Damasco, Vianello se habia convertido y, al igual que san Pablo, habia tratado de propagar su evangelio particular. Pero Vianello no contaba con uno de los rasgos mas caracteristicos de la idiosincrasia italiana: la omnisciencia. Todas las personas con las que hablaba sabian mas que el acerca del tema, mas acerca de la capa de ozono y mas acerca de los fluorocarbonos y sus efectos en la atmosfera. Por otra parte, todos y cada uno sabian que toda esta chachara acerca del peligro del sol no era sino otra bidonata, otro cuento, otro camelo, aunque nadie estaba seguro de la finalidad del engano.

Cuando Vianello, animado de fervor paulino, ilustraba sus argumentos con las cicatrices de su espalda, le decian que su caso particular no demostraba absolutamente nada, que las estadisticas eran enganosas y que, ademas, a ellos no podia ocurrirles nada. Y Vianello habia descubierto entonces esta curiosa peculiaridad de los italianos: para ellos no existe mas verdad que la experiencia personal, y todas las pruebas que desmientan sus convicciones pueden descartarse. Y Vianello, a diferencia de san Pablo, habia renunciado a su mision y se habia comprado un tubo de crema de proteccion solar 30 que se aplicaba en la cara en invierno y en verano.

– ?Si, dottore? -dijo al entrar.

Vianello habia dejado la chaqueta y la corbata en la oficina de abajo y llevaba una camisa blanca de manga corta y el pantalon azul marino del uniforme. Habia perdido peso desde el nacimiento de su tercer hijo, ocurrido el ano anterior, y decia que queria adelgazar aun mas, para estar en mejor forma. Un hombre que frisaba los cincuenta, con un hijo tan pequeno, tenia que cuidarse. Con aquel bochorno y con la imagen de los edredones grabada en la mente, lo ultimo en lo que Brunetti queria pensar ahora era en la salud, ya fuera la suya o la de Vianello.

– Sientese, Vianello.

El sargento ocupo su asiento de costumbre y Brunetti se instalo detras del escritorio.

– ?Que puede decirme acerca de esa Lega della Moralita? -pregunto Brunetti.

Vianello le miro entornando los ojos con gesto inquisitivo pero, en vista de que no llegaba mas informacion, sopeso la pregunta y respondio:

– No se gran cosa de ellos. Tengo entendido que se reunen en una iglesia… ?Santi Apostoli…? No; esos son los catecumeni, los de las guitarras y todos esos. La liga se reune en casas particulares, creo, o en la sala de actos de algun centro parroquial. Que yo sepa, no representan una tendencia politica. No estoy seguro de lo que hacen, pero, a juzgar por el nombre, da la impresion de que deben de felicitarse de lo buenos que son ellos y lo malos que son los demas. -Hablaba en un tono displicente, indicativo del desden que le inspiraba semejante estupidez.

– ?Conoce a algun miembro de esa asociacion, Vianello?

– ?Yo, comisario? No, senor, ni ganas. -Sonreia al decirlo, hasta que advirtio la expresion de Brunetti-. Ah, lo dice en serio. A ver, deme un minuto para pensarlo. -Penso durante el minuto solicitado abrazandose una rodilla con las manos enlazadas y mirando al techo-. Hay una persona, una mujer que trabaja en el banco. Nadia la conoce mejor que yo. Es decir, la trata mas que yo, ya que ella es quien suele ir al banco. Pero recuerdo que un dia comento que le parecia extrano que una persona tan agradable tuviera algo que ver con esa gente.

– ?Por que diria eso? -pregunto Brunetti.

– ?El que?

– ?Por que supuso que no eran buena gente?

– Porque el nombre ya lo dice todo, comisario: Lega della Moralita, como si la hubieran inventado ellos. Hablando con franqueza, deben de ser un hatajo de basibanchi. -Con esta palabra del mas puro veneciano, que designa despectivamente a los que se arrodillan en la iglesia inclinandose hasta besar el banco, Vianello daba prueba de la plasticidad de su dialecto y de su propia sensatez.

– ?Sabe desde cuando pertenece a la liga o como se unio a ella?

– No, senor, pero puedo pedir a Nadia que trate de averiguarlo. ?Por que?

Brunetti le informo sucintamente de la presencia de Santomauro en el apartamento de Crespo y de sus subsiguientes llamadas telefonicas a Patta.

– Eso es muy interesante, ?verdad, comisario?

– ?Usted lo conoce?

– ?A Santomauro? -pregunto Vianello innecesariamente. No seria a Crespo, desde luego.

Brunetti asintio.

– Era el abogado de mi primo, antes de hacerse tan famoso. Y tan caro.

– ?Que decia de el su primo?

– No mucho. Era un buen abogado, pero siempre estaba dandole vueltas a la ley, para llevarla por donde a el le convenia.

Un tipo muy frecuente en Italia, penso Brunetti, donde hay leyes escritas para casi todo pero casi ninguna esta clara.

– ?Algo mas? -pregunto Brunetti.

Vianello meneo la cabeza.

– No recuerdo mas. Hace anos de eso. -Antes de que Brunetti se lo pidiera, Vianello dijo-: Llamare a mi primo y se lo preguntare. Quiza conozca a otras personas para las que haya trabajado Santomauro.

Brunetti se inclino en senal de agradecimiento.

– Tambien me gustaria ver que podemos encontrar acerca de esa liga… donde se reunen, cuantos son, quienes son y que es lo que hacen.

Ahora que lo pensaba detenidamente, a Brunetti le parecia curioso que una organizacion que era lo bastante famosa como para haberse convertido en blanco de comentarios humoristicos de casi toda la sociedad pudiera haber revelado tan poco acerca de si misma. Todo el mundo sabia que la liga existia, pero, si Brunetti tenia que guiarse por su experiencia, nadie tenia una idea clara de cuales eran sus actividades.

Vianello hacia anotaciones en su libreta.

– ?Quiere que pregunte tambien por la signora Santomauro?

– Si; me interesa todo lo que pueda averiguar.

– Creo que es de Verona. Hija de un banquero. -Miro a Brunetti-. ?Algo mas?

– Si; Francesco Crespo, ese travesti de Mestre. Pregunte si alguien de aqui lo conoce o ha oido hablar de el.

– ?Que tiene Mestre contra el?

– Solo que fue arrestado dos veces por venta de droga. Los de Antivicio lo tienen en la lista, pero ahora vive en un bonito apartamento de viale Ronconi, lo que supongo que significa que ha prosperado y dejado atras via Cappuccina y los parques publicos. Y vea si Gallo ya tiene los nombres de los fabricantes del vestido y los zapatos.

– Vere lo que hay -dijo Vianello, sin dejar de escribir-. ?Algo mas, comisario?

– Si; este atento a cualquier denuncia de desaparicion de un hombre de unos cuarenta anos cuya descripcion coincida con la del muerto. Esta en la carpeta. Quiza la nueva secretaria pueda encontrar algo en el ordenador.

– ?En que region, comisario? -pregunto Vianello, con la punta del boligrafo apoyada en el papel.

El que el sargento no mostrara extraneza indico a Brunetti que se habian acostumbrado a contar con la nueva secretaria.

– Si es posible, que busque en todo el pais. Tambien turistas desaparecidos.

– ?No cree que fuera un chapero?

Brunetti recordo el cuerpo desnudo, tan terriblemente parecido al suyo.

– No era un cuerpo que invitara a pagar para utilizarlo.

12

El sabado por la manana, Brunetti acompano a su familia a la estacion del ferrocarril, pero el grupito que subio al vaporetto numero 1 en la parada de San Silvestro parecia decaido. Paola estaba enfadada porque Brunetti no dejaba lo que ella habia dado en llamar «su travesti» para ir a Bolzano, por lo menos, el primer fin de semana de las vacaciones; Brunetti estaba molesto porque ella no lo comprendia; Raffaele

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