– Solo estoy investigando un poco por mi cuenta, para mi mismo, ?sabe? ?Ha hablado con la Policia?
La mujer asintio con la cabeza.
– ?Estuvo aqui cuando ocurrio?
La vacilacion era patente y no acababa de comprender por que ella habia optado por confiar en el. Tal vez, ella tampoco lo sabia.
– No, no estar yo aqui esa noche. Yo en Dinamarca ese fin de semana. Fin de semana pasado, en casa amigos. Pero eso yo no dije a mujer de policia. Yo dije yo dormir.
– Entiendo. Tiene usted amigos en Dinamarca.
– No. No amigos en Dinamarca. No amigos en Noruega, pero amigos en Alamana. Ellos quedar conmigo en Copenhague. No haber visto ellos en mucho mucho mucho tiempo. Yo vuelta aqui domingo muy tarde.
La mujer no era especialmente guapa, pero poseia un rostro energico y calido. Tenia la tez mas clara que otros iranies que habia visto antes y carecia de todos los rasgos que el relacionaba con aquella parte del mundo. De algun modo era morena, pero el pelo no era negro como el carbon, ni tampoco castano oscuro. Era mas parecido a lo que su mujer antano habria llamado «color ayuntamiento». Aun asi era brillante y espeso, ?y tenia los ojos azules!
Con ayuda de las manos y un poco de ingles consiguio relatarle su triste historia. Vino como refugiada en busca de asilo y espero trece meses largos y burocraticos hasta que las autoridades iniciaron los tramites de su solicitud de amparo en el reino de Noruega. La familia estaba dispersada a los cuatro vientos, al menos lo que quedaba de ella. La madre habia fallecido de muerte natural hacia tres anos, mucho tiempo despues de que su padre huyera a Noruega. Fue abogada en el Iran del sah, y la familia habia vivido sus anos dorados, pero todo cambio al caer el regimen. Dos de sus hermanos murieron en las carceles de los ayatolas, aunque su hermana y ella misma corrieron mejor suerte, hasta un ano y medio atras. Cogieron a un companero de celda de sus hermanos y al cabo de tres dias de interrogatorio se vino abajo. Lo ejecutaron al dia siguiente. El dia despues, los soldados estaban delante de su puerta, pero para entonces ella habia recibido un aviso y se encontraba ya al otro lado de la frontera con Turquia, gracias a la ayuda de gente que tenia una mejor tapadera que ella. Desde Turquia, tomo el avion en direccion hacia Noruega y hacia una vida que creia iba a compartir con su padre. En el aeropuerto, los de Extranjeria le contaron que su padre habia muerto tres dias antes de un ataque al corazon. La instalaron en el centro de acogida en la ciudad de B?rum, y le asignaron un abogado de oficio. Este no tardo en averiguar que la mujer era la legitima legataria de una pequena herencia que su padre habia dejado. Constaba de un piso libre de cargas y pagado, cinco alfombras persas magnificas, unos cuantos muebles y cuarenta mil coronas en una cuenta bancaria. Vendio los muebles y las alfombras, cuya retribucion, mas de cien mil coronas, mando a Iran con la idea de que su hermana pudiera sacarle provecho. No recibio respuesta alguna, lo que era de esperar, y solo le quedaba la esperanza de que todo saliera bien. Las cuarenta mil de la cuenta estaban destinadas a su manutencion, de ese modo no seria una carga para la sociedad noruega.
– Yo suerte, no necesitar vivir en Tanum, vivir aqui mas mejor para mi.
El viaje a Dinamarca fue ilegal, pues, como solicitante de asilo, no tenia pasaporte y, por tanto, no podia abandonar el pais. Pero con su aspecto atipico pudo pasar por escandinava ante la mirada de los aduaneros sobrecargados de trabajo. Tuvo suerte, aunque eso significaba que no estaba en condiciones de proporcionarle ninguna informacion acerca del asunto por el que se encontraba ahi.
Se levanto.
– Bueno, pues gracias por la charla, y mucha suerte en el futuro.
Se detuvo en la puerta y le tendio la mano.
– Espero que la Policia sea comprensiva con usted.
No estaba seguro, pero creyo advertir una expresion de inseguridad en sus ojos durante un instante.
– Quiero decir que espero que pueda quedarse en el pais -preciso.
– Esperar yo tambien -le contesto ella.
Se encamino hacia la siguiente planta y oyo el estruendo de la puerta al cerrarse a sus espaldas. El ruido de la cadena intentando colocarse en su sitio lo acompano hasta llegar a la segunda planta. Permanecio un momento quieto en el rellano de la escalera con la extrana sensacion de que se le habia pasado algo. Se sacudio la idea de encima al cabo de unos segundos y llamo al timbre.
Habian pasado cuatro dias desde la terrible violacion en el barrio de Homansbyen y no se habia acercado ni una pizca a nada que se pudiera llamar solucion o aclaracion, sino todo lo contrario. Hanne tenia asombrosamente poco que escribir acerca de sus pesquisas en el caso. Se sentia muy frustrada.
Pero ?que podia hacer? La mayor parte del dia anterior se le habia esfumado en tomar declaracion a un par de testigos, en relacion con dos de los casos de agresion. Ademas, no pudo sacar mucho de eso, y un monton de trabajo se le acumulaba en una buena pila de documentos. En uno de los sumarios, el mas grave, le quedaba por interrogar a cinco personas. Era un caso entre unos navajeros, que habian tenido cierta suerte, ya que el cuchillo no habia tocado la arteria principal del muslo del agredido por unos pocos milimetros. No sabia cuando podria tomar aquellas cinco declaraciones.
El caso de incesto pendia sobre su cabeza como una factura impagada de tamano considerable y cuyo plazo de vencimiento hubiera rebasado hacia tiempo. La mala conciencia y las pesadillas la despertaron la noche anterior y estaba decidida a acudir a la nueva vista oral antes de la fecha prevista. Eso le llevaria un dia entero. En primer lugar, tocaba la visita al domicilio y una ronda de «reconocimiento». A continuacion, un refresco en la cantina y una vuelta en el coche patrulla para la ronda de «confien ustedes en la Policia». No disponia de toda la jornada, ni siquiera de media.
Los montones de papeles dispuestos en fila ante ella le provocaban nauseas. Si los habitantes de esta ciudad tuvieran un minimo presentimiento de la situacion de desamparo en la que se encontraba la Policia, luchando contra unos delitos que parecian sobrepasarles, levantarian un clamor de indignacion que conllevaria una inmediata inyeccion de cien millones de coronas y cincuenta nuevos puestos de trabajo. En esos momentos, la idea de que la Policia pudiera resolver todos los crimenes era una mera ilusion. «Es el momento idoneo para cometer un atraco de cierta envergadura. Habria un noventa y nueve por ciento de posibilidades de escapar», penso.
No tenia que haberlo pensado.
En ese momento, la megafonia se activo y la voz profunda y monotona del jefe de seccion llamo la atencion de todos los agentes. Acababan de atracar la caja de ahorros Sparebanken Nor del distrito de Sagene, y todo el mundo estaba citado en la sala de juntas. Como un relampago, Hanne cogio el casco de moto y la chupa de cuero.
Casi lo consiguio. A escaso metro y medio de la puerta, que daba a las escaleras exteriores para bajar hasta la entrada del personal, quedo atrapada por el cuello de la cazadora. El jefe de seccion se rio cuando al girarla descubrio la cara de verguenza de la mujer.
– No intentes enganar a un viejo zorro -dijo-. Entra ahora mismo en la sala de reuniones.
– No, de verdad, que no puedo. Tengo que salir. Ademas, estoy hasta arriba de trabajo y no puedo aportar nada de nada. De verdad. Sencillamente, no puedo hacerme cargo de nada mas.
Quiza fuera por su voz, y sin duda tenia algo que ver con el hecho de ser su mejor investigadora o, tal vez, se debia a que sus rasgos faciales inusualmente cansinos, sus ojeras y un perfil afilado no la favorecian. En cualquier caso, el jefe de seccion se quedo por un momento sin palabras.
– Bueno, vale -dijo al fin-. Venga, vete, pero solo por esta vez.
Inmensamente aliviada, salio pitando por la puerta sin tener la menor idea de lo que iba a hacer. Tenia que salir de alli.
Era tan buena una cosa como la otra. No era conveniente acudir al escenario del crimen con demasiada frecuencia, pero al menos le daba la sensacion de hacer algo concreto.
Estuvieron a punto de darse de bruces en la puerta. Ella estaba intentando sacar las llaves de la chaqueta cuando el aparecio de sopeton saliendo del pasillo. Hanne tuvo que retroceder un paso para no caerse y el hombre de imponente estatura se quedo clavado y firme. Le pidio disculpas una y otra vez hasta que la reconocio.
El dentista era demasiado mayor para sonrojarse. Ademas tenia la piel aspera y sin afeitar, lo que no dejaba traspasar los colores. Aun asi, Hanne noto con claridad un parpadeo irregular cuando se apresuro a dar una