– Eso ya lo has dicho. Pero ?por que precisamente Franca?

No habia razon, aparte la de que ella fue la primera persona que le vino a la memoria. Ademas, hacia mucho que no la veia y le apetecia llamarla, sencillamente. Se metio las manos en los bolsillos y cargo el peso del cuerpo sobre el otro pie.

– Por ninguna razon en particular -dijo finalmente.

Ella separo los dedos y volvio a pelar guisantes.

– ?Que te ha dicho y por que teme por Pietro?

– Me ha hablado de dos personas, y hasta me las ha ensenado. -Antes de que Paola pudiera interrumpir, explico-: Nos hemos encontrado en San Luca, y alli estaba la pareja. Sesenta y tantos, diria yo. Me ha dicho que prestan dinero.

– ?Y Pietro?

– Dice que puede existir una relacion con la mafia y el blanqueo de dinero, pero no ha querido dar mas explicaciones. -Vio el leve gesto de asentimiento de Paola, indicativo de que ella compartia su opinion de que bastaba la sola mencion de la mafia para hacerte temer por tus hijos.

– ?Ni siquiera a ti? -pregunto ella.

El movio la cabeza negativamente y repitio el gesto cuando ella lo miro.

– Entonces la cosa es grave -dijo Paola.

– Eso parece.

– ?Quienes son esa gente?

– Angelina y Massimo Volpato.

– ?Habias oido hablar de ellos? -pregunto ella.

– No.

– ?A quien has preguntado?

– A nadie. Los he visto por primera vez hace veinte minutos.

– ?Que piensas hacer?

– Averiguar todo lo que pueda.

– ?Y luego?

– Depende de lo que descubra.

Un silencio, y Paola dijo:

– Hoy pensaba en ti y en tu trabajo. -El espero-. Fue mientras limpiaba los cristales, y eso fue lo que me hizo pensar en ti -agrego, desconcertandolo.

– ?Que tiene que ver mi trabajo con los cristales?

– Despues de los cristales, he limpiado el espejo del cuarto de bano, y entonces he pensado en tu trabajo.

El sabia que su mujer seguiria hablando aunque el no dijera nada, pero tambien sabia que le gustaba que la animaran, de modo que pregunto:

– ?Y bien?

– Para limpiar el cristal de una ventana, tienes que abrirla, y, al mover el batiente, cambia el angulo de incidencia de la luz. -Al ver que el la seguia, continuo-: Luego la limpias. O te parece que la limpias. Porque, cuando cierras la ventana, la luz vuelve a entrar con el angulo de antes y entonces ves que aun esta sucia por fuera o que te has dejado un trozo en la parte de dentro. Entonces tienes que volver a abrirla y limpiar otra vez. Pero no puedes estar seguro de que el cristal esta bien limpio hasta que cierras la ventana o la miras desde otro angulo.

– ?Y el espejo? -pregunto el.

Ella lo miro y sonrio.

– El espejo lo ves por un solo lado. La luz no lo atraviesa. Lo limpias y listo. No hay mas que una manera de verlo. -Volvio a fijar la atencion en lo que estaba haciendo.

– ?Y…?

Mirando los guisantes, quiza para disimular que el la habia decepcionado, explico:

– Asi es tu trabajo, o asi pretendes tu que sea. Tu quieres limpiar espejos, quieres que todo sea bidimensional y facil de controlar. Pero, cuando te paras a pensar, las cosas son como las ventanas: si cambias la perspectiva o las miras desde otro angulo, todo cambia.

Brunetti reflexiono largamente y concluyo, tratando de levantar el animo:

– Pero, de todos modos, siempre me toca eliminar la porqueria.

– Eso lo has dicho tu, no yo -respondio Paola-. Brunetti no dijo nada y ella, tras dejar caer el ultimo guisante en el plato, se levanto y lo puso en la encimera-. En cualquier caso, tengo la impresion de que preferiras hacerlo con el estomago lleno.

Y con el estomago lleno empezo a hacerlo aquella misma tarde, nada mas llegar a la questura. Empezo -no cabia mejor manera- por una visita a la signorina Elettra.

Ella lo recibio con una sonrisa. Vestia un modelo de caracter marcadamente nautico, con falda azul oscuro y blusa de seda con cuello de marinera. Brunetti estaba pensando que no le faltaba mas que el gorro cuando descubrio, al lado del ordenador, un sombrerito bombonera blanco.

– Volpato -dijo el, sin darle tiempo a preguntar como estaba-. Angelina y Massimo. Sesenta y tantos anos.

– ?Residen aqui?

– Creo que si.

– ?Alguna idea de donde?

– No -reconocio el.

– Sera facil averiguarlo -dijo ella tomando nota-. ?Que le interesa?

– Sobre todo, datos financieros, inversiones, propiedades registradas a su nombre, todo lo que pueda usted encontrar. -Hizo una pausa mientras ella escribia y agrego-: Vea tambien si tenemos algo sobre ellos.

– ?Registro de llamadas?

– No. Todavia no. Solo finanzas.

– ?Para cuando lo quiere?

El la contemplo sonriendo.

– ?Para cuando lo quiero todo?

Ella se subio la manga y miro el pesado reloj de submarinista que llevaba en la muneca izquierda.

– Creo que la informacion de las oficinas municipales podre conseguirla esta misma tarde.

– Los bancos ya han cerrado, asi que lo otro tendra que ser manana.

Ella le sonrio.

– Los archivos nunca cierran -le dijo-. Quiza lo tenga todo dentro de un par de horas.

Se inclino y abrio un cajon del que saco un fajo de papeles.

– Aqui tengo estas… -empezo, pero se interrumpio mirando hacia la izquierda, donde estaba la puerta del despacho.

Brunetti intuyo mas que percibio un movimiento y al volverse vio al vicequestore, Patta, que venia de almorzar.

– Signorina Elettra -dijo, como si no viera a Brunetti de pie delante de la mesa.

– ?Si, dottore?

– Haga el favor de venir a mi despacho a tomar nota de una carta.

– Ahora mismo, dottore -dijo ella, dejando en el centro de la mesa los papeles que acababa de sacar del cajon y golpeandolos con el indice de la mano izquierda, movimiento que Patta no pudo ver porque el cuerpo de Brunetti se lo impedia. Ella abrio el cajon central y saco un anticuado bloc de taquigrafia. ?Aun habia gente que dictara cartas y secretarias que se sentaran con las piernas cruzadas como Joan Crawford y trazaran rapidamente arcos, cruces y ganchitos? Mientras lo pensaba, Brunetti descubrio que el siempre habia dejado que fuera la signorina Elettra quien redactara las cartas y eligiera la elaboracion retorica necesaria para disfrazar las cosas mas simples o suavizar peticiones que forzaban los limites del estricto poder policial.

Patta paso por su lado y abrio la puerta del despacho, y Brunetti tuvo la clara sensacion de estar

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