No habia nadie en la sala. La cocina resplandecia de tan limpia. Encontro a Crespo en el dormitorio, en la cama, con un pijama de seda amarilla. Tenia un cable telefonico atado al cuello y la cara hinchada, convertida en una horrible parodia de si misma.

Brunetti no se entretuvo en examinar la habitacion sino que fue al apartamento de al lado y estuvo llamando a la puerta hasta que un hombre adormilado y furioso la abrio gritando. Cuando llego el equipo del laboratorio de la questura de Mestre, Brunetti ya habia tenido tiempo para llamar al marido de Maria Nardi a Milan y comunicarle lo sucedido. A diferencia del vecino de al lado, Nardi no grito, y Brunetti no hubiera podido decir si esto era mejor o peor.

Fue a la questura de Mestre, puso al corriente de lo ocurrido a Gallo, que acababa de regresar, y le encargo del examen del cadaver y el apartamento de Crespo, diciendo que aquella manana el tenia que estar en Venecia. No dijo a Gallo que regresaba para asistir al funeral de Mascari; demasiada muerte flotaba ya en el aire.

Aunque venia de un escenario de muerte violenta, para presentarse en un acto que era consecuencia de otra muerte violenta, no pudo reprimir un suspiro al ver los campanarios y las fachadas color pastel que aparecieron ante sus ojos cuando el coche de la policia cruzaba la carretera elevada. El sabia que la belleza no cambia nada, y quiza el consuelo que ofrecia fuera solo ilusorio, pero aun asi agradecia la ilusion.

El funeral fue deprimente; palabras huecas, pronunciadas por personas que estaban muy escandalizadas por las circunstancias de la muerte de Mascari como para tratar siquiera de fingir sinceridad. La viuda se mantuvo rigida y con los ojos secos y salio de la iglesia inmediatamente detras del feretro, muda y sola.

Los periodicos, como era de prever, enloquecieron al olfatear la muerte de Crespo. La primera noticia aparecio en La Notte de aquella misma tarde, un periodico muy aficionado a los titulares rojos y al empleo del presente de indicativo. Describia a Francesco Crespo como «travesti cortesano». Daba su biografia y hacia resaltar que habia bailado en una discoteca gay de Vicenza, a pesar de que su trabajo alli duro menos de una semana. El autor del articulo establecia la inevitable asociacion con el asesinato de Leonardo Mascari, ocurrido menos de una semana antes, y sugeria que la similitud de las victimas apuntaba a una persona que sintiera un especial odio hacia los travestis. El periodista no consideraba necesario explicar la causa.

Los periodicos de la manana recogian la idea. El Gazzettino hacia referencia a las mas de diez prostitutas que habian sido asesinadas en la provincia de Pordenone durante los ultimos anos y trataba de asociar estos crimenes con los asesinatos de los dos travestis. Il Manifesto dedicaba al caso dos columnas de la pagina cuatro, y el periodista aprovechaba la ocasion para tildar a Crespo de «otro de los parasitos que pululan por el cuerpo putrefacto de la sociedad burguesa italiana».

En su magistral tratamiento del crimen, II Corriere della Sera se desviaba rapidamente del asesinato de un chapero relativamente insignificante para referirse al de un conocido banquero veneciano. El articulo aludia a «fuentes locales» que informaban de que, en ciertos ambitos, era conocida la «doble vida» de Mascari. Su muerte, por lo tanto, era el resultado inevitable de la «espiral de vicio» en la que su debilidad habia transformado su vida.

Brunetti, interesado por la alusion a las «fuentes», llamo a la oficina en Roma del periodico y pidio que le pusieran con el autor del articulo. Este, al enterarse de que Brunetti era un comisario de policia que queria saber a quien se referia en su articulo, dijo que no podia revelar sus fuentes de informacion, que la confianza que debe existir entre un periodista, sus lectores y sus informadores ha de ser total y absoluta. Ademas, revelar sus fuentes seria faltar a los mas altos principios de su profesion. Brunetti tardo por lo menos tres minutos en comprender que el hombre hablaba en serio; que realmente creia lo que decia.

– ?Cuanto hace que trabaja para el periodico? -le interrumpio Brunetti.

Sorprendido al ver cortada tan bruscamente la exposicion de sus conceptos, objetivos e ideales, el reportero respondio tras una pausa:

– Cuatro meses. ?Por que?

– ?Puede ponerme con la centralita o tengo que volver a marcar? -pregunto Brunetti.

– Puedo pasarle. ?Por que?

– Me gustaria hablar con su redactor jefe.

La voz del hombre perdio firmeza y adquirio una nota de recelo, al percibir este primer indicio de lo insidiosos que eran los poderes del Estado.

– Debo advertirle, comisario, que cualquier intento de desmentir o cuestionar los hechos que he revelado en mi informacion sera expuesto a mis lectores. No se si se habra percatado de que en este pais nace una nueva era y que la necesidad de informacion del publico no puede seguir siendo…

Brunetti oprimio el boton del aparato y, cuando volvio a oir la senal, marco de nuevo el numero de la centralita del periodico. No queria que la questura tuviera que pagar por tanta tonteria y, menos, siendo conferencia.

Cuando por fin le pusieron con el redactor jefe de la seccion local, este resulto ser Giulio Testa, un hombre al que Brunetti habia tratado cuando ambos sufrian exilio en Napoles.

– Giulio, soy Guido Brunetti.

– Ciao, Guido, me entere de que habias vuelto a Venecia.

– Si. Por eso te llamo. Uno de tus redactores -Brunetti leyo la firma-, Lino Cavaliere, publica esta manana un articulo sobre el travesti que fue asesinado en Mestre.

– Si. Anoche lo repase muy por encima. ?Que ocurre?

– Habla de «fuentes locales», segun las cuales algunas personas de esta ciudad sabian que Mascari, la otra victima, que fue asesinado hace una semana, llevaba una «doble vida». -Brunetti hizo una pausa y repitio-: Doble vida. Bonita frase, Giulio. Doble vida.

– El muy imbecil, ?eso ha escrito?

– Aqui lo tengo, Giulio. Fuentes locales. Doble vida.

– A ese me lo cargo -grito Testa al telefono y repitio la frase entre dientes.

– ?Quieres decir con eso que no hay tales «fuentes locales»?

– No; recibio una llamada telefonica anonima de un hombre que decia haber sido cliente, o comoquiera que se diga, de Mascari.

– ?Que dijo?

– Que conocia a Mascari desde hacia anos y que le habia advertido acerca de algunas de las cosas que hacia y de los clientes que tenia. Dijo que alli esto era un secreto a voces.

– Giulio, Mascari tenia casi cincuenta anos.

– Lo mato. Creeme, Guido, yo no sabia nada de esto. Le dije que no lo utilizara. A ese mequetrefe lo mato.

– ?Como se puede ser tan estupido? -pregunto Brunetti, aunque sabia que las razones de la estupidez humana eran legion.

– Es un cretino. No tiene remedio -dijo Testa con acento de cansancio, como si todos los dias tuviera nuevas pruebas del hecho.

– Entonces, ?que hace en tu periodico? Aun se os considera el mejor del pais.

La frase era un prodigio de expresividad: dejaba adivinar el escepticismo de Brunetti al respecto, pero de un modo subliminal.

– Esta casado con la hija del dueno de la tienda de muebles que inserta todas las semanas un anuncio a doble pagina. No tuvimos mas remedio. Estaba en Deportes, pero un dia se le ocurrio mencionar su sorpresa al enterarse de que el futbol americano es distinto del europeo. Y me lo endosaron a mi. -Testa callo y los dos hombres quedaron pensativos. Brunetti sentia un extrano consuelo al enterarse de que el no era el unico que tenia que pechar con elementos como Riverre y Alvise. Testa, que no parecia encontrar algo que lo reconfortara, agrego lugubremente-: Estoy intentando hacer que lo trasladen a la seccion de Politica.

– El destino ideal, Giulio. Suerte -dijo Brunetti, dio las gracias por la informacion y colgo.

Aunque el ya esperaba algo asi, no dejaba de sorprenderle la evidente torpeza del intento. Solo gracias a la suerte, la «fuente local» habia podido encontrar a un periodista lo bastante credulo como para repetir el rumor acerca de Mascari sin preocuparse de comprobar si tenia fundamento. Y solo una persona muy audaz -o que estuviera muy asustada- podia tratar de colocar la historia, como si con ello pudiera impedir que se descubriera el elaborado intento de atribuir a Mascari aquella falsa personalidad.

Los resultados de la investigacion del asesinato de Crespo eran, hasta el momento, tan poco satisfactorios

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