desde hombres trajeados que acudian a reuniones importantes, hasta ancianas de piernas flacas y torpes, ataviadas con acertados zapatos de paseo, que se personaban disgustadas para denunciar la desaparicion de un caniche. El sol brillaba implacable y los dientes de leon del cesped habian empezado ya a amarillear. Incluso el centro penitenciario Bots, situado al fondo de la avenida de alamos, aparentaba ser un lugar agradable. Era como si Egon Olsen estuviera a punto de salir canturreando por el porton, listo para llevar a cabo nuevos atracos. La zona estaba poblada de personas semidesnudas, sentadas o tumbadas entre los edificios, algunas disfrutando de su pausa para comer; otras, como los parados y las amas de casa, disfrutando del unico espacio verde del antiguo barrio de Gamle Oslo. Ninos de piel oscura jugaban al futbol entre los que tomaban el sol; algunos de ellos se irritaban, al salir de su estado de sueno a golpe de sobresalto cada vez que la pelota aterrizaba sobre sus vientres untados de aceite. Los chavales se reian y no mostraban signos de querer trasladar el partido a otro campo.
Hanne y Hakon estaban en un banco contra la pared. Ella se habia recogido las perneras del pantalon por encima de las rodillas y estaba descalza. El pudo constatar de reojo que no se depilaba las piernas. Poco importaba, porque su escaso vello era suave, rubio y femenino, y la hacia parecer aun mas hermosa que si hubiese tenido las piernas afeitadas. Su piel lucia ya un leve color moreno.
– ?Has pensado en una cosa? -pregunto Hakon, con la boca llena. Acabo de masticar, plego con cuidado el envoltorio del bocadillo y se trago lo que quedaba del carton de leche- ?Te has dado cuenta de que el sabado noche no hubo ninguna de esas «masacres»? ?Quiero decir, este sabado pasado?
– Si.
Hanne habia acabado hacia un buen rato su pequeno almuerzo, que habia consistido en un yogur y un trozo no muy grande de colinabo. Asombrado, Hakon le habia preguntado si llevaba alguna dieta. Ella no contesto.
– Si, lo he pensado -volvio a confirmar-. Extrano, tal vez nuestro hombre se haya cansado. El caso es que hemos conseguido blindar la historia contra las garras de los periodicos. Seguro que, a la larga, para nuestro personaje resulta un poco aburrido molestarse tanto solo para fastidiarnos. Sin duda esperaba algo mas, si es que la teoria de que esto es obra de algun gracioso es acertada, claro esta.
– Tal vez se haya, simplemente, quedado sin sangre…
– Si, puede ser.
El balon se acerco a su posicion tras describir un gran arco. Hanne se levanto, lo atrapo con una sonrisa y se giro hacia su companero.
– ?Jugamos un poco?
Un arrebatado y esquivo movimiento de manos apago cualquier esperanza de ver a Hakon jugar al futbol con la chavaleria paquistani. Hanne les devolvio la pelota de un puntapie. Se sento y empezo a frotarse el empeine dolorido.
– Estoy en baja forma.
– ?Que opinas de este caso? -pregunto Hakon.
– A decir verdad, no lo se. Esperemos que sea una broma, pero hay algo en todo esto que no acaba de gustarme. Pese a todo, este follon ha tenido que acarrearle muchas molestias a ese tipo.
– Puede que sea una mujer.
– Sinceramente, me parece muy poco probable que una mujer este detras de todo esto. Tanta sangre es, digamos, demasiado…, masculina.
– Pero imagina por un momento que no se trata de ninguna broma. Imagina que los tres parajes representen cada uno el escenario de un crimen real. Imagina que…
– ?Tienes poco que hacer, Hakon? ?Crees que es necesario despilfarrar el tiempo con los «imaginate»? Pues sigue asi y te auguro un futuro de lo mas animado.
Algo irritada, se puso los calcetines y los zapatos y se bajo las perneras.
–
Entraron a paso lento por la puerta principal. Una chatarra dorada que pendia del techo en el gigantesco vestibulo y cuya funcion, al parecer, era meramente decorativa amenazaba en cualquier momento con venirse abajo, debido al excesivo calor. Reflejaba la luz del sol con tanta intensidad que era imposible sostener la mirada.
«Si se derrumba esta mierda al suelo, no sera una gran perdida», penso Hanne.
Subio con el ascensor hasta la segunda planta.
Las reflexiones de Hakon acerca de las masacres la atormentaban, se sentia agobiado. Tenia que lidiar con cinco violaciones, siete lesiones corporales graves y una sospecha de incesto. Mas que suficiente. Lo cierto es que disponian de un grupo que llevaba los casos de abusos a menores, el Grupo de Operaciones Especiales. Pero la cotizacion de los ninos como objetos sexuales se habia disparado durante esta absurda primavera y todo el mundo tenia que arrimar el hombro.
El suyo era un tipico caso de sobreseimiento. Clinicamente, no se encontraron pruebas de que algo estuviera mal. El hecho de que el crio hubiera cambiado radicalmente de caracter, para profunda desesperacion de su madre y de la guarderia, y que un psicologo pudiera aseverar con total convencimiento que algo habia pasado estaba, aun asi, tan lejos de cualquier condena como de la Luna. «Algo» no era una definicion muy precisa, desde un punto de vista juridico. Sin embargo, iba en contra de sus instintos policiales mas profundos no seguir perseverando en el caso. El chiquillo hablo bastante durante la vista oral, pero se quedo completamente mudo cuando Hanne intento, con mucha delicadeza, sacarle una explicacion acerca de quien habia exhibido un pene muy raro con leche dentro. Otra vista oral significaria la ultima baza en juego, pero eso tenia que esperar, al menos, un par de semanas.
«Imagina que…»
Hanne estaba sentada con los pies sobre la mesa, las manos detras de la nuca y los ojos entornados.
«Imaginemos que hubiera ocurrido algo de verdad en la lenera de Toyen, en la barraca de Loelva y en el aparcamiento de Vaterland.» En tal caso, era grotesco. Era imposible que la sangre emanara de una unica persona y, aunque fueran tres o cuatro, cuyo macabro destino las esperaba en cada uno de los escenarios, era tan radicalmente improbable que, de momento, debia descartar aquella posibilidad.
Pego un salto cuando el inspector Kaldbakken entro por la puerta y de un manotazo le aparto las piernas, que se estamparon contra el suelo del escritorio.
– ?Tienes poco que hacer, Wilhelmsen? -dijo grunendo-. Pasate por mi despacho, ?asi tendras con que entretenerte!
– No, por Dios. Tengo mas que de sobra, como todos.
El jefe se sento.
– ?Has progresado algo con la violacion del sabado? ?Esa estudianta?
El inspector Kaldbakken debia de ser la unica persona en este mundo en llamar a las mujeres estudiantes: «estudiantas». Segun decian los rumores, tambien el solia ponerse el sombrero de borlas de estudiante el 17 de Mayo.
– No, nada en especial, lo normal. Nadie ha visto ni oido nada. A ella misma le cuesta muchisimo darnos algo mas que una vaga descripcion. Tu mismo has visto el retrato. Se parece a todos y a nadie. Hemos recibido medio centenar de pistas que Erik se ha encargado de cotejar. No parecen muy fiables, ninguna de ellas, al menos es lo que el dice. Echare un vistazo yo misma.
– No me gusta -dijo, carraspeando, y siguio tosiendo durante unos minutos.
– Deberias dejar de fumar Kaldbakken -le dijo en voz baja, y advirtio que la carraspera sonaba a esa enfermedad pulmonar obstructiva cronica, el EPOC, en su penultimo estadio. Ella misma deberia dejar de fumar.
– Es lo que dice mi mujer -contesto, medio ahogado y finalizando el ataque de tos escupiendo gargajos que, sin duda, soltaban un monton de porqueria de aspecto inmundo.
Se tapo la boca con un panuelo usado de gran tamano para recoger la materia. Hanne se dio la vuelta con mucho tacto y descanso la mirada sobre dos gorriones que se peleaban en el marco exterior de la ventana. El calor era insoportable tambien para ellos.
– No me gusta -insistio-. Las violaciones precedidas de agresiones vienen raras veces solas. ?Sabes algo de los medicos forenses?
– No, ?demasiado pronto! Suelen tardar semanas antes de mandar algo.
– Insiste con ellos, Wilhelmsen, dales cana. Estoy verdaderamente muy preocupado.