Nada habia sido como aquello.
Se acordo de repente de la postal que habia encontrado en el felpudo de la puerta con la foto del gloton. Si tu eres el culpable de esto, tenias razon, penso.
Esto ya no es un juego.
Y para Hannes y Wilma Bosch durara toda la vida.
Se inclino por el borde de la cama para mirar a Frank, que dormia en la alfombrilla, y esa pacifica imagen del pequeno perro arrugado puso en marcha otros pensamientos. Pensamientos sobre la vida, la muerte, y la naturaleza. Sobre lo crudo y brutal que estaba en la base de todo lo vivo.
Si estuvieramos tu y yo de paseo, penso, y pasara algo… Imaginate que tuvieramos un accidente o que nos quedaramos encerrados en un sotano, en una cueva, o donde fuera. Y nadie nos encontrara. Estariamos solos tu y yo, Frank, encerrados en esa cueva sin comida ni agua. E imaginemos que a mi me diera un ataque al corazon y tu te quedaras alli dentro con mi cuerpo muerto. Entonces me comerias. Empezarias a roerme, me arrancarias la piel de los huesos, y todo lo bueno que ha habido entre nosotros lo olvidarias. ?Oyes lo que estoy diciendo, Frank? Me comerias. Cuando estuvieras lo suficientemente hambriento. Porque esa es tu naturaleza y tu sigues tu instinto de supervivencia. Tambien los seres humanos lo hacemos, forma parte de nuestro destino y nuestra grandeza el que nos aferremos a la vida. Pero cuesta. Volvio a apoyar la cabeza en la almohada. Se sentia pesado y cansado, entonces sono el telefono movil, que estaba sobre la mesilla de noche. Sejer reconocio el numero del jefe de seccion, Holthemann.
– Se que es tarde -dijo.
– Si -dijo Sejer-. Es tarde.
– He estado pensando en una cosa. Esos perros de Schillinger. ?No deberiamos encomendar a nuestros hombres la tarea de matarlos, quiero decir, pegarles un tiro como una potente demostracion, por consideracion a los Bosch?
Sejer miro a Frank, que se habia arrugado sobre la alfombrilla.
– Llevarlos al veterinario es en si una demostracion suficiente -dijo-. Ademas, seria una dura carga para el hombre que tuviera que cumplir con el encargo. Por cierto, ?a quien pensabas encargarselo? ?A Jacob Skarre? El es creyente. Ademas, son siete perros. Pareceria una masacre. Yo mismo tengo perro -anadio-. No, esto no es una diversion. Esto es algo muy feo.
– ?No eres un poco blando? -pregunto Holthemann.
– Si -contesto Sejer-. Supongo que se debe a lo especial que es este caso. Y no me vuelvo mas joven con los anos.
– Y Schillinger, ?es de fiar? -pregunto Holthemann-. ?Lo es?
– Se encuentra en una situacion de crisis -comento Sejer-. Claro que no es de fiar.
– ?Y la perrera? ?Cumple con las normas legales?
– Sin duda alguna. Y es imposible que esos perros salgan de ella sin ayuda ajena. Si la puerta estaba bien cerrada, por supuesto.
– ?Y los perros? -pregunto Holthemann-. He oido decir que no estan permitidos en Noruega. ?Es asi?
– Esta poco claro -contesto Sejer-. Pero de todos modos es una raza bastante dura. He leido algo sobre ellos en internet. Tienen una enorme energia y una naturaleza muy independiente. Requieren un trato firme y consecuente. Tienen un instinto gregario extremo y luchan constantemente por subir un peldano en la jerarquia. Ademas, siempre se lanzan sobre todo lo que sea comestible, alli donde puedan encontrarlo. Consideran todo lo vivo como comida. Y por si eso no fuera suficiente, llegan a medir setenta centimetros de alto. Y pesan mas de cincuenta kilos. Theo no tuvo ninguna posibilidad contra ellos.
Holthemann callaba al otro lado. Por fin recobro la voz.
– Sera como tu digas -dijo por fin-. Los llevaremos al veterinario. Supongo que sera esfuerzo suficiente poner siete inyecciones.
Dieron por finalizada la conversacion. Sejer se tumbo de nuevo en la cama, lleno de inquietos pensamientos.
Si supieramos lo que nos depara la vida, penso.
Ese dia, que era domingo, empezo como todos los demas, con su madre haciendo ruido en el dormitorio. Estaria buscando algo que ponerse, y entre los montones de ropa sucia encontraria cualquier trapo. Porque la hiena estaba totalmente sana, ningun indicio de envenenamiento, pateaba por la habitacion mas viva que nunca. A juzgar por los sonidos que atravesaban la pared, habia alli dentro un gran oleaje, porque su madre se tropezaba constantemente con muebles y otros objetos en su andadura por la habitacion. Era como un torbellino sin control, sin orden, cogia algo, lo tiraba a otra parte y luego retomaba su feroz marcha. Por todas partes habia cosas tiradas, en los travesanos de la cama, en los respaldos, y en montones en el suelo. Rara vez lavaba ropa. Pero, por otra parte, apenas estaba con otras personas. Nunca iba a trabajar, nunca se exhibia. Excepto cuando iba en busca de dinero, de alguna subvencion.
Con ese abrigo manchado.
Johnny Beskow decidio quedarse en la cama hasta que ella estuviera levantada y vestida. Oyo las tuberias del cuarto de bano, que silbaban cuando ella abria los grifos. Luego su madre iria a la cocina, se calentaria una taza de agua, le anadiria cafe en polvo y se la beberia de pie junto a la ventana. Le temblaban mucho las manos, tenia las mejillas hundidas y las unas descuidadas. Porque ella siempre necesitaba un vodka antes. Su aspecto estaba marcado por su enfermedad, que le corria por todas las articulaciones como un pus cronico. Seguramente habia hecho unos difusos planes para el dia. Pero como siempre necesitaba un vodka primero y ese vodka siempre conducia a un segundo, nunca los llevaba a cabo. En lugar de ponerse en marcha, se dejaba caer en un sillon, donde se quedaba sentada reflexionando sobre su mala suerte en la vida y pensando que en realidad era guapa y bien dotada, y que siempre la habian malinterpretado de la manera mas escandalosa. Que el destino habia sido cruel e injusto con ella, desterrandola a una tierra de nadie, llena de miseria. Por tanto, ?quien podia exigirle que volviera a levantarse?
Ademas, se sentia a gusto en la miseria.
Era incapaz de adquirir algun compromiso.
Johnny estaba muy quieto tumbado en su cama esperando. Oyo a Butch corretear en su pequeno laberinto de plastico rojo y amarillo, sus minusculos pies lo aranaban. Al cabo de un cuarto de hora fue sigilosamente al cuarto de bano, alli se puso los vaqueros y la camiseta, bebio agua fresca del grifo y desaparecio. Su madre no tuvo tiempo de notar que se iba, no tuvo tiempo de hacer preguntas. En un periquete estaba sentado en su Suzuki, acelero y bajo a toda velocidad la calle.
Seguramente ella lo veria por la ventana.
Noto su mirada en la nuca como una espina.
La calle Roland estaba desierta.
No habia rastro de la nina Meiner.
Pero puede que tambien ella lo estuviera viendo por la ventana, tal vez estuviera con la frente apoyada contra el cristal, susurrandole maldiciones y blasfemias. Porque suponia que lo tenia bajo sospecha por lo de su nuevo peinado. A el no le importaba nada que lo maldijeran. ?No era esa precisamente su tarea en la vida? ?No era ese el objetivo de su pequeno juego, el que la gente hablara de el?, que dijeran: «?Quien se cree que es ese punetero tipo?».
Soy Johnny Beskow, penso. Nadie puede superarme.
– ?Eres tu, hijo? -grito Henry cuando Johnny entro en la casa.
– Si, abuelo, soy yo.