disentia profundamente de eso. Se podia culpar a las madres de bastantes cosas. El nino esta sometido a sus caprichos, sus enfados, su desesperacion, su amargura y sus carencias. Tambien esta sometido a la desesperacion del padre, a su ausencia y a su falta de participacion.

Frank se habia detenido a husmear un bollo mordisqueado. Al acabar, levanto la pata y meo sobre una valla vieja y oxidada. Luego, el hombre alto y canoso y el pequeno perro arrugado prosiguieron su paseo por la ciudad. Creo que mis pasos son algo mas pesados que unos anos atras, penso Sejer. Pero tambien soy mayor y mas sabio. En ese momento le sobrevino de nuevo uno de esos repentinos y pasajeros mareos. La ciudad y los edificios daban vueltas ante sus ojos. Por si acaso, se acerco a la pared de un edificio y se apoyo. Cerro los ojos y espero a que el ataque pasara. Tambien Frank se detuvo. Miro a su amo con sus ojos negros. Acabo de caerme un par de pasos hacia la izquierda, penso Sejer. Siempre me caigo hacia la izquierda. Es una especie de simetria, ?no? No, no, dejalo ya, se dijo a si mismo, supongo que tengo algunas venas calcificadas en la nuca. Tal vez tenga anemia.

Prosiguio su camino.

Sono el telefono en su bolsillo interior.

Reconocio el numero de la pantalla y oyo el informe de Skarre sobre los guantes olvidados en la caja del supermercado Spar. Cuando estaban a punto de acabar la conversacion, Skarre menciono algo que se habia guardado para el final.

– Helge Landmark ha empeorado -dijo-. Esta ingresado y conectado a un respirador.

* * *

Johnny Beskow sonaba a veces que todo el mundo lo estaba buscando. Que la policia habia enviado a un monton de hombres con pastores alemanes con las fauces abiertas a perseguirlo por el bosque. Era noche cerrada y buscaban con linternas. Podia ver los haces de luz entre los troncos de los arboles, y oia amenazas, gritos, y perros que jadeaban, pero era mas rapido y mas listo que ellos.

Se escapaba como un lince.

Encontraba una cueva donde esconderse, y se sentaba muy quieto y encogido junto a la roca escuchando. Luego se subia veloz como el rayo a un arbol y los observaba desde lo alto a traves de las hojas. Despues vadeaba un rio para que sus perseguidores perdieran su rastro.

Tenia ese sueno constantemente. Siempre se despertaba con una sensacion de jubilo porque no era una pesadilla, sino una especie de juego que el ganaba siempre.

No me capturan ni siquiera en los suenos.

Porque yo soy mas rapido, penso.

Soy Johnny Beskow, y soy invencible.

La Suzuki se nego a arrancar. Expulso un par de toses secas y se apago. En el deposito apenas habia gasolina, pero, como Johnny no tenia dinero, se fue andando. Tenia buenas piernas y llevaba buen calzado, y en su casa no queria estar. Mientras andaba, se acordo de que habia perdido los guantes, y se le ocurrio que tal vez se los hubiera dejado en el supermercado del lago Skarve. Puede que se los hubiera quitado y los hubiera puesto en la cinta al ir a pagar para salir pitando, dejandoselos olvidados. Podria haber sucedido asi, entonces tal vez alguien los hubiera guardado. Decidio acercarse a la tienda a preguntar por ellos, asi que tomo el camino que conducia al lago. Andaba deprisa. El calor le llenaba el cuerpo de los pies a la cabeza, haciendole sentirse ligero y bien. Antes de entrar, se dio un paseo por la playa, admirando los patos y esos hermosos circulos en el agua. Al cruzar el aparcamiento y acercarse al supermercado, se quedo unos instantes vacilando. Algo sono en su conciencia, como un reloj de alarma. Se sentia observado. En ese instante diviso un cartel en el escaparate que decia que se habian encontrado un par de guantes negros y rojos.

Pregunten por Britt.

Abrio la puerta, entro, aun algo vacilante, y se acerco a la caja, donde habia dos chicas mano sobre mano, mirandolo fijamente con ojos grandes y redondos.

Cuando mas adelante penso en ese momento, reparo en que las chicas se habian comportado de un modo muy extrano. La sencilla pregunta de si podian darle los guantes habia dado lugar a un nerviosismo que el no entendia. Abrieron los ojos de par en par e intercambiaron rapidas miradas. Una de ellas desaparecio al instante dentro de la trastienda, y tardo una eternidad en volver. La otra salio disparada al aparcamiento y se puso a dar incomprensibles vueltas. Como si estuviera buscando algo. De vez en cuando se paraba y miraba extranada a su alrededor, como si algo faltara alli fuera. ?Joder! Esta buscando la Suzuki, constato Johnny para sus adentros. Lo del deposito vacio de gasolina habia sido una suerte. Entonces la otra volvio por fin de la trastienda y le dio los guantes. Johnny salio disparado y emprendio el camino hacia Bjerkas.

Volvio a pensar en el sueno que habia tenido esa noche. Tal vez lo divertido este llegando a su fin, penso. Tal vez esten sobre mi rastro. Tal vez lo mejor sea que haga algo espectacular mientras aun queda tiempo.

Encamino sus pasos hacia la calle Roland.

Caminaba bajo el sol y la suave brisa de septiembre, rodeado de flores silvestres y verdes prados. Mientras andaba, iba canturreando una cancion: «Hermann es un tio alegre». Cuando llego a casa de su abuelo grito para que el viejo supiera que habia llegado.

– ?No vienes en moto? -pregunto Henry Beskow-. No te he oido llegar.

Johnny le explico que el deposito estaba vacio. Lo dijo en un tono indiferente, como de pasada, porque el no era de los que mendigaban, y ademas, tenia buenas piernas.

– Estoy mas agil que una gacela -dijo en voz alta-. Viene muy bien andar un poco.

– En el cobertizo hay un viejo bidon de plastico verde, Johnny. Puedes llenarlo de gasolina. Coge dinero del frasco de la cocina. Tienes que tener la moto a punto, es importante que puedas pasearte por ahi.

Johnny se ocupo de preparar comida y bebida para los dos. Hizo sandwiches y mezclo limonada en una jarra. Luego lo llevo todo al cuarto de estar, donde lo puso encima de la mesa, junto con la taza de dos asas. De repente se le ocurrio una idea. El cuarto estaba siempre al rojo vivo de tanto calor. Se acerco a las ventanas. Ambas estaban cerradas. Las estudio minuciosamente, siguio el marco con un dedo, miro la calle con los ojos entornados, y casi lo ciega el sol bajo.

– Necesitas aire fresco -dijo en voz alta.

– No puede ser, por las avispas -protesto el viejo.

Johnny se volvio y lo miro. Queria ser el jefe, asi que separo las piernas y cruzo los brazos.

– Entonces buscare un carpintero para que nos haga uno de esos marcos de tela metalica contra insectos - dijo-. Uno para cada ventana. Asi podran estar abiertas todo el verano, y tu te despejaras y no estaras tan pesado y adormilado como ahora.

– ?Que chico tan descarado! -gruno el abuelo.

– ?Tienes un metro? -pregunto Johnny-. Voy a medirlas.

El abuelo le dijo que buscara en un cajon de la cocina. El metro era viejo pero fuerte. Johnny midio las ventanas dos veces.

– Noventa y ocho por uno diez -dijo satisfecho-. Buscare un carpintero en las paginas amarillas.

– Tendras que preguntar lo que va a costar -dijo Henry-. ?Eres capaz de regatear?

– Dire que eres pensionista -sugirio Johnny.

Miro en la guia telefonica y eligio un carpintero que vivia en el distrito. Le explico la situacion y acordo el precio y la entrega.

– Si todos fueran como tu, Johnny -dijo Henry-, el mundo seria un lugar mejor.

Johnny le acaricio brevemente la cabeza casi calva.

– Ya lo se -dijo-. Soy un hombre de accion.

Luego charlaron un rato de todo y de nada, como solian hacer. Transcurrieron un par de horas en un santiamen. Henry se sentia privilegiado por recibir tantos cuidados y carino, y Johnny se sentia indispensable.

– Somos nosotros dos contra la escoria -le dijo a Henry.

Luego llevo los vasos y el plato a la cocina y lo dejo todo sobre la encimera. Fue a por el bidon verde al cobertizo, y, mientras iba andando hasta su casa en Askeland con el pesado recipiente en la mano, jugaba a un juego. Jugaba a que su madre, tal vez ocupada en alguna manualidad, levantaba la vista cuando el entraba en el cuarto de estar, le sonreia y le decia, que bien, por fin estas aqui, llevo mucho tiempo esperandote. ?Tienes hambre? ?Quieres que te prepare algo de comer? ?Que te apetece, Johnny, carino?

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