La miro con los ojos entornados.
– ?Que haremos si no lo cogen?
Lily mecio a la nina en sus brazos.
– No hay absolutamente nada que podamos hacer en ese caso -contesto.
Hannes y Wilma Bosch llevaban quince anos viviendo en Noruega, y se habian hecho una amplia casa de madera en el camino hacia Saga. En la parte de delante tenian un porche en el que habia un balancin con cojines de flores. El pequeno Theo estaba meciendose en el balancin. Theodor Bosch acababa de cumplir ocho anos, y uno de sus grandes heroes era el transformer Optimus Prime, del que tenia un ejemplar. Un robot que mediante un par de giros de la mano podia convertirse en un coche. El otro heroe de su vida era el aventurero Lars Monsen. Theo estaba obsesionado con Lars Monsen. Lo tenia en DVD, en la pared sobre la cama y en la estanteria de los libros. En su habitacion tenia incluso un enorme muneco de carton de Lars Monsen. De tamano natural. Lo habia conseguido suplicando a los de la libreria de Kirkeby, y luego lo habia transportado el mismo debajo del brazo, bajando por la larga escalera mecanica, hasta el coche de su padre. El famoso aventurero era por tanto lo primero que veia al abrir los ojos por las mananas. El tal Lars Monsen, con su pelo de salvaje y sus ojos rasgados. Por las noches, Theo sonaba que le habian regalado una cana de pescar como la de Lars Monsen, y que tenia una tienda de campana y una canoa como las suyas. Sonaba que remaba por los lagos con un rifle a la espalda y un cuchillo en el cinturon. Sonaba que iba por lagos helados, calentandose las manos delante de una hoguera, que asaba truchas en las llamas y que separaba la carne de las espinas con afilados dientes de hombre de tierras virgenes.
Pero Theo era un chico flacucho de ocho anos, y le quedaba mucho camino hasta el mundo de los adultos y la vida en tierras salvajes. Aunque sonar si se le daba bien. Su imaginacion no tenia limites, y a veces lo transportaba a lugares salvajes y extranos. Pero su cuerpo estaba seguro entre los cojines del balancin. Theo se mecia sin parar. Llevaba un pantalon corto color caqui y tenia las rodillas redondas y blancas, como patatas recien lavadas. Su madre, Wilma, estaba preparando la comida en la cocina. El cuerpo de su madre era fuerte y ancho, y le inspiraba mucha seguridad. Wilma Bosch era igual de solida que el gran escritorio de roble del salon, que el banco de la cocina y que la madera de las paredes.
Eso pensaba su marido, Hannes Bosch.
Estaba en la puerta mirandola, y, cuando giraba la cabeza, tambien veia a su rubio hijo, que estaba meciendose en el balancin. El sol de la tarde ardia en las paredes de troncos. Le gustaba escuchar ese susurro del gran bosque, su robusta y rubia mujer junto a la cocina, y su hijo de piernas flacas. Se sentia feliz en ese pais fresco y limpio en el que vivian, con verdes abetos. Aqui se criaria Theo. Pasearia por los extensos bosques, se banaria en los frescos lagos y respiraria el aire limpio. Unos lenadores habian tallado los grandes troncos y les habian levantado esa casa, un poco alejada de la gente. La familia tenia la sensacion de tener su propio pequeno pais. Detras de la casa estaban enfilados los arboles, como soldados en guardia.
Theo se estaba retorciendo un mechon de pelo entre los dedos. El sol entraba ya bajo por el porche, el balancin se mecia lentamente. Wilma Bosch abrio el horno y saco una fuente con un pudin de pescado. La casa entera olia a nuez moscada.
– Dile a Theo que venga -le ordeno Wilma-. Y pon la mesa.
Hannes fue al armario. Saco tres platos azules de la estanteria de arriba y cubiertos del cajon. Luego echo un vistazo al porche.
– ?Estas dormido? Vamos a comer. Luego iremos tu y yo al bosque.
Theo dio un vuelco en el balancin.
– Tu y yo -repitio-. Y Optimus Prime.
Hannes se puso a cantar mientras ponia la mesa, porque en la radio estaba sonando Kristina de Wilhelmina. Quieres ser mia -chillaba Hannes- mi corazon esta ardiendo. Wilma volvio su ancho trasero hacia el. En la cocina se oia el tintineo de botellas, lo que significaba que ella estaba abriendo dos botellas de cerveza para ellos y una Fanta para Theo. Luego se sentaron en torno a la mesa.
El pudin de pescado estaba cubierto por una corteza dorada de pan rallado.
– ?Hasta el lago Snelle? -pregunto Theo, esperanzado.
– Si aguantas llegar tan lejos -dijo Hannes.
Comieron en medio de una tranquilidad imperturbable.
Luego ayudaron a mama Wilma a recoger la mesa.
– Los hombres vamos a dar una vuelta por el bosque -dijo Hannes.
Se habian puesto ropa de andar y estaban listos para arrancar. Theo pateaba de impaciencia. Hannes llevaba una pequena mochila a la espalda.
– ?Tened cuidado con las viboras! -grito Wilma.
Primero tenian que andar un trecho junto a la carretera nacional. Habia muchos camiones que transportaban troncos y la carretera era estrecha y llena de curvas, razon por la que Hannes cuidaba de que Theo se mantuviera en la parte de dentro. Al cabo de quince minutos llegaron a un camino forestal llamado Glenna. Y poco despues estaban junto a la barrera. Habia tres coches aparcados en fila en el pequeno aparcamiento.
– Nos lo tomaremos con tranquilidad -dijo Hannes-, porque hemos comido mucho. Mira bien donde pones el pie, ya oiste lo que dijo mama: por aqui puede haber viboras. ?Que calzado llevas? Sandalias, por lo que veo. Bueno, no creo que las sandalias sean lo mas apropiado, a Lars Monsen no le habria gustado nada. ?Tu crees que Lars Monsen cruza Canada en sandalias? Pero bueno… Pronto se pondra el sol -anadio-, y entonces aparecera el alce. Si tenemos suerte.
Theo miro a su padre con sus ojos azul claro.
– El alce -repitio-. Me apuesto algo a que se larga cuando nos vea a los dos.
Se rio ruidosamente, mirando a su padre para que le confirmara que estarian seguros.
– Claro que se largara -contesto Hannes muy convencido-. Supongo que se queda en algun sitio vigilandonos desde detras de los arboles. Estamos en su territorio, ?sabes? Al menos asi lo vera el, ?no crees? Tenemos que comportarnos bien, nada de gritar ni hacer ruido. La naturaleza merece nuestro respeto -dijo Hannes-. Todo el que anda por Glenna debe ser humilde y moverse con ligereza.
De repente se salio del camino y dio unos pasos bosque adentro. Theo lo siguio cuidadosamente, mirando donde ponia los pies. Le parecia oir crujidos por todas partes. Luego se sento en un tronco de madera, mientras Hannes cogia el cuchillo del cinturon.
– Todo el que anda por el bosque necesita un baston para caminar -explico-. Uno grande para mi y uno pequeno para ti. Para apoyarnos un poco. Y para espantarlas si llegan algunas alocadas vacas. No debes subestimar a las vacas -anadio-, son muy tontas, pero pesan como locomotoras.
Partio una rama de un arbol y se puso a quitarle todas las hojas y ramitas. Al final exhibio un palo con una punta blanca.
– Con esto puedes pinchar las percas cuando lleguemos al lago -dijo, dando el baston a Theo.
Theo se lo acerco a la nariz, olia muy bien.
– Todo lo que necesitamos se encuentra en este bosque -dijo Hannes-. ?Has pensado en ello? Comida y agua. Sol y calor. Aqui dentro podemos vivir y trabajar. Podemos cazar. Talar arboles y construir casas. Eso es lo que hacia la gente antiguamente. Fijate, Theo, que vida tan buena seria. Despertarse con la luz, dormirse con la oscuridad. Vivir con todos esos sonidos de pajaros y animales.
Theo asintio. Las palabras de su padre le hicieron entrar en un ambiente muy especial, magico.
Luego Hannes se fabrico un baston de caminante para el, mas largo y mas gordo. Theo fue incapaz de controlarse, se puso a saltar y a bailar con su mirada azul fija en las anchas espaldas de su padre. Al cabo de un cuarto de hora llegaron a un cruce de caminos. Habia un cartel con varios mapas, y algunas indicaciones del Ayuntamiento:
EL BOSQUE ES PASTO DE LOS ANIMALES.
EL BOSQUE ES EL LUGAR DE TRABAJO DE LENADORES, CAZADORES Y PESCADORES.
EL BOSQUE ES RECREACION Y EXPERIENCIA.
MOSTRAD CONSIDERACION LOS UNOS CON LOS OTROS.