Ha sido el golpe en la cabeza el que me ha fastidiado.

La joven se encogio todo lo que pudo para dejarle mas sitio a Algy, a fin de que pudiese descansar bien.

– Horacio y yo iremos a explorar hasta que usted se encuentre mejor -contesto-. Hemos de descubrir donde esta la gente del Tigre antes de entrar en accion. Creo que hay muchas personas a bordo, pero es preciso saber cuantas son, para atacarlas una a una sin que los demas se den cuenta. Ademas, estaran aqui Bloem y Bittle, pues, segun ustedes, se hallaban en el muelle, y el Tigre… Son los mas importantes y mas peligrosos, y no podemos cometer ningun error con ellos.

– Si. Lo mejor es ir atacando a los hombres aisladamente segun los vayamos encontrando -dijo Horacio-. Yo ire delante… Ahora mismo salgo. Tengo que ajustar cuentas con esa caterva de desalmados.

– Yo tambien tengo que ajustar una cuenta -observo Patricia-; de modo que primero saldre yo.

Horacio no era hombre que perdiera el tiempo en discusiones; ademas, tenia algo de diplomatico.

– Saldremos juntos -dijo-. Supongo que al senor Lomas-Coper no le importara quedarse aqui solo,?verdad?

– No se preocupen por mi -repuso Algy-. Yo saldre para ayudarles tan pronto me haya repuesto, y confio en que me dejaran a mi ajustar cuentas a ese canalla que me pego un tiro.

No habia realmente ninguna razon para no dejarle solo; asi es que Patricia acepto el consejo de Horacio.

Los dos salieron con grandes precauciones y colocaron la escotilla y la lona del mismo modo como lo habian encontrado. Mientras, Patricia pensaba en que podia hacer.

– Creo que el senor Templar tenia razon -dijo Horacio-. Hay pocos tripulantes a bordo. Me parece que abajo solo debe de haber un maquinista y tal vez un cocinero en la cocina.?Podria usted encargarse del cocinero, mientras yo busco al maquinista?

– Ya me las arreglare -le aseguro Patricia-. Dese prisa. Podemos encontrarnos despues bajo el toldo, frente al salon. Luego veremos como despachamos a los que estan cargando el oro.

– Bien hablado, senorita.?Recuerda la puerta frente a la escala por la que subimos? Baje por ahi; seguramente encontrara con facilidad la cocina.

Horacio la acompano hasta la puerta que daba sobre la escalera, donde se separaron. Sin fanfarroneria alguna, habia asumido para si la parte mas pesada del programa, porque ya habia podido ver que la escalera por la que se bajaba a la sala de maquinas estaba en la parte de popa, mas alla de la escotilla por la que cargaban el oro. Para llegar a ella sin ser visto tendria que colgarse fuera de la borda y avanzar asi sosteniendose unicamente con las manos, y regresar del mismo modo.

Tan pronto como la muchacha desaparecio, se colgo al otro lado de la borda y avanzo rapidamente, no deteniendose hasta que advirtio por el ruido que se hallaba a la altura de la escotilla grande de popa. Alli se detuvo y subio un poco para observar. Percibio las maniobras de carga y oyo una voz que decia:

– Tres viajes mas y habremos terminado.

– Diles que se den prisa. El capitan quiere salir pronto.

Horacio dejo de mirar y continuo avanzando. La banda del Tigre estaba trabajando mas aprisa de lo que habia supuesto, y en los tres viajes que faltaban no emplearian mucho tiempo. No era, pues, el momento mas oportuno para detenerse.

Horacio avanzo hasta alcanzar la parte posterior de la cubierta de popa y subio a ella en el sitio donde habia una chimenea de ventilador entre el y la tripulacion. Luego se acerco con paso rapido a la escalera de la sala de maquinas, alcanzandola sin ser visto.

Es muy dificil bajar una escalera de hierro sin hacer ruido, pero a Horacio le valio ir descalzo; llego sin dificultad hasta la escalera corta que llevaba directamente al sitio donde estaban las maquinas. Solo habia un hombre abajo, inclinado sobre el motor, ajustando una pieza. En aquel momento miro en derredor para buscar una llave inglesa, y entonces vio el peligro. El maquinista dio un grito que resono en el estrecho recinto, pero que seguramente no llego al exterior.

En seguida se fue al encuentro de aquel hombre, con traje de bano, que queria introducirse subrepticiamente en la sala de maquinas, y al hacerlo metio la mano en el bolsillo, encontrando dificultad para sacar el revolver. Esto dio a Horacio todo el tiempo que necesitaba y le ahorro tener que emplear el arma de fuego. Con un salto desde el ultimo tramo de la escalera se precipito sobre el maquinista, y los dos cayeron, pero la cabeza que poco despues dio contra la base del motor, dejando insensible a su dueno, no fue la de Horacio.

Estaba a punto de volver a subir a cubierta, cuando tuvo una idea y regreso junto a aquel hombre. Este tenia mas o menos la misma estatura que el, por lo que le miro la gorra y el mono de mecanico; luego metio su cuerpo, convenientemente atado, en un cuarto que cerro con llave. Poniendose el mono y el gorro de mecanico, Horacio se dijo que gozaba de mayores ventajas, porque podia moverse con mas libertad por el buque y, si encontraba a alguno de la banda, no lo reconoceria hasta que lo tuviese encima.

Ya se hallaba a medio camino cuando oyo fuertes pisadas en direccion a la escalera. Horacio bajo aprisa y se inclino sobre uno de los motores, preparado para cualquier ataque. Las pisadas se detuvieron junto a la escalera.

– ?Todo va bien, Jose? -oyo preguntar.

– Si, senor -repuso Horacio con voz fingida, sin levantar la cabeza.

– Saldremos dentro de una hora, o antes. No se preocupe ya del motor electrico. Tengalo todo preparado para poner en marcha el otro… Hemos de alejarnos a la mayor velocidad.

– Si, senor.

– Dare la senal tan pronto tengamos a bordo toda la carga, y entonces puede poner en marcha el motor grande.

Las pisadas se alejaron, y Horacio volvio a respirar. Habia visto una puerta de hierro al fondo de la sala de maquinas, pero creyo que era la que llevaba a los depositos de combustible. Asi era, en efecto, pero tambien pasaba por alli un estrecho pasillo que llegaba hasta el pie de la escalera auxiliar por la que se comunicaba con la parte de los camarotes. Percibio el ruido de la puerta al abrirse y con rapidez volvio a inclinarse sobre el motor como si estuviese trabajando.

El hombre que entro no hablo, pero Horacio noto el suave deslizar de los pies sobre el suelo grasoso, y los pelos se le pusieron de punta. Habia algo siniestro en la manera de acercarse de aquel hombre; tan silenciosos eran sus movimientos, que Horacio no los hubiese notado de no estar alerta.

Paso a paso se acerco el nuevo personaje, mientras Horacio examinaba, indiferente, una bujia del motor, pero muy atento al peligro que se aproximaba. Por lo que podia adivinar, el hombre estaba a pocos pasos de el, y no alcanzo a comprender el porque de tanta precaucion si se trataba de algun tripulante o alguien de la banda del Tigre, puesto que el no podia serle sospechoso llevando como llevaba el mono del mecanico y sin verle la cara. Sin embargo, por algun motivo que desconocia, sospechaban de el.

El instinto de conservacion le hizo volverse en el preciso momento, y el terrible golpe que iba dirigido a su cabeza paso rozando y dio sobre la caja del motor. Horacio se aparto y trato de saltar sobre el agresor, pero resbalo y cayo. Su enorme revolver estaba debajo del mono y no tuvo tiempo de sacarlo antes de que el atacante se le echara encima cogiendole por el cuello con mano de hierro…

Con solo dos ayudantes, uno de los cuales se hallaba temporalmente fuera de combate, Patricia lo tenia todo en contra. La unica probabilidad de exito estaba en la audacia con que procediesen. La menor vacilacion los exponia al fracaso. Estaba decidida a seguir asumiendo el riesgo con valentia.

Horacio habia ido a arreglar la cuestion del mecanico y era hombre de confianza de cuya eficacia no cabia dudar. Despues de quitar de en medio a su hombre, volveria al punto de encuentro, y si ella no acudia al cabo de un tiempo razonable, la buscaria y trataria de manera conveniente a los cachorros del Tigre que encontrase en el camino. La joven adivino que Horacio aun temia por la seguridad de ella y que dudaba de su habilidad de hacer algo practico. Asi que, para evitar enojosas discusiones, decidio tomar las riendas.

Los hombres que trabajaban como cocineros en los buques podrian no ser iguales a los demas hombres, como pensaba Horacio, pero al menos uno de la especie poseia la mentalidad de la gente corriente, porque comprendio muy bien la nota metalica en la orden que Patricia le dio desde la puerta de la cocina y con mucha prudencia decidio no alzar la voz pidiendo socorro.

– ?Arriba las manos! No abra la boca ni para respirar, porque podria ocurrirseme que va a dar un grito, y sus hijos quedarian huerfanos.

El hombre se volvio lentamente, con una sarten en la mano.

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