Bittle la dejo.

De pronto empezo a advertir cierta vibracion, mas sentida que oida. Al principio no supo explicarse el origen, pero luego comprendio que se trataba de las vibraciones del motor del buque.

El cargamento estaba, por lo tanto, a bordo y el Tigre se preparaba a salir. Patricia se levanto, miro por la porta y vio a dos hombres junto a la maquinilla. Alguien desde abajo dio una orden y aquella empezo a girar. Escucho el ruido de la cadena del ancora. Luego oyo que algunos hombres cruzaban la cubierta superior. Los pasos se dirigieron a la escalera que conducia al puente; luego los oyo en este, encima del camarote. Habia dos hombres, y uno de ellos era Bittle. Este hizo una pregunta a grandes gritos, y desde abajo le contestaron afirmativamente.

– ?En marcha! -ordeno Bittle despues, y Patricia oyo el sonido del telegrafo de la sala de maquinas.

Las vibraciones aumentaron y el barco se puso en movimiento. Los contornos de la costa desfilaban por el campo de vision de la joven. Al mismo tiempo percibio el ruido del agua… Otra llamada desde el puente, y el buque empezo a girar, poniendo proa hacia el mar…

Estaban en camino… El Tigre se habia llevado el botin, tal como habia proyectado.

La joven se dejo caer sobre la litera y se cubrio el rostro con las manos. En aquel instante gusto las amarguras de la derrota.

Bittle bajo al puente y se dirigio a la puerta del otro camarote, dando fuertes golpes y llamando al mismo tiempo al capitan. Al no obtener respuesta, cruzo la cubierta en direccion a su camarote. Patricia se dio cuenta de su llegada cuando metio la llave en la cerradura.

Cuando entro, ella habia tenido tiempo de serenarse, y Bittle se encontro con la misma mirada despreciativa de antes, lo que le hizo sentir cierta admiracion por la muchacha.

– ?Sigue tan serena? -pregunto.

– Lo mismo…, gracias.

– Tiene usted valor, pero temo que de nada le servira. Usted sabe que Templar esta muerto,?verdad?

– Si…, el senor Templar esta muerto. Pero el juego continua -repuso Patricia mirandole fijamente-. Hasta yo puedo morir. Quedan otros. Jamas podra usted decir que se halla seguro mientras exista la ley y personas honradas que luchan por defenderla. Por ahora gana usted, pero al fin perdera. El senor Templar, al fin y al cabo, no era sino un peon en este juego, lo mismo que yo. Pero quedan muchos que ocuparan nuestro sitio…, hombres que jamas descansaran hasta que usted vaya a la horca.?Pienselo bien, Bittle! Pasaran anos y usted recorrera miles de millas; acaso cambie su nombre y se establezca en el otro confin de la Tierra; se convertira en hombre importante y respetado con todo ese dinero, y creera que el pasado esta olvidado. Pero en lo mas hondo de su corazon siempre residira el miedo. Si eso es la victoria, Bittle, ha ganado…, pero yo no me cambiaria por usted.

Bittle no se mostro impresionado.

– ?Pero de veras cree que me asusto tan facilmente? Si quiere, puede venir conmigo a la cubierta para ver como desaparece Inglaterra. No la volvera usted a ver nunca mas… En Baycombe nadie sabe nuestro paradero… Solo un hombre peligroso quedo alli, y ahora ya esta muerto. Me refiero al criado de Templar.?Quien le ayudara?

– ?Cuando mato usted a Horacio? -pregunto Patricia-. Porque cuando le deje estaba vivo aun.

La joven se pregunto si al fin habrian cogido al criado, pero no pensaba revelar nada antes de saber con certeza lo ocurrido. La respuesta de Bittle la reconforto:

– A las dos asaltaran el torreon y Horacio morira… Asi quedo convenido.

– Entonces,?puede darme un cigarrillo?

Bittle le ofrecio la pitillera y observo como sacudia el cigarrillo sobre la una del pulgar. Su mano no temblaba.

– Y un fosforo,?quiere?

Bittle le ofrecio lumbre, y ella se recosto, echando una gran bocanada de humo contra el techo.

– ?Tambien ha hecho lo necesario para matar a Carn? -pregunto.

– ?A Carn?…?A ese tonto??Por que?

– Porque ese tonto, como usted le llama, es el inspector de policia Carn, de Scotland Yard. Esta tarde se marcho a Ilfracombe para buscar ayuda. Seguramente no llego a tiempo, pero eso no quiere decir otra cosa que, al amanecer, los torpederos ingleses se haran a la mar en busca de usted. Me apuesto a que es una pequena sorpresa para usted,?no?

Hablaba en tono placido, tranquilo, y, en la seguridad de que no se trataba de una fanfarronada, fue un golpe terrible para Bittle. Se inclino y le clavo los ojos, pero ella sostuvo la mirada sin pestanear.

– ?Quiere usted decir que Carn es inspector de policia? -dijo sin darse por vencido aun.

– Si, senor.?Y usted me quiere hacer creer que el Tigre…, ese viejo tonto…, ha tenido a Carn viviendo durante meses a su lado sin sospechar nunca de el?… La verdad, son todos ustedes muy estupidos.

El hombre se puso rojo de ira y ella creyo que iba a pegarle. Sus ojos llameaban. Luego se domino y se echo atras.

– Gracias… por haberme avisado. Les estare esperando… Pero usted no se reira. Mientras la tenga aqui como rehen, no se atreveran a tocarme. Usted nos salvara a todos, hermosa.

– Pero, hombre de Dios… -replico Patricia, desdenosa y despreciativa-. Yo no levantaria el menique para salvarle a usted aunque se asara en el infierno.

– Cambiara de parecer, porque la obligare -exclamo Bittle, furioso.

Luego abrio la puerta.

– ?Bloem!

Espero, rabiando, y luego grito de nuevo:

– ?Bloem!…?Bloem!…?Maldito holandes!…?Eh, tu!… -dirigiendose a un marinero que acudio a los gritos-: Ve a buscar al senor Bloem y dile que venga en seguida aqui.?Corre!

Volvio a cerrar la puerta de golpe y se encaro con Patricia.

– Va usted a sentir no haber aceptado mi ofrecimiento aquella noche -dijo con voz maligna.

– La humillacion que usted va a sufrir sera siempre uno de los mejores recuerdos de mi vida.

– No lo veran sus ojos.

Se apoyo contra la puerta con los brazos cruzados y mirandola con ojos malevolos, pero Patricia, tras una mirada de supremo desprecio, continuo fumando sin hacerle caso.

La espera fue larga, y Bittle se sentia cada vez mas furioso e impaciente.

Por fin oyeron pasos y una llamada en la puerta. Bittle abrio y dio un grito de rabia.

– ?Que diablos…?

– Lo siento, senor, pero no encuentro al senor Bloem.

– ?Que no lo encuentras??Maldita pereza! Lo que pasa es que no has buscado… El barco no es tan grande…?Que es eso de no poderlo encontrar?

– La pura verdad, senor-. He mirado por todas partes y dos companeros me han ayudado. Parece que no esta a bordo.

– El senor Bloem esta a bordo -grito Bittle-. Vete y vuelve a mirar… y no me vengas con excusas.

En aquel momento sobrevino una interrupcion sorprendente que hizo palidecer a Bittle y que la muchacha saltara en pie, profundamente conmovida, porque desde la popa de la cubierta inferior sono un grito alegre y que solo podia venir de un hombre…, aquel que dijeron que habia muerto aquella tarde:

– ?Ah del barco!…?Bittle!

Bittle se echo atras, sobrecogido de momento por la supersticion. Patricia se precipito a la puerta, pero el la envio de un empujon sobre la litera con la fuerza de un loco.

– Patricia -sono de nuevo la voz-.?Estas bien?

– Si, Simon…?Oh Santo!…?Eres tu?

– El mismo, vivito y coleando.

Bittle saco dos revolveres, gritando:

– Atacadle…, no os quedeis ahi pasmados… A buscar las armas… Cien libras al que mate a ese hombre.

La risa del Santo estallo con fuerza. Patricia se emociono porque no creia poder volver a oirla.

– Pero, querido angelito,?no podria usted subir un poco el precio?

Entonces Patricia le vio. Estaba sobre la barandilla, en la popa, y a su lado habia dos hombres. Al principio le

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