Se paseaba en su Suzuki roja por todas partes donde habia gente, y observaba a las personas con la fascinacion del investigador, como si fueran animales exoticos. Le parecian extranos. El final del verano se acercaba y la gente estaba en sus jardines. Johnny Beskow veia a ninos saltando en camas elasticas, a mujeres que cuidaban las flores de sus jardines, a hombres que lavaban sus coches en el patio. Un hombre estaba en cuclillas pintando la verja, una mujer recogia la colada de las cuerdas. Le gustaba todo eso. Le gustaba esa vida bulliciosa, esa ropa blanquisima ondeando al viento, y el olor a pintura. Le gustaba, y queria destrozarlo. Todo el mundo vive al borde del precipicio, penso, y yo los hare caer.
Despues de haberse paseado en moto por los barrios de chalets durante un buen rato, se dirigio al centro comercial de Kirkeby. Aparco, subio en el ascensor hasta la primera planta y busco la seccion de juguetes, donde se puso a mirar los estantes, cogiendo de vez en cuando algun que otro objeto para observarlo mas de cerca. En momentos como ese, volvia a ser un nino. Entregado a ese silencioso placer de ver un juguete bonito, un material exquisito, una funcion divertida. Se quedo un buen rato admirando un coche deportivo rojo, una bolsa con animales africanos de plastico, cajas de Lego y Playmobil. Tras mirar durante un rato, encontro lo que buscaba: mascaras de distintas clases. Las cogio una tras otra, estudiandolas detenidamente. Una mascara de gorila, otra del Pato Donald y otra de una cara de cerdo. Las mascaras estaban hechas de latex, y eran suaves y agradables al tacto. Se acerco la de gorila a la cara, y miro por los estrechos agujeros hechos para los ojos. Impresionaria a cualquiera. En otro estante habia una serie de animales de peluche, la mayoria osos, pero encontro tambien un cerdo y un conejito. Bajo el conejito del estante. Era de peluche blanco y tenia un hocico rosa con un bigote de pelos largos y finos, uno de esos animalitos que encantaban a las ninas y que se llevaban a la cama por las noches. El sabia que en algun que otro momento le seria util. Hay que pensar a largo plazo, Johnny, se dijo a si mismo, sigue tus impulsos y comprate ese conejito tan mono. Fue a la caja y pago. Su capital se redujo considerablemente. Despues de colocar la mascara de gorila y el conejito debajo del asiento de la moto, siguio camino hasta Bjornstad, hacia la casa de su abuelo. La nina de la trenza pelirroja aparecio en el momento en que entro en la calle Roland. Esta vez no estaba sentada en la piedra, sino a horcajadas en una bicicleta marca Nakamura. Johnny se fijo en que la nina llevaba una camiseta con letras en la espalda: «Banda de musica del colegio de Hauger». Aja, penso, conque tocas en una banda. Muy util saberlo.
– Cara de pez -le grito la nina.
Johnny Beskow opto por ignorarla. A pesar de que le costaba un gran esfuerzo reprimir la ira. Nada de oxigeno para este incendio, penso, aun no. Yo soy especial. Soy paciente. Me ocupare de esa ninata cuando llegue el momento, y sabe Dios que lo sentira. Paro delante de la casa de su abuelo y aparco la moto. Antes de entrar saco rapidamente el correo del buzon. El viejo estaba sentado en su sillon con los pies sobre el escabel. Hacia un calor sofocante en el pequeno salon.
– Hola, abuelo -grito-. ?Aqui esta el correo!
Henry levanto la mano a modo de saludo. Tenia la frente cubierta de gotas de sudor. A su manera torpe habia intentado quitarse la chaqueta de punto, sin conseguirlo.
– Tenemos que ventilar un poco -dijo Johnny-. Hace mucho calor.
Henry hizo un gesto negativo con la cabeza.
– Si abrimos entran las avispas -se quejo-. Son muy venenosas en esta epoca del ano.
– Entonces tendremos que buscar otra solucion -opino Johnny-. No puedes estar aqui sentado con este calor, te va a doler la cabeza. Mira, el banco te ha enviado el extracto de la cuenta. ?Lo miramos?
Abrio el sobre y enseno el papel al anciano.
Habia poquisimos movimientos en su cuenta, y una cantidad mensual fija dedicada el ahorro durante muchos anos se habia convertido en una considerable suma.
– Novecientas setenta y tres mil coronas, abuelo. Joder, todo lo que has ahorrado.
Henry miro fijamente y con los ojos entornados las cifras. De repente parecia preocupado.
– Me alegro de poder dejar algun dinerillo, pero mucho me temo que tu madre se lo gaste todo en vodka. Tengo miedo de que ese dinero no te llegue. Se puede comprar una tremenda cantidad de vodka con novecientas setenta y tres mil coronas.
Permanecio unos instantes sentado con el papel en las rodillas y una profunda arruga en la frente.
– ?Como podemos conseguir desheredarla, Johnny? ?Se te ocurre alguna idea?
Johnny Beskow medito un buen rato.
– No podra ser desheredada hasta que no la palme -dijo desanimado.
Doblo el papel y volvio a meterlo en el sobre. Luego se quedo pensando.
– Por cierto, esa nina tonta ha vuelto a gritarme hoy -anadio-. La tal Else Meiner. Me ha llamado cara de pez.
Henry sonrio con ganas, dejando a la vista todos sus amarillentos dientes.
– ?Te has mirado en el espejo ultimamente? -pregunto.
– ?En el espejo? ?Por que me preguntas eso?
– La pregunta es: ?te pareces a un pez?
– Pues no -contesto Johnny.
– Justo. Entonces, ?por que te enfadas, si sabes que no es verdad?
– Ella toca en la banda del colegio de Hauger -dijo Johnny,
– Lo se. El sonido de su trompeta llega hasta aqui. Ensaya algunas veces por la noche. He oido bravuras y trozos de muchas piezas conocidas. Es bastante buena, ?sabes?
– ?Ensayan en el colegio? -pregunto Johnny-. En el colegio de Hauger, quiero decir.
– Supongo que si. Suelen ensayar los jueves, creo. La he visto montada en su bicicleta con la caja de la trompeta sobre el transportin, y esta fuera un par de horas. Es como tu, va por todas partes con su bici azul. Me parece oir zumbidos aqui dentro -anadio-. ?Puedes mirar si es una avispa? No suelo equivocarme en lo que respecta a ese sonido.
Johnny se levanto y dio una vuelta por el caluroso salon, mirando en todos los rincones, levantando las cortinas y los cojines del sofa.
– Es un moscardon -dijo-. Grande como una casa. Lo aplastare. Esos bichos contagian de todo -anadio-. No doy nada por esas defensas tuyas.
– Yo tampoco -dijo Henry.
Johnny encontro un viejo numero de la revista de la parroquia, lo enrollo formando un tubo y se puso a dar golpes. Cuando hubo despachado al moscardon, volvio a sentarse en el puf a leer el periodico. Pero se salto la historia de la esquela falsa, que ocupaba toda la ultima pagina. Luego fue a la cocina a preparar unas rebanadas de pan. Puso salami y pepino encima, preparo limonada en una jarra y metio unos cubitos de hielo. Luego abrio a escondidas la ventana de la cocina para que entrara un poco de aire en la casa. Comieron las rebanadas en silencio.
La dentadura postiza de Henry chasqueaba al masticar.
– Te dare un poco de dinero -dijo-. Para gasolina.
– Gracias, abuelo.
– Cuando seas mayor podras irte de casa -anadio-. A vivir tu propia vida.
– Primero tendre que buscarme un trabajo -contesto Johnny.
Al cabo de un rato el viejo se durmio con la boca abierta y el pecho lleno de migas. Johnny se levanto y dio una vuelta por el salon mirando las fotos de las paredes. Habia varias suyas de nino con pantalones cortos, el pelo rubio, y unas minusculas zapatillas de deporte con cordones rojos. Supongo que fui un nino normal, penso, no recuerdo haber sido dificil. O tal vez lo fuera sin saberlo. Rebusco en la memoria buenos recuerdos, pero lo unico que podia encontrar era el ruido de puertas que se cerraban. Y luego algunos recuerdos de su madre, que siempre estaba de espaldas, inclinada sobre la encimera de la cocina, angustiada por algo. Recordaba que los pasos de su madre eran duros y decididos, y que hacia mucho ruido con puertas y cajones. Una tormenta eterna que iba asolando de habitacion en habitacion. Luego estudio la foto de su abuela, que habia muerto joven, y a quien nunca habia conocido. Pero en la foto parecia buena y dulce. ?De donde le venia toda esa maldad? ?Cuando empezo a crecer en el? La ultima era una foto suya, a horcajadas sobre la Suzuki roja, con el casco bajo el brazo. En un pequeno armario con puerta de cristal su abuelo guardaba varios premios que habia ganado jugando al bridge, y encima de la estanteria de libros habia un urogallo disecado que lo miraba fijamente con ojos de cristal negros. De pequeno tenia miedo de que el pajaro cayera sobre el y le hiciera picadillo con su afilado pico. Volvio a sentarse en el puf. Cogio la mano de Henry y la apreto con cuidado. El viejo abrio los ojos.