restaurante de comida rapida que habia al otro lado.
– ?Que ves alli?
El miro la superficie acristalada que ocupaba la mayor parte de la planta baja del edificio. Gente joven entraba y salia o estaba sentada a las mesas que se veian por las enormes ventanas.
– Veo la destruccion de dos mil anos de cultura culinaria -rio el.
– ?Y en la puerta, que ves? -pregunto Franca, muy seria.
El volvio a mirar, decepcionado de que ella no le hubiera reido la salida. Vio a dos hombres con traje oscuro y cartera que hablaban entre si. A su izquierda, habia una mujer joven que sujetaba el bolso debajo del brazo al tiempo que sostenia una agenda abierta en una mano y marcaba un numero en su
– Veo a varias personas que hacen lo que suele hacer la gente en
– ?Y es…? -pregunto ella mirandolo ahora fijamente.
– Charlan porque se han encontrado por casualidad o porque se han citado, o entran a tomar una copa, lo mismo que nosotros y luego se van a su casa, como nos iremos nosotros.
– ?Y esos dos? -pregunto ella indicando con la barbilla al flaco y la vieja.
– Ella debe de haber oido misa en alguna iglesia de por aqui y ahora se ira a su casa a almorzar.
– ?Y el?
Brunetti volvio a mirar a la pareja, que seguian enfrascados en su conversacion.
– Da la impresion de que ella quiere salvarle el alma y el se resiste.
– Ese no tiene alma que salvar -dijo Franca, y a Brunetti le sorprendieron esas palabras en boca de una mujer a la que nunca habia oido hablar mal de nadie-. Y ella, tampoco -agrego con una voz fria e implacable.
Se volvio hacia la libreria y miro otra vez el escaparate. De espaldas a Brunetti, dijo:
– Son Angelina Volpato y Massimo, su marido. Dos de los peores usureros de la ciudad. Nadie sabe cuando empezaron, pero durante los diez ultimos anos han sido los que la gente mas ha utilizado.
Brunetti noto a su lado una presencia. Una mujer se habia parado a mirar el escaparate. Franca callo. Cuando la mujer se fue, prosiguio:
– La gente sabe que puede encontrarlos aqui casi todas las mananas. Vienen a buscarlos, y Angelina los invita a ir a su casa. -Hizo una pausa-. Ella es la mas vampiro. -Se detuvo otra vez y, cuando se hubo calmado, prosiguio-: Desde alli llaman al notario y alli redactan los documentos. Ella les da el dinero y ellos le dan la casa, o el negocio, o los muebles.
– ?Y el interes?
– Depende de la suma que necesiten y del plazo. Si es solo un par de millones de liras, acepta los muebles en garantia. Si es mas dinero, cincuenta millones o mas, ella calcula el interes. Dicen que te lo calcula en un momento, a pesar de que tambien se dice que es analfabeta, lo mismo que el marido. -Se quedo pensativa un momento-. Si se trata de una cantidad importante, la gente se aviene a darle el titulo de propiedad de la casa, en el caso de que no pueda entregarle una suma determinada a plazo fijo.
– ?Y si no pagan?
– El abogado de la Volpato los demanda y ella presenta el documento firmado ante notario.
Mientras ella hablaba, Brunetti reflexionaba sin apartar la mirada de los libros del escaparate y reconocia que nada de aquello era nuevo para el. Aunque ignoraba los detalles, sabia que esas cosas ocurrian. Pero eran de la incumbencia de la Guardia di Finanza, por lo menos, hasta ese momento, en que las circunstancias, o la simple casualidad, le habian puesto delante a Angelina Volpato y su marido, que seguian alli, al otro lado de la plaza, conversando animadamente, un luminoso dia de la primavera de Venecia.
– ?Que interes cargan?
– Depende de lo desesperada que este la gente -respondio Franca.
– ?Y eso como lo saben?
Ella aparto la mirada de unos cerditos que conducian coches de bomberos para fijarla en el.
– A ti te consta, lo mismo que a mi, que aqui todo el mundo lo sabe todo. No tienes mas que pedir un prestamo a un banco, para que, al final del dia, todos los empleados esten enterados, a la manana siguiente, lo sepan sus familias y, por la tarde, toda la ciudad.
Brunetti tuvo que admitir que asi era. Ya fuera porque en Venecia todos eran parientes, amigos o conocidos, ya porque en realidad la ciudad era como un pueblo grande, en aquel mundillo bullicioso y endogamico, no podia haber secretos. Era perfectamente logico que cualesquiera apuros financieros que pudiera tener una persona fueran rapidamente del dominio publico.
– ?Que interes? -insistio el.
Ella fue a contestar, vacilo un momento y dijo:
– He oido hablar de un veinte por ciento mensual. Y hasta de un cincuenta.
El veneciano que Brunetti llevaba dentro hizo el calculo al instante.
– ?Un seiscientos por ciento anual! -exclamo sin reprimir la indignacion.
– A interes compuesto, mucho mas -le corrigio Franca, demostrando que las raices de su familia en la ciudad eran mas profundas que las de los Brunetti.
El comisario volvio a mirar a aquella pareja que estaba al otro lado del
Brunetti observaba al individuo: tenia la frente abombada, la piel aspera y escamosa, como por alguna enfermedad no tratada, los labios carnosos y los parpados hinchados. Avanzaba con un andar extrano, de ave zancuda, con el pie plano, como para no gastar el tacon de sus muy remendados zapatos. La cara mostraba las huellas de la edad y la enfermedad, pero aquel caminar desgarbado daba a su figura un aire de juvenil abandono, sobre todo, visto de espaldas, segun comprobo Brunetti que lo seguia con la mirada y lo vio torcer por la calle que conducia al ayuntamiento.
Cuando Brunetti se volvio, vio que la vieja habia desaparecido, pero en su memoria quedaba la imagen de un marsupial, una especie de rata erecta.
– ?Y tu como sabes todo esto?
– Recuerda que trabajo en un banco -respondio ella.
– ?Y esos dos son el tribunal de ultima instancia para las personas que no pueden conseguir nada de vosotros?
Ella asintio.
– Pero ?como los encuentra la gente?
Ella lo miro, como para decidir en que medida podia fiarse de el.
– Me han dicho que, a veces, la gente del banco se los recomienda.
– ?Como?
– Que cuando un banco te deniega un prestamo, a veces, un empleado te sugiere que acudas a los Volpato. O al prestamista que le da comision.
– ?Cuanto de comision? -pregunto Brunetti con voz neutra.
Ella se encogio de hombros.
– Dicen que depende.
– ?De que?
– Del importe del prestamo. O del convenio que el banco tenga con los usureros. -Antes de que Brunetti pudiera preguntar algo mas, ella agrego-: Cuando la gente necesita dinero, trata de sacarlo de donde sea. Si no se lo prestan los amigos, la familia o algun banco, acude a personas como los Volpato.
La unica forma en que Brunetti podia hacer la siguiente pregunta era la directa:
– ?Todo eso esta relacionado con la mafia?
– ?Y que no lo esta? -pregunto Franca a su vez, pero al ver su gesto de irritacion, agrego-: Perdona, era una broma. No me consta que lo este. Pero, si lo piensas un momento, te daras cuenta de que seria un buen sistema para blanquear dinero.