vez mas en la visita de Rossi. Tenia aspecto de hombre honrado, pero ese era un aspecto bastante frecuente, especialmente, entre los granujas. ?Por que habia seguido el tramite iniciado con la carta yendo a visitarlo personalmente? Entonces ignoraba la profesion de Brunetti. Por un momento, sopeso la posibilidad de que Rossi hubiera ido en busca de un soborno, pero desecho la idea. Era evidente que se trataba de un funcionario integro.
Cuando Rossi averiguo que el
Permisos de obra ilegales y lo que su venta pudiera reportar, parecia un plato modesto en el extenso menu de las corruptelas que se cocinaban en las oficinas publicas. A Brunetti no le parecia creible que alguien estuviera dispuesto a arriesgar mucho -y menos, la vida- esgrimiendo la amenaza de revelar un ingenioso plan para lucrarse bajo el manto de la funcion publica. La puesta en practica del proyecto informatizado para centralizar documentos y, de paso, perder los que estorbaban, sin duda aumentaria la envergadura de las transacciones, pero Brunetti dudaba que el incremento fuera tan fuerte como para haber costado la vida a Rossi.
Corto el hilo de sus pensamientos la llegada de la
– ?Interrumpo, comisario? -pregunto.
– En absoluto. Solo estaba pensando en la corrupcion.
– ?Publica o privada?
– Publica -dijo el poniendo los pies en el suelo e irguiendo el cuerpo.
– Es como leer a Proust -dijo ella sin inmutarse-. Te crees que has terminado, pero siempre hay otro tomo. Y otro.
El levanto la mirada, esperando que continuara, pero lo unico que ella dijo, al dejar los papeles en la mesa, fue:
– De usted, comisario, he aprendido a desconfiar de las coincidencias. Fijese en los nombres de los propietarios de ese edificio.
– ?Los Volpato? -pregunto el, intuyendo que no podian ser otros.
– Exactamente.
– ?Desde cuando?
Ella se inclino y saco la tercera hoja.
– Cuatro anos. Se lo compraron a una tal Mathilde Ponzi. El precio escriturado es ese -dijo senalando una cantidad impresa a la derecha de la pagina.
– ?Doscientos cincuenta millones de liras? -dijo Brunetti con audible asombro-. Cuatro plantas, de ciento cincuenta metros cuadrados cada una por lo menos.
– Es el precio declarado, comisario -puntualizo ella.
Todo el mundo sabia que, para ahorrar impuestos, el precio de un inmueble que figuraba en el contrato de compraventa nunca era el satisfecho realmente, que podia ser el doble o el triple. Todo el mundo hablaba con la mayor naturalidad de precio «real» y precio «declarado», y solo un idiota o un extranjero pensaria que eran el mismo.
– Ya lo se -dijo Brunetti-. Pero, aunque hubieran pagado tres veces mas, seguiria siendo una ganga.
– Si se fija en otras de sus adquisiciones de bienes inmuebles -anadio la
El volvio a la primera hoja y repaso la informacion. Realmente, al parecer, los Volpato habian conseguido encontrar casas que costaban muy poco. La
El la miro:
– ?Debo suponer que en las otras hojas hay mas de lo mismo? -pregunto.
Ella asintio.
– ?Cuantas fincas?
– Mas de cuarenta, y aun no he empezado a revisar las otras propiedades que figuran a nombre de otros Volpato que podrian ser parientes.
– Ya -dijo el, volviendo a fijar la atencion en los papeles. Ella habia grapado a las ultimas paginas los saldos de las cuentas bancarias individuales y tambien de varias cuentas conjuntas-. ?Como puede conseguir esto…? - dijo Brunetti, pero al ver como ella mudaba de expresion, agrego-: ?… con tanta rapidez?
– Amistades -fue la escueta respuesta. Y a continuacion-: ?Quiere que vea que informacion puede darnos Telecom de sus llamadas?
Brunetti asintio, convencido de que ella ya habria iniciado el proceso. La
19
Brunetti paso la hora siguiente meditando sobre la codicia, vicio al que los venecianos siempre habian sido propensos. La Serenisima fue, desde el principio, una empresa comercial, y la adquisicion de riqueza, uno de los mas altos objetivos para cuyo logro podia prepararse un veneciano. A diferencia de aquellos derrochadores meridionales, romanos y florentinos, que hacian fortunas para dilapidarlas y gozaban arrojando a sus rios vajillas de oro, para hacer ostentacion de su riqueza, los venecianos pronto aprendieron a adquirir, conservar, guardar, amasar y acaparar. Y tambien aprendieron a mantener sus caudales bien escondidos. Por supuesto, los grandes
Esta mentalidad se daba entre las familias de rango menor, como las de los prosperos comerciantes que construian
Con el tiempo, esa tendencia a la acumulacion de bienes se extendio entre la poblacion. Se le daba muchos nombres -ahorro, economia, prevision-, el mismo Brunetti habia sido educado en el respeto a esos conceptos.