estaba a punto de iniciar. Advertencia, desde luego, pero una advertencia compasiva y bienintencionada.

– Pero ?sabe, usted?, las cosas aqui no funcionan de esta manera. El caso es que las personas no resuelven los delitos por su cuenta y no llevan a cabo sus venganzas en las noches oscuras y tenebrosas, para el regocijo secreto del publico. Eso sucede en las peliculas y tal vez en Estados Unidos.

Llamaron a la puerta y una figura imponente entro sin esperar respuesta. Media al menos dos metros, la cabeza pelada con un bigote abultado y rojo sin arreglar y una cruz invertida de pendiente.

– Ah, perdona -exclamo al ver a Haverstad, aunque lo dijo sin sentirlo y miro a la subinspectora-. La cervecita de los viernes a las cuatro. ?Te vienes?

– ?Si se permite participar con una cervecita del viernes «sin», a lo mejor!

– Entonces nos vemos a las cuatro -dijo el monstruo, y cerro la puerta con un estruendo.

– Es policia -aseguro, como queriendo disculparlo-. Es de Vigilancias, de Seguimientos. A veces son un poco raros.

El ambiente cambio, habia acabado la conferencia. Poso las dos hojas mecanografiadas delante de el para que pudiera repasarlas. No tardo nada. No ponia nada de lo que habian hablado -de lo que ella habia dicho- durante la ultima media hora. Hanne puso el dedo indice en la parte inferior del segundo folio y el firmo.

– Aqui tambien -anadio, y apunto al margen del primer folio.

Indudablemente, ya se podia marchar. Se levanto, pero ella aparto la mano que el hombre le ofrecia para despedirse.

– Lo acompano hasta la salida.

Cerro el despacho con llave y camino a su lado por el pasillo de baldosas y puertas azules. Gente ajetreada subia y bajaba correteando por el corredor, ninguno llevaba uniforme. Ambos pararon cuando alcanzaron las escaleras. Ahora estaba dispuesta a aceptar el apreton de manos.

– Acepte un buen consejo de mi parte: no se mezcle en asuntos que le pueden venir muy grandes, dediquese a otra cosa. Llevese a su hija de vacaciones, a la montana, al sur de Europa, lo que sea. Pero deje que nosotros hagamos nuestro trabajo.

El hombre murmuro algunas palabras de despedida y bajo por las escaleras. Hanne lo siguio con la mirada hasta que el se acerco a las pesadas puertas metalicas que mantenian encerrado el sofocante calor. Luego se acerco a las ventanas que daban al oeste y, justo en ese momento, aparecio en su campo de vision. Avanzaba pesadamente y cabizbajo, casi como un anciano. Se detuvo un instante para enderezar la espalda hasta que desaparecio por las escaleras que daban al aparcamiento subterraneo.

En ese momento, Hanne sintio verdadera lastima por aquel hombre.

En otras circunstancias, Kristine habria disfrutado de estar en casa sola. Pero en aquel momento, no estaba en condiciones de disfrutar de nada. Estaba despierta cuando su padre se levanto, pero se quedo en la cama hasta las siete y media, cuando oyo la puerta de entrada cerrarse detras de el. Luego agoto toda el agua caliente. Primero se ducho durante veinte minutos, frotandose hasta dejar la piel roja y dolorida, y despues se tomo un largo y humeante bano de espuma. Se habia convertido en una rutina, casi un ritual cada manana.

Ahora vestia un chandal viejo y un par de zapatillas de piel de foca desgastadas y ojeaba su coleccion de CD. Cuando se fue de casa, hacia dos anos, se llevo solo los mas recientes, asi como sus favoritos. El monton que habia dejado atras era bastante voluminoso. Saco un viejo CD de A-ha: Hunting High and Low: el titulo era muy acertado. Tenia la impresion de estar buscando algo cuyo paradero desconocia, e ignoraba de que se trataba. En el momento de abrir la funda, esta se cayo al suelo. Una de las fijaciones de plastico de la tapa se habia partido y profirio juramentos en voz baja cuando las piezas no se dejaron armar. Enojada, intento conseguir lo que ya sabia que era imposible, y la otra fijacion tambien acabo rompiendose. Furiosa, arrojo ambas partes al suelo y empezo a llorar. Vaya mierda de fabricas de CD. Estuvo llorando media hora.

Morten Harket, el vocalista de A-ha, no se dividio en dos. Sentado e inclinado hacia delante, con los brazos musculosos y rigidos, tenia los ojos fijos en un punto situado detras de ella. La mirada en blanco y negro era impenetrable. Kristine habia estudiado Medicina durante cuatro anos y estaba muy familiarizada con la anatomia. Saco la cartulina de la portada de entre los trozos rotos de la funda de plastico. Aquel musculo no era visible en personas normales, se necesitaba mucho entrenamiento para eso, muchas pesas. Se palpo sus propios brazos delgados. El triceps estaba en su sitio, solo que no se notaba a la vista. El de Morten Harket era muy visible. Sobresalia en la parte inferior del brazo, potente y definido. Se quedo observandolo fijamente.

El hombre estaba en forma y se podian ver sus triceps. Cuando intentaba retroceder a aquella terrible noche, le era imposible recordar en que momento lo habia vislumbrado. Quiza no lo viera, tal vez solo lo habia sentido, pero estaba segura al cien por cien, el agresor tenia los triceps abultados.

Algo que en teoria no tenia la menor importancia.

Se sobresalto al oir ruidos en el pasillo, como si la fueran a pillar con las manos en la masa. La adrenalina corria impetuosamente por sus venas y recogio a toda velocidad los trocitos de plastico, intentando esconderlos entre el monton de CD tirados a sus pies. Acto seguido volvio el llanto.

Ultimamente, todo la asustaba. Por la manana, un pajarito se estampo contra el ventanal panoramico del salon, mientras ella intentaba ingerir algo de comida. El ruido la asusto y pego un salto hasta el techo. Supo enseguida lo que era, pues aquellas pobres criaturas se estrellaban continuamente contra la ventana. Salian casi siempre indemnes y a veces se quedaban tiradas media hora hasta ponerse de pie titubeando y aleteando para despertar antes de salir volando dando tumbos. Esta vez salio a recoger el pajarillo y noto como latia su corazoncito, cosa que le produjo una profunda consternacion. Al final, el pajaro murio, por miedo y porque ella lo habia recogido. Se sintio culpable y avergonzada.

Su padre se inclino sobre ella, la incorporo y ella se tambaleo como si no estuviese en condiciones fisicas de mantener erguido su cuerpo enclenque. No recordaba que estuviera tan delgada y se estremecio al sujetarla por sus enjutas munecas para evitar que se cayera. La llevo con cuidado hasta el sofa, y ella se dejo apoltronar entre los cojines profundos, apatica y sin protestar. El se sento a su lado dejando un espacio entre ambos. Luego cambio de idea y se acerco mas, pero se detuvo bruscamente cuando ella mostro signos de querer separarse. Dubitativo, cogio su mano. Ella se lo permitio.

No existia ningun otro contacto fisico entre ellos, algo que Kristine agradecio. No era capaz de hacer el minimo esfuerzo, lo deseaba tanto, al menos queria decir algo, cualquier cosa.

– Lo siento, papa, lo siento tanto.

Lo cierto es que el no oyo lo que dijo, ademas lloraba con tanta fuerza que no lograba pronunciar la mitad de las palabras, pero hablo. Estuvo dudando un instante si debia contestarle algo. ?Interpretaria ella su silencio como un signo de desanimo? ?O tal vez era precisamente lo mejor, no decir nada, solo escuchar? Como solucion intermedia, carraspeo.

Fue a todas luces lo correcto. Se deslizo mansamente hacia el, casi recelando, pero al final pego el rostro contra su cuello y ahi permanecio quieta. Estaba muy incomodo, pero, como una columna de sal, con un brazo protegiendola y con la otra mano cogiendo la suya, se quedo inmovil durante media hora. En aquel preciso segundo comprendio que la decision que habia tomado cuando encontro a su hija en el suelo, hacia menos de una semana, deshecha y destrozada, una determinacion que habia puesto en tela de juicio durante su visita a la Policia aquella la manana, habia sido la correcta.

– ?Existe alguna posibilidad de encontrar algo sensato en todo esto?

Como todos los sumarios eran ya de cierta envergadura, nadie tenia el monopolio sobre la llamada sala de emergencias. En todo caso, no era como para tirar cohetes, pero, al fin y al cabo, era un cuarto tan util como cualquier otro.

Erik Henriksen sudaba mas de lo habitual y estaba rojo como un tomate, hasta tal punto que parecia un semaforo ambulante. Estaba sentado ante una mesa inclinada con un mar de informes y notificaciones encima. Eran pistas sobre el caso de Kristine Haverstad.

El oficial levanto la mirada y puso los ojos en Hanne.

– Aqui hay de todo -dijo, riendose-. Escucha esto: «El retrato se parece sobremanera al juez de primera instancia Arne Hogtveit. Saludos de Ulf, el Norteno».

Hanne dibujo una sonrisa de oreja a oreja. Ulf, el Norteno, era un conocido criminal que pasaba mas tiempo dentro que fuera de la carcel. Era probable que el juez Hogtveit se hubiera encargado de

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