Bjorn Schillinger tenia una casa en la cuesta de Saga.

Era una casa grande, pintada de rojo, y con un edificio anexo de cincuenta metros cuadrados. Todo parecia muy idilico y rustico. Detras de la casa estaba el tupido bosque. Schillinger conocia todos los senderos. Uno iba a Saga, otro a la Fabrica de Cristal, y otros hasta los lagos Snelle y Svarttjern. Habia andado innumerables veces por esos senderos, habia corrido por ellos de nino y de adulto para mantenerse en forma. Delante de la casa habia un patio abierto. El propio Schillinger habia construido una mesa y dos bancos de madera para poder sentarse fuera en dias buenos como ahora, en el bajo sol de septiembre. Subio la empinada cuesta hasta la casa en su Landcruiser color oro mientras canturreaba una sencilla melodia. La vida no esta mal, penso, al fin y al cabo no esta mal. Eso pensaba a pesar de que su mujer, Evy, lo habia dejado hacia poco. Pues la vida de soltero era comoda, aunque la economia se hubiese vuelto algo mas dificil. No estaba nada deprimido. Era dueno de su vida, y miraba con voluptuosidad a otras mujeres cuando le apetecia. Tenia mucho contacto con su pequena hija, June, que era lo que mas queria en el mundo. Ahora volvia de su fiesta de cumpleanos, de juegos, canciones, tartas de chocolate y bebidas gaseosas. June, que cumplia seis anos, llevaba un vestido rojo con puntitos blancos, y el le habia tomado el pelo diciendole que parecia una pequena seta envenenada. Los ninos tienen algo especial, penso Bjorn Schillinger. Son tan frescos, sanotes y descarados… Tienen toda la vida por delante, y pueden disfrutar con las pequenas y grandes alegrias. Como por ejemplo un cumpleanos con regalos. Le habia regalado unos patines. Y ella no se los habia quitado en una hora. Evy, su ex mujer, se habia puesto furiosa, claro, porque le estropeaban el parquet de roble. En eso piensan las mujeres, penso Bjorn Schillinger. Se preocupan por suelos, muebles, alfombras y papel pintado. Solo Dios sabe de que estan hechas, pues no reparan en lo importante, solo piensan en lo externo, en el aspecto de las cosas.

Y en lo que piensan los demas.

Ya habia llegado a la casa.

Entonces freno en seco. El gran Landcruiser se detuvo tan bruscamente que la gravilla se levanto por las ruedas.

La perrera estaba vacia.

La puerta estaba abierta de par en par. Bjorn Schillinger se quedo completamente aturdido. No entendia como era posible y permanecio sentado, agarrado al volante. Aunque parpadeo varias veces y se dio golpes en la frente, la imagen seguia siendo la misma. La perrera estaba vacia. La puerta estaba abierta. Los siete perros habian desaparecido. Alguien tiene que haber estado aqui, penso. Pero ?por que, cono? Era completamente imposible que los perros hubieran salido de la solida perrera por sus medios, ni de cona, ?como iban a haberlo hecho? Y la puerta estaba en perfecto estado, el se ocupaba de eso, era consciente de su responsabilidad. Porque los perros eran grandes y fuertes. ?Que cono esta pasando? Penso. ?Ha venido alguien? ?Adonde han ido los perros? ?Hay algo que haya olvidado? Salio del coche. En ese instante lo vio, junto a la pared de la casa estaba Lazy lamiendose las patas. Lamia con mucha energia, y tenia la boca ensangrentada y manchada. Schillinger atraveso el patio. Habia dejado el coche con el motor en marcha, su corazon latia con dificultad, como si hubiese subido la cuesta corriendo, y no conduciendo su Landcruiser color oro. La perrera estaba vacia. Los siete perros estaban fuera y habian estado cazando. Habian cogido una presa, y los restos de sangre en las fauces de Lazy procedian de ella, que ojala no fuera un animal domestico. No debo perder la serenidad, penso, tiene que haber una explicacion. El Landcruiser seguia rugiendo, mientras Schillinger iba hacia la casa. Andaba con los mismos sentimientos que cuando cruzaba aguas heladas en el invierno, repartiendo equitativa y cuidadosamente el peso. Se sentia algo debil. Se detuvo a medio camino, se inclino y se arrodillo un instante. Lazy interrumpio su actividad y dejo de lamerse las patas. El gran perro esquimal levanto la cabeza y lo miro, Schillinger siguio andando lentamente, grande y seguro con las piernas separadas, sin ceder un milimetro, aunque el perro no se comportaba normalmente. Se levanto y bajo su gran cabeza. Restos de sangre, penso Bjorn Schillinger. Dios mio, como me late el corazon, habran cogido un gato, penso. O un zorro. O un perro. Que no sea un perro. En ese momento oyo un grunido bajo. Lazy le enseno los dientes. El que el perro ya no se sometiera a el ni lo tratara como el jefe de la jauria lo preocupaba y enfurecia a la vez. Tomo impulso y se abalanzo sobre Lazy, lo presiono contra el suelo, lo agarro fuerte y le abrio las fauces. Estaban llenas de sangre y con restos de piel. Habran cogido una oveja, penso, tendre que hablar con Sverre Skarning para calmarlo, y recompensarle por la perdida del animal. Pagarle muy bien. Mientras estaba de rodillas luchando contra el panico, y con el perro Lazy de espaldas debajo de el, llegaron dos perros mas del bosque, trotando despacio. Vio que uno era Ajax y el otro Maraton. Tambien ellos tenian las fauces llenas de sangre. Por unos instantes se sintio debil, luego sintio nauseas. Queria actuar, pero el cuerpo le pesaba y los brazos se negaban a obedecerle. La perrera. Estaba abierta. ?Como habia sucedido? Enfurecido, se inclino y gruno contra el cuello de Lazy, gruno como un salvaje. Por fin el perro se rindio, gano debilmente, y su cuerpo fuerte se quedo flacido. Bjorn Schillinger fue a por los otros dos y los hizo entrar en la perrera. Se quedaron merodeando alli dentro mirandolo de reojo, moviendose de un lado para otro con una energia que ya no eran capaces de canalizar. Se habian convertido en unos perros diferentes, por los que el ya no sentia nada, no eran mas que grandes fieras con afilados caninos. Les mostro los dientes y no pudo evitar que se le escaparan unas lagrimas. Examino la puerta de barrotes. No estaba rota ni cortada. El cerrojo y todo lo demas estaba intacto. Es imposible que haya olvidado cerrarla, penso. Entonces vio mas perros llegar corriendo del bosque, tambien ellos llenos de sangre y comportandose de un modo diferente al habitual. Los pensamientos daban vueltas en su cabeza. Tambien habia gente en el bosque esos dias tan buenos del final del verano. Algunos iban en bici, otros iban andando hasta los pequenos y numerosos lagos a pescar. Y si esos siete perros… no, no queria ni pensar en algo asi. Ahora lo importante era actuar. Consiguio meter a Bonnie y a Yazzi, luego a Attila y Goodwill, cerro la puerta con un estallido, echo el cerrojo y fue a toda prisa a por la manguera.

Los perros habian estado fuera.

Todos estaban llenos de sangre.

Lo importante ahora era mantener la cabeza despejada. Habia muchas cosas en juego. Estaba en juego su futuro y el de sus perros. Su nombre y su buena reputacion. Su vida entera estaba en juego. Tiro de la manguera, llegaba justo hasta la perrera. Corrio al sotano a abrir la llave, volvio a subir a toda prisa, cogio la manguera y se puso a lavar a los perros. Ellos intentaban escapar buscando los rincones, pero no lograron evitar el duro chorro de agua helada. Los rego hasta que estuvieron completamente limpios, a la vez que estaba atento a posibles ruidos de gente o de coches. Pero si yo cierro siempre la puerta, penso, les doy de comer y luego cierro la puerta. Tres rapidos movimientos. Cerrar la puerta, echar el cerrojo y bajar el gancho. Ademas, no soy el unico que tiene perros por aqui. Junto al lago Svarttjern vive un tipo que tiene cuatro huskys. ?Como se llama? Ah, si, Huuse. Tal vez pueda librarme, penso Bjorn Schillinger. Vale que hayan cogido una oveja. Pero hay tantas ovejas… Y de los perros que yo tengo solo hay siete. Seguia limpiandolos con la manguera, el chorro les alcanzaba por todas partes, en los ojos y en la boca. La sangre corria por el suelo. Lo jodido es que la gente se pone completamente histerica y exige enseguida que se sacrifique a los perros sin tener en cuenta lo que han hecho, penso Schillinger, si han cogido a un zorro o a un ciervo. Estuvo un buen rato echandoles agua. Los perros estaban chorreando y completamente limpios cuando por fin enrollo la manguera y la tiro al suelo. Volvio a entrar en la perrera y se acerco a Attila, el perro alfa. Se agacho, levanto la cabeza del animal y miro fijamente sus ojos amarillos.

– ?Donde habeis estado? -gruno-. ?Donde cono os habeis metido?

Tras la enorme cantidad de agua helada, el perro habia vuelto a ese estado de sumision en el que debia estar, razon por la que lamio la comisura de los labios de su amo. Schillinger le dio un fuerte empujon, profiriendo terribles maldiciones. Acto seguido salio de la perrera y cerro escrupulosamente la puerta.

Cerrar la puerta, echar el cerrojo y bajar el gancho.

Tiro dos veces de la puerta de barrotes para estar seguro.

No puedo haberme olvidado de la puerta, penso. Alguien tiene que haber estado aqui. Habran cogido una oveja, y habra un enorme barullo. La gente no aguanta nada.

De repente se acordo de que el Landcruiser seguia con el motor en marcha, y se acerco a apagarlo. Habia un silencio sepulcral. Ya no se oia ningun ruido, ni procedente del bosque ni de los perros. Entro en la casa y se sento junto a la ventana a esperar. Miraba constantemente la verja, por donde sabia que iban a llegar.

* * *

Wilma Bosch perdio el juicio.

Ocurrio cuando le explicaron como habia muerto su hijo. Que habian sido varios perros, seguramente una jauria entera, que se habian abalanzado sobre el, que le habian arrancado la piel de los musculos, y los musculos

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