pero fuera de la tienda no lo identificas. Pues lo mismo me pasa con el hombre del dibujo. Se que lo conozco, que lo he visto, pero no lo situo.
– ?No podria situarlo aqui? -pregunto Brunetti. Canale lo miro inexpresivamente, y el comisario puntualizo-: Quiero decir aqui, en
– No, no. De ninguna manera. Eso es lo curioso. Donde lo haya visto no tiene nada que ver con todo esto. - Agitaba las manos como si buscara la respuesta en el aire-. Seria como ver aqui a uno de mis profesores. O al medico. No pega con esto. Es una impresion, pero es muy fuerte. -Entonces, como buscando comprension, pregunto-: ?Entiende lo que le quiero decir?
– Perfectamente. Un dia, un hombre me paro en una calle de Roma, para saludarme. Yo lo conocia pero no sabia de que. -Brunetti sonrio, arriesgandose-. Lo habia arrestado dos anos antes. Pero en Napoles.
Brunetti vio que, afortunadamente, los dos hombres se reian. Canale dijo:
– ?Puedo quedarme con el dibujo? Quiza, mirandolo de vez en cuando, me venga a la cabeza de repente.
– Desde luego. Le agradezco mucho su interes.
Ahora fue Mazza el que se aventuro a preguntar:
– ?Estaba muy horrible? Quiero decir, cuando lo encontraron. -Se oprimia las manos delante del pecho.
Brunetti asintio.
– ?Es que no les basta con jodernos? -se lamento Canale-. ?Por que quieren matarnos?
Aunque la pregunta estaba dirigida a unos poderes que estaban muy por encima de aquellos para los que trabajaba Brunetti, este respondio:
– No tengo ni la mas remota idea.
11
Al dia siguiente, viernes, Brunetti decidio ir la
– Nada en
– Procura que ella no te oiga -dijo Brunetti riendo.
– Si tengo suerte, la
Brunetti apuro el cafe y dejo la taza antes de contestar:
– Me parece que no puede hacer mucho, aparte de esperar a que Burrasca se canse de ella o ella de Burrasca y vuelva a casa.
– ?Como es ese Burrasca? -Paola no perdio el tiempo preguntando si la policia tenia un dossier sobre Burrasca. En Italia, tan pronto como una persona hacia dinero en cantidad, alguien tenia un dossier sobre ella.
– Por lo que he oido, es un cerdo. Se mueve en esos circulos de Milan en los que priman la cocaina, los coches de muchos caballos y las chicas de poco seso.
– Pues ahora tiene por lo menos la mitad de una de esas cosas -dijo Paola.
– ?A que te refieres?
– La
– ?Tan bien la conoces? -Brunetti nunca estaba seguro de que ni a quien conocia Paola.
– No. Es una simple deduccion del hecho de que se casara con Patta. Debe de ser muy dificil aguantar a un pollino tan fatuo.
– Tu me aguantas a mi -repuso Brunetti con una sonrisa, buscando un cumplido.
Ella lo miro, impavida.
– Tu no eres fatuo, Guido. Puedes ser dificil y, a veces, hasta insoportable, pero fatuo, no.
No se dispensaban cumplidos.
El se levanto, pensando que quiza ya fuera hora de ir a la
Cuando llego a su despacho reviso los papeles que le esperaban encima de la mesa. Se decepciono al no encontrar nada relacionado con el muerto de Mestre. Lo interrumpio un golpe en la puerta.
–
En lugar del sargento, entro una joven de cabello oscuro con un fajo de carpetas. Sonrio desde la puerta y se acerco al escritorio, hojeando los documentos.
– ?El comisario Brunetti? -pregunto.
– Si.
Ella saco unos papeles de una de las carpetas y los puso encima de la mesa.
– Abajo me han dicho que esto le interesaria,
– Muchas gracias,
Ella no se movia; seguramente, por timidez no se atrevia a presentarse y esperaba a que el le preguntara quien era. Brunetti levanto la mirada y vio unos grandes ojos castanos en una cara redonda y atractiva y una explosion rojo vivo en los labios.
– ?Y usted es…? -pregunto el con una sonrisa.
– Elettra Zorzi, comisario. Desde la semana pasada, secretaria del
Asi que para ella eran los muebles que habia visto en el antedespacho de Patta. Hacia varios meses que este refunfunaba que no daba abasto a tanto papeleo. Y, con perseverancia de cerdo buscador de trufas, habia hozado en el presupuesto hasta encontrar fondos para una secretaria.
– Encantado de conocerla,
El nombre le era familiar.
– Tengo entendido que tambien voy a trabajar para usted, comisario -dijo ella sonriendo.
Conociendo a Patta, no habia que hacerse ilusiones. No obstante, dijo:
– Esplendido. -Y miro los papeles que ella le habia traido.
La oyo alejarse y levanto la cabeza para verla marchar. Una falda ni corta ni larga y unas bonitas, muy bonitas, piernas. Al llegar a la puerta, ella se volvio y al ver que el la observaba sonrio de nuevo. El bajo la mirada a los papeles. ?Quien podia poner a una criatura el nombre de Elettra? ?Y cuanto haria de eso? ?Veinticinco anos? Zorzi; el conocia a muchos Zorzi, pero ninguno capaz de bautizar a una hija con el nombre de Elettra. La puerta se cerro y el se concentro en los papeles, pero estos no tenian mucho interes, era como si en Venecia el crimen estuviera de vacaciones.
Cuando Brunetti bajo a ver a Patta, tuvo que pararse en el antedespacho, atonito. Durante muchos anos, en aquel espacio no hubo mas que un paraguero de loza desportillada y un escritorio cubierto de numeros atrasados del tipo de revistas que suele haber en la sala de espera de un dentista. Las revistas habian desaparecido y en su lugar habia un ordenador conectado a una impresora colocada en una mesa metalica baja, a la izquierda del escritorio. Delante de la ventana, en lugar del paraguero, habia otra mesita, esta de madera, con un jarron de cristal que contenia un enorme ramo de gladiolos naranja y amarillos.
O Patta habia decidido consultar a un decorador o la nueva secretaria opinaba que la opulencia que Patta consideraba adecuada para su despacho debia salpicar la zona de trabajo de sus subordinados. En aquel momento, como al conjuro del pensamiento de Brunetti, entro en el despacho la nueva secretaria.
– Esto queda muy bien -dijo el abarcando el antedespacho con un ademan.
Ella cruzo por su lado, dejo una brazada de carpetas en el escritorio y se volvio a mirarlo.
– Me alegro de que le guste, comisario. Era imposible trabajar aqui tal como estaba esto. Esas revistas… - agrego con un ligero estremecimiento.
– Son bonitas las flores. ?Son para celebrar su llegada?