entregarle una suma de dinero lo suficientemente cuantiosa para reparar todo el dolor, para borrar la espantosa y oscura noche que lo puso todo patas arriba. ?Dinero?

– ?No quiero nada!

Si no hubiese sido porque las glandulas lacrimales estaban completamente secas, habria empezado a llorar. Ella no queria dinero. Si pudiera elegir, se pediria un reproductor de video y su vida en una cinta manipulable. Rebobinaria los dias y se iria a casa de su padre aquel sabado en vez de acabar destrozada en su propio piso. Pero no podia elegir.

El labio inferior y toda la mandibula le temblaban con fuerza.

– ?Quiero recuperar mi vida, no una indemnizacion!

La ultima palabra fue escupida como si fuera veneno.

– Tranquila.

La abogada se recosto sobre la mesa y retuvo su mirada.

– Podemos hablar de todo esto mas tarde. Tal vez opines lo mismo entonces, con lo cual no te vamos, por supuesto, a obligar. A lo mejor cambias de parecer, lo dejamos asi. ?Necesitas ayuda con algo ahora mismo? ?Otra cosa?

Miro a su abogada durante unos segundos eternos. Finalmente, ya no aguanto mas. Se echo sobre la mesa de despacho con la cabeza entre los brazos y el pelo caido hacia delante, tapando su rostro. Lloro media hora a lagrima viva; la letrada no pudo hacer otra cosa que acariciar la espalda de su cliente y susurrarle palabras de consuelo.

– Si solo alguien pudiera ayudarme -sollozo la joven-. ?Y si alguien pudiera ayudar a papa!

Al final, se levanto de la silla.

– Realmente, no quiero saber nada de la Policia. Me da igual que atrapen o no al que lo hizo. Todo lo que quiero es…

El llanto volvio a apoderarse de ella, pero esta vez se mantuvo erguida.

– Solo quiero ayuda, y alguien tiene que ayudar a mi padre. No me habla. Se pasa todo el dia a mi alrededor, no se en que me puede ayudar, pero el… No dice nada. Temo que pueda…

De nuevo la domino el llanto. Tras otro cuarto de hora igual, la abogada comprendio que, por primera vez en su corta carrera de jurista, tendria que llamar a una ambulancia para que recogiera a su clienta.

No confiaban mucho en el dibujo, pero, aun asi, lo habian mandado imprimir. Al menos, habia conducido a algo: ahora tenian mas de cincuenta pistas de personas con nombre y apellidos. Quiza fuera, precisamente, porque el boceto era impersonal: los rasgos difusos, la cara inclasificable, una silueta sin identidad.

Hanne sujetaba el periodico con los brazos extendidos y observaba la pagina ladeando la cabeza.

– Este puede ser cualquiera -dijo con determinacion-. Con un poco de buena voluntad se parece, al menos, a cuatro o cinco hombres que yo conozco.

Mantuvo los ojos entreabiertos e inclino la cabeza hacia el otro lado.

– ?Se parece a ti, Hakon! ?Pues si que se parece a ti!

Solto una carcajada y le dejo que le arrancara el periodico de las manos.

– No se parece en absoluto -protesto el, visiblemente ofendido-. No tengo la cara tan redonda, mis ojos no estan tan juntos y, ademas, tengo mas pelo.

Arrugo el periodico y lo tiro a la papelera.

– Si es asi como llevas esta investigacion, entiendo que nadie apueste a que algun dia resolveremos el caso -declaro, todavia muy resentido.

– Por favor…

Ella no se rindio, recogio el diario estropeado y lo aliso con su mano delgada de dedos alargados y unas lacadas de blanco.

– Mira este dibujo, ?no podria ser cualquiera? No deberian publicar este tipo de retratos. Es posible que la victima se haya fijado excesivamente en un defecto o marca corporal, de modo que el hombre sale ahora dibujado con una nariz demasiado grande y nosotros perdemos una pista. O tiene realmente este aspecto, el de un hombre, un hombre noruego.

Se quedaron un buen rato asi, contemplando la foto del anonimo, de ese varon noruego de rostro anodino.

– ?Sabemos, realmente, si es noruego?

– Hablaba un noruego perfecto. Por otra parte, su aspecto era, aparentemente, noruego. Tendremos que suponer que lo es.

– Pero creo que era bastante moreno…

– Venga ya, Hakon. Hay suficientes racistas aqui en el cuerpo como para que encima pienses que un hombre rubio con deje de Oslo sea marroqui.

– Pero si violan encima de…

– Dejalo ya, Hakon.

Su voz rozaba ahora la agresividad. Es cierto que los norteafricanos copaban las estadisticas sobre violaciones, y no era menos cierto que las violaciones atribuidas a estos individuos eran con frecuencia extremadamente brutales. Ademas, a veces consideraba que sus propios prejuicios eran inoportunos, como resultado de demasiadas conversaciones con sinverguenzas guapos y de pelo rizado que te mentian a la cara aunque los pillaras con los pantalones, literalmente, bajados. Cualquier noruego en la misma situacion habria dicho otra cosa: «Pues si, follamos, pero fue consentido». Sabia todo eso, pero otra cosa era decirlo.

– ?Cual es la cifra de violaciones sin denunciar cometidas por «noruegos»? -Agito los dedos al decir: «noruegos»-. Las violaciones que ocurren en los after hours y tienen lugar en domicilios privados, o en las fiestas de empresa, incluso cometidas por los maridos…, ?y asi podemos seguir un buen rato! Ahi es donde encuentras la cifra negra, los hechos ocurridos pero no denunciados. Todas las chicas son conscientes de que son practicamente imposibles de perseguir. Mientras que las violaciones mas «honestas»… - volvio a agitar los dedos-, las agresiones repulsivas, cometidas por los repugnantes agresores de piel oscura, los que no son de aqui, los que todo el mundo sabe que la Policia intenta pillar… Esos casos si que se denuncian.

Hubo una ligera pausa. Hakon se sintio aludido y sonrio retraido, como queriendo disculparse de algun modo.

– No quise decirlo asi.

– No, ya me lo imagino, pero no deberias decir esas cosas, ni siquiera en broma. Estoy completamente segura de una cosa.

Se levanto sudada y consternada, se inclino hacia la ventana para que le diera un poco de aire. Las cortinas nuevas apenas ondeaban, mas por su propio movimiento que por la corriente de aire que venia de fuera.

– Por Dios, que calor hace aqui dentro.

La ventana volvio a cerrarse, dejando una ligera rendija de diez centimetros, lo cual no sirvio para nada. En aquella habitacion, debia hacer, por lo menos, treinta grados.

– Estoy completamente segura de una cosa -volvio a decir-: si todas las violaciones cometidas en este pais hubiesen sido denunciadas, estariamos todos aterrados por, al menos, dos cosas.

Hakon no entendia muy bien por que se callaba de repente. Tal vez era por darle la oportunidad de adivinar cuales eran las dos cosas que habrian de horrorizar a todo el mundo. En vez de volver a hacer el ridiculo, opto por mantenerse callado.

– En primer lugar, por la cantidad de violaciones cometidas. Y, en segundo lugar, porque los extranjeros son autores del numero que estadisticamente se les supone, segun la cifra de individuos que residen aqui. Ni mas ni menos. -Solto otro suspiro mas, quejandose del calor-. Si no remite pronto este calor, me volvere loca. Creo que me voy a dar un garbeo motorizado, ?te vienes?

Con pavor en la mirada, declino de inmediato la invitacion. El recuerdo de otro paseo en moto seguia intacto en su mente: una excursion heladora y mortalmente peligrosa, hacia unos seis meses, cuando acababa el otono, cruzando la provincia de Vestfold, con Hanne de piloto y el mismo de pasajero cegado y empapado hasta los huesos. Aquella vez, el viaje habia sido de una necesidad crucial. Su primera vuelta en moto y, decididamente, la ultima.

– No, gracias, prefiero darme un chapuzon -dijo. Eran las tres y media y ya se podian marchar a casa-. Deberias ponerte a repasar las pistas.

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