la puerta estaban flojos y todo el conjunto podia sacarse facilmente. Asi lo hizo el, y la puerta giro lentamente sobre los goznes.
Una vez dentro, probo de volver a poner la placa en su sitio y descubrio que, en efecto, la cadena era lo bastante larga para pasar la mano y meter los tornillos. Hecho esto, cerro la puerta. Desde fuera, la casa parecia estar bien cerrada.
Brunetti dio media vuelta y se encontro en un corredor. Al fondo habia una escalera, y fue rapidamente hacia ella. Era de piedra y le permitio subir silenciosamente hasta el tercer piso.
Al llegar arriba, se paro un momento para orientarse, confuso despues de tantos recodos. La luz llegaba de su izquierda, y hacia alli se dirigio, suponiendo que seria la parte delantera de la casa.
De lo alto le llego un sonido, leve y sordo, pero perceptible. Se quedo quieto, preguntandose donde habria dejado la pistola: en casa, dentro de la caja metalica, en su casilla del centro de tiro o en el bolsillo de la chaqueta que estaba colgada en el armario del despacho. Era inutil pensar donde podia estar, cuando sabia a ciencia cierta donde no estaba.
Espero, respirando por la boca. Percibia claramente una presencia en el piso de arriba. Pasando por encima de una botella de plastico vacia, cruzo una puerta que habia a su derecha y se paro. Miro el reloj. Las seis y veinte. Fuera no tardaria en oscurecer y dentro ya estaba oscuro, salvo por la tenue claridad que llegaba de la parte delantera del edificio.
Brunetti esperaba; el sabia esperar. Cuando volvio a mirar el reloj, eran las seis y treinta y cinco. Otra vez oyo el sonido, ahora mas cerca y mas claro. Un rato, y aquel leve sonido se repitio, ahora descendia por la escalera hacia el y era el ruido inconfundible de una pisada en los peldanos de madera que bajaban de la buhardilla.
Siguio esperando. A la poca luz que hasta alli llegaba, la escalera era un ambito nebuloso en el que Brunetti solo percibia un vacio. Dirigio la mirada hacia la izquierda del sonido y diviso la sombra gris de una figura que bajaba. Cerro los ojos y respiro mas despacio. Al siguiente sonido, que parecia llegar del rellano situado frente a el, abrio los ojos, vio una forma indistinta y se adelanto bruscamente, gritando con toda la fuerza de que era capaz:
– ?Alto! ?Policia!
Se oyo un aullido de puro terror animal, y lo que fuera cayo al suelo, a los pies de Brunetti, con un ganido agudo y sostenido que le erizo el vello de la nuca.
El comisario se abalanzo hacia la parte delantera de la casa, tiro de los batientes de la ventana y empujo las persianas, para que entrase la luz del atardecer. Deslumbrado, volvio a la puerta de la escalera, de donde seguia llegando aquel quejido que ahora, ya mas suave, podia identificarse como humano.
Nada mas verlo, encogido en el suelo, con la cabeza entre los hombros y los brazos alrededor del cuerpo, para protegerse de los seguros golpes y puntapies, Brunetti lo reconocio. Era uno del trio de drogadictos de poco mas de veinte anos que solian andar por
– Esta vez la has hecho buena, Gino -grito Brunetti-. Arriba, levantate.
Zecchino oyo su nombre pero no reconocio la voz. Dejo de gemir y volvio la cara hacia el sonido sin levantarse del suelo.
– ?Arriba he dicho! -grito Brunetti en veneciano, poniendo en su voz toda la colera de que era capaz. Incluso con la poca luz, vio las marcas que Zecchino se habia hecho en el dorso de las manos buscandose las venas-. Levantate antes de que te haga rodar por la escalera a puntapies. -Brunetti utilizaba el lenguaje que durante toda su vida habia oido en los bares y en los calabozos de la policia, util para hacer que la adrenalina del miedo siguiera descargandose en las venas de Zecchino.
El joven se volvio boca arriba y, sin dejar de protegerse el cuerpo con los brazos, hizo girar la cabeza hacia la voz, con los ojos cerrados.
– ?Mirame a la cara cuando te hablo! -ordeno Brunetti.
Zecchino se arrastro hasta la pared y con los ojos entornados miro a Brunetti, que se inclinaba sobre el en la penumbra. Con un unico y fluido movimiento, Brunetti agarro al chico por la chaqueta y lo levanto, sorprendido por el poco esfuerzo que habia tenido que hacer.
Cuando reconocio a Brunetti, Zecchino abrio mucho los ojos aterrorizado y se puso a gritar:
– Yo no vi nada. Yo no vi nada.
Brunetti tiro de el bruscamente gritandole a la cara:
– ?Que paso?
Las palabras salian de la boca de Zecchino atropelladamente, bombeadas por el miedo.
– Oi voces abajo. Discutian. Estaban dentro. Se pararon un momento y volvieron a gritar, pero no podia verlos. Yo estaba ahi arriba -dijo agitando una mano hacia la escalera de la buhardilla.
– ?Que paso?
– No lo se. Les oi subir y les oi gritar. Pero entonces mi chica me dio mas mierda y no se que paso despues. -Levanto la mirada hacia Brunetti, para ver hasta donde le habia creido.
– Quiero mas, Zecchino -dijo Brunetti acercando la cara a la de Zecchino y sintiendo el hedor del aliento que hablaba de dientes podridos y anos de mala comida-. Quiero saber quienes eran.
Zecchino fue a hablar, pero se detuvo y miro al suelo. Cuando volvio a levantar la mirada hacia Brunetti, el miedo habia desaparecido de sus ojos que ahora tenian otra expresion. Un secreto calculo habia puesto en ellos una astucia primitiva.
– Cuando me marche, el estaba fuera, en el suelo -dijo al fin.
– ?Se movia?
– Si. Se arrastraba por el suelo. Pero no tenia… -empezo a decir Zecchino, pero aquella nueva astucia lo hizo callar.
Habia dicho bastante.
– ?No tenia que? -inquirio Brunetti. Como Zecchino no respondia, lo sacudio otra vez, y Zecchino solto un sollozo ronco y breve. Empezo a caerle moquita de la nariz en la manga de Brunetti. El comisario lo solto y Zecchino cayo contra la pared.
– ?Quien estaba contigo?
– Mi chica.
– ?Que haciais aqui?
– Follar -dijo Zecchino-. Siempre venimos aqui. -La idea hizo sentir a Brunetti una viva repugnancia.
– ?Quienes eran esos hombres? -pregunto Brunetti dando medio paso hacia el.
El instinto de supervivencia habia vencido al panico de Zecchino, y la ventaja de Brunetti habia desaparecido, se habia esfumado con la misma celeridad que una alucinacion. Mirando a aquella ruina, pocos anos mayor que su propio hijo, Brunetti comprendio que ya no habia ni la menor posibilidad de sacarle la verdad a Zecchino. Se le hacia insoportable la idea de respirar el mismo aire o permanecer en la misma habitacion que aquel individuo, pero se obligo a si mismo a volver a la ventana. Se asomo y miro la calle a la que Rossi habia sido arrojado y por la que habia tratado de arrastrarse. Frente a la ventana habia un semicirculo de unos dos metros completamente limpio, como si lo hubieran barrido. Ni alli ni en el resto de la habitacion habia sacos de cemento. Habian desaparecido sin dejar huella, lo mismo que los supuestos trabajadores que habian sido vistos en la ventana.
20
Tras dejar a Zecchino delante del portal, Brunetti se encamino a su casa, sin encontrar consuelo en el aire tibio del anochecer de primavera ni en el largo paseo que se permitio por la orilla. Esta ruta lo obligaba a dar un gran rodeo, pero el necesitaba contemplar grandes vistas, oler el mar y reconfortarse con un vaso de vino en un pequeno bar que conocia, situado cerca de la Accademia, para alejar el recuerdo de Zecchino y, sobre todo, de