veces, he pensado que un dia ira demasiado lejos, y entonces tendra que saborear su propia medicina. Ya no sera tan divertido. Pero tu, Johnny, eres un chico considerado y atento. ?Que sabes tu de esos hijos de puta!
Johnny no hizo ningun comentario al respecto.
– ?Leiste todo el articulo? -pregunto Henry-. Lo del nino ese es terrible. Un brazo habia desaparecido, lo encontraron en el bosque a varios metros del cadaver. Piensa en sus padres. ?Imaginate como estaran!
Empezaron a humedecersele los ojos, y tuvo que secarse unas lagrimas.
– Cuando yo era nino -prosiguio-, vivia cerca de un criadero de visones. Un grupo de chicos soliamos ir hasta alli y los mirabamos a traves de los barrotes. No te puedes imaginar como olian, apestaban a kilometros de distancia, de modo que los vecinos no estaban muy entusiasmados, te lo prometo. Para serte sincero, Johnny, porque tu y yo siempre somos sinceros el uno con el otro, te dire que un par de veces les abrimos las jaulas. Solo para divertirnos. Porque no es que estuvieramos en contra de la cria de animales para peleteria, de eso no teniamos ni noticia. Si las tias querian llevar abrigos de piel, a nosotros nos daba igual. Pero era divertidisimo verlos correr de un lado para otro. Entonces instalaron una valla electrica y se acabo la diversion. Pero ya ves, son cosas que hacen los chicos.
Carraspeo un poco y prosiguio.
– Cuando voy a la tienda a comprar freson…
Se callo y volvio a empezar.
– Bueno, ahora ya no voy nunca a la tienda. Pero antes, cuando las piernas me llevaban, solia ir de vez en cuando a la tienda a comprar freson. Y en alguna cesta habia de vez en cuando un freson malo en la parte de arriba. Entonces yo pensaba que la cesta entera estaba podrida, ?sabes? Porque asi es como funcionamos las personas. No, no -anadio- tal vez sea una mala comparacion. Pero creo que entiendes lo que quiero decir. Estas un poco paliducho. Ve a por una Coca-Cola al frigorifico y bebetela.
Johnny se levanto del puf. Fue dando tumbos hasta la cocina y cogio una Coca-Cola. Quito el tapon y permanecio inclinado sobre la encimera mientras se la tomaba.
– ?Esa escoria deberia ir de puerta en puerta por todo el distrito! -grito Henry Beskow-. Arrodillarse ante cada puerta y pedir perdon. ?A ti que te parece, Johnny?
Johnny se agarro a la encimera. Era como si la habitacion diera unas enormes vueltas, y miro a un abismo tan profundo y tan negro que se sentia completamente aturdido.
– ?Johnny! -grito Henry desde el salon-. ?A ti no te parece que deberia arrodillarse ante todas las puertas?
– Ya es demasiado tarde, ?no? -murmuro Johnny-. La gente piensa lo que quiere. Y uno no puede pedir perdon por cualquier cosa.
Gunilla Mork no creia en Schillinger y sus alegatos de sabotaje. No le gustaba esa expresion amargada de su rostro, le parecia que se comportaba de un modo hostil y agresivo, y que le faltaba humildad ante aquello tan aterrador que habia sucedido. Gunilla sospechaba que Schillinger se estaba aprovechando de la situacion. Ese tipo que los habia tenido en vilo durante semanas con un sinfin de dementes inventos tenia al menos cierto estilo, pensaba ella, no se puede negar. Inventivo e imaginativo. Ella habia recortado su propia esquela del periodico y la habia colgado de la pared en un pequeno marco plateado. Cada manana, cuando entraba en la cocina, volvia a leerla y pensaba: Ah no, todavia no. Sigo aqui. Ese pensamiento le proporcionaba cierto placer.
Sverre Skarning discutia el suceso con su mujer siria, Nihmet.
– Ese terrorista ha estado por todas partes -dijo Nihmet-. Y ha hecho cosas muy raras. No me extrana que tambien lo culpen de esto. Es el precio que tendra que pagar. O tiene que entregarse y explicarse. Si no, pensaremos lo que queramos.
– Bjorn Schillinger se ha criado aqui -dijo Skarning-. Tiene perros desde hace treinta anos. En el verano, cuando entrena con el carro, frena y se para cuando se cruza con gente por Glenna. En el invierno se detiene para dejar pasar a los esquiadores. Es considerado y siempre ha sido intachable. Los perros son su mismisimo capital vital. No permitiria nunca nada asi. ?Olvidarse de cerrar la puerta! ?Jamas!
La verdad era que resultaba incomprensible, desde cualquier punto de vista.
– Ese hombre no me gusta -dijo Nihmet-. Conduce como un animal su Landcruiser. Es un bruto, Sverre. Y ademas hay algo en su mirada. Algo salvaje. ?No te has fijado?
Francis y Evelyn Mold seguian muy dolidas con esa persona que les habia hecho pasar por el peor de los temores, pero tambien ellas tenian sus dudas respecto a la historia de la perrera. Les parecia extrano que alguien hubiera ido a sacar a los perros. Astrid Landmark ya no tenia con quien discutir. Su marido, Helge, habia sido desconectado del respirador, y luego transportado elegantemente en el Daimler de Memento, rodeado de cuero, caoba y nogal, hasta su ultimo lugar de reposo.
La pequena Else Meiner no dejaba de darle vueltas.
– ?No es exactamente lo que yo dije? -bramaba su padre Asbjorn-. Un dia ira demasiado lejos. Ese indeseable ya tiene lo que se merece. Tendra que vivir con esto el resto de sus dias. Un nino. No tengo palabras. ?Sabes lo que hara ahora, Else? Desaparecera. Y nunca lo cogeran.
Else no contestaba. Estaba sentada en su habitacion junto al escritorio, pintandose las unas. De vez en cuando miraba por la ventana para ver si llegaba la Suzuki roja que tan a menudo se metia por la calle Roland para ir a la casa de Henry Beskow.
Y sin embargo algunos si creian la version de Bjorn Schillinger sobre el sabotaje. Es decir, que alguien habia ido a soltar los perros. Habia mucho gamberro en Bjerkas, eso todos habian podido comprobarlo, y no a todo el mundo le gustaban esos enormes animales que aullaban tan terriblemente por las tardes. Con esas fieras fuera podrian perder de vista tanto a ellas como a su dueno de una vez por todas. Uno de los que creia la version de Schillinger era Karsten Sundelin.
Un dia entablaron conversacion.
Se encontraron en la gasolinera de Bjerkas, fue un encuentro repentino y casual. Congeniaron enseguida, porque los dos estaban amargados, y los dos tenian necesidad de devolver los golpes.
– No puedo entenderlo -dijo Schillinger-. ?Por que no consiguen cogerlo, joder? Tanto tiempo trabajando en este caso y no son capaces de resolverlo. Voy a perderlo todo.
– Mi mujer se ha ido de casa -conto Sundelin-. Cogio a Margrete y se fue a casa de sus padres. Estoy completamente agotado. Nos han destrozado la vida, y yo no puedo hacer nada. ?Y tu? ?Has conseguido un buen abogado?
Schillinger lleno el deposito del Landcruiser, coloco la pistola de la manguera con un estallido y apreto bien el tapon.
– Si, ya tengo abogado. Pero, en cuanto a justicia, no estoy seguro de que las autoridades me la vayan a proporcionar. Tienen demasiadas reglas que seguir, tantas consideraciones…
Callaron unos instantes. En el silencio que surgio fue como si se buscaran el uno al otro, como si se unieran en torno a algo que no se podia decir en voz alta. Pero los dos sabian en que consistia ese entendimiento mutuo.
– ?Quieres que nos tomemos una cerveza esta noche? -pregunto Schillinger.
– De acuerdo -contesto Sundelin-. Tomemos una cerveza.
En los dias y semanas siguientes los dos fueron vistos juntos a menudo. Conversando en el fondo de un rincon del pub local.
Voces profundas hablando en voz baja.
Las cabezas muy juntas.
Acabaron los anuncios falsos y las diabolicas llamadas telefonicas.
Algunos opinaban que eso en si era senal de culpabilidad, que el desconocido terrorista se habia retirado, asustado y avergonzado. Otros pensaban que se habia cansado de su macabro juego, sin sentirse culpable por lo que le habia pasado al pequeno Theo Bosch.
?Y como iban a cogerlo? Sembraba el terror a distancia, sin dejar nada tras el, ninguna huella, ningun