– Ya se donde esta -corto Brunetti-. ?Es grande el apartamento?

– Cuatro habitaciones.

– Un millon y medio parece un alquiler muy alto.

– Si; pero incluye ciertas cosas -dijo Canale, y se revolvio en la silla.

– ?Por ejemplo?

– Pues que no se me molestara.

– ?No se le molestara en sus actividades? -pregunto Brunetti.

– Si. A nosotros nos es dificil encontrar vivienda. En cuanto la gente se entera de lo que somos y lo que hacemos, quieren que nos marchemos de la casa. Me aseguraron que alli no me ocurriria esto. Y no me ha ocurrido. Los vecinos estan convencidos de que estoy en el ferrocarril y por eso trabajo de noche.

– ?Por que lo creen asi?

– No lo se. Ya parecian tener esa idea cuando fui a vivir alli.

– ?Cuanto hace de eso?

– Dos anos.

– ?Y siempre ha pagado el alquiler de este modo?

– Si; desde el primer dia.

– ?Como encontro el apartamento?

– Me hablo de el una de las chicas.

Brunetti se permitio una leve sonrisa.

– ?Una persona a la que usted llama chica o a la que se lo llamaria yo, signor Canale?

– Una persona a la que yo llamo chica.

– ?Su nombre? -pregunto Brunetti.

– Su nombre no le serviria de nada. Murio hace un ano. Sobredosis.

– ?Otros de sus amigos… colegas… utilizan una modalidad similar?

– Algunos, los mas afortunados.

Brunetti reflexiono sobre el sistema y sus posibles consecuencias,

– ?Donde se cambia, signor Canale?

– ?Me cambio?

– Me refiero a donde se pone su… -Brunetti busco la definicion-…su ropa de trabajo. Los vecinos lo consideran un empleado del ferrocarril.

– Oh, en un coche o detras de un arbusto. Con el tiempo adquieres practica y no te lleva ni un minuto.

– ?Le conto esto al signor Mascari? -pregunto Brunetti.

– Una parte. El queria saber lo del alquiler. Y las direcciones de los otros.

– ?Se las dio?

– Si. Como le he dicho, crei que era policia, y se las di.

– ?Le pidio algo mas?

– No; solo las direcciones. -Canale hizo una pausa y agrego-: Si, me pregunto una cosa mas, pero me parece que fue para dar a entender que se interesaba por mi. Como ser humano, quiero decir.

– ?Que le pregunto?

– Me pregunto si aun vivian mis padres.

– ?Y que le contesto?

– La verdad. Los dos han muerto. Murieron hace anos.

– ?Donde?

– En Cerdena. Yo soy de alli.

– ?Le pregunto algo mas?

– No, nada mas.

– ?Cual fue su reaccion ante lo que usted le dijo?

– No entiendo que quiere decir.

– ?Le parecio que le sorprendia lo que usted le dijo? ?Que le enfurecia? ?Que era lo que esperaba oir?

Canale medito la respuesta.

– Al principio, parecio sorprenderse un poco, pero siguio haciendo preguntas sin parar. Como si se hubiera preparado una lista.

– ?Le hizo algun comentario?

– No; me dio las gracias por la informacion. Esto me sorprendio, porque crei que era un policia y generalmente los policias no son muy… -Busco la expresion menos dura-…no nos tratan muy bien.

– ?Cuando recordo quien era el?

– Ya se lo he dicho, cuando vi su foto en el periodico. Un director de banco, era director de banco. ?Cree que por eso estaba tan interesado en los alquileres?

– Es posible. Una posibilidad que comprobaremos, signor Canale.

– Bien. Ojala encuentren al que lo hizo. No se merecia eso. Era un hombre muy amable. Me trato con educacion. Lo mismo que usted.

– Gracias. Me gustaria que mis colegas hicieran otro tanto.

– Eso estaria bien -dijo Canale con una sonrisa seductora.

– ?Podria darme la lista de los nombres y direcciones que le dio a el? Y, a ser posible, las fechas en que sus amigos se instalaron en los apartamentos.

– Desde luego -dijo el joven, y Brunetti le acerco un papel y un boligrafo. Mientras su visitante escribia, Brunetti observo la robusta mano que sostenia el boligrafo como si fuera un objeto extrano. La lista era corta. Cuando acabo de escribir, Canale dejo el boligrafo en la mesa y se levanto.

Brunetti se puso en pie a su vez, rodeo la mesa y fue con Canale hasta la puerta. Una vez alli, pregunto:

– ?Y de Crespo, sabia algo?

– No; nunca he trabajado con el.

– ?Tiene idea de lo que puede haberle ocurrido?

– Muy estupido tendria que ser para pensar que su muerte no tiene que ver con la del otro.

Esto era tan evidente que Brunetti ni se molesto en asentir.

– En realidad, puestos a hacer conjeturas, yo diria que lo mataron por haber hablado con usted. -Al ver la expresion de Brunetti, explico-: No me referia a usted personalmente, sino a la policia. Creo que sabia algo sobre el otro asesinato y por eso lo eliminaron.

– ?Y, a pesar de todo, usted ha venido a verme?

– Vera, el me hablo como si yo fuera una persona normal. Y usted tambien, comisario. Me hablo como si fuera un hombre como los demas, ?no? -Cuando Brunetti asintio, Canale dijo-: Tenia que venir a decirselo, comisario, tenia que venir.

Los dos hombres volvieron a estrecharse la mano y Canale se alejo por el pasillo. Brunetti lo siguio con la mirada hasta que su oscura cabeza desaparecio por la escalera. Tenia razon la signorina Elettra: era un hombre muy guapo.

21

Brunetti volvio a su despacho y marco el numero de la signorina Elettra.

– ?Tendria la bondad de subir a mi despacho, signorina?. -pregunto-. Y traiga toda la informacion que haya podido reunir acerca de los hombres que le indique.

Ella dijo que estaria encantada de subir, y a el no le cabia la menor duda de que era verdad. No obstante, Brunetti estaba preparado para observar su desencanto cuando ella, despues de llamar a la puerta, entro y descubrio que el joven ya se habia marchado.

– Mi visitante se ha ido -dijo Brunetti en respuesta a su implicita pregunta.

La signorina Elettra reacciono de inmediato.

– Ah, ?si? -dijo con voz atona de indiferencia, y le entrego dos carpetas-. La primera es del

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