– Vaya -dijo-, veo que todavia estoy vivo. No esta mal.

– ?Has sonado algo? -le pregunto Johnny.

Henry se quedo pensando.

– No, nada de nada.

– Cuentame como es ser viejo -le pidio Johnny.

Henry Beskow hizo un gesto con una mano y dejo escapar un grunido de descontento.

– Es pesado -contesto-. Es como nadar en agua espesa.

– ?Por que eres alergico a las avispas, abuelo?

– No lo se. Es uno de mis defectos.

– ?Y como de alergico eres? ?Mortalmente alergico?

– Pues si, je, je. Mortalmente alergico.

– Pero ?como se muere uno en un caso asi? -quiso saber Johnny-. ?Que es lo que ocurre?

– Se me hincha la garganta -explico Henry-. Da lo mismo donde me pique la avispa. Me falta el aire. Cierra la ventana de la cocina antes de irte -anadio-. Se que la has abierto. Y cogete doscientas coronas del frasco de encima de la nevera. Asi tendras para gasolina. O para esas cosas que los chicos necesitais.

Johnny le acaricio la mejilla seca y arrugada.

No habia rastro de Else Meiner cuando salio a la calle.

* * *

Lily Sundelin estaba hojeando el periodico.

Al mismo tiempo tenia un ojo puesto en Margrete, que estaba sentada en una pequena hamaca a sus pies. De vez en cuando levantaba un pie y daba un suave empujon a la hamaca para que se meciera, y entonces el regordete bebe sonreia con sus encias desdentadas. Su marido, Karsten, sentado junto a la mesa del comedor con un crucigrama, las contemplaba a hurtadillas. Han sucedido tantas cosas, penso. Lily esta completamente cambiada. Ahora tiene otra voz, otra mirada.

Otra sensibilidad.

Ella levanto la cabeza, lo miro y senalo el periodico.

– ?Has leido lo de la falsa esquela?

Karsten dejo el boligrafo y asintio.

– ?Por que no me lo dijiste?

– ?Por que iba a hacerlo? ?Es que no sabes leer?

Lily doblo el periodico y lo dejo sobre la mesa con gesto irritado. Luego se inclino sobre la hamaca y acaricio la mejilla de Margrete.

– Puede tratarse del mismo tipo -dijo-. El mismo que vino a nuestro jardin. Seguro que es el.

Karsten Sundelin volvio a coger el boligrafo y escribio una palabra en el crucigrama.

– Exactamente. La gente no habla de otra cosa. Pero en este asunto hablar no sirve de nada.

De nuevo lo invadio una sensacion desconocida. Una fuerza que salia desde el fondo de su ser, algo que le impedia respirar. Como si un nuevo Karsten Sundelin estuviera creciendole por dentro, un Karsten que habia estado adormilado y ahora queria salir.

El que no se venga no hace nada bien, penso. Era un viejo refran noruego. ?Por que ya no estaba vigente? ?Por que ahora era el Estado el que tenia que vengarse en su nombre y en el de Lily? ?Por que tenian tantos derechos los condenados? ?Por que merecian respeto y comprension? ?No se habian portado tan mal que se les debian quitar esos derechos?

– Algo terrible le habra pasado en la vida -opino Lily- si se comporta de esta manera.

– En todas las vidas sucede algo -dijo Karsten.

Se levanto y se acerco a la hamaca, cogio a la nina en brazos y la apreto contra el. Noto la boquita mojada del bebe en el cuello y el olor a la pequena se le subio a la cabeza. Algunas veces estaba a punto de llorar, porque Margrete era un milagro. Margrete era su futuro y su vejez, era la esperanza y la luz. Era la ultima cifra de la clave de la camara acorazada de lo mas profundo de el. Y por fin habia tenido acceso a la verdad sobre si mismo.

Habia encontrado a un guerrero.

Volvio a poner de nuevo con mucha delicadeza a Margrete en su sillita, y regreso a su crucigrama.

– La venganza es dulce -dijo de repente Lily.

– Eso dicen -respondio Karsten-. Yo nunca me he vengado de nadie, pero supongo que es verdad.

– Pero ?por que dulce? -pregunto ella-. ?No es una frase muy rara?

– Supongo que las hormonas aparecen a chorros cuando uno por fin puede vengarse. Algo asi. No se, no entiendo de esas cosas.

Se puso las manos en la nuca y estiro sus largas piernas.

Lily pudo ver que su marido estaba pensando en algo, porque sus ojos verdes se habian entornado. ?Lo amo?, penso ella de repente. El pensamiento paso velozmente por su cabeza y se sintio asustada. Supongo que estoy obligada a amarlo, penso a continuacion, pues somos el y yo. Para siempre.

– Cuando reprendes a un perro -anadio Karsten-, lo haces inmediatamente. El perro roba una albondiga de la mesa de la cocina, y le das un cachete en el hocico. Tienes que hacerlo en ese mismo instante, porque si el perro no recibe el castigo en el transcurso de tres segundos, jamas vera la relacion entre la albondiga y la mano que le pega.

– ?Por que hablas de perros? -pregunto Lily.

Karsten vacilo un instante, midiendo cuidadosamente sus palabras.

– Puede que nuestro sistema sea justo -dijo-, pero es demasiado lento. Y lo que es demasiado lento no es eficaz, no surte ningun efecto. Un imbecil comete un delito. Al cabo de un tiempo es arrestado y espera varios meses a que le salga el juicio. Luego viene el litigio, al imbecil por fin lo juzgan y entonces naturalmente, quiere recurrir. Y si es condenado, volvera a recurrir de nuevo. Entonces habra un nuevo juicio, y lo pondran en lista de espera porque no quedan celdas libres. ?Como va a ver ese idiota la relacion?

Karsten gesticulaba violentamente con las manos.

– Ponle las esposas el lunes, juzgalo el martes y metelo en la celda el miercoles -dijo-. Asi dejara de robar albondigas.

Dio un punetazo en la mesa para indicar la gravedad del asunto.

– Eso no puede ser -objeto Lily-. No tenemos una sociedad ideal. Y tampoco somos perros -anadio, mirando de reojo a su marido.

Cogio a Margrete y la puso sobre sus rodillas.

– Tambien los delincuentes tendran cierta capacidad mental -dijo-. Y claro que ven la relacion. Lo mas importante es que el acto tenga una consecuencia, ?no? Ademas, es algo que queda para siempre en su historial. Luego van por la vida marcados -dijo Lily muy dramatica.

– ?Capacidad mental?

Karsten Sundelin resoplaba.

– ?Tu crees que ese idiota que estuvo en el jardin tiene capacidad mental?

– Si -contesto Lily-. Lo creo. Incluso puede que sea muy listo. Por eso le tengo miedo. Precisamente por ser tan astuto.

– Pero no debes tenerle miedo -exclamo Karsten-. ?Tienes que estar furiosa! -anadio, dando otro punetazo en la mesa.

Lily cerro los ojos. Nunca habia estado furiosa por nada. Era incapaz de poner en marcha esa clase de sentimientos. Muy dentro de ella podria arder algo sin humo, pero, en cuanto subia a la superficie, se convertia en un llanto desesperado. Habia algo desesperanzador en todo aquello, algo inherente a ella, el que fuera incapaz de gritar o pegar, el que no pudiera rabiar, como rabiaban otros al ser victimas de alguna vejacion. Ella se encogia en un rincon y se lamia las heridas. Soy una victima, penso. Iria voluntariamente al matadero si alguien me lo pidiera.

– Si, si -dijo en voz alta-. Uno tiene derecho a pensar lo que quiera. Lo mas importante es que nosotros seamos mejores personas que el. Que lo demostremos dejando a las autoridades que se ocupen.

– Pero solo lo hacen en parte -objeto Karsten.

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