Vio en la puerta a una esbelta joven de aspecto energico que vestia un elegante traje de bano. En otras circunstancias, el cocinero, que no era tonto, hubiera podido admirar la perfeccion de la figura femenina y el milagro de un cuerpo que podia resistir una carrera de natacion de dos millas sin perder un atomo de su belleza. Pero solo tenia ojos para la fatidica pistola que la pequena mano sostenia con tanta firmeza en su direccion, y al alzar la mirada para contemplar el rostro de la joven pudo convencerse de que irradiaba inexorab~e decision de matar si no obedecia la orden.

– Me estoy cansando de esperar -exclamo Patricia con voz acerada-.?Arriba las manos!

El hombre empezo a alzar las manos y, de pronto, la pesada sarten salio disparada hacia la joven.

Patricia esquivo el golpe y la sarten fue a parar al pasillo, chocando contra la pared de enfrente. Vio que el hombre se echaba encima de ella y apreto dos veces el gatillo.

Esperaba oir las detonaciones, pero al ver que la pistola habia fallado, sintio como si hubiese recibido un golpe en pleno pecho. En aquella fraccion de segundo se dio cuenta de las palabras del Santo, que le dijo que iba a darle una pistolera impermeable para resguardar el arma del agua, y ella olvido llevarsela. La larga inmersion habia humedecido los fulminantes de las balas, y la pistola, de la que tanto dependia, era tan inutil como un trozo de hierro viejo. Mientras tanto, el hombre seguia corriendo hacia ella…

Casi sin saber lo que hacia, Patricia alzo la mano y tiro la inutil pistola contra el cocinero. Este recibio el golpe en plena frente y se derrumbo como fulminado.

La joven se quedo quieta, escuchando con gran atencion y preguntandose si alguien habria oido el ruido de la sarten. El corazon le latia furiosamente. Casi habia sido vencida en el primer asalto. Sin embargo, al parecer, nadie habia oido nada, y poco a poco recobro la serenidad y la calma. El impetu del cocinero casi le habia llevado fuera de la puerta, y ella tuvo que meterlo otra vez dentro. Despues recogio la sarten, la colgo en la pared y cerro la puerta.

El siguiente paso habia de ser sin duda en el puente. Alli solo estaria el capitan, a no ser que Bittle, Bloem o el mismo Tigre hubiesen subido tambien para desde alli ver el progreso de la carga. Patricia se sintio capaz de asumir ahora todos los peligros. Lo que le faltaba era un arma. La suerte le favorecio. Al volver por el pasillo, vio una puerta entreabierta y, por la abertura, una serie de rifles, cuchillos y revolveres. El Tigre disponia de un arsenal excelente.

Ella entro y escogio dos buenos revolveres. Debajo de la estanteria habia cajas con municiones, de modo que le fue facil cargar las armas y llevarse una provision. Al salir cerro la puerta y se guardo la llave en el cinturon. Asi los cachorros del Tigre estarian en desventaja en el caso de que se llegase a una lucha abierta.

Poco tardo en encontrar el camino que llevaba desde aquella parte del buque al puente de mando. Subio una escalera y se encontro en la cubierta superior, inmediatamente detras del puente, que estaba a mayor altura que aquella, encima de dos camarotes, uno de los cuales seria el del capitan, y el otro, seguramente el del Tigre. Se prometio investigarlos mas tarde. De momento, lo que mas urgia era atacar el puente de mando, puesto que el tiempo apremiaba y dentro de poco la tripulacion empezaria a invadir todo el buque para prepararlo para la salida. Aun percibia el ruido de la maquinilla de carga.

No muy lejos de la parte sombreada donde se habia ocultado durante unos segundos estaba la escalera que conducia al puente. La alcanzo con rapidez y empezo a subir.

Vio a un hombre inclinado sobre babor. La luz de la Luna permitia ver los botones dorados de su uniforme. Estaba contemplando el mar, mordisqueando la pipa, envuelto en sus pensamientos. En realidad, estaba pensando en la buena vida que se daria en El Cabo, cuyos secretos conocia; con el dinero del Tigre se proponia divertirse como nunca. Pero noto que algo duro se apoyaba en su espina dorsal y escucho una orden que no le era desconocida:

– ?Manos arriba!

La orden fue dada con voz suave, pero habia en ella tal tono de amenaza que obligo al capitan Maggs a obedecer sin chistar.

Una mano se metio en el bolsillo de su americana y le quito la pistola.

– Ahora puede volverse.

Maggs giro lentamente sobre sus talones y se quedo con la boca abierta al ver a la joven.

– ?Demonio de chica! -exclamo, envalentonandose al ver a una mujer-.?Caramba, chiquilla!?Sabes que eres valiente?

Empezo a bajar los brazos, pero Patricia le apunto con los dos revolveres al pecho. Las manos que los sostenian eran tan fuertes como si fuesen de piedra, y la aguda mirada del capitan no descubrio nerviosismo alguno en el rostro de la joven. Maggs, experimentado en todos los azares de la vida, leyo la amenaza de muerte en los ojos de Patricia y volvio a alzar los brazos.

– ?Baje la escalera! -ordeno Patricia-. Y no trate de escapar o de gritar. Tarde o temprano, habra tiros esta noche, y no me importa empezar por matarle a usted.

Maggs cumplio al pie de la letra las instrucciones de la joven. Era demasiado viejo para no conocer lo que era una fanfarronada y sabia que aquella muchacha con los dos revolveres no amenazaba en balde. Lentamente bajo la escalera y espero abajo, y no tardo en advertir que la muchacha habia bajado tambien y que volvia a clavarle las armas en la espalda.

– ?Donde esta el Tigre?

Maggs rio entre dientes.

– Esta usted equivocada, joven -dijo-. El Tigre no esta a bordo ni embarcara tampoco. Le han convencido para que desista.

– ?Donde le gustaria recibir el tiro? -pregunto ella glacialmente.

– Aqui si que no valen amenazas. Le he dicho y le repito que el Tigre no esta a bordo. No puedo decirle por que ni tampoco donde esta, pero si que le digo que los demas llegaron sin el, diciendo que acaso vendria mas tarde o que tal vez no vendria. Pregunteselo a Bittle.

Patricia no sabia si el hombre mentia, pero comprendio que estaba buscando la oportunidad de invertir la situacion.

– ?Donde esta Bittle?

– En el camarote de la izquierda.

– Lleveme alli -ordeno Patricia, quien, por la vacilacion del capitan, comprendio que este habia mentido, esperando que ella no insistiria en entrar en el camarote senalado, sino en el de la derecha, donde seguramente estaria Bittle.

Maggs abrio la puerta y ella le detuvo.

– Entre y mantengase alejado de la puerta. Si trata de darme con ella en las narices, le pesara.

Maggs se sometio a la fuerza; la joven le siguio y cerro la puerta de golpe con el pie. Se hallaba ahora en un dilema… Un hombre hubiese atado al capitan, pero ella no podia aventurarse a tal cosa, porque, desarmada, no tenia fuerza para luchar con aquel hombron. Con una mano sola no le seria posible atarlo. Tampoco podria dejarle libre en el camarote, cerrandolo solo con llave, porque Maggs podria romper la ventana y llamar a su gente tan pronto se marchase ella.

Sin pensarlo mas, cogio el revolver por el canon, lo levanto y lo hizo descender con todas sus fuerzas sobre la parte posterior de la cabeza del capitan.

Al verlo postrado en el suelo, inconsciente, Patricia se puso a temblar. Entrar al abordaje y dejar inconsciente a un cocinero recalcitrante en lucha abierta era una cosa, pero golpear a un hombre con un arma contundente a sangre fria era muy distinto.

Temio haberle roto la cabeza, matandolo, pero una rapida ojeada le demostro que aun seguia respirando, aunque, a calcular por la fuerza que habia puesto en el golpe, aquel hombre no se enteraria de nada en mucho rato.

'Ten coraje, Patricia -se dijo la joven, levantandose-. No se trata aqui de un te en la rectoria… No puedes ser sentimental. A ti te tratarian peor si te cogiesen, de modo que…?duro y a la cabeza!'

Ahora le tocaba el turno a Bittle.

Cerro el camarote de Maggs y escondio la llave detras de una cornamusa, donde podia encontrarla mas tarde si la necesitaba. Luego se dirigio a la otra puerta, giro el tirador y la abrio violentamente.

El camarote estaba, a oscuras. Busco la llave, y el cuarto se inundo de luz, tan brillante que casi la cego. De todos modos, pudo ver que no habia nadie dentro. Sobre la litera habia una maleta abierta, y ropa al lado. Un debil olor a humo de tabaco revelo que el ocupante habia estado alli recientemente. Sus ojos descubrieron pronto

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