como la informacion aparecida en la prensa. En el edificio, nadie conocia la profesion de Crespo; unos pensaban que era camarero de un bar y otros, portero de noche de un hotel de Venecia. Nadie habia visto algo sospechoso durante los dias anteriores al asesinato, ni recordaba que en el edificio hubieran ocurrido hechos extranos. Si, el signor Crespo recibia muchas visitas, pero era una persona afable y cordial, y era logico que viniera a verle gente, ?no?

El examen forense habia sido un poco mas explicito: muerte por estrangulamiento. El asesino le habia atacado por la espalda, probablemente por sorpresa. No habia senales de actividad sexual reciente, nada en las unas y, en la casa, huellas dactilares suficientes como para tener ocupados a los peritos durante varios dias.

Habia llamado a Bolzano dos veces, pero la primera, el telefono del hotel comunicaba y la segunda, Paola no estaba en la habitacion. Descolgo el telefono con intencion de volver a llamar, pero en aquel momento sono un golpecito en la puerta.

– Avanti -grito el comisario, y entro la signorina Elettra con una carpeta en la mano, que dejo encima de la mesa.

– Dottore, me parece que abajo hay alguien que desea verlo. -La secretaria reparo en su sorpresa porque ella se hubiera molestado en venir a decirselo, mas aun, porque estuviera enterada de la circunstancia, y se apresuro a explicar-: Yo habia ido a llevar unos papeles a Anita, y le oi hablar con el guardia.

– ?Que aspecto tiene?

Ella sonrio.

– Joven. Muy bien vestido. -Esto, en boca de la signorina Elettra, que llevaba un conjunto de seda malva que parecia fabricada por unos gusanos superdotados, era un gran elogio, indudablemente-. Y muy guapo -agrego con una sonrisa que revelaba su pesar porque el joven quisiera hablar con Brunetti y no con ella.

– ?Podria usted bajar a buscarlo? -pregunto Brunetti, movido tanto por el afan de acelerar el momento de ver aquella maravilla como por el deseo de proporcionar a la signorina Elettra la excusa de hablar con el visitante.

Ella transformo su sonrisa de tristeza en la que reservaba para los simples mortales y se fue a cumplir el encargo. Al cabo de unos minutos volvio a llamar a la puerta y entro diciendo:

– Comisario, este caballero desea hablar con usted.

La seguia un joven, y la signorina Elettra se hizo a un lado para dejarlo acercarse a la mesa de Brunetti, que se levanto y le dio la mano.

El joven la estrecho con un apreton firme. Tenia una mano ancha y carnosa.

– Sientese, por favor -dijo Brunetti y, a la secretaria-: Muchas gracias, signorina.

Ella miro a Brunetti con una sonrisa vaga y luego al joven de un modo parecido a como Parsifal debio de mirar el Santo Grial en el momento en que desaparecia.

– Si desea alguna cosa, comisario, llameme.

Lanzo una ultima mirada al visitante y salio del despacho cerrando la puerta con suavidad.

Brunetti miro al joven sentado al otro lado de la mesa. El pelo, oscuro, rizado y corto, le enmarcaba la frente y rozaba las orejas. La nariz era fina y los ojos, castanos y separados, parecian casi negros, por el contraste con la palidez de la cara. Llevaba traje gris oscuro y corbata azul, pulcramente anudada. Sostuvo la mirada de Brunetti un momento y sonrio ensenando una dentadura perfecta.

– ?No me reconoce, dottore?

– No; lo siento.

– Hablo usted conmigo hace una semana, pero en circunstancias muy distintas.

De pronto, Brunetti recordo la peluca roja y los zapatos de tacon alto.

– Signor Canale, no lo habia reconocido. Le ruego que me perdone.

Canale volvio a sonreir.

– En realidad, me alegro de que no me haya reconocido. Ello quiere decir que mi yo profesional es una persona diferente.

Brunetti no estaba seguro de que queria decir con esto, por lo que opto por no hacer comentarios y pregunto:

– ?Que desea, signor Canale?

– ?Recuerda que cuando me enseno aquel dibujo le dije que el hombre me resultaba familiar?

Brunetti asintio. ?Este joven no leia los periodicos? Mascari habia sido identificado hacia dias.

– Cuando lei la noticia en los periodicos y vi su foto, recorde donde lo habia visto. El retrato que me enseno usted no era muy bueno.

– No lo era -convino Brunetti, sin explicar la magnitud del dano que habia impedido hacer una reconstruccion mas fiel de la cara de Mascari-. ?Donde lo vio?

– Se me acerco hara unas dos semanas. -Al observar la sorpresa de Brunetti, Canale explico-: No se trataba de lo que imagina, comisario. No se interesaba por mi trabajo. Es decir, no se interesaba por mi profesionalmente sino personalmente.

– ?Que quiere decir?

– Vera, yo estaba en la calle. Acababa de apearme de un coche, el coche de un cliente, ?comprende? Aun no me habia reunido con las chicas, bueno, con los chicos, cuando el se me acerco y me pregunto si era Roberto Canale, de viale Canova treinta y cinco.

»En un primer momento pense que era policia. Tenia toda la pinta. -Brunetti prefirio no preguntar, pero Canale se lo explico de todos modos-. Ya sabe: chaqueta y corbata y cara seria, para evitar malas interpretaciones. Bien, el me pregunto eso y yo le conteste que si. Todavia pensaba que era policia. En realidad, no me dijo que no lo fuera, sino que me dejo seguir pensando que lo era.

– ?Que mas deseaba saber, signor Canale?

– Me pregunto por mi apartamento.

– ?Su apartamento?

– Si; queria saber quien pagaba el alquiler. Le dije que lo pagaba yo, y entonces me pregunto como lo pagaba. Le conteste que depositaba el dinero en un banco, en la cuenta corriente del propietario, pero entonces me dijo que no mintiera, que el sabia lo que ocurria, y tuve que decirselo.

– ?Que es eso de que «el sabia lo que ocurria»?

– Como pago el alquiler.

– ?Y como lo paga?

– Me encuentro con un hombre en un bar y le doy el dinero.

– ?Cuanto?

– Millon y medio. En efectivo.

– ?Quien es ese hombre?

– Eso mismo me pregunto el. Le dije que era un hombre al que veo todos los meses en un bar. El me llama durante la ultima semana del mes, me dice donde tengo que reunirme con el, yo acudo, le doy el millon y medio y listos.

– ?Sin recibo? -pregunto Brunetti.

Canale se rio de buena gana.

– Por supuesto. Es dinero contante y sonante.

Y, por consiguiente, eso lo sabian los dos, no constaba como ingresos. Y no pagaba impuestos. Era un fraude bastante corriente: probablemente, muchos arrendatarios hacian algo similar.

– Pero, ademas, pago otro alquiler -dijo Canale.

– ?Si?

– Ciento diez mil liras.

– ?A quien?

– Lo deposito en una cuenta bancaria, y el recibo que me dan no lleva nombre, de modo que no se de quien es la cuenta.

– ?Que banco? -pregunto Brunetti, aunque creia saberlo.

– Banca di Verona. Esta en…

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