y leyo el texto de la parte de atras.
– Supongo que es una porqueria -dijo, esceptica.
– Si -contesto Johnny-. Es una porqueria. Pero es una porqueria entretenida.
La madre salio de la habitacion. Por si acaso, hizo algo de ruido con la puerta; solia hacer cosas asi para llamar la atencion.
Al cabo de un rato le llego el olor a pizza. Reparo en que tenia hambre, y que estaba algo extenuado, porque a menudo se olvidaba de comer. Sobre todo cuando tenia la cabeza ocupada en diversos asuntos, como en ese momento, que estaba tan creativo y tan metido en toda esa diversion. Mientras esperaba la comida, fue al cuarto de estar y cogio el periodico local de encima de la mesa, luego volvio rapidamente a su habitacion y lo abrio. Leyo varios articulos de distintas paginas y estudio las fotos mientras creaba pequenas construcciones en su cabeza que volvian a derrumbarse al instante, porque le faltaban todavia algunas piezas. Pero era un chico paciente, y habia hecho ya sus planes. La gente pierde el trabajo, penso. La gente tiene accidentes de coche, y la gente se ahoga. La gente se pelea, atraca bancos y arma escandalos. La gente se casa, tiene hijos y cumple anos. Cincuenta, sesenta, setenta. Todo eso sale en el periodico. Que enorme necesidad de darse a conocer, penso. Repaso los textos con gran minuciosidad y al final se fijo en un anuncio. Lo leyo varias veces, lo arranco y lo metio en el cajon de su mesilla de noche, junto al chupete rosa. Para mas adelante, penso. Luego se acerco a la estanteria de debajo de la ventana, donde estaba la jaula de la cobaya. Saco al animalito y se tumbo en la cama. La cobaya se llamaba Bleeding Heart, y se puso a trepar por el pecho y la tripa de Johnny con sus pequenos y rapidisimos pies. Tras unos cuantos paseos se refugio junto al cuello de su amo. A esa tia de la cocina no le vendria nada mal despertarse un poco, penso. ?Que te parece? ?Bajamos al lago Skarve a pescar lucios? Luego los traemos a casa en un cubo y se los metemos por la garganta mientras siguen vivitos y coleando. Asi le cerraremos la boca por algun tiempo. ?Te lo imaginas?
Se puso la cobaya junto a la mejilla, y Bleeding Heart le tiraba de la oreja con sus puntiagudos dientes. La cabeza de Johnny se lleno de una serie de imagenes divertidas: su madre con la cola de un lucio saliendole por la boca, su madre arrodillada, jadeante y sin aire. Acaricio la cabeza de la cobaya. Le gustaba el olor de ese animalito peludo, y le gustaban sus ojos, que eran como perlas negras.
La madre volvio a asomarse.
– Mete a esa rata en su jaula -dijo-. La pizza esta lista.
Estaba completamente sobria y vestida.
Johnny sabia que no duraria. Solo se trataba de unos breves momentos en los que se levantaba con el fin de respirar y comportarse de un modo decente, como si quisiera mostrarle que tambien ella tenia derecho a vivir. Estando sobria parecia percatarse de la presencia de su hijo, y de que tenia que decirle alguna que otra cosa.
Odiaba que ella bebiera. Que siempre estuviera tumbada en el sofa dormida y roncando como una motosierra. Pero cuando estaba sobria, el perdia el control sobre su madre, y ella se abalanzaba sobre el con una fuerza abrumadora. Eso si, la pizza estaba rica. El la miraba hincar los dientes en la masa y veia como su lengua gris trabajaba energicamente las bolitas de carne. Y aunque estaba sobria, aunque estaba sentada erguida en la silla, noto que su madre anoraba ese veneno del que se habia hecho tan esclava. Era una necesidad que tiraba de ella, dejandola con manos temblorosas y nerviosas.
– Tienes que buscarte un trabajo -dijo ella-. No puedo mantenerte eternamente, Johnny. ?Por que tienes que andar por ahi sin dar golpe, si eres joven y fuerte?
Tu tambien podrias buscarte un trabajo, penso Johnny. Pero no lo dijo en voz alta. Ella recibia una pension de invalidez desde hacia muchos anos. Cuatro mil setecientas veinte coronas. Ademas de mil ochocientas destinadas a el. Y algo de ayuda para la vivienda. Eran dos personas a repartirse esas miserables sumas. Somos pobres, penso Johnny Beskow, deprimido, mientras masticaba la pizza. La idea de buscarse un trabajo no le resultaba nada tentadora, porque eso significaria tener que recibir ordenes de otras personas. Eso era algo que no soportaba, se le ponia la piel de gallina solo de pensarlo. Queria ser independiente, ir sobre su Suzuki, libre. Ademas, solo tenia diecisiete anos. No podia trabajar como cajero, no podia conducir. A mi nadie me quiere, constato con satisfaccion.
La madre se sirvio otro trozo de pizza. Quitaba los hilos de queso con sus largos dedos blancos, y el se fijo en que tenia las unas sucias.
– Cuando tu naciste -dijo ella, mirandolo por encima de la mesa-, cuando tu naciste, primero perdi la figura. Luego el sueno por las noches, y el contacto con los demas. Es complicado eso de tener ninos, Dios sabe que estais siempre ahi, cada hora del dia y de la noche.
– Pronto me mudare de casa -aventuro Johnny.
– Ah, ?si? -dijo ella tronchandose de risa-. ?Adonde, si me permites la pregunta? ?Que vas a comer, y con que vas a pagar la comida?
Johnny tenia un trozo de pizza en la mano. Estaba caliente y le quemaba los dedos, pero no le importaba. Johnny sabia que en el fondo su madre tenia miedo de quedarse sola. Si el llegara a cumplir sus amenazas, si metiera sus cosas en una mochila y abandonara la casa, ella se quedaria sentada en un sillon con la botella en la mano, mirando la pared. No tendria a nadie a quien esperar, nadie a quien quejarse, nadie de quien echar pestes. No habria ningun sonido en la casa, solo sus propios pensamientos estridentes.
– Me voy a ir a vivir con el abuelo -amenazo Johnny.
Ella dejo de comer y lo miro. Era obvio que la idea le molestaba.
– El abuelo tiene una habitacion vacia -prosiguio Johnny.
– ?Para que quieres irte con el? -pregunto la madre-. Ya no sirve para nada. Hay gente entrando y saliendo de su casa todo el dia, y el esta ahi, sentado con los pies en un escabel, esperando que le sirvan. Alli no serias mas que un estorbo.
– Mai va una hora por las mananas -informo Johnny-. Y luego va un enfermero por la tarde a darle las medicinas. Suele estar cinco minutos. Eso es todo lo que le sirven.
La madre puso los codos en la mesa, ahora con expresion enfurrunada.
– Bueno, es mucho mas de lo que recibo yo -dijo.
– Pero tu no tienes artrosis -respondio Johnny-. Estas sana.
No se atrevio a mirarla al decirlo, porque sabia que esa afirmacion la pondria furiosa.
– ?Sana? -grito ella-. ?Que sabras tu? ?Que estoy sana, dices? ?Crees que me paso el dia tumbada en el sofa porque me da la gana?
Johnny decidio que seria mejor callarse, pero cerro el puno por debajo de la mesa y se permitio una pizca de desprecio. El desprecio le calentaba y hacia que sus ojos resplandecieran.
– Pero cuando muera al menos nos dejara una pequena herencia -dijo ella de repente-. Tiene algo de dinero.
Estaba masticando la pizza y la idea del dinero le coloreo la cara.
– No se exactamente cuanto tiene -dijo-, pero ahorra. No es capaz de ir a la tienda, ?sabes? Y eso nos favorecera a ti y a mi. Ya veras.
Johnny la miro espantado. El queria a aquel viejo lento con los dedos deformados. Era incapaz de imaginarse la vida sin el refugio de la calle Roland, aquella casita donde siempre hacia calor, y sin las conversaciones que mantenia con el viejo sobre la vida y todo lo que ocurria en el mundo.
La madre se inclino sobre la mesa como si quisiera ser su confidente; la avaricia brillaba en sus ojos mareados.
– Tu que tanto vas por su casa -dijo-, ?por que no le sonsacas de cuanto puede tratarse? Me refiero a cuanto tiene en esa cuenta de ahorro.
Habia bajado la voz y los pesados parpados.
Johnny hizo un gesto negativo con la cabeza. Tanto hablar de la herencia le molestaba. Ademas, estaba lleno. Se levanto de la mesa y se fue a su cuarto. En la puerta habia una placa de metal que habia comprado en una tienda de segunda mano por doscientas cincuenta coronas. Era una placa metalica blanca con letras azules: «Silence is security».