comportandose como un timido animal de la selva, quiza un lemur, que se paraliza al sonido mas leve, imaginandose invisible por efecto de su inmovilidad y, por consiguiente, a salvo de cualquier feroz merodeador. Antes de que pudiera decir algo a la signorina Elettra, la vio levantarse y seguir a Patta a su despacho, aunque no sin antes lanzar una mirada a los papeles que habia dejado encima de la mesa. Y en ella no observo Brunetti ni asomo de timidez al cerrarse la puerta.

El comisario se inclino sobre la mesa, recogio los papeles y, antes de marcharse, escribio rapidamente una nota para pedirle que buscara el nombre del dueno del edificio ante el que habia sido hallado Rossi.

18

Mientras subia a su despacho, Brunetti miraba los papeles que se habia llevado de la mesa de la signorina Elettra: eran varias hojas con los numeros a los que Rossi habia llamado desde su casa y desde el despacho. Al margen ella habia anotado que el nombre de Rossi no aparecia en la lista de clientes de ninguna de las empresas de telefonia movil, lo que indicaba que el aparato por el que le habia llamado pertenecia al Ufficio Catasto. Desde el despacho Rossi habia llamado cuatro veces a un mismo numero, con prefijo de Ferrara, que Brunetti supuso correspondia al bufete de Gavini y Cappelli. Cuando llego a su despacho, lo comprobo y vio que no le habia fallado la memoria. Todas las llamadas habian sido hechas durante un periodo de menos de dos semanas, la ultima, la vispera del dia en que Cappelli fue asesinado. Despues de aquello, nada.

Brunetti se quedo un rato sentado ante su mesa, pensando en la posible relacion entre los dos muertos. Ahora se dio cuenta de que ya consideraba que los dos habian sido asesinados.

Mientras esperaba a la signorina Elettra, Brunetti penso en muchas cosas: la ubicacion del despacho de Rossi en el Ufficio Catasto y el grado de privacidad que le habria permitido; la designacion del magistrato Righetto para la investigacion del asesinato de Cappelli; la posibilidad de que un sicario se confundiera de objetivo y por que, despues de aquel asesinato, no se habian hecho mas tentativas contra la supuesta victima real. Penso en estas y en otras cosas, y luego volvio a la lista de las personas que podian estar en disposicion de facilitarle informacion, pero se quedo encallado al comprender que no estaba seguro de la clase de informacion que deseaba. Desde luego, necesitaba saber cosas de los Volpato, pero tambien acerca de los manejos financieros de la ciudad y los secretos procesos por los que el dinero entraba y salia de los bolsillos de sus habitantes.

Al igual que la mayoria de sus conciudadanos, Brunetti sabia que en el Ufficio Catasto se guardaban los registros de venta y los titulos de transferencia de propiedad. Por lo demas, su idea de cuales pudieran ser sus actividades era vaga. Recordo el entusiasmo de Rossi por la unificacion de los archivos de varias oficinas, con objeto de ahorrar tiempo y facilitar la obtencion de datos. Ahora lamentaba no haber dedicado mas tiempo a pedir informacion a Rossi.

Saco la guia telefonica del cajon de abajo, la abrio por la «B» y busco un numero. Cuando lo encontro, marco y espero hasta que una voz femenina contesto:

– Agencia Inmobiliaria Bucintoro.

– Ciao, Stefania.

– ?Que quieres, Guido? -pregunto la mujer sorprendiendolo y haciendole preguntarse a su vez que habria notado ella en su voz.

– Informacion -respondio Brunetti con la misma brusquedad.

– ?Y por que si no ibas a llamarme? -dijo ella sin aquel coqueteo que solia asumir al hablar con el.

El opto por hacer caso omiso tanto del reproche implicito en el tono como del reproche explicito en las palabras.

– Necesito que me hables del Ufficio Catasto.

– ?El que? -pregunto ella alzando la voz con extraneza fingida.

– El Ufficio Catasto. Necesito saber que es lo que hacen exactamente, quienes trabajan alli y de quienes puedes fiarte.

– Es un pedido de envergadura.

– Por eso te llamo.

De pronto, volvia a haber coqueteo en la voz.

– Y yo, aqui sentada, esperando dia tras dia que me llames para pedirme otra cosa.

– ?El que, tesoro? No tienes mas que insinuarlo -declamo el con su voz de Rodolfo Valentino. Stefania estaba felizmente casada y era madre de gemelos.

– Que te venda un apartamento, naturalmente.

– Pues quiza tenga que pedirtelo -dijo el poniendose serio de repente.

– ?Por que?

– Me han dicho que nuestra casa puede ser condenada.

– ?Que quieres decir con «condenada»?

– Que quiza tengamos que derribarla.

Un segundo despues de decirlo, Brunetti oyo la aguda carcajada de Stefania, pero no sabia si la causa era el escandaloso desproposito o la sorpresa de que a el pudiera parecerle absurdo. Despues de varios sonidos mas de hilaridad, ella dijo:

– No puedes decirlo en serio.

– Esa es tambien mi impresion. Pero es exactamente lo que me dijo una persona del Ufficio Catasto. No han encontrado constancia de que el apartamento haya sido construido ni de que se hayan expedido permisos para su construccion, de modo que quiza decidan que hay que derribarlo.

– Habras entendido mal.

– Aquel hombre parecia hablar muy en serio.

– ?Cuando fue?

– Hace varios meses.

– ?Has sabido algo mas?

– No. Por eso te llamo.

– ?Por que no los llamas a ellos?

– Antes queria hablar contigo.

– ?Por que?

– Para saber cuales son mis derechos. Y para saber quienes son los que toman alli las decisiones.

Stefania no respondia, y el pregunto:

– ?Tu los conoces?

– No mas que cualquiera que trabaje en el ramo.

– ?Quienes son?

– El mas importante es Fabrizio dal Carlo, jefe de todo el Ufficio. -Con displicencia, agrego-: Un mierda arrogante. Tiene un adjunto, Esposito, que es un cero a la izquierda, porque Dal Carlo acapara todo el poder. Y luego esta la signorina Dolfin, Loredana, cuya existencia, por lo que tengo entendido, tiene solo dos objetivos: el primero es no permitir que la gente olvide que, aunque no es mas que una secretaria del Ufficio Catasto, desciende del dux Giovanni Dolfin. No recuerdo el ano -agrego como si este detalle tuviera importancia.

– Fue dux de 1356 a 1361, en que murio de la peste -apostillo Brunetti sin vacilar-. ?Y cual es su segundo objetivo? -pregunto, para animarla a seguir hablando.

– Disimular su adoracion por Fabrizio dal Carlo. -Dejo que la frase surtiera efecto y agrego-: Segun se dice, se le da mucho mejor lo primero que lo segundo. Dal Carlo la hace trabajar como una esclava, pero probablemente eso es lo que ella quiere, aunque para mi es un misterio que alguien pueda sentir por ese hombre algo mas que desprecio.

– ?Hay algo entre ellos?

En la linea exploto la risa de Stefania.

– ?No, por Dios, si podria ser su madre! Ademas, el tiene esposa y, por lo menos, otra mujer, de manera que

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