parecio que el tercero era Algy, hasta que se dio cuenta de que era mas gordo y que iba vestido; tambien vio que Horacio se servia de el como escudo. Oyo carreras en cubierta y luego subieron arriba cuatro individuos armados. Seguramente tenian otra llave para el camarote que ella dejo cerrado.
El Santo avanzo con Horacio y el otro.
– Digales que tengan cuidado con la punteria, Bittle -aviso el Santo-. Este saco de arena detras del cual nos estamos resguardando es nada menos que el mismisimo Bloem.
– ?Alto!
Bittle se habia repuesto.
Asio a Patricia por el brazo y la saco a la cubierta, iluminada por la Luna, a fin de que el Santo la viera bien. Ademas, la coloco delante para protegerse con su cuerpo
– Cuidado con la punteria, Templar -grito-. Y cuidado con lo que dice…?Porque si ustedes no se entregan en el termino de tres minutos, voy a matar a esta mujer con mis propias manos!
19. El Tigre
Tres minutos mas tarde, Simon Templar y Horacio entraban en el salon del barco rodeados de seis marineros con armas.
– Buenas noches, querido Bittle -dijo el Santo afablemente-.?Que sorpresa verle a usted!, como dijo el pastor al encontrarse con uno de sus conspicuos feligreses en un cabaret. Sientese y cuenteme que novedades hay.
Bittle sonrio.
– Todos cometemos errores -dijo-; pero nunca pude imaginarme que usted olvidase un factor tan importante como la senorita Holm.
– Esperaba que usted se olvidase de ello -explico el Santo-. Francamente, crei que su inteligencia no alcanzaria a tanto. Sin embargo, todos nos equivocamos, hasta los mas jovenes e inexpertos de nosotros…, y pocos errores son irreparables.
Bittle asintio con un lento movimiento de cabeza.
– Muy pocos, en efecto -convino-. Y cometi uno muy grande cuando contaba con la muerte de usted… Pero ya lo ve, el error queda rectificado. Aun asi, Templar, es usted hombre muerto.
El Santo giro lentamente la vista en torno.
– Muy confortable -admitio-, pero, la verdad, creia que el cielo seria algo mas lujoso. Ademas -mirando a los seis guardianes armados con revolveres y cuchillos-, esos no tienen aspecto de angeles ni usted tampoco.?No le parece que me he equivocado de camino y he llegado por error al infierno?
Sus mojados pantalones no tenian forma, y la blancura de su rota camisa estaba manchada de grasa, pero, no obstante, debido a su natural prestancia, su aspecto era elegante y de hombre de mundo que esta a sus anchas. Y, a pesar de que obviamente la suerte le era adversa, conservaba su aire de indestructible confianza. Bittle, en cambio, no veia ninguna salida de la trampa en que habia hecho caer al Santo y no se dejo impresionar por sus arrogancias.
– ?Los habeis registrado? -pregunto a uno de los marineros.
Pero le contesto el mismo Santo:
– He entregado mi pistola.
– Guardandose el cuchillo. Ya conozco el ardid -dijo Bittle.
El mismo le quito el punal llamado 'Ana', y, despues de registrarle bien, encontro el otro. El descubrimiento le agrado sobremanera.
– No pienso cometer mas errores, Templar.
– ?Cuanto me alegro! -contesto este arrastrando las palabras-.?Me hace el favor de devolverme la pitillera? 'Ana' y 'Bella' no les sirven a nadie mas que a mi, pero la pitillera es de plata de ley…, la gane en un torneo de Bournemouth.
Bittle examino el estuche y, no encontrando en el nada sospechoso, se lo devolvio al Santo. Este la puso de nuevo en el bolsillo posterior del pantalon.
Templar giro de pronto sobre sus talones, y los marineros se echaron atras y alzaron las manos. El Santo se echo a reir.
– ?Que valientes son sus hombres! -observo-. Estoy completamente desarmado, y cada uno de ellos parece un arsenal ambulante… Sin embargo, fijese.
Dio un paso hacia uno de los hombres de cara hosca, y este se echo atras. El Santo le tiro de la nariz y, volviendose rapidamente, tropezo con otro marinero y lo hizo caer de forma estrepitosa. Bittle se levanto renegando y cogio su revolver. Pero el Santo dio algunos pasos atras y levanto las manos riendo.
– Solo se trataba de una demostracion de lo que puede la superioridad moral -dijo con desden.
– Pues vamos a evitar eso -grazno Bittle, furioso por haberse dejado alarmar por los enganos del Santo-. Tu -dirigiendose a uno de los hombres-, vete a buscar cuerda… Veremos lo que hara cuando este solidamente atado.
– Todo lo que usted quiera -contesto el Santo-. A mi lado, Houdini es un chiquillo. Los nudos no significan nada para mi.
Trajeron la cuerda y ataron las manos del Santo solidamente a la espalda. El hombre encargado del trabajo sabia lo que hacia y, ademas, era el individuo al que el Santo le habia tirado de la nariz; por lo tanto, no tenia motivos de consideracion con el prisionero y apreto las cuerdas de modo desmesurado. El Santo seguia riendo a pesar de todo y dijo tan solo:
– Cuidado, no vaya a romper la cuerda.
El hombre se arrodillo para ligarle tambien los tobillos, pero el Santo, sin inmutarse, puso un pie en el rostro de aquel y le hizo caer.
– Si no hay inconveniente -dijo-, me sentare primero.
Cruzo con indiferencia el salon y se coloco en uno de los sillones giratorios. Luego permitio que el hombre le sujetara los pies, lo que hizo con la misma brutalidad de antes. Terminada la operacion, el marinero se puso de pie y le dio al Santo un golpe en pleno rostro y luego le escupio. El Santo siguio inconmovible.
– Te felicito -dijo en voz baja-. Eres el primer hombre que ha hecho eso, y me complace pensar que antes de la manana seras el decimotercero a quien habre matado.
– Basta ya -exclamo Bittle al ver que el marinero alzaba de nuevo la mano-. Ata al criado.
Horacio apreto los punos y miro con furia en derredor.
– Vengan si se atreven -exclamo retandolos.
Horacio era valiente, pero estaba rodeado de marineros y solo pudo derribar a dos, porque los demas se le echaron encima. Tras un breve forcejeo quedo solidamente sujeto. Le ataron aun mas fuerte que al Santo, porque aquellos brutos comprendian mejor su manera de defenderse que la de aquel. Luego uno salio para buscar a Patricia. Templar reunio toda su sangre fria para que Patricia no se desanimara al verle.
La joven entro en el salon con la cabeza erguida, pero la emocion de ver a su amado reducido a la impotencia, con hilos de sangre que le salian por la boca, fue demasiado para ella.
– ?Simon! -sollozo, y hubiera corrido hacia el si dos marineros no lo hubiesen impedido, obligandola a ponerse junto a la pared.
– No te preocupes, Pat -encarecio el Santo-. No permitas que estos cerdos te vean desanimada… No estoy herido. Me dieron un golpe en el rostro, pero eso no sera nada comparado con la cara que tendra ese mamarracho cuando haya acabado con el… Pat, fijate ahora en ese otro sujeto desagradable…, el mismo Bittle en persona, y vas a oir su discurso acerca de su triunfo… Se lo estoy viendo en la calabaza arrugada que el llama cara.
Bittle asintio sin dejarse impresionar por el insulto.
– Ha de confesar a usted -dijo- que tengo motivos para estar satisfecho de como termina nuestra antigua rivalidad.
– ?Como termina! No termina nada aun -exclamo el Santo con supremo desden -.?Aun no he empezado!
– En tal caso, Templar, parece que se ha perdido usted la unica oportunidad que tenia… De todos modos, ha dicho usted bien; voy a esbozar ahora el programa que me propongo realizar por lo que respecta a su