adoquines eran recubiertos de asfalto negro. Conocia su vecindario, al menos lo que permitia la observacion desde una ventana de la primera planta. Estaba al tanto de los coches que pertenecian a su portal y de quienes eran sus propietarios. No habia visto nunca antes el coche rojo y tampoco habia reconocido al individuo joven y alto que se habia sentado detras del volante aquella madrugada. Debia de ser el.

Continuo sentado durante un rato e incluso echo una cabezadita. Luego se dirigio discretamente a la cocina para calentarse un poco de sopa.

Ninguno de los vecinos habia oido o visto nada. La mayoria de ellos habian reparado en la visita de los policias el domingo por la manana, por lo que los rumores se habian hecho con el edificio. Todo el mundo sabia bastante mas que el simpatico anciano del primero, aunque aquella informacion carecia de interes. Eran historias contadas una y otra vez entre los propios vecinos de escalera. Relatos encendidos por encima del pasamanos, incluyendo movimientos de cabeza horrorizados de incredulidad, especulaciones y promesas reciprocas de que todos iban a estar mas atentos de ahora en adelante.

Kristine Haverstad no estaba en casa. Hanne lo sabia, pero quiso asegurarse. Llamo al timbre y espero unos segundos antes de abrir la puerta. Obtuvo las llaves durante el interrogatorio, de la propia inquilina, que declaro de paso su intencion de mudarse a casa de su padre durante un periodo de tiempo indefinido.

El piso estaba recogido, bien cuidado y agradable. No era grande, y los agentes constataron pronto que estaba compuesto de un salon con cocina americana y un dormitorio espacioso con un escritorio en una de las esquinas. Las habitaciones daban a un estrecho y largo pasillo. El bano era tan pequeno que uno podia estar sentado en la taza, ducharse y lavarse los dientes a la vez. Estaba limpio, con un ligero aroma a lejia.

La Policia Cientifica ya habia estado alli, por lo que sabia que no encontraria nada relevante, pero sentia curiosidad. La cama estaba sin hacer, aunque cuidadosamente tapada con un edredon. No era una cama doble, pero tampoco tan pequena como para no albergar a dos buenos amigos. Estaba hecha de pino con decoraciones en la parte superior de cada pata. Justo debajo de ellas, observo un pequeno borde desigual de color oscuro. Se puso en cuclillas y dejo que los dedos acariciaran la huella. Se clavo unas astillas diminutas de la madera en los dedos. Suspiro profundamente, abandono el cuarto y se quedo a esperar en la entrada del salon.

– ?Que es lo que buscamos? -pregunto Erik, lleno de dudas.

– Nada -dijo Hanne, mirando al vacio para resaltar su posicion sobre el asunto-. No buscamos nada, solo quiero saber como es este piso, al que Kristine Haverstad nunca estara en condiciones de volver.

– Es una putada -murmuro el joven.

– Es mas que eso -dijo Hanne-. Es mucho mas que eso.

Cerraron con llave la puerta del apartamento, con las dos cerraduras de seguridad, y volvieron dando un rodeo en direccion a la jefatura. Erik estaba encantado. Despues del viaje, no sabia si estaba mas enamorado de Hanne o de su enorme Harley rosa.

Martes, 1 de junio

Kristine espero sentir alguna forma de temor, pero no lo hizo, y lo cierto es que daba igual. No necesitaba ningun abogado, realmente no necesita a nadie. Solo deseaba quedarse en casa, en casa de su padre. Queria cerrar con llave todas las puertas y sentarse a ver la television. En cualquier caso, no queria ningun abogado. Pero la policia habia insistido, le habia mostrado una lista de nombres que ella denominaba «abogados asistenciales», y habia destacado el nombre de Linda Lovstad como una buena eleccion. Al asentir con la cabeza y alzar los hombros, Hanne habia llamado a la letrada en su nombre. Kristine ya podia personarse en el despacho a las 10.30 del dia siguiente.

Ahora se encontraba justo delante de la direccion indicada e intentaba sentir algo de aprension. Habian manipulado el rotulo debido al cambio de uno de los abogados, pero seguia siendo legible: «Abogados Andreassen, Bugge, Hoel y Lovstad, 2? planta». Letras negras sobre laton desgastado.

Al abrir la puerta de cristal de la primera planta, un perro se acerco a ella moviendo la cola. Se sobresalto, pero un hombre que, por su indumentaria, era imposible que fuera abogado, la tranquilizo. Llevaba vaqueros rotos y zapatillas deportivas. Sonrio y cogio al perro del collar y lo arrastro hasta un despacho, donde lo puso firmemente en su sitio. Al fondo de un larguisimo pasillo yacia otro perro, grande y gris, con la cabeza entre las patas delanteras y una expresion de tristeza, como si entendiese todo por lo que ella habia pasado. Una chica delgada y bien arreglada, sentada tras un puesto que combinaba recepcion y centralita, la invito a seguir el pasillo hacia el gris y afligido perro.

– La penultima puerta a la izquierda -dijo en voz baja y con una sonrisa.

– Entre -oyo, incluso antes de llamar a la puerta.

Tal vez el hombre del primer perro fuera abogado. Lo cierto es que esta abogada no calzaba deportivas, sino zapatillas chinas, vaqueros y una blusa que Kristine reconocia de H &M. Tampoco la oficina se caracterizaba por su ostentacion; ademas, vio que un tercer perro del bufete estaba tumbado en una esquina. Tal vez fuese un requisito para trabajar ahi: tener un perro. Era uno de esos callejeros, delgado, feo y negro como un cuervo, pero con ojos grandes y bonitos.

Una gigantesca mesa en forma de arco ocupaba casi todo el espacio. Las estanterias eran sencillas y no muy llenas, y en el suelo, apoyado contra la pared, tropezo con un gigantesco y grotesco gato de peluche. No era especialmente bonito y tampoco muy gracioso, pero, junto con un cochecito de Policia, carteles baratos y una maceta blanca con abundantes alegrias, conferia al despacho una sensacion menos inquietante.

La abogada se levanto y extendio la mano en cuanto Kristine entro por la puerta. Era delgada y larguirucha, plana como una tabla, con el pelo rubio y ralo, al que se intentaba en vano darle volumen recogiendolo en forma de mono. Pero el rostro era amable; su sonrisa, hermosa; y el apreton de manos, firme. La invito a un cafe, saco una carpeta vacia de color crema y empezo a anotar los datos personales.

Kristine no tenia la menor idea de lo que hacia en ese lugar. Bajo ninguna circunstancia soportaria volver a contar toda la historia.

La mujer era adivina.

– No es necesario que me relates la violacion -dijo, tranquilizandola-. Recibo la documentacion de la Policia.

La pausa que siguio no fue para nada embarazosa, solo tranquilizadora. La abogada la miro con una sonrisa, hojeo algunos papeles que no podian concernirla y esperaba, tal vez, que dijera algo. Kristine se quedo mirando el gato de peluche mientras frotaba el brazo de la silla. Al ver que la abogada seguia sin dar senales de querer decir algo, alzo ligeramente los hombros y echo la mirada al suelo.

– ?Recibes ayuda? ?Psicologo o algo parecido?

– Si, bueno, en realidad es una asistente social. Esta bien.

– ?Encuentras alguna ayuda en eso?

– No lo siento asi ahora mismo, pero se que es importante, a largo plazo, quiero decir. Pero solo he estado una vez con ella, fue ayer.

La letrada Lovstad asintio con la cabeza como para animarla.

– Mi tarea es muy limitada. Sere como un nexo entre tu y la Policia, y, si hay algo que necesitas saber, no dudes en ponerte en contacto conmigo. La Policia me mantendra puntualmente informada. Son a veces un poco chapuzas en esto, pero has tenido suerte con la investigadora principal. Es una mujer que suele seguir muy de cerca estos casos.

Ahora sonreian ambas.

– Si, parece de muy buen trato -confirmo.

– Y te ayudare con la indemnizacion.

La joven parecia desconcertada.

– ?Indemnizacion?

– Si, tienes derecho a una indemnizacion, ya sea por parte del autor, ya sea por parte del Estado. Han creado un precepto legal propio para estas cuestiones.

– ?No me interesa ninguna indemnizacion!

A Kristine le extrano su propia y violenta reaccion. ?Indemnizacion? Como si alguien pudiese algun dia

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