Brunetti asintio. Solo la proteccion de la mafia podia impedir que un negocio tan provechoso como ese fuera investigado por las autoridades.
– ?Te he arruinado el almuerzo? -pregunto ella con una sonrisa repentina y con aquel cambio de tono que el recordaba.
– En absoluto, Franca.
– ?Por que estas indagando en esto? -pregunto ella por fin.
– Porque podria estar relacionado con otra cosa.
– Casi todo lo esta -dijo ella, pero no pregunto mas, otra de las cualidades que el siempre habia apreciado en ella-. Me voy a casa -anuncio, y se puso de puntillas para besarlo en las dos mejillas.
– Gracias, Franca -dijo el, atrayendola hacia si, sintiendo con agrado el contacto de su cuerpo firme y su caracter mas firme aun-. Siempre es un placer verte.- En el momento en que ella le daba unas palmadas en el brazo y se volvia para marcharse, el se dio cuenta de que no le habia preguntado por otros usureros, pero ya no podia hacerla volver. Lo unico en lo que podia pensar ahora era en irse a casa.
17
Mientras caminaba, Brunetti rememoraba los tiempos en que salia con Franca. Se daba cuenta de lo grato que le habia resultado volver a abrazar aquella recia figura que tan familiar le habia sido. Recordo un largo paseo que dieron por la playa del Lido la noche del Redentore. El debia de tener diecisiete anos. Cuando se terminaron los fuegos artificiales, estuvieron andando cogidos de la mano hasta el amanecer, viendo con pena que se acababa la noche.
La noche se acabo, como se acabaron otras muchas cosas entre los dos, y ahora ella tenia a su Mario y el tenia a su Paola. Entro en Biancat y compro una docena de lirios para su Paola, contento de poder hacer eso, contento de saber que la encontraria arriba, esperandolo.
La encontro sentada a la mesa de la cocina, pelando guisantes.
–
Ella miro las flores sonriendo.
– Lo mejor que puede hacerse con los guisantes tempranos es un buen
Una vez dado el beso, el dijo, ociosamente:
– Eso, si no eres una princesa y los quieres para ponerlos debajo del colchon.
– Yo diria que el
El acerco una silla a los armarios, tomo una hoja de periodico de la mesa, la puso en el asiento y se subio para alcanzar uno de los jarrones que estaban encima de un armario.
– A ver el azul… -dijo ella, observando la operacion.
El se bajo, puso la silla en su sitio y llevo el jarron al fregadero.
– ?Hasta donde de agua?
– La mitad. ?Que quieres para segundo?
– ?Que hay?
– El rosbif que quedo del domingo. Cortado bien fino, podriamos tomarlo con ensalada.
– ?Chiara come carne esta semana? -Hacia una semana que Chiara, despues de leer un articulo sobre el trato que se daba a los terneros, habia declarado que seria vegetariana durante el resto de su vida.
– El domingo la viste comer rosbif, ?no? -pregunto Paola.
– Ah, si, claro -contesto el rompiendo el papel de las flores.
– ?Que es lo que anda mal? -pregunto ella.
– Lo de siempre -dijo el sosteniendo el jarron debajo del grifo del agua fria-. Vivimos en un universo perdido.
Ella volvio a los guisantes.
– Eso lo sabe todo el que se dedique a tu trabajo o al mio -respondio ella.
El pregunto con curiosidad:
– ?Por que al tuyo? -Brunetti no necesitaba que alguien le dijera que el mundo estaba perdido; pero era porque el llevaba veinte anos en la policia.
– Tu tratas con la decadencia moral y yo, con la mental. -Paola hablaba en el tono de ironica autosuficiencia que adoptaba cuando se permitia tomar en serio su trabajo. Y entonces pregunto-: Concretamente, ?que te ha puesto asi?
– Este mediodia he estado tomando una copa con Franca.
– ?Como esta?
– Bien. Su hijo se hace mayor y me parece que a ella no le gusta mucho trabajar en un banco.
– ?Y a quien va a gustarle eso? -dijo Paola, pero era mas una respuesta ritual que otra cosa, e insistio en su pregunta original, que el habia eludido-: ?Por que ver a Franca te hace pensar que vivimos en un mundo que se desmorona? Generalmente, produce el efecto contrario.
Mientras iba introduciendo las flores en el jarron, una a una, lentamente, Brunetti repaso varias veces el comentario de su mujer, en busca de un doble sentido o cierto deje de sarcasmo, sin encontrarlo. Ella sabia el placer que le producia ver a esa antigua y buena amiga, y compartia la alegria que la compania de Franca le deparaba. Al comprenderlo asi, de pronto, el corazon le dio un vuelco y sintio que se le encendia la cara. Uno de los lirios cayo en la encimera. El lo recogio, lo puso con los otros y dejo el jarron en lugar seguro, lejos del borde.
– Me ha dicho que tenia miedo de que le pasara algo malo a Pietro, si me hablaba de los prestamistas.
Paola dejo la tarea y se volvio a mirarlo.
– ?Los prestamistas? ?Y que pintan aqui los prestamistas?
– Rossi, aquel chico del Ufficio Catasto que murio, tenia en la cartera el numero de telefono de un abogado que habia llevado varios casos contra ellos.
– ?Un abogado? ?Donde?
– En Ferrara.
– ?No sera el que ellos asesinaron? -pregunto levantando la cabeza.
Brunetti asintio, interesado en que Paola diera por hecho que Cappelli habia sido asesinado por «ellos» y dijo:
– El juez encargado de la instruccion del caso ha descartado a los prestamistas y parecia empenado en convencerme de que el asesino se equivoco de victima.
Ella se quedo pensativa y Brunetti observaba en su cara el curso de sus reflexiones.
– ?Por eso el tenia el numero del abogado? ?Por los prestamistas?
– No tengo pruebas. Pero da esa coincidencia.
– La vida esta llena de coincidencias.
– El asesinato, no.
Ella entrelazo los dedos encima del monton de vainas de guisante.
– ?Desde cuando es asesinato? Me refiero a lo de Rossi.
– Desde no se cuando. Quiza desde nunca. Solo quiero aclarar esto y descubrir, si es posible, por que lo llamo Rossi.
– ?Y que tiene que ver Franca?
– Pense que, trabajando en un banco, podria tener informacion sobre los prestamistas.
– Crei que los bancos se dedicaban precisamente a eso, a prestar dinero.
– A veces, no. Sobre todo, si es a corto plazo y a personas que podrian no devolverlo.
– Entonces, ?por que preguntarle a ella? -Por lo imperturbable de su gesto, Paola hubiera podido ser juez.
– Crei que quiza supiera algo.