Que??Tomamos otra copa para celebrarlo?
El inspector miro al Santo.
– Me parece bien -dijo-. La suerte hay que celebrarla.?Seria indiscreto preguntar por que llego Horacio tan oportunamente?
– ?Por que habia de ser indiscreto? -exclamo el Santo-. Dile al doctor por que has llegado tan oportunamente, Horacio.
El criado carraspeo.
– Estoy acostumbrado a dar un paseo por las noches y recorro siempre este camino, y como la ventana estaba abierta…
– Vaya, Horacio, no siga; le creo sin necesidad de explicaciones -le interrumpio Carn-. Usted es hombre que merece credito. En la cocina encontrara whisky.
Horacio saludo y salio, mientras el Santo se reia en silencio.
– Horacio es unico -dijo.
– Es eso y mucho mas -replico Carn con voz triste.
Poco despues se despidieron Patricia y Templar del doctor. Recorrieron en silencio la corta distancia hasta la casa solariega, porque el Santo se encontro con la nueva experiencia de no saber que decir. No se le habia ocurrido nada hasta el momento en que la muchacha abrio la puerta del jardin, y aun entonces, solo para retrasar la despedida, pregunto:
– ?Podre verla manana por la manana?
– Desde luego.
– Vendre inmediatamente despues del desayuno.
Patricia recordo de pronto a Agata Girton.
– Creo…?Le importaria que fuese yo a verle?
– Me encantaria. Y si no la aburro mucho, podria quedarse a almorzar conmigo. Digame cuando piensa salir y le enviare a Horacio para que la acompane.
La joven se mostro sorprendida.
– ?Es necesario?
– Desde luego -contesto el Santo gravemente-. Los tigres son muy recelosos, igual que yo, y a estas horas hay uno que estara ponderando si es usted peligrosa o no… Si, ya se que parece risible, pero permitame que se lo mande, aunque solo sea para mi propia tranquilidad.
– Bien…, si usted insiste… A las diez y media, pues.
– Si que insisto. Y para Horacio sera un placer. Otra cosa:?quiere hacerme un gran favor?
Entre tanto habian entrado en la casa, y Patricia encendio la luz del vestibulo para verle mejor la cara. Pero el Santo no hablaba en broma, como ella habia supuesto.
– Cierrese por dentro y ponga la llave debajo de almohada. No abra a nadie… ni a su tia. No creo que pase nada, pero no se puede uno fiar de los tigres.?Lo hara?
– Si, lo hare, pero… es usted muy alarmista.
– Tengo mis motivos. He comprobado esta noche la rapidez con que trabaja el Tigre, y nadie se puede vanagloriar de haber golpeado al Santo dos veces en el mismo sitio… No preste atencion a ningun recado que no le traiga Horacio en persona. No confie mas que en mi, en Horacio o, en caso apuro, en el doctor Carn. Ya se que es mucho exigir, pero vamos a pasar unos dias muy divertidos. Hasta ahora ha procedido usted en todo a las mil maravillas.?Se ve con fuerzas para seguir?
– Lo intentare -repuso.
El Santo tomo la mano de la joven.
– Que Dios la bendiga, Patricia.
Cuando iba a marcharse, ella lo detuvo.
– ?Santo!…
Era extrano oir su apodo de aquellos labios…, el apodo con que hombres duros y sin escrupulos bautizaron a Templar en lugares extranos y sordidos. Habiase acostumbrado a oirlo sin dar importancia, pero ahora, al pronunciarlo aquellos labios femeninos, surgieron de nuevo los recuerdos de antano. Viose otra vez en una taberna de ultramar llena de humo, desviando la mirada del cuerpo del canalla que yacia exanime en el suelo, para contemplar a la muchacha llamada Cherry y escuchar los recios golpes que los rurales daban en la puerta. Habla logrado sacar a la infeliz muchacha del infame lugar y embarcarla rumbo a Liverpool. 'Santo -le habia dicho-, tu apodo tiene una significacion real.' Y nunca mas habia oido pronunciarlo en el mismo tono hasta aquel momento…
– Santo,?fue usted a casa de Bloem?
– No -repuso Templar-, eso fue una treta; pero Bloem pertenece, desde luego, a la pandilla del Tigre. No le pierda de vista. Manana se lo contare todo.?Adios!
El Santo encontro a Horacio en el sendero, oculto junto a la cerca, fumando su pipa.
– Daremos un rodeo -le dijo Templar-. Espero que el Tigre se habra cansado de acosarnos esta noche, pero no se sabe nunca lo que puede pasar. Solo a mi me consta que lo del atracador es mentira, pero a los demas, no, y si manana encontrasen nuestros cadaveres en el campo, todo el mundo creeria que era cosa del inexistente atracador.
Gracias a la precaucion del Santo, nadie les molesto durante el regreso. Tardaron una hora en dar un rodeo hasta vislumbrar la silueta del torreon.
– No es la primera vez que los incautos caen cerca de la meta -murmuro-. Quedate tu aqui oculto entre los arbustos mientras yo exploro el terreno.
El Santo sabia deslizarse con tanto sigilo como un sioux. Horacio solo vio una sombra que se desvanecia de pronto y despues no percibio, ruido alguno hasta que la sombra se materializo a su lado.
– Todo va bien -observo Templar-. Lo que significa que nuestro Tigre esta quemandose las cejas a estas horas para intentar algo realmente eficaz contra nosotros.
El Santo tuvo razon. Aunque el y Horacio no dejaron de vigilar en toda la noche, turnandose en la guardia, nada sucedio. El Tigre habia errado el golpe y, si su organizacion no hubiese sido tan perfecta, se habria visto en una situacion embarazosa. Aun asi, no habia salido muy bien del encuentro. Seguramente en un futuro haria